País de lo imposible: la organización popular frente al bloqueo en Venezuela

05/01/2021 |

Por Alejandra Laprea

Qué significa el bloqueo y la guerra no convencional para la vida de las mujeres en Venezuela

Foto/Photo: World March of Women/ Marcha Mundial de las Mujeres/ Marche mondiale des Femmes/ Marcha Mundial das Mulheres, 2020

En un país

Vivo en un país de lo imposible,
donde no caen bombas pero padecemos la guerra.
Una guerra que existe solo para quienes habitamos este territorio.
Vivo en un país que nadie entiende,
que poca gente realmente ve.
Donde conviven varias realidades y la verdad se asesina a cada rato.
Vivo en un país al que se le está cobrando la osadía de pensarse a sí mismo,
de desafiarse a entender la vida de otra forma.
Vivo en un país de mujeres que les ha tocado inventar y reinventar
una y otra vez su forma de vida, de resolver las cosas.
Vivo en Venezuela una amenaza inusual y extraordinaria.

No pienso que en nuestra revolución ya tenemos todos los problemas resueltos, tampoco he decidido ignorar nuestras contradicciones y hasta desviaciones. Solo creo que tenemos todo el derecho de soñar y crear nuestra historia, tomar nuestras decisiones y cometer nuestros errores. Es decir, tenemos el derecho, así como lo tienen todos los pueblos del mundo, a ser soberanos y libres.

La decisión soberana del pueblo venezolano de ensayar otras alternativas a la democracia burguesa, otras formas de organizar la economía y las estructuras de gobierno y sociedad ha sido perseguida por el imperio norteaméricano desde el inicio de la revolución. No olvidemos el intento de golpe de estado del 2002. Desde el 2014, el gobierno de los Estados Unidos decidió pasar de presiones internacionales de baja o media intensidad para declarar la guerra¹. Guerra define a las sanciones unilaterales y el bloqueo comercial, financiero y cada vez más marítimo y aéreo, una guerra no convencional pero siempre una guerra. Venezuela es un país sitiado por el imperio de Estados Unidos y sus aliados: Canadá, la Unión Europea, Suiza y gobiernos latinoamericanos como Colombia y Brasil que, estoy segura, traicionan el sentir de sus pueblos.

¿Qué significa cuidar en un país sitiado?
Significa explicarle a un niño o una niña que hacer «si». Si alguna vez caen bombas, si alguna vez invaden… Tanto como tener que decirles a la hora de la comida “es lo que hay” – o peor, tener que decirles “no hay”.

El bloqueo, las sanciones unilaterales y las medidas coercitivas tienen como objetivos doblegarnos por hambre y necesidad y decir al mundo que no es posible poner en marcha las alternativas. Con Venezuela, se equivocan. Las y los venezolanos hemos visto, en estos ya casi seis años de asedio imperialista, cómo el sistema de salud ahora se enfrenta a serias dificultades para garantizar la salud de todas y todos. Eso pasó, por ejemplo, con el programa Barrio Adentro, levantado en la revolución, que hasta algunos años proveía de exámenes, medicamentos y atención totalmente gratuita y sin restricciones. Las corporaciones farmacéuticas, en su mayoría con sedes en Estados Unidos y la Unión Europea, se pliegan a las leyes norteamericanas de sanciones extraterritoriales. Si no lo hacen las corporaciones farmacéuticas, lo hace el sistema financiero.

Sin ir muy lejos en la memoria, en marzo del 2020, ya habiendo declarado la Organización Mundial de la Salud la pandemia, la banca privada de Estados Unidos, Europa y Asia impidió que el gobierno venezolano moviera siete mil millones de euros destinados a la compra de insumos médicos para hacer frente a la pandemia. Lo que se ha expuesto es que la cuarentena no vale para el imperialismo.

Si logramos superar las trabas comerciales y financieras, todavía tendremos que enfrentar el bloqueo en puertos, aeropuertos y empresas navales. Nuestra más reciente experiencia de bloqueo marítimo es la de los buques iraníes de combustibles y químicos necesarios para la refinación de petróleo, que se vieron obligados a viajar por una ruta más larga y peligrosa para sortear el bloqueo, e hicieron toda la travesía bajo amenaza militar. El primero de esos buques llegó a puerto venezolano en septiembre.

¿Qué significa para Venezuela que no llegue esa gasolina y aditivos químicos para la refinación? La mayoría del transporte de personas, alimentos y otros productos es por vía terrestre. Significa que el pueblo campesino no puede sacar sus cosechas a los pueblos y ciudades, causando pérdidas para las y los campesinos bien como desabastecimiento. Podemos pasar horas enumerando cómo el bloqueo y las sanciones afectan la salud, la educación, la producción y distribución de alimentos, la compra en mercados internacionales, tanto como afecta la industria y la capacidad de producir servicios como el de energía o la distribución del agua, porque no se pueden comprar repuestos o materiales para hacerlos.

En este panorama, las mujeres somos las más exigidas tanto a nivel doméstico como comunitario. Somos las encargadas, por mandato social, de los cuidados y trabajos indispensables para el bienestar de las familias. Esta responsabilidad se proyecta sobre la sustentabilidad de la vida en las comunidades. Las mujeres hemos sido llamadas desde el principio de la revolución a incorporarnos a estructuras como mesas técnicas de aguas, comités de salud, consejos comunales, comités de abastecimiento y producción.

Son estructuras revolucionarias, propuestas de autogobierno y de ejercicio del poder popular, pero no han incorporado aún la crítica a la división sexual del trabajo, sus mecanismos de funcionamiento y papel en la economía y la reproducción del sistema.

Las mujeres organizan alternativas
Estamos convencidas que, en la lucha contra el imperialismo, las mujeres somos indispensables, no solo en la resistencia a los ataques sino también en la puesta en marcha de alternativas que garantizan nuestra independencia y libertad. Así lo demostramos: contra el bloqueo de las corporaciones de la salud, ponemos en común nuestros conocimientos en hierbas medicinales y cultivamos en comunidades. Contra el desabastecimiento inducido por las sanciones, ponemos en marcha los comités de abastecimiento y alianzas entre el campo y la ciudad para distribución directa de alimentos. Contra el desabastecimiento de la harina de maíz, recurrimos a nuestras abuelas y volvemos a hacer nuestras arepas sin el chantaje del empresariado privado.

A veces me preguntan cómo, en veinte años de revolución, no hemos solucionado nuestros problemas de dependencia del exterior. La verdad es que, para revertir la maraña de dependencias que ha tramado durante cinco siglos el sistema capitalista, veinte años es poco tiempo. El capitalismo y sus poderes transnacionales han impuesto vínculos de dependencia a los pueblos de todo el mundo. Estos métodos no son nuevos. Lo hemos sufrido en América Latina de forma declarada, especialmente los pueblos nicaragüense, cubano y venezolano. Vivimos bajo una amenaza constante todos los pueblos del mundo que osamos pensar de forma diferente o probar modelos diferentes. Lo que no nos perdona el imperialismo es el “mal ejemplo”. Nuestro «mal ejemplo» es que este territorio, que los gringos decidieron que era su patio trasero, se levantó.

A pesar de la guerra económica, la violencia política financiada desde el exterior, de intentos de golpes de estado, de sabotajes al sistema eléctrico, de la incertidumbre que provoca el desabastecimiento de alimentos, medicamentos y gasolina, en Venezuela se sigue asistiendo a las escuelas, se siembra más que nunca, se piensa en ciudades que produzcan sus alimentos, en comunas y formas de autogobierno, se piensan en modos de producir, distribuir y consumir para la vida.

Se lucha por el derecho a decidir de las mujeres sobre sus cuerpos, despatriarcalizar la sociedad, se lucha contra el racismo y el colonialismo, herencia corrupta de siglos de sometimiento imperialista. Este pueblo de negras y negros cimarrones, de indias e indios descalzos, de mestizas y mestizos demuestra todos los días que somos lo suficientemente capaces para resolver nuestras contradicciones y errores, que somos un excelente “mal ejemplo”.


¹ En 2014, el Congreso de Estados Unidos aprobó la ley 113/278, que legitimó su política coercitiva con Venezuela e influenció medidas coercitivas de otros países.


Este texto es una edición del discurso que realizó la compañera Alejandra Laprea, de la Marcha Mundial de las Mujeres de Venezuela, en el seminario virtual Luchas feministas antiimperialistas contra la militarización, la guerra y las sanciones, realizado durante la Semana Internacional de Lucha antiimperialista, que se desarrolló entre el 5 y el 10 de octubre.

Texto original en español

Revisado por Luiza Mançano

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