El feminismo se enfrenta a la caza de brujas, la apropiación de tierras y el control patriarcal en India

12/08/2021 |

Por Shashi Sail

Recordamos las palabras de la activista Shashi Sail sobre su experiencia luchando por la libertad y la autonomía de las mujeres.

Action Aid, 2012

Shashi Sail fue una activista feminista india que, lamentablemente, falleció en julio de 2021. En cuanto una de las fundadoras de la Marcha Mundial de las Mujeres, Shashi jugó un papel decisivo en la internacionalización de la Marcha al aceptar el desafío de organizar el primer Encuentro Internacional fuera de Montreal. Sus contribuciones al debate sobre la violencia contra las mujeres y sobre la región del sur de Asia han marcado la historia del movimiento.

Traemos aquí un discurso de Shashi sobre su experiencia en la defensa de la libertad, de los cuerpos, de los territorios y de saberes de las mujeres amenazadas y controladas por la caza de brujas en la India. Este discurso tuvo lugar en el simposio “Caza de brujas en la India: una realidad escandalosa”, de la organización Defensa de los Derechos Humanos en la India [Human Rights Defense India – HRDI], en el Instituto de Derecho Indio en Nueva Delhi, el 30 de mayo de 2013. Enfocando su voz y sus palabras, queremos colaborar para mantener viva la memoria y la lucha de Shashi Sail por la libertad de las mujeres.

Quiero compartir con ustedes una experiencia que tuve en el pasado, en 1982, cuando leí en el periódico que una mujer de Abhanpur era el objetivo en una cacería de brujas realizada por toda la comunidad. Ella fue golpeada y sufrió todo tipo de atrocidad. Una delegación de nuestra organización de mujeres fue allí a la mañana siguiente, porque queríamos encontrarnos con esa mujer. Ella tenía casi 60 años, era viuda y madre de tres hijos. Había llegado a aquel pueblo a través de un matrimonio infantil. La historia que ella nos contó fue que, en ese momento, sus propios hijos la señalaron con el dedo, diciéndole bruja y acusándola de practicar brujería. Pero la razón real era que ellos querían su casa y su tierra, que había heredado de su marido.

Nuestro deseo era organizar un encuentro con las mujeres de la comunidad para discutir el problema. Pasamos todo el día yendo de puerta en puerta, invitando a mujeres y niñas a participar. Nos sentamos allí casi a las cinco de la tarde. Nadie apareció. Esperamos en la sede del panchayat[1] hasta que finalmente, por la noche, llegaron los líderes del panchayat de esa comunidad con un grupo de jóvenes y su banda. Las mujeres se quedaron en un rincón, en silencio, con la cabeza y la boca tapadas. Los líderes del panchayat nos expulsaron y dijeron que no garantizarían nuestra seguridad.

Yo estaba perpleja, porque mi organización y sus integrantes eran nuevas allí, no conocíamos a nadie. Entonces yo dije: “Está bien, estamos listas para irnos, pero me gustaría preguntarle a esta mujer qué ella quiere hacer.” Y luego le pregunté, delante de todos. Le dije a ella el propósito de nuestra visita y le pregunté qué le gustaría que hiciéramos. Sin decir una palabra, ella me siguió hacia las afueras del pueblo. Ella me acompañó. O sea, ella decidió dejar la comunidad con una persona totalmente desconocida. Sinceramente, yo estaba perpleja, porque yo no conocía a esa mujer, no sabía qué hacer con ella, no habíamos planeado nada en ese sentido. Pero me vi obligada a reflexionar, porque allí estaba una mujer lista para dejar la comunidad a la que había llamado hogar durante tantos años. Esta fue una de mis primeras experiencias.

Por supuesto, tomamos medidas legales correspondientes y activamos los poderes legales que estaban abiertos a nosotras. Presentamos una denuncia ante la policía, que inicialmente se negó a registrar el incidente. Pero debido a que fue un esfuerzo organizado, ellos se vieron obligados a registrarlo. Entonces, nos dimos cuenta de que habían pasado más de 20 días y no se había hecho nada. Nos pusimos en contacto para recordárselo. Les llamamos por teléfono, pero la actitud de la policía fue ridiculizarnos, como quien dice “¿por qué persiguen un caso así?” Finalmente, decidimos tomar el asunto en nuestras propias manos. Fuimos a todas las divisiones policiales de Abhanpur y dijimos: “Nos quedaremos aquí sentadas hasta que lleven a cabo una investigación y hagan lo que puedan dentro de la ley”. Fue solo con esta drástica acción de unas 50 o 55 mujeres que la policía se movilizó para actuar.

Contactamos la prensa que se interesó por el tema. El tema se convirtió en noticia. Pero yo sentía que no había una reflexión seria en los medios. El caso era tratado con banalidad y sensacionalismo. No había ninguna ley que tratara el tema de la caza de brujas en ese momento, por lo que debo admitir que mucho antes, en 1982, teníamos preguntas sobre qué tipo de acción efectuar. Consultamos a abogados, que se hicieron cargo del caso. El problema que enfrentamos allí y en otros casos de caza de brujas que se han producido después – en Chatisgar, básicamente en los distritos de Raipur y Mahasamund donde vivo – es que las mujeres tienen miedo de hablar de ello, de expresar simpatía u opinión sobre una mujer acusada de practicar brujería. Ellas tienen miedo, porque es como si la espada de Damocles estuviera colgada sobre cada mujer. Ninguna mujer está libre de esta amenaza. Si ella se desvía del camino trillado, si recorre un nuevo camino, si levanta la voz y habla de estos temas, ella puede ser la próxima acusada de brujería. Esto alejaba a las mujeres de nosotras. Se podía ver en sus lenguajes corporales que había simpatía, pero no lo expresaron abiertamente.

Por supuesto, al principio, los hombres de la comunidad se negaron a creer que nosotras, mujeres de la ciudad, estábamos interesadas ​​en un caso así y dispuestas a hacer algo al respecto de lo que pasó. Ellos se negaron a creerlo y no le prestaron mucha atención. Pero cuando se dieron cuenta de nuestra seriedad, empezaron a burlarse de nosotras y a ridiculizarnos. Hubo un boicot implícito contra nosotras en la comunidad. La gente no ofrecía ninguna información.

En ese caso, fueron los hijos de la mujer quienes la acusaron de brujería, por lo que no fue un caso de problemas de salud, de una persona enferma o moribunda, no hubo cargo específico. Hablamos con los hijos y ellos se negaron rotundamente a abordar nuestra pregunta y a aceptar que lo estaban haciendo por codicia, para negarle aquello a ella.

Tuvimos un caso similar recientemente. Una abuela viuda fue atacada por sus propios hijos porque era dueña de la casa donde vivían. Ellos querían sacarle del camino para convertirse dueños de la casa y de la tierra. Y, por supuesto, los interesados ​​en estos casos específicos de caza de brujas llegan a amenazarnos, diciendo que nos perseguirían si regresáramos a la comunidad. Nos amenazaron.

Muchos años después, vino el caso de Lachkera. Durante ese período en el que estuvimos involucradas en estos casos, siempre nos enfrentamos a la pregunta: ¿cómo alentar a las mujeres a expresar apoyo? Hablamos de solidaridad entre mujeres. Fue un largo camino. Incluso en la comunidad de Lachkera, cuando vimos el caso en el periódico, fuimos allá y nos enfrentamos a la misma situación: pasamos todo el día esperando una reunión, fuimos de puerta a puerta para invitar a las mujeres a participar. Y, en este pueblo, no éramos desconocidas. Sabían quiénes éramos. Las mujeres eran parte de la organización y nos apoyaron, pero en ese tema, tenían miedo de expresarse públicamente, por lo que tuvimos que irnos sin reunirnos. De hecho, nos amenazaron veinte hombres que participaron en la caza de brujas de tres mujeres de esa comunidad en particular.

El incidente de Lachkera fue un hito en nuestra participación, sin duda, cuando se destacó en los medios de comunicación y también en los demás encuentros constantes que organizamos con mujeres de las comunidades cercanas, donde sutilmente traíamos el tema a la luz. Y fue solo en uno de estos encuentros, con participantes de cinco pueblos y con estas tres mujeres, que logramos movilizar y motivar a las mujeres a expresar apoyo y solidaridad.

En ese camino, lidiando con casos de caza de brujas, nos dimos cuenta de que las mujeres eran perseguidas por motivos de salud, de propiedad, por motivos políticos y celos o furia. Están amenazadas por quienes deberían cuidarlas y ocuparse de ellas.

Aunque este es un patrón en nuestra realidad, como ustedes lo han visto, me gustaría responder a mi amiga que planteó la pregunta “¿por qué centrarse solo en Chatisgar? Parece que la caza de brujas solo pasa en Chatisgar”. No es eso. Yo redacté un documento sobre la violencia contra las mujeres y opté por centrarme en el tema de la caza de brujas y de la brujería en el presente para el Foro Social Mundial, realizado en Brasil. Como era una conferencia internacional, yo también quería escuchar sobre otros países. Presenté este documento como parte de una articulación internacional llamada Marcha Mundial de las Mujeres, por lo que tuve acceso a mujeres que forman parte de la MMM en otros países, como en el sur de Asia, América Latina y en el continente africano.

Me impresionó y sorprendió darme cuenta de que esta tradición de perseguir a las mujeres también está presente en estos países. También supe que se les llama “devoradoras de almas”, que los motivos son más o menos similares y que las formas de tortura contra las mujeres identificadas como “devoradoras de almas” son aún más agresivas. Escuchando los relatos de las mujeres en la sesión anterior, se enfatizó que la educación, las instalaciones de salud, las carreteras y la accesibilidad deben estar disponibles para reducir y controlar esta situación.

Por supuesto, no ignoro ni niego que estas instalaciones básicas son necesarias incluso en las zonas más remotas y que su ausencia fortalece la costumbre de la caza de brujas. Pero también quiero enfatizar que debemos enfrentar los valores patriarcales básicos presentes en nuestra sociedad y en nuestras familias. Solo cuando reemplacemos estos valores patriarcales por otros más inclusivos, con la promoción de la igualdad de condiciones y derechos y una división equitativa de roles entre hombres y mujeres, podremos pensar en controlar esta práctica.

Alguien también comentó que Chatisgar es un estado donde tienes una ley y esta ley ha sido efectiva en generar miedo a la gente. Antes, el hecho que un hombre o una mujer pudiera hacer una acusación, era considerado una acción de poder. Pero ahora, después de la ley, hay más conciencia y la gente tiene miedo de que los lleven directamente a la policía debido a esta ley. Sin embargo, tener una legislación en ese sentido, por sí sola no es suficiente. Es necesario haber un ethos social y político. Solo así seremos capaces de construir una situación en la que las mujeres dejen de enfrentar esa atrocidad.

Action Aid, Bhopal, Madia Pradexe, 2012

[1] Panchayat es un sistema tradicional y comunal de organización social y política presente en partes de la India y en otros territorios del sur de Asia.

Edición de Helena Zelic y Tica Moreno
Traducción del portugués por Aline Lopes Murillo
Idioma original: inglés

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