Los movimientos feministas, sociales y pacifistas llevan mucho tiempo denunciando los impactos de la política imperialista de Estados Unidos. El poderío estadounidense es responsable por las sanciones y los bloqueos contra los países que rechazan el imperio. Es responsable por la ocupación y explotación de tierras y territorios populares en los países del sur. Controla la economía y la autodeterminación de los países mediante la imposición de acuerdos de libre comercio, con una presencia ostensible de corporaciones transnacionales, y también liderando ocupaciones militares, ataques armados y la militarización de aliados estratégicos. El papel de EE.UU. y de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en la guerra entre Rusia y Ucrania exige que los movimientos populares sostengan, con más intensidad, una agenda de luchas radicales contra el armamentismo, la militarización y las guerras.
Capire dialogó con Cindy Wiesner, directora ejecutiva de Grassroots Global Justice Alliance (GGJ). GGJ es una alianza de organizaciones por afiliación que trabaja de forma transversal en diferentes sectores de la clase trabajadora. El trabajo de GGJ se encuentra en la intersección entre la justicia climática y ambiental, la lucha contra la militarización, contra las guerras y las ocupaciones y la reivindicación de una transición justa hacia una economía feminista, regenerativa y antirracista. Muy activa en el movimiento feminista, GGJ representa la coordinación nacional de la Marcha Mundial de las Mujeres en Estados Unidos.
En la entrevista, Cindy destaca las interrelaciones entre el militarismo y la crisis climática, resaltando la importancia de la presión que ejercen los movimientos feministas populares del país a la administración de Biden y la denuncia de los intereses y beneficios de la industria de la guerra. «Conocemos el impacto devastador que hubo en Afganistán y cómo se produjo ese proceso. Así que tenemos que pedir cuentas a nuestro gobierno por lo que está ocurriendo a la gente de allí y por el terrible papel que ha desempeñado Estados Unidos en ese país durante los últimos 20 años. Y también por lo que está pasando en Yemen, Siria, Palestina y Somalia. Estados Unidos juega un papel en todos esos conflictos». Lee y escucha la entrevista completa a continuación:
¿Cómo analizas el papel de Estados Unidos, en articulación con la OTAN, en el fomento de la guerra y el armamentismo entre las naciones?
En primer lugar, los movimientos estadounidenses –y nosotras como GGJ– estamos diciendo «no» a la guerra. Tenemos que dejar claro que no puede haber una escalada militar en Ucrania y en la región y que exigimos una cooperación diplomática. Sabemos que nuestro papel es presionar al gobierno de Biden –nuestro gobierno– para que tome estas medidas y se asegure de que esta problemática no se convierta en algo más grande. Además, tenemos que comprender el papel que está asumiendo EE.UU. en este momento en el que Biden intenta establecerse y volver a situar al país en una posición de superpotencia. Y no debería utilizar el conflicto de forma oportunista. Conocemos el papel que ha desempeñado EE.UU. en la promoción de la OTAN como forma de abordar las negociaciones geopolíticas en curso.
Es muy importante solidarizarse con el pueblo ucraniano. Estamos viendo todos los días, en la televisión, en las noticias, en la radio, el impacto sin sentido sobre la población civil. Estamos asistiendo a un desplazamiento masivo y a la devastación del territorio del pueblo ucraniano. El gobierno de Estados Unidos tiene una historia de uso de poder e intimidación. Recordemos que han pasado 31 años desde la primera masacre en Irak, en 1991. Mucho de lo que ocurrió allí fue una guerra sin sentido en la que no había armas de destrucción masiva. Irak fue devastado, pero lo que vimos fue un inmenso nivel de beneficios, sobre todo por parte de las corporaciones transnacionales estadounidenses. Como estamos viendo ahora.
¿Cómo los movimientos populares de Estados Unidos están abordando la agenda de Biden y la posición del gobierno sobre la guerra y el imperialismo?
En algún nivel, estamos muy contentos de no estar bajo el régimen de Trump. Esto es muy importante por lo que hemos visto, incluso en cuanto a las declaraciones que ha hecho Trump en apoyo a Putin y a la invasión. Hay una diferencia de posición y tenemos que entender este matiz. En este momento, Biden ha optado por otro tipo de mecanismo: las sanciones, pese a nuestras críticas. Sabemos que no matan inmediatamente, sino que lo hacen lentamente.
Una parte de los movimientos populares que combaten la militarización y luchan por la paz han decidido presionar para que se adopte una posición diplomática como forma de abordar el conflicto. Vimos una cantidad sin precedentes de millones y millones de dólares liberados por el Congreso de Estados Unidos para enviar apoyo militar a Ucrania. Con frecuencia, esto se superpone a las disputas que hemos visto en el pasado con respecto a asegurar un rescate económico [bailout] popular, asegurando que se atiendan las necesidades de las comunidades que han sido tan directamente afectadas por la pandemia. No se trata de elegir entre uno u otro cuando se trata de cuidar a la población de los Estados Unidos. Se trata de poder ver que cuando el Congreso y el presidente tienen voluntad política, son capaces de liberar dinero.
Decimos «no» a la ayuda que se ofrece a costa del sufrimiento de la población. Conocemos el impacto devastador en Afganistán y cómo se dio ese proceso. Así que tenemos que pedir cuentas a nuestro gobierno por lo que está ocurriendo a la gente de allí y por el terrible papel que ha desempeñado Estados Unidos en ese país durante los últimos 20 años. Y también por lo que está pasando en Yemen, Siria, Palestina y Somalia. Estados Unidos tiene un papel en todos estos conflictos. Debemos ser solidarios con la población afectada por la guerra, por la militarización y por la ocupación.
También está el papel de las corporaciones transnacionales estadounidenses. Sabemos que otro de los aspectos es la guerra por los recursos. Los combustibles fósiles tienen un impacto en el poder que tienen Ucrania y Rusia en la región. Este es el momento de reclamar una descarbonización inmediata, de dirigirnos hacia la sensibilidad de la gente para afirmar que necesitamos recortar las inversiones en combustibles fósiles y en la militarización. Queremos paz y sostenibilidad, un paradigma diferente sobre el cual queremos vivir. Esta es una oportunidad para que nosotros, en los movimientos, planteemos estas cuestiones, especialmente en este momento en que todavía estamos viviendo la pandemia.
¿Cuáles son los caminos y perspectivas de los movimientos feministas para la construcción de la paz? ¿Cómo contribuye el feminismo a la paz?
Participamos en un proceso en Estados Unidos con otras organizaciones aliadasna de ellas es la Women Cross DMZ, que exige el fin de la Guerra de Corea –una de las más largas de la historia de Estados Unidos– y la reunificación de Corea. Junto a MADRE, otra organización que apoya la agenda de la paz y los movimientos feministas y de mujeres en todo el mundo. Formamos parte de un proceso que se llama Iniciativa Feminista por la Paz [Feminist Peace Initiative], que recientemente ha lanzado el compromiso «No a la guerra y no al calentamiento» [“No war and no warming”]. Intentamos influenciar a nuestros parlamentarios para que firmen este compromiso y para que establezcan el vínculo entre la crisis climática, la militarización y el imperialismo, pero también para que afirmen que hay otro camino. Hay un enfoque feminista para pensar la paz y el bienestar, y lo que esto significa en cuanto al respeto de la soberanía y los territorios populares.
Participamos en un proceso en Estados Unidos con otras organizaciones aliadas. Una de ellas es la Women Cross DMZ, que exige el fin de la Guerra de Corea –una de las más largas de la historia de Estados Unidos– y la reunificación de Corea. También trabajamos junto a MADRE, otra organización que apoya la agenda de la paz y los movimientos feministas y de mujeres en todo el mundo. Formamos parte de un proceso que se llama Iniciativa Feminista por la Paz [Feminist Peace Initiative], que recientemente ha lanzado el compromiso «No a la guerra y no al calentamiento» [“No war and no warming”]. Intentamos influenciar a nuestros parlamentarios para que firmen este compromiso y para que establezcan el vínculo entre la crisis climática, la militarización y el imperialismo, pero también para que afirmen que hay otro camino. Hay un enfoque feminista para pensar la paz y el bienestar, y lo que esto significa en cuanto al respeto de la soberanía y los territorios populares.
Este trabajo que estamos tratando de hacer es tanto para educar a la gente con respecto a las interrelaciones de nuestras luchas contra el militarismo y la crisis climática como para presionar a nuestro gobierno para que sea capaz de impulsar la cooperación y la diplomacia como forma de resolver las cuestiones y los problemas.
A través del GGJ, estamos impulsando una economía feminista antirracista regenerativa, y parte de ello tiene una visión a largo plazo. Después de vivir bajo el régimen patriarcal, misógino, racista y homófobo de Trump, necesitábamos evidenciar muy claramente el ascenso de estas figuras y líderes autoritarios machistas que ganan espacio a través de los procesos electorales. Tenemos que articular nuestra alternativa a esto, que sea de hecho el contrapunto a este modelo.
En definitiva, a lo largo de la pandemia se hizo muy evidente el papel del trabajo reproductivo que nos salvó. A menudo eran las mujeres, los cuerpos disidentes, la gente del sector de servicios los que iban a trabajar para mantener al resto de nosotros vivos. Este aspecto, más que nunca, pone de manifiesto la necesidad de hablar de una economía, de prácticas, ideas políticas y políticas públicas distintas.
En el trabajo de GGJ, este análisis feminista está bastante claro, pero es un análisis feminista popular muy influenciado por una perspectiva feminista global afroamericana, negra, radical, queer, lesbiana, trans, campesina e indígena. En realidad, esto articula el mundo en el que queremos vivir no sólo dentro de 50 o 200 años, sino que estamos empezando a practicar ahora. ¿Y cómo está empezando a desarrollarse? Este es el proyecto político del cual formamos parte, junto a un movimiento feminista global, con la Marcha Mundial de las Mujeres, pero también con muchas otras organizaciones de todo el mundo.