La historia del feminismo se escribe con muchas voces y desde distintas estrategias políticas, pues las mujeres vivimos múltiples opresiones: patriarcado, capitalismo, racismo, colonialismo, heterosexismo. Aunque las problemáticas sean diversas, las feministas tenemos una lucha común por la igualdad, la libertad y la autonomía.
Nos referimos al feminismo popular como aquella lucha por transformar las relaciones de opresión entre hombres y mujeres, donde lo popular implica la idea de que el cambio social se hace junto con el pueblo y no sólo por y para las mujeres. Es decir, no se trata solamente de la pertenencia a un grupo de base, sino una aspiración política de transformación de izquierda.
En América Latina, el feminismo popular se articula con luchas políticas más amplias. Mujeres de sectores populares se han ido identificando con el feminismo sin renunciar a sus objetivos sociales, políticos y de clase. Autoras como Georgina Méndez, Lorena Cabnal y Aura Cumes han puesto también el acento en la descolonización del feminismo latinoamericano. El patriarcado se vive de forma distinta en un contexto de colonización y esclavitud: “sería muy desafortunado ocultar esas asimetrías bajo un argumento falaz de la universalidad de una forma de ser mujer”.[1]
La articulación de organizaciones y movimientos en la Marcha Mundial de las Mujeres es un ejemplo de transnacionalización de las luchas desde abajo. Si bien la Marcha tiene una visión internacionalista, se encuentra profundamente anclada en grupos locales. La plataforma y el marco discursivo de este movimiento global están íntimamente ligados a problemáticas locales. Para construir las plataformas de acción común se requiere un proceso continuo de representación y deliberación a través de espacios y escalas diversos. Esto contribuye a construir la identidad del movimiento pues “a medida en que la Marcha ha buscado anclarse progresivamente en las luchas cotidianas de las mujeres alrededor del mundo, se ha sensibilizado a la diversidad que emana de espacios y prácticas políticas de lugares geográficos”.[2]
La Marcha reconoce la diversidad de las mujeres, señalando las imbricaciones entre sistemas de opresión: patriarcado, capitalismo, racismo y colonialismo. Las mujeres que integran el movimiento son los sujetos políticos para transformación de su vida en el cotidiano. A través de la educación popular, plantean alternativas para modificar esas realidades.
Su repertorio de acción va cambiando según las culturas políticas de cada región, pero el énfasis está en el poder de movilización, las acciones feministas callejeras, transgresoras, creativas, ligadas a la formación basada en metodologías de educación popular, desde una consciencia de la solidaridad internacional anclada en procesos locales.
Las mujeres, sujetos de emancipación en alianza con movimientos antisistémicos
La Marcha enfatiza que las mujeres son las protagonistas de sus transformaciones. Las militantes provienen de grupos de base de mujeres, de sectores populares, cuyo activismo está anclado en el ámbito local comunitario. En ocasiones están vinculadas a organizaciones mixtas, priorizando alianzas con organizaciones campesinas y sindicales.
No necesitan asumirse feministas como condición previa para ser parte de la Marcha. Como escribieron las militantes Miriam Nobre y Wilhelmina Trout, “lo que queremos es que todas sus militantes se identifiquen con el feminismo en el proceso”[3]. La militante Sandra Morán se refiere al feminismo de la Marcha como uno “que sea la expresión de las mujeres de distintos sectores populares, que están acogiendo al feminismo como una apuesta y una propuesta que les ayuda también a cambiar su vida, y a incidir incluso en los otros movimientos donde se mueven”.
Por eso, la Marcha acompaña procesos participativos para que las mujeres construyan condiciones para la organización colectiva que abonen al proceso de concientización sobre las causas de sus opresiones. Durante su intervención en el 9.º Encuentro Internacional en São Paulo en 2013, Miriam Nobre, de la Marcha en Brasil, explicó la importancia de los espacios de diálogo e intercambio para la construcción del movimiento:
Retomamos la discusión muchas veces en espacios de intercambio hasta que la cuestión madura y así conseguimos tomar posición, pero toma tiempo. Dicen las zapatistas que su movimiento camina al ritmo de las que andan más lento para que nadie se pierda. Tenemos el compromiso político de respetar el tiempo para que todas se sientan parte de nuestro movimiento. Nuestra solidaridad no es externa, es de empatía, de colocarnos en ese lugar, de tomar un poquito del dolor de las otras, compartir la energía y mirarnos diferente. Esta empatía nos hace construir un sentimiento grande y ampliar nuestra agenda.
Otra característica de la Marcha que resuena con el feminismo popular son sus alianzas con otros movimientos sociales populares para resistir y construir alternativas al capitalismo y al patriarcado. Esas alianzas no significan simplemente “añadir” las demandas, sino compartir formas de ver las problemáticas, de manera más integral. En el informe interno de aquel 9.º Encuentro, el movimiento abordó este tema:
Nuestra lucha feminista es por otro modelo que garantice el derecho de las mujeres a una vida libre y sin violencia, genere igualdad entre mujeres y hombres y justicia social, incentive la solidaridad entre las personas y que sea sostenible. Por eso entendemos que las alianzas de las mujeres con otros movimientos sociales son esenciales para fortalecer nuestra resistencia y avanzar hacia la superación de una sola vez del patriarcado y del capitalismo.
La educación y comunicación popular son herramientas de transformación
La Marcha usa las metodologías de educación popular, en la tradición de Paulo Freire, como herramienta para la formación política del movimiento. En una entrevista cedida en junio de 2015 en Montreal, Sandra Morán de Guatemala dijo que “necesitamos procesos formativos que nos permitan descubrirnos. No es un ejercicio de aprender categorías y conceptos. Es un ejercicio de descubrirnos, de construirnos, de potenciarnos, de reconocernos”.
Previo a debates y toma de decisiones, se realiza un balance de coyuntura, se recuperan los acumulados del movimiento para construir un piso común. Esta formación es clave no sólo para plantear críticas a los sistemas de opresión, sino también para generar alternativas a partir de las experiencias de las propias mujeres. Como señaló Sandra Morán, se trata de construir un sujeto político desarrollando tres elementos: la comprensión común de la realidad, un proyecto político transformador y la acumulación de fuerzas desde la experiencia y práctica de las mujeres, reconociendo su capacidad epistémica.
La formación popular feminista no es un acto teórico, sino que “pasa por el cuerpo, necesita de lo simbólico, de las emociones, de las experiencias. Es un proceso que va caminando, no partimos de cero”, dijo Sandra en intervención en un encuentro regional de las Américas ocurrido en Cajamarca en octubre 2015.
Los procesos formativos ayudan a ir generando solidaridad internacional entre las mujeres y los pueblos. En la entrevista, Sandra trajo cuestiones fundamentales: “¿cómo hacemos una lucha antisistémica que nos permita ver todas las opresiones y las consecuencias de ellas en las vidas concretas de las mujeres? (…) Tenemos una vida llena de prejuicios, llena de fobias, llena de miedos. Y muchos de esos son obstáculos que no nos permiten estar en solidaridad. Son cosas que tenemos que hablar, que reflexionar, que hacer conscientes. Y eso se hace a través de procesos formativos, de espacios de reflexión”.
De la mano, la comunicación popular aprovecha las nuevas tecnologías y el arte como elementos estratégicos para el movimiento. La comunicación al servicio de los movimientos es una herramienta contra-hegemónica fundamental para la memoria colectiva de las luchas y voces de las mujeres. La apuesta por los procesos formativos y de educación popular ha permitido encarar temas donde no necesariamente se necesita profundizar los consensos. Un ejemplo es la comprensión de la heteronormatividad y los derechos de las lesbianas, como explicó la militante de Brasil Celia Alldridge, en septiembre de 2013:
No huimos de cuestiones o de asuntos que no son fáciles, para los cuales no tenemos necesariamente una postura única a nivel internacional, pero que son claves en la vida de muchas mujeres. Este año fue la situación concreta de las lesbianas, cómo comprendemos su opresión. Pero en otros fue la prostitución, el aborto (…). Hemos visto los cambios, pero no cambios falsos, de verdad que hay una profundización de ciertos debates donde no estamos siempre muy confortables.
Reflexiones finales
La Marcha ha contribuido a posicionar el feminismo popular en el ámbito transnacional, apostando por el feminismo anclado en diversas realidades socioeconómicas, culturales y generacionales de las mujeres que lo constituyen. Sus estrategias se caracterizan por privilegiar las acciones feministas callejeras y ligadas a procesos de educación y comunicación popular, reivindicando, en la tradición de izquierda popular latinoamericana, la articulación de las luchas anticapitalistas, antipatriarcales y anticoloniales.
A través de la educación popular, la Marcha ha construido procesos de reflexión y de construcción de agendas comunes, alianzas y solidaridades transnacionales, donde no hay una ruta o estrategia única. Las alianzas con movimientos como La Vía Campesina y Amigos de la Tierra potencian las luchas por la despatriarcalización, la desmercantilización y la descolonización, con anclajes locales y aspiraciones internacionalistas, en marcha, hasta que todas seamos libres.
[1] La cita está en el artículo de Aura Cumes “Multiculturalismo, género y feminismos: mujeres diversas, luchas complejas” (2009, p. 34), en Participación y políticas de mujeres indígenas en contextos latinoamericanos recientes.
[2] La cita está en la página 221 del artículo de Janet Conway (2008) “Geographies of Transnational Feminisms: The Politics of Place and Scale in the World March of Women”. Social Politics: International Studies in Gender, State & Society, Summer, Vol. 15, 2: 207-231.
[3] Miriam Nobre y Wilhelmina Trout. “Feminismo en la construcción colectiva de alternativas. La Marcha Mundial de las Mujeres en el FSM”. Contexto Latinoamericano, 7, 2008.
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Carmen Díaz es militante de la Marcha Mundial de las Mujeres en México y profesora-investigadora. Publicó en 2021 “Transnational Shifts: The World March of Women in Mexico” [Cambios transnacionales: La Marcha Mundial de las Mujeres en México] en el libro Transnational Feminist Itineraries: Situating Theory and Activist Practice [Itinerarios feministas internacionales: contextualizar la teoría y la práctica activista]. Este texto es una síntesis de un artículo más extenso que fue publicado en Latin American Perspectives, basado en el trabajo de campo con activistas de la Marcha Mundial de las Mujeres en Brasil, Perú, Guatemala y México para su tesis doctoral entre septiembre de 2012 y noviembre de 2015.