Si miramos hacia atrás para comprender la situación de las mujeres a lo largo del tiempo, vemos que el modelo de organización de la sociedad ha sido distinto en cuanto a la discriminación entre mujeres y hombres. En los tiempos del comunismo primitivo, muchos grupos sociales se basaban en el matriarcado. Con el paso del tiempo, esas sociedades pasaron a tener un modelo de organización patriarcal. Hoy en día, las mujeres están cada vez más en la base de un sistema de explotación que las discrimina y las violenta. Aun así, siempre están en la primera línea de las luchas por la justicia social. Gracias a los aportes de nuestras líderes y heroínas de los movimientos hemos conquistado muchos de nuestros derechos.
Este artículo presenta algunas reflexiones y datos sobre cómo abordar la violencia patriarcal, el trabajo de las mujeres en el campo y en la ciudad, y la participación de las mujeres en la política, refiriéndose principalmente a las experiencias de Nepal y Asia.
La violencia patriarcal en Asia
Por hablar abiertamente de la violencia y la discriminación, las mujeres las sufren cruelmente en todos los ámbitos de la vida –social, cultural, sexual, físico, mental, político y económico– simplemente por ser mujeres. Las luchas contra la violencia, por el derecho de propiedad y por la igualdad son hoy las principales agendas de lucha de las mujeres en todo el mundo.
Sin embargo, en el caso concreto del sur de Asia, al estudiar las formas de la violencia contra las mujeres, surgen otras cuestiones, como el feticidio [la muerte dada a los fetos de niñas en el vientre materno], la violencia física, el sistema de la dote, la muerte por quemaduras, las acusaciones de brujería, los apedreamientos, la violencia sexual, el matrimonio infantil y la poligamia. Y más: las mujeres sufren ataques con ácido, violaciones seguidas de asesinato, violaciones brutales, fuertes cargas de trabajo, abusos verbales, violencia financiera, privación de alimentos, violencia en el ámbito político y otras discriminaciones. La trata de mujeres es otra forma atroz de violencia contra las mujeres en los países del sur de Asia. Las estadísticas muestran que más de 8.000 mujeres y niñas de Nepal son víctimas de la trata cada año.
Entre todas las formas de discriminación, el sistema de dote es la principal causa de violencia contra las mujeres en Nepal, India y Pakistán. Este sistema es cruel contra las mujeres tanto por razones de género como de clase. Una familia rica puede honrar los favores del novio ofreciéndole una generosa dote y gastando mucho dinero en el matrimonio de la hija. Ello hace que el matrimonio sea más difícil para las mujeres sin recursos. Las mujeres pobres están más expuestas a las violaciones cuando son jóvenes, lo que conlleva otros problemas, como el cruel asesinato tras la violación. Las víctimas de violaciones pueden ser asesinadas y ahorcadas, y el agresor suele hacer que parezca un suicidio.
El trabajo de las mujeres
A pesar del desarrollo incipiente de la industria, la economía de estos países está dominada por la agricultura. En esta región, muchas mujeres se han incorporado a la agricultura y su papel es muy importante, tanto en la agricultura de subsistencia como en la comercial. En Asia, las mujeres son responsables de más del 50% de la producción de arroz. Entre la población femenina de Nepal, el 70% se dedica a la agricultura. Ellas representan el 84,3% de la mano de obra en la agricultura, mientras que los hombres representan sólo el 15,7%. Además, las agricultoras han adquirido mejores conocimientos en las artes de la selección y protección de semillas, el cultivo, la cosecha, el trasplante de plántulas y el almacenamiento de alimentos y semillas. También han adquirido conocimientos para proteger adecuadamente el medio ambiente.
Aunque las mujeres son la principal mano de obra en el campo, se enfrentan a la discriminación al trabajar en la agricultura. De hecho, hay un aumento de la participación de las mujeres en el sector agrícola debido a la migración de los jóvenes de las zonas rurales y a la feminización de la agricultura. Sin embargo, la disponibilidad de insumos agrícolas adecuados y de formación para las mujeres es escasa. Los datos basados en el censo del país de 1994 señalan que las mujeres trabajan más horas que los hombres, estudian menos y son la principal fuerza de trabajo en las actividades manuales. Y el reto al que se enfrentan es que no tienen derecho a opinar sobre los ingresos de la actividad agrícola, y el trabajo doméstico que realizan no se valora como tal.
Es necesario que esos problemas sean tratados en las políticas públicas, pero casi no hay programas gubernamentales dirigidos a las mujeres campesinas. Las mujeres están siendo gradualmente expulsadas de la agricultura por razones como la falta de acceso a la tierra entre otras. Se trasladan a las ciudades, donde encuentran un trabajo manual doméstico menos remunerado. A las mujeres les resulta difícil llegar a fin de mes debido a la falta de trabajo productivo y de experiencia, además del trabajo de cuidados no remunerado que deben realizar. En nuestra sociedad, el trabajo realizado por las mujeres se considera inútil.
Además, no hay libertad para hacer transacciones financieras y patrimoniales sin que el marido lo autorice. En Nepal, cuando la tierra se registra a nombre de la esposa, ésta obtiene una exención fiscal del 25% por parte del gobierno. Así que cada vez más los maridos adquieren tierras a nombre de sus esposas. A pesar de este pretexto, solo el 19,71% de las tierras del país está a nombre de las mujeres. La desigualdad de género perjudica enormemente la eficiencia de las mujeres. Son dejadas atrás en el acceso al mercado, lo que incluye la capacitación.
Políticas para las mujeres en Asia
Se está librando una lucha por la igualdad entre mujeres y hombres. De ahí que se celebren varias convenciones en el ámbito internacional por los derechos de las mujeres, la igualdad de género, los derechos de propiedad de las mujeres, el sufragio político y la garantía del derecho a la organización política. Las conclusiones de esas convenciones establecen que los Estados deben garantizar la igualdad de acceso a través de informaciones políticas, mecanismos de asesoramiento y el derecho a recibir directamente los beneficios de los programas de seguridad social, la capacitación funcional, la formación formal e informal y el empleo.
En agosto de 2008, La Vía Campesina organizó en Dhaka, Bangladesh, un programa para combatir la violencia contra las mujeres. Se incluyeron mujeres representantes de nueve países, como Corea del Sur, Japón, Taiwán, Filipinas, Indonesia, Tailandia, Bangladesh, India y Nepal. Este programa analizó el tema de la violencia contra las mujeres en la región del sur de Asia y creó un plan de acción para erradicarla. Las mujeres vienen denunciando el problema y trabajan para poner fin a la violencia, la discriminación y la desigualdad en todo el mundo.
En Nepal, como resultado de ese movimiento continuo contra el feudalismo, se ha incrementado la participación de las mujeres en la política. Durante la implementación de la Constitución de Nepal, la Asamblea Nacional contó con un 33% de participación femenina. Además, se ha garantizado un 34% de mujeres en la Asamblea Provincial y un 40% en el ámbito local. El país tiene una mujer en la presidencia, una mujer en la presidencia de la Cámara de Representantes y una mujer en la presidencia de la Corte Suprema. Las mujeres nepalesas reclaman una representación en los espacios de formulación de políticas que sea inclusiva y refleje a la población en general.
Participación política
Si se examina más detenidamente la presencia de las mujeres en las estructuras de gobierno y en las organizaciones de representación popular, se puede observar que las mujeres sólo están representadas en unos pocos Estados. Actualmente, sólo 22 de los 200 países del mundo tienen una mujer como jefa de Estado o de gobierno. Hay 119 países que, hasta la fecha, no han tenido ninguna mujer en esos puestos. Las mujeres sólo están en el 21% de los órganos ejecutivos del mundo, mientras que sólo en 14 países hay más del 50% de mujeres en los ministerios.
Aunque la participación de las mujeres en el Consejo de Ministros ha aumentado mínimamente, un estudio sobre el escenario en Nepal mostró que las responsabilidades de los ministerios generales, como el de la Mujer, la Infancia, la Juventud y las Personas con Discapacidad, el de Asuntos Sociales, el de Medio Ambiente y Recursos Naturales y el de Energía, estaban a cargo de mujeres. Gabinetes como el de Finanzas, Interior y Seguridad Interna, Asuntos Exteriores, Defensa e Industria y Comercio rara vez están dirigidos por mujeres. Así se transmite el mensaje de que a las mujeres no se les confía el ejercicio del poder y la gestión de los recursos, o de que las mujeres no están capacitadas para ello.
La situación de la representación en la legislatura tampoco resulta esperanzadora, pero está avanzando poco a poco. En 1995, sólo el 11% de las mujeres del mundo tenían representación en los órganos legislativos. Esa tasa se elevó al 25% en 2020. Se está interviniendo con políticas como las cuotas y los escaños reservados para aumentar la representación de las mujeres en la legislatura.
A nivel local, la representación de las mujeres es tan importante o más que en la legislatura nacional. Según un estudio realizado en 133 países, la representación de las mujeres en los organismos locales se sitúa en torno al 37%. Esa tasa supera el 40% en 18 países y el 50% en sólo dos. Para mejorar esas cifras, algunos países han tomado medidas especiales en los comités locales. En la India, por ejemplo, el 62% de las personas que participan en los comités de suministro de agua son mujeres. En Nepal, está previsto que al menos el 33% de los escaños de las comisiones locales de protección del consumidor sea ocupado por mujeres. El número total de afiliados a las organizaciones cooperativas de personas físicas es de 7,3 millones, y las mujeres representan el 54%. Pero la representación directa de las mujeres en esas comisiones, asambleas y organismos civiles es baja. Por ejemplo, entre las 29.886 cooperativas existentes en Nepal, sólo unas 4.000 tienen mujeres en puestos directivos.
Todavía queda mucho camino por recorrer. No debemos dejar de luchar por erradicar las diferencias más arraigadas en nuestra sociedad: todavía nos queda un largo camino para lograrlo. La violencia contra las mujeres también se basa en rituales supersticiosos y artificiales, que deben ser erradicados a toda costa. Las mujeres se quedan atrás al verse privadas de oportunidades y de condiciones de vida dignas, pero intentan avanzar todo lo que pueden con lo que tienen.
La violencia contra las mujeres no sólo afecta a sus capacidades y a su creatividad. También perjudica a la familia y a toda la sociedad. Nuestras reivindicaciones sólo serán escuchadas si estudiamos y ampliamos el movimiento en asociación con diversas organizaciones que trabajan para combatir la violencia contra las mujeres. Está claro, principalmente, que los problemas de las mujeres son casi los mismos en todo el mundo. Por lo tanto, no es posible liderar un movimiento o luchar de forma individual. Las mujeres oprimidas debemos unirnos, a nivel nacional e internacional. Debemos unir nuestras experiencias para luchar juntas contra todo tipo de violencia que nos aflige.
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Sabitri Neupane es integrante de la Asociación de Mujeres de Nepal.