La biodiversidad se colapsa: disputas corporativas en la COP15

27/01/2023 |

Por Lilian Roizman y Natália Lobo

Los movimientos populares son fundamentales para garantizar la sostenibilidad de la vida, defender la naturaleza y a las personas que viven en ella

Grupo ETC / ETC Group, 2022

Em diciembre de 2022 tuvo lugar em Montreal la 15ª Conferencia de las Naciones Unidas (COP15) acerca del Convenio de Diversidad Biológica (CDB). En este evento se volvió a poner en la mesa temas como la ingeniería genética, el uso y comercio de organismos genéticamente modificados (o transgénicos), la biopiratería, entre otros que afectan no solo la sostenibilidad de la vida humana y no humana en el planeta, sino también la soberanía alimentaria, el cotidiano y el trabajo de las mujeres campesinas y las comunidades tradicionales. Al igual que otros espacios de negociaciones internacionales, la COP-Biodiversidad constituye un escenario de disputas entre grandes corporaciones y jefes de Estado que deja al margen a las organizaciones populares y a la sociedad en general, a pesar de que siempre son las más afectadas por esas decisiones.

Sin embargo, en todas las ediciones de la COP, los movimientos populares ponen en cuestión los discursos presentes y piden que las negociaciones se orienten hacia la transformación del sistema y no para mantener el orden actual en el que la sostenibilidad de la vida y la diversidad es insostenible.

La creciente presencia e influencia de empresas transnacionales en los espacios de toma de decisiones se da a través de la ampliación del llamado mecanismo de múltiples partes interesadas (o la lógica del multistakeholderismo), que desplaza el protagonismo del Estado en las decisiones nacionales y legitima la presencia de empresas y organizaciones filantrópicas en esos espacios, bajo el argumento de que así se ampliaría la participación y la democracia. Concretamente, la presencia de estos grupos ha favorecido las soluciones de mercado a los problemas ambientales y no las alternativas presentadas por los movimientos sociales y las organizaciones de la sociedad civil.

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La biodiversidade se colapsa

Se calcula que existen actualmente entre 10 y 100 millones de especies de seres vivos. De ellas, sólo están descritas unas 2 millones, y muchas de las recopilaciones pueden estar duplicadas o tener errores ya que no existe una base unificada. Conocemos muy poco sobre los numerosos seres que habitan la Tierra actualmente, sobre todo en el caso de los microorganismos o de pequeñas criaturas como gusanos, esponjas y crustáceos. Apenas hemos empezado a tomar nota de la enorme diversidad de la red de la vida, y nos damos cuenta de que está siendo destruida cada vez más rápido en los últimos cinco siglos, sobre todo en las últimas décadas.

Como conocemos muy poco sobre las especies que existen, es difícil estimar las pérdidas y controlar variaciones. Según el propio Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), perdemos entre 150 y 200 especies al día o, según algunos científicos, entre 11.000 y 58.000 especies al año: esto supondría un ritmo (hasta ahora) entre cien y mil veces superior al de cualquier extinción masiva anterior.

El crecimiento económico capitalista basado en materias primas (commodities), agrícolas o minerales, presiona cada vez más los territorios, lo que provoca la pérdida de hábitats y la transformación brusca de los paisajes. En el caso de los ecosistemas terrestres, el propio CDB reconoce que el 70% de las pérdidas de biodiversidad estimadas está relacionada con la agricultura. Además de su fuerte relación con el avance de la deforestación, en la agricultura industrial se utilizan pesticidas y herbicidas que matan millones de insectos, importantes agentes de la polinización de nuestros alimentos. La agroindustria también envenena los ecosistemas acuáticos con sus fertilizantes, que contaminan las capas freáticas y provocan el fenómeno de la eutrofización de los océanos, creando zonas muertas de biodiversidad.

La actividad industrial y la urbanización también son intrínsecas al funcionamiento de la economía capitalista y contribuyen a la pérdida de hábitats y al cambio climático. La vida bajo el capitalismo sólo tiene valor si se puede sacar provecho de ella; de un modo u otro, los impactos de este modo de vida son terribles. Con la biodiversidad en declive, también se ponen en peligro los modos de vida tradicionales que coevolucionaron con ella. Los conocimientos tradicionales sobre los efectos de las plantas, la observación del comportamiento de los animales, la cosecha relacionada con las estaciones del año, entre otros saberes tan importantes para la construcción de nuestras alternativas.

Principio de precaución

El CDB tiene una historia de garantizar y valorar el principio de precaución. Los movimientos sociales y las organizaciones de la sociedad civil insisten en la importancia de que se mantenga este compromiso. El principio de precaución debe aplicarse al desarrollo y uso de distintos tipos de tecnología, como la biotecnología, la biología sintética y la geoingeniería. Reforzar este compromiso común es más importante que nunca ante el avance de nuevas tecnologías potencialmente peligrosas.

Los movimientos que luchan por la soberanía alimentaria conocen bien el discurso de las corporaciones agrícolas que, por lo menos desde la Revolución Verde –que en mediados del siglo XX dio inicio a la agricultura capitalista industrial– afirman que los avances tecnológicos pondrán fin al hambre en el mundo. Han pasado setenta años desde que comenzaron esas promesas, y en el planeta todavía hay millones de personas hambrientas.

El problema del hambre no se debe a una supuesta ausencia de avances tecnológicos, pero eso es lo que siguen afirmando las empresas, ahora basándose en las promesas de la ingeniería genética. Con esa promesa, no necesitan cambiar su modelo de negocio ni poner en cuestión el patrón de consumo del Norte Global. Afirman que ante la urgencia del problema no sería necesario controlar tan estrictamente la aprobación de tecnologías.

La crítica que hacen los movimientos sociales es que tal argumento es falso, pues sabemos que el problema del hambre se puede solucionar impulsando la agroecología y la reorganización del sistema alimentario mediante la descentralización del poder corporativo, y que aprobar tecnologías con pocos criterios puede causar daños irreversibles a los ecosistemas y las comunidades.

Secuencias e impulsores genéticos

Uno de los “temas candentes” en la COP15 tiene que ver con la decisión sobre la digitalización de secuencias genéricas de organismos y su inclusión en “bancos” digitales, así como el consiguiente proceso de concesión de patentes y el reparto de beneficios. Si se lleva a cabo según la voluntad de las transnacionales, es muy probable que se promueva la apropiación indebida del patrimonio y los conocimientos de las comunidades y se favorezcan los procesos de privatización.

Otro tema en boga es la regulación de los “impulsores genéticos” o gene drives, una biotecnología más reciente que los organismos genéticamente modificados, con un mayor potencial de desequilibrar las poblaciones y los ecosistemas. Los movimientos sociales plantean la necesidad de que la regulación sea lo más estricta posible, para que el uso de estas tecnologías no afecte a las comunidades y los ecosistemas.

Las soluciones basadas en la naturaleza

Los conceptos “Soluciones basadas en la naturaleza” (SBN) y “Positivo para la naturaleza” en el ámbito del CDB desempeñan un papel similar al que cumple el término “emisiones netas” en la COP del Clima: poner los mecanismos de compensación en el centro de las soluciones ambientales.

Movimientos como Amigos de la Tierra Internacional denuncian que, en materia de biodiversidad, esos términos suponen que es aceptable deteriorar los ecosistemas en un sitio determinado (en las «zonas de sacrificio») a cambio de que se lleven a cabo acciones para recuperar y mantener los ecosistemas en otras partes del mundo. Se trata de una lógica que no combate la acelerada erosión genética que estamos experimentando (dado que las especies son, en general, endémicas de sus territorios, no son «compensables»), además de facilitar los procesos de acaparamiento de tierras.

Las raíces del problema

Con el paso del tiempo, el CDB comenzó a incluir las cuestiones de género en sus debates y decisiones. Sin embargo, hablar de género no implica tener un punto de vista feminista. El Plan de Acción de Género del CDB se basa en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), así como en las directrices de género de los demás convenios y tratados del Sistema de las Naciones Unidas. Con espacios de negociación dominados por intereses privados, los diagnósticos realizados terminan por distanciarse de las verdaderas raíces del problema y las soluciones que se plantean son falsas e insuficientes.

El capitalismo se estructura desde la invisibilización de los ámbitos de cuidado que sostienen la vida, así como en la desvalorización y compresión de los tiempos necesarios para los cuidados con el espacio, con los seres, con la reproducción y el bienestar de la vida.

Esta compresión de los tiempos se refleja en la vida de las mujeres, pero también en la de otros seres con los que compartimos este planeta. El capital no solo no remunera el trabajo de cuidados necesario para la vida, sino que obliga a las personas a trabajar al menos en un empleo remunerado para garantizar lo mínimo.

Para las mujeres, que siguen siendo responsables de los cuidados, esto significa tener jornadas laborales múltiples con superposición de tiempo y múltiples tareas de forma insostenible. Para otras formas de vida, la compresión de los tiempos significa que los ecosistemas ya no disponen del tiempo necesario para adaptarse a los cambios acelerados de hábitat. Por otro lado, la conexión de las mujeres con la biodiversidad nos invita a pensar en caminos alternativos posibles, basados en la sostenibilidad de la vida. Las mujeres, como la biodiversidad, son capaces de perseverar incluso en las condiciones más inhóspitas, con principios de colaboración y adaptación. La colaboración entre las mujeres y la biodiversidad también es una práctica ancestral: las mujeres han aprendido a obtener de la naturaleza su subsistencia, sus alimentos saludables y sanaciones. En sus observaciones e interacciones, las mujeres intervienen en la reproducción de las plantas, diversificándolas. No sólo “conservan” la biodiversidad, sino que la crean activamente. Las mujeres actúan como guardianas de memorias vivas y prácticas que responden al tiempo del cuidado y la sostenibilidad.

Los movimientos populares actúan contra las falsas soluciones y apuestan por un camino de transformación que rescate la comprensión de la biodiversidad como un bien común y la posibilidad de relacionarse con la naturaleza bajo una lógica del cuidado y la sostenibilidad, y no de la aceleración, el extractivismo y las ganancias.

La solución al colapso ecológico que atravesamos seguramente no vendrá de Montreal, pero también es cierto que lo que se decide en ese espacio afecta directamente la vida de las personas que cuidan, reproducen y crean la vida en territorios por todo el mundo.

Por eso la COP15 estuvo marcada por protestas contra la captura corporativa. A esto se añade el seguimiento de las negociaciones que hacen los movimientos y organizaciones para denunciar la captura corporativa y dar a conocer a un mayor número de personas lo que realmente está en juego en esos espacios. En las alianzas de movimientos y organizaciones se construye un imaginario político que plantea la agroecología, los derechos territoriales y el cuidado y ampliación de los bienes comunes como banderas de lucha.

Lilian Roizman y Natália Lobo son militantes de la Marcha Mundial de las Mujeres en Brasil. Este texto es una versión resumida del documento «Convenio sobre la Diversidad Biológica: la vida en juego en las disputas corporativas de la COP-15», elaborado en 2022 para la SOF Sempreviva Organização Feminista.

Edición por Helena Zelic
Traducido del portugués por Luiza Mançano

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