La solidaridad internacionalista forma parte del compromiso político de apoyar las luchas contra la opresión en cualquier parte del mundo, sintiéndola como propia. Son luchas que fortalecen la autodeterminación de los pueblos, protagonistas de su propia historia, e implican a sujetos políticos colectivos que apuestan por la organización y transformación sistémica de nuestras sociedades. En la experiencia de La Vía Campesina, la Marcha Mundial de las Mujeres y Amigos de la Tierra Internacional, la solidaridad internacionalista es una práctica política fundamental.
Practicar la solidaridad desde los movimientos sociales significa actuar de forma coordinada para exigir justicia y defender la soberanía de los pueblos y sus proyectos políticos populares de emancipación y autodeterminación. Significa organizarse para alzar la voz, denunciar el imperialismo, el autoritarismo y la violencia y apoyar de forma concreta a quienes ven amenazadas y perseguidas sus vidas y comunidades, violados sus derechos y criminalizadas sus luchas. Si hay una injusticia contra un pueblo en cualquier parte del mundo, entonces hay una lucha que deben emprender todos los pueblos del mundo.
En todo el planeta, la historia de los pueblos es la historia de la lucha contra la dominación. En las comunidades, las mujeres son protagonistas en la defensa de la tierra, el agua, el trabajo digno y la organización colectiva. Esto hace frente a los grandes poderes: las empresas transnacionales y sus proyectos de apropiación de la naturaleza; los muros y fronteras que segregan a los pueblos y militarizan los territorios; los gobiernos reaccionarios interesados en desmantelar las democracias. En tiempos de un capitalismo aún más autoritario, defender a los que defienden la vida es crucial para el proceso de resistencia popular y transformación social.
Los procesos de solidaridad de los movimientos sociales surgen de la necesidad de responder internacionalmente a los ataques a la soberanía y a las violaciones sistemáticas de los derechos de las comunidades y de los luchadores sociales. Difundiendo las luchas, dándolas a conocer, articulando la resistencia junto con las organizaciones aliadas, realizando brigadas y vigilias, hacen de la solidaridad una práctica política: una solidaridad horizontal y clasista.
Para este relato, dialogamos con Nalu Faria y Miriam Nobre, de la Marcha Mundial de las Mujeres, Karin Nansen, de Amigos de la Tierra Internacional, y Tchenna Maso, de La Vía Campesina. Son muchas las experiencias de solidaridad acumuladas por estos movimientos sociales a lo largo del tiempo. A traves de ellas, se crea una red capaz de proteger a las personas y, a la vez, visibilizar los conflictos. En 2020, más de 300 líderes sociales y excombatientes de las FARC fueron asesinados en Colombia, una realidad que expone la necesidad de los mecanismos de protección a la vida.
La solidaridad es un principio en la construcción de la Marcha Mundial de las Mujeres. Una de las estrategias del movimiento es identificar reivindicaciones similares entre diferentes países, marcadas por la represión policial, fortaleciendo la presión internacional y la integración entre las luchas. Como resultado, en 2005, la 2ª Acción Internacional del MMM bordó una Colcha de Solidaridad que recorrió el mundo. La colcha, objeto simbólico, era también una demostración del encuentro entre las mujeres de todo el mundo.
El cierre de la acción tuvo lugar en Burkina Faso, país cuyo proceso de independencia y huelga de trabajadoras tuvo gran visibilidad gracias a las acciones de solidaridad internacionalista. Además, cada año desde 2013, el 24 de abril se ha convertido en un día internacional de solidaridad feminista contra las empresas transnacionales, en recuerdo de las más de mil trabajadoras que murieron tras el desplome del edificio Rana Plaza, en Bangladesh. La solidaridad se vincula a la denuncia de las condiciones laborales precarias de las grandes empresas transnacionales.
Desde la crisis de 2008, el mundo ha sido testigo del fortalecimiento de las ideologías conservadoras, que asumen un particular carácter neofascista y autoritario. Cuando estas fuerzas de derecha llegan al poder, promueven la inestabilidad política y desmantelan o erosionan activamente las democracias. A su vez, el continuo desarrollo y expansión del sistema económico neoliberal ha intensificado la privatización, mercantilización y financiarización de los bienes públicos comunes en todo el mundo. Y el imperialismo renueva su ofensiva contra la soberanía popular en países como Cuba y Venezuela.
La Vía Campesina forma parte de una articulación llamada “Solidaridad, Resistencia, Esperanza”, mecanismo con participación de, hasta ahora, 16 organizaciones y movimientos sociales, como la MMM y ATI. Hasta el momento, la alianza ha puesto en marcha el Festival Te Escribo Colombia, ha articulado denuncias de las violencias contra los pueblos del campo, de las aguas y de los bosques, y está propiciando una organización de juristas comprometidos con las luchas sociales. Se organizan así una intensa vigilia para formas de garantizar la seguridad y la soberanía de los pueblos constantemente amenazados por las detenciones arbitrarias y demás violencias.
El Sistema de Solidaridad Internacionalista de Amigos de la Tierra opera a través de un grupo descentralizado que actúa a nivel local/nacional, regional e internacional. Desde los puntos focales regionales (en cuatro regiones: América Latina, Europa, África y Asia-Pacífico) y el secretariado internacional de la Federación, se organiza la formación política y la documentación y análisis de las amenazas. Practicar la solidaridad es concretar, en el presente, caminos para el mundo que queremos construir. Por ello, los mecanismos de acción rápida no están desvinculados de la movilización y la organización política, sino más bien al contrario: se fortalecen mutuamente.
Así, las campañas por el derecho de luchar también constituyen constructores de las propias luchas, y viceversa. Y desde los llamados de las organizaciones, se construyen y fortalecen alianzas estratégicas, como entre estos tres movimientos.
Una de las experiencias de solidaridad más duras y necesarias son las que reivindican la libertad de militantes encarceladas y encarcelados por razones políticas. Las acciones se producen en primer lugar a partir de la difusión de información sobre los casos y, a partir de ello, de la movilización de acompañamiento jurídico y de las garantías básicas de seguridad de las compañeras en prisión, como ocurrió en la República Democrática del Congo en los días previos a la clausura de la 3ª Acción Internacional del MMM en 2010. Son prisiones arbitrarias, como lo son todas las prisiones políticas. Y esta es una realidad creciente en todas las regiones, especialmente en los territorios en conflicto. Cada caso de persecución y criminalización requiere un tipo de respuesta y una estrategia de exposición diferentes, en función del contexto político, social y legal, y de la forma en que se produce la violencia en la vida cotidiana de las comunidades.
El seguimiento constante de los casos de presos políticos requiere una serie de medidas para controlar los niveles de riesgo de detención, persecución o incluso asesinato a que están expuestos los militantes o un grupo de militantes en sus territorios. Organizar esta vigilancia es una tarea difícil, que se vuelve aún más compleja con la creciente vigilancia y control de los datos digitales por parte de las grandes compañías tecnológicas.
Las articulaciones de solidaridad buscan asegurar la supervivencia, la libertad, protección de los derechos, pero no sólo eso. Amplían la capacidad de los movimientos populares de construir alternativas y nuevas realidades políticas emancipadoras. La solidaridad significa levantarse y movilizarse, organizadamente, contra todas las formas de opresión como el patriarcado, racismo, colonialismo y contra la violencia ejercida contra nuestros pueblos para quitarnos la capacidad de organizarse y luchar.
Nuestros movimientos tienen una larga trayectoria, con prácticas, metodologías y acumulados políticos en la construcción de la solidaridad internacionalista. Pero todo esto aún no basta, ya que la política de criminalización y muerte se distribuye y avanza en todos los lugares donde los pueblos se atreven a organizar sus formas de vida de manera soberana y se levantan para decir no a la ofensiva del capital. Este texto es una invitación y un llamamiento a la solidaridad concreta, internacionalista, feminista y popular.