La economía feminista es una propuesta y una estrategia del feminismo popular. Los días 7 y 8 de junio, este fue el tema central del taller en la Escuela Internacional de Organización Feminista Berta Cáceres.
La formación arrancó en grupos, donde las participantes identificaron los problemas a los que debe hacer frente la economía feminista. Muchos de los problemas enumerados en los grupos son procesos. Y como los sistemas de opresión están imbricados, son procesos que atraviesan nuestras vidas, nuestros cuerpos, nuestra sociedad. Son procesos que definen el conflicto entre el capital y la vida.
Entre ellos, están la mercantilización de la vida, la contaminación y la privatización. Nos enfrentamos a la explotación de los seres humanos y de la naturaleza. Son procesos que se actualizan hoy en día, pero que tienen sus raíces en la colonización y el colonialismo: el acaparamiento de territorios, el sometimiento de los pueblos afrodescendientes e indígenas, y la imposición permanente del binarismo de género y separación de los seres humanos de la naturaleza.
Nos enfrentamos a la alienación del trabajo y también a la alienación de nuestra relación con la comida, la naturaleza y nuestros cuerpos. Nos enfrentamos a una disputa de tiempos: entre el tiempo acelerado del capital, orientado a la productividad, y el tiempo de la vida, marcado por la regeneración y el cuidado. La violencia, el control de los cuerpos-territorios, la militarización y el encarcelamiento son instrumentos para someter la vida al servicio del capital.
Nos enfrentamos a la invisibilización del trabajo doméstico y de cuidados, que no se reconoce como parte de la economía. En este proceso, la sumisión de los cuerpos y el control de la sexualidad son el combustible de la división sexual y racial del trabajo. También se invisibiliza la sobrecarga que soportan las mujeres y la carga mental que supone asumir la responsabilidad de los cuidados. Nos enfrentamos a la naturalización de esta responsabilidad y cuestionamos la imposición de la familia heteropatriarcal.
Así como las opresiones están imbricadas, nuestra propuesta de transformación también debe ser sistémica: que no sea fragmentada, tenga una mirada amplia, compleja y plural, desde diferentes territorios, a nivel local, nacional e internacional.
El capitalismo racista y heteropatriarcal acapara nuestra imaginación y la posibilidad de que pensemos fuera de su paradigma. Se han defendido, a lo largo de la formación en la Escuela, los saberes ancestrales, idiomas y cosmovisiones como estrategias de resistencia. La economía feminista es una herramienta que nos ayuda a comprender el mundo y a transformarlo, poniendo la vida en el centro, rompiendo las amarras del pensamiento dominante y de la política hegemónica.
Críticas y contribuciones de la economía feminista
Nalu Faria, de la SOF Siempreviva Organización Feminista y del Comité Internacional de la Marcha Mundial de las Mujeres, expuso un recorrido y planteamientos de la economía feminista. Destacó que la economía feminista, tal y como la comprendemos desde el feminismo popular, es una herramienta crítica en la lucha contra el neoliberalismo, los tratados de libre comercio y las empresas transnacionales.
La economía feminista hace una crítica al androcentrismo de la economía dominante, que considera al hombre blanco como un sujeto universal. También cuestiona la reducción de la economía a lo que tiene un equivalente monetario y circula en el mercado. Esto hace que el pensamiento económico dominante restrinja el trabajo al empleo, ocultando la dependencia del trabajo asalariado del trabajo doméstico y de cuidados. La dinámica y las relaciones de poder de la división sexual, racial e internacional del trabajo también resultan invisibles.
Los puntos de partida de la economía feminista son los procesos cotidianos que sostienen la vida. Con ello, reconocemos e incorporamos la experiencia económica de las mujeres, y ampliamos los límites de la economía a todos los procesos, relaciones y trabajos necesarios para la sostenibilidad de la vida. Por lo tanto, el enfoque no se centra en el funcionamiento del mercado ni en los beneficios de las empresas. Las explicaciones y preocupaciones no se reducen a números. El enfoque está ahora en la sostenibilidad de la vida y en lo que debe cambiar en la sociedad para que la vida no sea sostenido a costa del trabajo no remunerado y mal pagado de las mujeres, las mujeres negras y migrantes, ni de la explotación de la naturaleza.
La economía feminista critica las dicotomías y los binarismos que separan y jerarquizan la producción y la reproducción, la naturaleza y la cultura, la razón y la emoción, haciendo hincapié en la interrelación de los seres humanos y los procesos vitales, que son indisociables. La interdependencia y la ecodependencia son principios centrales para articular esta visión.
En el video que se presenta a continuación, se puede ver el planteamiento de la Marcha Mundial de las Mujeres de las Américas sobre qué significa poner la sostenibilidad de la vida en el centro de la política.
Experiencias y retos
Como hemos visto, la economía feminista no es un «tema» más. La economía feminista articula nuestro proyecto de transformación y contribuye a construir síntesis programáticas sin fragmentar las agendas. Poner en el centro la sostenibilidad de la vida es una propuesta política de la economía feminista que se articula con la soberanía alimentaria, la integración de los pueblos, la economía solidaria y la justicia ambiental. Desde un panel de debate diverso, pudimos conocer experiencias que incorporan o dialogan con las propuestas de la economía feminista.
Desde Cuba, conocemos las formas de medir y visibilizar el cuidado y la contribución económica de las mujeres a la sostenibilidad de la vida. Esta medición es un punto de partida para identificar las desigualdades y proponer estrategias políticas para enfrentarlas. Teresa Lara, integrante de la Red Nacional de Estudios sobre el Cuidado en Cuba, reflexionó sobre los retos políticos que supone el establecimiento de sistemas de apoyo y socialización del cuidado. Señaló que las realidades dentro de un mismo país son muy diversas y hay que tenerlo en cuenta.
De la experiencia del trabajo colectivo en Marruecos, conocemos la historia y las formas de organización de las cooperativas de trabajo. Khadija RyadI, de la Marcha Mundial de las Mujeres, nos explicó cómo la organización democrática del trabajo contribuye a la distribución del resultado del trabajo y a la autonomía de las mujeres. A la vez, señaló los retos que enfrentan las cooperativas formadas por mujeres en cuanto a la comercialización, el reconocimiento de derechos y la protección social, así como en la relación con las estructuras y dinámicas de la economía, con los intermediarios (atravesadores) y las desigualdades que recrean jerarquías y dinámicas de poder incluso en el interior de las cooperativas.
Yıldız Temürtürkan, de la MMM de Turquía, compartió la experiencia de las mujeres de Fındıklı, que resisten a las amenazas de los megaproyetos en su territorio. Destacó cómo la sostenibilidad de la vida en ese contexto depende más de la producción para el autoconsumo que de los salarios del trabajo remunerado.
Yildiz señaló dos retos políticos para la economía feminista con base en esta experiencia. El primero consiste en la necesidad de una comprensión del tiempo que supere la linearidad, entendiendo las complejas relaciones entre presente, pasado y futuro en los procesos que sostienen la vida. Aprender de las prácticas y la historia de los pueblos es una tarea feminista de disputa del presente y futuro. El segundo consiste en cambiar la comprensión del trabajo cuestionando su organización, sus divisiones y su sentido. Este cambio se relaciona con la comprensión del trabajo y del ocio, que deben transformarse a medida que se reorganiza el trabajo que sostiene la vida.
Repensar el tiempo y el trabajo en la relación con la naturaleza es uno de los planteamientos de la soberanía alimentaria, una de las propuestas políticas más potentes que se entrelazan con la economía feminista. Wendy Cruz expuso la construcción de la soberanía alimentaria de La Vía Campesina en torno a seis pilares: priorizar los alimentos para los pueblos; valorar a quienes producen los alimentos; acortar las distancias de los sistemas alimentarios (enfrentando el agronegocio y las estructuras de los acuerdos comerciales); el control local sobre el territorio, las semillas y el agua; el desarrollo de conocimientos y habilidades (y estrategias como los Institutos Agroecológicos Latinoamericanos, que profundizan la integración de los pueblos); el trabajo y el cuidado con la naturaleza (y la defensa de que la agricultura campesina enfría el planeta y se opone a las falsas soluciones del mercado para la crisis climática). Las mujeres campesinas son protagonistas en la construcción de la soberanía alimentaria, en la conservación de las semillas y en la defensa de los territorios y modos de vida. Wendy destacó que ya son 25 años construyendo la soberanía alimentaria, una propuesta que sólo tiene sentido porque tiene que ver con un sujeto político que se está fortaleciendo: los campesinos organizados local e internacionalmente.
Las participantes reafirmaron la idea de que el capitalismo no puede sostenerse sin el trabajo de las mujeres, y que los terrenos de lucha son múltiples y complementarios. Destacaron la estrategia de politizar los cuidados colectivos, de fortalecer el trabajo feminista en las organizaciones populares y la formación política para crear conciencia y librar la batalla de ideas.
La economía feminista visibiliza los procesos, las relaciones y los trabajos que sostienen la reproducción social, y desde ahí propone reorganizar tanto la reproducción como la producción. Esto implica poner en cuestión no sólo cómo se produce, sino también qué se produce.
Esas reflexiones contribuyen a la comprensión de la potencia de la economía feminista como articuladora de un proyecto de transformación desde el feminismo popular. La teoría, la práctica y la construcción del movimiento deben estar profundamente articuladas en este camino. Durante el próximo encuentro de la Escuela, el 21 de junio, las participantes avanzarán hacia una visión común de la economía feminista como una propuesta y estrategia del feminismo popular.