Por un feminismo campesino y popular: la trayectoria de CLOC-Vía Campesina

02/09/2022 |

Por Iridiani Graciele Seibert, Lizandra Guedes e Kelli Mafort

Militantes explican la perspectiva del feminismo campesino y popular y su construcción en los procesos de organización de la Vía Campesina

Antes del surgimiento del feminismo -como movimiento social, político y cultural en el siglo XIX- las mujeres ya organizaban distintas formas de resistencia contra las imposiciones dominantes de las sociedades de clases, y había muchos procesos de enfrentamiento contra estos sistemas societarios. Es de este legado histórico que surge el feminismo, y con el avance de las luchas de las mujeres por su emancipación se crearon muchos movimientos feministas, vinculados a diferentes corrientes teóricas y políticas.

Desde la perspectiva del feminismo de las trabajadoras y, por ende, de la lucha por la emancipación humana, estamos construyendo un feminismo campesino y popular, con identidad y revolucionario. Sus bases se estructuran a partir de un análisis de la realidad del campo a nivel mundial, que identifica elementos comunes en todas partes donde actuamos como CLOC-Vía Campesina: la apropiación y especulación de los recursos naturales por parte de las empresas transnacionales, la estandarización de commodities agrícolas y minerales como modelo hegemónico en el campo y el fuerte aparato del Estado, subsidiando el capital, con financiamiento público, condonación de deudas y una amplia estructura legal/institucional. Tales temas impiden avances concretos en la democratización del acceso a la tierra, en la reforma agraria, en la demarcación de territorios indígenas, en el reconocimiento de territorios campesinos y quilombolas y en una plataforma de políticas públicas diseñadas para el fortalecimiento de la pequeña agricultura, y en defensa de los pueblos del campo, de las aguas y de los bosques.

Las mujeres del campo han desarrollado un proceso de resistencia y luchas contra este modelo, y la mayor expresión de ello ocurre en las acciones del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, así como la acción realizada por las mujeres de CLOC-Vía Campesina Brasil, en 2006, hito histórico cuyo simbolismo fue la destrucción de plantines de eucalipto en los viveros de la empresa Aracruz Celulose.

Feminismo, agroecología y soberanía popular

Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, sigla en inglés), las mujeres del campo son responsables de más del 45% de la producción de alimentos en Brasil, alcanzando el 80% en otros países de América Latina y el Caribe. Su empoderamiento, además de promover una mayor justicia social, podrá garantizar la seguridad alimentaria del planeta y ampliar en un 30% la producción agrícola. Sin embargo, pese a este evidente protagonismo de las mujeres en la agricultura y en la alimentación, ellas y los niños son las víctimas más afectadas por el hambre y solo el 20% de ellas cultivan en sus propias tierras.

Las mujeres del campo en su lucha diaria producen rupturas y desplazamientos que sacuden las estructuras de poder patriarcal y dominante. Son las mujeres del maíz, que revuelven la tierra, alimentan transformaciones en el mundo y hacen renacer el sueño de un pueblo.

Pensar en agroecología y feminismo es pensar en tradiciones, renovaciones, diálogos y praxis revolucionarias. La agroecología para las mujeres del campo es parte de su modo de vida, es la agricultura que hacían los ancestros, los pueblos originarios, es decir, es la agricultura antes de la conformación de la propiedad privada. Era una agricultura que surgía de las necesidades locales, buscando observar e inspirarse en los ritmos y formas de la naturaleza, una agricultura posiblemente descubierta por mujeres y trabajada por hombres y mujeres. Aun sabiendo que la palabra “agroecología” es reciente, las mujeres del campo pueden ver y comprender que sus orígenes se remontan a mucho tiempo atrás.

En la historia reciente de la agroecología –construida como ciencia, movimiento y práctica–, esta surge como un enfrentamiento directo al modelo devastador de vida natural y social promovido por la Revolución Verde. Las mujeres son las primeras en comprender la importancia de esta nueva propuesta de organizar la vida en el campo, ya que ese era el modelo que se basaba en la propia experiencia campesina, indígena y negra. Las mujeres han visto rescatadas sus prácticas ancestrales.

La agroecología valora las semillas que las mujeres guardaron, mientras muchos campesinos se dejaron llevar por el tecnicismo de la asistencia técnica y la extensión rural, adoptaron todo el paquete de la Revolución Verde y renunciaron a su soberanía. La agroecología valora la producción basada en el diálogo y la integración de los diversos subsistemas de la agricultura familiar, o de la comunidad indígena y negra, dando así valor a esa producción que ni siquiera se veía, pero que garantizaba la soberanía alimentaria de los pueblos y la diversidad en la alimentación de la familia.

Pero la agroecología tampoco está ajena a la realidad de las relaciones sociales construidas por el sistema capitalista, patriarcal y racista. Esta realidad hace que las contradicciones se expresen también en la construcción de la agroecología que, a medida que crece y gana visibilidad, vuelve a invisibilizar a las mujeres en nombre del trabajo familiar, que muchas veces se expresa en la valorización solo del trabajo de los hombres.

En la división sexual del trabajo en el campo, las mujeres realizan labores consideradas por el sistema capitalista como productiva y reproductiva, de cuidado, generando una intensa y extenuante jornada laboral. La agroecología para las mujeres es también una lucha anticapitalista. Por eso, en sus luchas, ellas buscan resaltar su cotidianidad de vida y de trabajo desde una perspectiva feminista, dando un nuevo sentido a este lugar, demostrando el valor social de su trabajo y construyendo nuevas relaciones entre hombres y mujeres en el trabajo de producción y de reproducción de la vida humana en el seno de la familia y a lo largo de la vida rural.

La construcción del feminismo campesino y popular –que parte de las diversas luchas de las mujeres campesinas, indígenas, negras del campo y asalariadas– construye soberanía y autonomía de varias formas. Uno de ellos es cuando salen del encarcelamiento de la casa y del espacio doméstico, iniciando su proceso de liberación, construyendo su autonomía y capacidad de decisión, convirtiéndose en sujetos políticos y sociales, percibiéndose y valorándose como trabajadoras.

Para las mujeres del campo, la agroecología solo podrá avanzar y hacerse efectiva como propuesta política de resistencia al capitalismo y como fortalecimiento de la forma de vida plena para los pueblos del campo, si avanzar en el reconocimiento del trabajo y del aporte político de las mujeres del campo en la construcción de la agroecología, en la construcción de la resistencia campesina, y si establecer como uno de sus principios la lucha contra la explotación del trabajo, contra toda forma de desigualdad, opresión/dominación, discriminación, así como contra todas formas de violencia ejercidas contra mujeres y poblaciones negras e indígenas.

El feminismo campesino y popular reivindica el campo como lugar y espacio de vida, la tierra, los territorios, los recursos naturales, el rescate y la valorización de la diversidad de culturas e identidades de los pueblos del campo, elementos centrales de la lucha feminista y campesina. También busca resignificar la comprensión del campesinado, de las comunidades rurales, para que no oculte, en sus relaciones sociales, culturas e identidades, en el seno de las familias, en las organizaciones populares del campo, prácticas e ideas patriarcales de discriminación, violencia, desvalorización e inferiorización de las mujeres.

Construcción feminista en el ámbito de la CLOC-Vía Campesina

Las mujeres del campo siempre han estado presentes y activas en los procesos de lucha y resistencia del campo en los diferentes contextos y momentos históricos. Y no fue diferente en las luchas de resistencia a la implantación del modelo neoliberal en las décadas de 1980/1990 en el continente latinoamericano. En el marco de las celebraciones por los 500 años del “descubrimiento del continente” por los colonizadores, se creó la Campaña de Resistencia Indígena, Negra y Popular, que dio origen a la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo, la CLOC-Vía Campesina, para articular la resistencia a las políticas neoliberales impuestas y para fortalecer la defensa de los derechos y la soberanía de los pueblos campesinos y de la clase trabajadora.

Las mujeres que participan en las luchas rurales a nivel local, nacional y continental toman conciencia, en la acción cotidiana, de que deben luchar contra la invisibilidad, ya que a menudo son excluidas de los órganos de decisión, de los grandes debates políticos sobre los rumbos del movimiento del campo en el continente, y sus luchas quedan relegadas a un segundo plano y no son percibidas por las luchas colectivas en su conjunto. Así, ellas se organizan en espacios propios de las asambleas de mujeres para garantizar su efectiva participación política en todas las instancias y especialmente en los espacios de toma de decisiones, con paridad de género conquistada, para asumir colectivamente la transversalidad de la discusión de género en todas las luchas y temas discutidos en la CLOC-Vía Campesina.

La organización y lucha de las mujeres campesinas nace en la cuna histórica de luchas contra el sistema de explotación capitalista con sus expresiones en el campo -el modelo económico, político y social del agro-hidro-mineronegocio- que masacra y usurpa los derechos y la vida del campesinado, de los pueblos indígenas y de las poblaciones negras rurales. En este marco, las mujeres participan y ayudan a construir la Campaña Global por la Reforma Agraria. La lucha en defensa de las semillas y en defensa de otro modelo productivo acorde con las identidades campesinas e indígenas es también una bandera importante de las mujeres del campo, en rechazo al uso de agrotóxicos, organismos genéticamente modificados y modelos destructivos de los recursos naturales. Desde las mujeres, en el seno del movimiento campesino latinoamericano y mundial, nacen la “Campaña contra Agrotóxicos y por la Vida” y la campaña “Las semillas patrimonio común de la humanidad”. La lucha contra la violencia doméstica que azota cotidianamente la vida de las mujeres del campo en sus diferentes expresiones es otro grave problema social que ha cobrado visibilidad con la Campaña “por el Fin de la Violencia Contra las Mujeres” asumida por el movimiento Vía Campesina.

A partir de los procesos políticos organizativos y de las luchas concretas, se encuentran los elementos que determinan la praxis –la práctica cotidiana y colectiva de las mujeres del campo, en las que se desarrolla una conciencia militante feminista de las mujeres de la CLOC-Vía Campesina. A partir de la comprensión de la importancia de la lucha feminista como movimiento protagonizado por las mujeres que luchan por sus derechos, autonomía y liberación, ellas se dan cuenta de que todas las luchas que venían librando históricamente eran luchas feministas. Y empiezan a denominar a este acumulado político, organizativo y de lucha de las mujeres del campo como feminismo campesino y popular; es la expresión de la lucha de las mujeres del campo en movimiento en el seno de las luchas campesinas y populares. Este feminismo es la reafirmación de una perspectiva social e histórica, de carácter colectivo, que parte de la realidad, de la vida y del trabajo de las mujeres del campo, apuntando a la transformación profunda de la sociedad, una sociedad nueva, con nuevos valores, prácticas y relaciones sociales socialistas.

Se trata de un feminismo que promueve transformaciones cotidianas y concretas en la vida de las mujeres del campo, y en las relaciones entre hombres y mujeres, pero también propone y tiene en su horizonte los cambios estructurales de la sociedad. Por ello, sitúa en el marco de las luchas feministas el enfrentamiento al sistema capitalista, frente al modelo destructivo y explotador del capitalismo agrario de las empresas transnacionales en el campo. Un feminismo que lucha por el fin de todas las formas de explotación, opresión, subordinación, discriminación y exclusión, y que, en cambio, presenta un proyecto de agricultura campesina, indígena, negra, que promueve el bienestar de los pueblos del campo, que alimenta la humanidad y preserva la naturaleza. Por tanto, el feminismo campesino y popular se construye en la lucha cotidiana de resistencia y enfrentamiento al capitalismo y al patriarcado, particularmente en sus expresiones en el campo, que es el aporte de las mujeres del campo a la construcción de los caminos de transformación hacia una sociedad socialista, donde haya humanización del género humano y una verdadera emancipación de mujeres y hombres.

De esta manera, reafirmamos que el socialismo y el feminismo forman parte de nuestro horizonte estratégico de transformación. Por tanto, afirmamos un feminismo campesino y popular insumiso, socialista, que cuestiona las concepciones patriarcales y burguesas, funcionales a las políticas de explotación capitalista.

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Iridiani Graciele Seibert, Lizandra Guedes y Kelli Mafort viven en Brasil y son activistas de Vía Campesina. Este texto es una edición de la versión publicada originalmente en Outras Palavras.

Edición por Helena Zelic
Traducido del portugués por Aline Lopes Murillo

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