Economía feminista, un aporte para el modelo social cubano

16/06/2021 |

Por Teresa Lara Junco

Teresa Lara Junco analisa el trabajo realizado por las mujeres cubanas y propone una agenda feminista para la economía.

foto/photo: granma

Nosotras, las feministas, tenemos la tarea de transformar los datos en información, enseguida la información en conocimiento, posibilitándonos medir y valorar el trabajo no remunerado y cambiar la organización de este trabajo

Transformar datos en información, información en conocimiento y conocimiento para la toma de decisiones. Estas son las tres etapas de las reflexiones estadísticas acerca del trabajo realizado por las mujeres cubanas, en dirección a una agenda desde la economía feminista.

La economía feminista pone en su centro la sostenibilidad de la vida, la satisfacción de las necesidades humanas y inhumanas. Integra en un solo proceso la producción de mercancías y la reproducción social de las personas. Todas las actividades que se hacen para mantener el hogar se consideran trabajo y se valora como un aporte económico a la sociedad. 

Sostener la vida

La satisfacción de las necesidades humanas resulta del proceso de producción de mercancías y de reproducción de personas. La fuerza del análisis de la economía feminista es que permite entrar en escena la función del trabajo no mercantil en los hogares. El trabajo de cuidados es esencial para el sostenimiento de la vida y la reproducción de la fuerza de trabajo y de las sociedades, y genera una contribución fundamental para la producción económica, el desarrollo y el bienestar.

Eso es clave para repensar y ampliar el concepto mismo del trabajo. Cuidar a las otras personas es un trabajo. Economía y feminismo se encuentran para dar lugar al desarrollo de conceptos, marcos de análisis e investigación que dotan, simultáneamente, de mejor poder explicativo a la economía y de evidencias, herramientas y saberes al feminismo.

Por que cuidar a otro es trabajo?

La Resolución 1 de la 19a Conferencia Internacional de Estadísticas del Trabajo celebrada en el 2013 amplió la definición de trabajo: “el trabajo comprende todas las actividades realizadas por personas de cualquier sexo y edad con el fin de producir bienes o prestar servicios para el consumo de terceros o uso final propios”. El denominado principio de tercera persona establece esa diferencia: si otra persona lo puede hacer por mí, es trabajo; pero si la acción es intransferible, no lo es.

Es por eso que trabajo es un concepto distinto de empleo. El trabajo puede ser remunerado o no remunerado, formal o informal, llevarse a cabo en el hogar o fuera de él, tener lugar en distintas circunstancias, sean ellas agradables o desagradables, y ofrecer una amplia variedad de derechos y oportunidades, que reflejan los diferentes contextos y niveles de desarrollo. El empleo proporciona ingresos la participación y la seguridad económica. Limitarse solo al marco del empleo es, por lo tanto, restrictivo: no incluye muchos tipos de trabajo más flexibles y de duración indeterminada, como el trabajo de cuidados a familiares y el trabajo voluntario.

Las actividades que se realizan  en/para la familia corresponden a un tiempo de trabajo y aportan al desarrollo de las fuerzas productivas y a la sociedad. El tema del tiempo es fundamental: ¿Cuánto limita el tiempo al desarrollo de las capacidades humanas? Las respuestas están en cuánto se necesita producir para reproducir la vida, y en cuánto el espacio “privado” del hogar es subordinado al espacio “público” laboral y patriarcal.

La organización de las familias ocurre con la naturalización y internalización del trabajo doméstico. La división sexual del trabajo comprende la distribución desigual del trabajo productivo y reproductivo entre los hogares, el mercado y el Estado y entre varones y mujeres, implicando una subordinación económica de las mujeres. Ante eso, hay que questionar: quién hace qué? Quién tiene qué? Quién decide qué?

Las respuestas nos llevan a ver cómo hay brechas de género en nuestras sociedades. Ellas son construidas en los espacios de socialización donde prevalecen patrones culturales patriarcales, de modo tal que la subordinación femenina y el poder masculinizado son subjetivados e incorporados al comportamiento de manera acrítica, como si fueran naturales.

Las brechas de género pueden representarse por la cuantificación de las desigualdades de género en el acceso, uso o control de los recursos y servicios del desarrollo, como salud, educación, tierra, crédito, vivienda, asistencia técnica e información. Reconocer las brechas permite identificar lo que se necesita para alcanzar la igualdad en la relación entre mujeres y hombres, en cuanto a oportunidad, participación y capacidad.

Cuba: desnaturalizar el cuidado y  externalizar el trabajo doméstico

En Cuba y en tantas otras partes del mundo, tenemos el desafío de promover prácticas que  incrementen el empleo remunerado entre las mujeres durante el ciclo de vida, en cualquier contexto y en condiciones de equidad. Eso tiene que ser un reto permanente en el proceso de transformaciones económicas y sociales que se desarrolla hace 60 años en Cuba.

La visión de la nación a la que se aspira entiende la igualdad y los derechos humanos como condiciones ciudadanas. Las nuevas oportunidades de las reformas en la actualización económica obvian que las personas tienen diferentes puntos de partida según sexo, orientación e identidad sexual, área geográfica, recursos, color de la piel, edad y por tanto no pueden aprovechar las oportunidades por igual.

Pero la realidad de las mujeres cubanas hoy es que somos mayoría en las actividades y puestos de trabajo de prestación de servicios de menor productividad, estatales  y no estatales. La mayoría de las actividades aprobadas para el trabajo por cuenta propia siguen siendo tradicionalmente femeninas  y con poco valor agregado.  Según el Censo de Población y Viviendas (CPV 2012) el 36,4% de las mujeres de más de 15 años declararon como actividad principal los quehaceres del hogar, identificándose como “amas de casa” porque se dedican al trabajo doméstico y de cuidados no remunerado y no reciben ingresos propios. La cifra es similar a la región latinoamericana, pero con la diferencia de la instrucción y la protección que tienen las mujeres cubanas.

En el trabajo por cuenta propia, las mujeres están representadas en las actividades de elaboración y ventas de alimentos, arrendamiento de viviendas, agente de telecomunicaciones, cuidado de menores y ancianos, arreglos personales y elaboración y ventas de confecciones y artesanías. La desvalorización de esos trabajos desaprovecha y desestimula el alto nivel de instrucción de las cubanas. Del total de trabajadores por cuenta propia, alrededor de la tercera parte son mujeres. La mayoría de las mujeres que se emplean como cuenta propia son contratadas, mientras que los hombres son fundamentalmente dueños.

Por ley, las mujeres empleadas en el sector estatal tienen igual salario que los hombres por el mismo puesto de trabajo. Sin embargo, son mayoria en los sectores de servicios donde el salario medio es menor que el del sector de la construcción, donde son mayoria los hombres. Además de eso, la salida de las mujeres del empleo estatal no está en correspondencia con el incremento de las mujeres en el sector no estatal.

Identificando desigualdades y cuantificando brechas

Una aproximación empírica de las encuestas de uso del tiempo del 2001 y 2016, aunque tienen diferentes metodologías, resulta que las mujeres en el 2001 dedicaban al trabajo remunerado el 50% de las horas de los hombres y, en la del 2016, el 64,5%. Sin embargo, en cuanto al trabajo no remunerado en el 2001 y en el 2016 las mujeres trabajaban un 64% más que los hombres. Estos resultados marcan la tendencia a igualar las horas de trabajo remunerado entre mujeres y hombres, mientras se mantiene la desigual distribución del tiempo en el trabajo no remunerado. Todas las mediciones en diferentes períodos, regiones y municipios muestran la desigual distribución del tiempo y de actividades en el hogar entre mujeres y hombres.

Nosotras, las feministas, tenemos la tarea de transformar los datos en información, enseguida la información en conocimiento, posibilitándonos medir y valorar el trabajo no remunerado y cambiar la organización de este trabajo.

Con las reservas de la estimación, el valor monetario¹ de los servicios domésticos y de cuidado no remunerados representó el 19,5% del PIB del país para el año 2016, a precios corrientes. Ese porcentaje es significativo, una vez que resulta mayor que el que corresponde al valor agregado de la industria manufacturera y sólo es superado por el sector comercio y reparaciones. Mientras eso, el valor monetario de los servicios domésticos y de cuidados más actuales se incrementan en un 36% con relación al 2002. Las mujeres aportan el 85% de ese valor monetario. Este resultado hace visible el aporte que, desde los hogares, garantiza la sostenibilidad de la vida.

Una agenda de las mujeres

Este 2021, se ha decretado el Programa Nacional para el Adelanto de las Mujeres, una agenda del Estado cubano que debe significar un punto de la continuidad, avance y desarrollo de la igualdad de género en la nación. Entre sus propuestas se encuentra la de alcanzar, de manera integral y efectiva, la prevención y eliminación de manifestaciones de discriminación y violencia contra la mujer, con el objetivo de promover la igualdad de derechos, oportunidades y posibilidades refrendados en la Constitución de la República. Eso significa volver la atención y construir políticas para el empoderamiento económico de las mujeres, la educación, la prevención y trabajo social, salud sexual y reproductiva, acceso a espacios de poder, entre otros temas.

Otra directriz perfilada en la propuesta es impulsar acciones educativas y formativas desde la niñez, en función de fomentar relaciones interpersonales basadas en la igualdad, el respeto y la responsabilidad compartida e insertar el tema de género en planes y programas de estudio de todas las formas y niveles de enseñanza.

Hay que aprovechar, de la política pública, la experiencia del sector estatal en la metodología de la organización de los sistemas de cuidados, y actualizarlo con su tecnología moderna. Las infraestructuras estatales existen y deben ser instrumento para establecer formas diferentes de organización de la gestión de los servicios de cuidados, de acuerdo con las realidades de cada territorio.

Replantearse los servicios de apoyo no es igual para una provincia,  municipio, zona rural, montaña o costa. En toda la isla, es nuestra tarea colectiva fomentar espacios de actuación y debate acerca del papel de las mujeres en los ámbitos públicos y privados, las familias, comunidades, medios de comunicación, sociedad civil y organizaciones estudiantiles y laborales. Y poner, así, la economía feminista en marcha en la vida y el trabajo de las mujeres en Cuba.


¹ El concepto de «valor monetario» forma parte de un enfoque metodológico que busca estimar, aunque de modo limitado, el aporte económico del trabajo doméstico y de cuidados no remunerado. El cálculo se basa en los valores de mercado en cada sociedad para evaluar el valor del trabajo no remunerado, realizado principalmente por las mujeres, para mantener y sostener la vida.


Teresa Lara Junco es investigadora y economista feminista. Integra la Red Nacional de Estudios de Cuidado en Cuba. Ese texto es la base del aporte de Teresa a la Escuela Internacional de Organización Feminista – Berta Cáceres, en el taller de Economía Feminista realizado el 8 de junio de 2021.

Edición por Helena Zelic

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