Lorraine Guay, nuestra hermana de lucha

08/07/2022 |

Por Michèle Asselin, Gisèle Bourret, Nancy Burrows, Claudette Carbonneau, Nicole Caron, Emilia Castro, Céline Cyr, Ana María Seghezzo D’Urbano, Françoise David, Louise Desmarais, Pascale Dufour, Zahia El-Masri, Ariane Émond, Élisabeth Garant, Yara El-Ghadban, Élisabeth Germain, Lise Gervais, Hélène Gobeil, Marjolaine Goudreau, Vivian Labrie, Nicole Lacelle, Diane Lamoureux, Anne Latendresse, Marie Leclerc, Avigaël Lévy, Suzanne Loiselle, Chantal Locat, Marlihan Lopez, Manon Massé, Diane Matte, Maguy Métellus, Viviane Michel, Francine Néméh, Amélie Nguyen, Miriam Nobre, Anne Pasquier, Alexandra Pierre, Myrlande Pierre, Pierrette Richard, Julie Raby, Judy Rebick, Mercédez Roberge, Lourdes Rodriguez Del Barrio e Michèle Rouleau.

“Solas no, solas nunca, juntas siempre”: militantes rinden homenaje a una de las fundadoras de la Marcha Mundial de las Mujeres

El 17 de junio, con una enorme tristeza, nos enteramos del fallecimiento de nuestra amiga y hermana de lucha Lorraine Guay. Queremos compartir nuestro dolor y, sobre todo, nuestra inmensa admiración por la mujer que fue una fuente de inspiración a miles de activistas durante 60 años. A esta notable mujer se conoce muy poco en general. Sin embargo, todo Quebec debería estar orgulloso por tener militantes del calibre de Lorraine Guay: mujeres, feministas, que están cambiando el mundo, paso a paso, incansables.

Lorraine nació en Verdún en 1943, en un entorno modesto del que siempre estará orgullosa. Se involucró muy pronto en las luchas por la justicia social. De la J.E.C. – Jeunesse Étudiante Chrétienne [Juventud Estudiantil Cristiana] – local e internacional a la clínica comunitaria de Pointe-Saint-Charles y a la Agrupación por recursos alternativos en materia de salud mental [Regroupement des ressources alternatives en santé mentale]; desde El Salvador, donde permaneció varios meses como enfermera en zonas controladas por la guerrilla, hasta Nicaragua y Chile; de la Marcha Pan y Rosas[1] (1995), donde lideró un contingente de mujeres en marcha, a la Marcha Mundial de las Mujeres, de la cual fue una brillante estratega y pedagoga; a las coaliciones de apoyo al pueblo palestino, Lorraine nunca ha dejado de sorprendernos.

Podemos decir que fue, al mismo tiempo, feminista, independentista, anticapitalista, internacionalista, antimilitarista, decolonial… Aisladamente, ninguno de estos calificativos sería suficiente para describirla, pero en todos esos movimientos colaboró con su lucidez, la profundidad de sus análisis, la búsqueda por la solidaridad y la determinación de impulsar la participación activa de las personas afectadas directamente por las injusticias.

Lorraine militó en todos lados con su conciencia de mujer, creyendo firmemente que la marcha de las mujeres hacia la libertad debe ser colectiva y global. Comenzó a definirse como feminista cuando vio en el feminismo un puente entre las luchas sociales, al defender los derechos de las mujeres en todo el mundo.

No sería posible nombrar aquí todos sus compromisos. Cualquier injusticia la golpeaba y despertaba sus ganas de resistir o reaccionar. Solas no, solas nunca, siempre juntas. Una intelectual formidable, y también una trabajadora de base, que puso sus palabras y su pluma al servicio de la acción colectiva. ¡Cuántos grupos y personas reunió con sus generosas y fundadas peticiones! ¡Se compartieron tantas luchas, se abrieron nuevas ideas, a menudo junto a mujeres jóvenes a las que escuchó y para las cuales también fue fuente de inspiración!

¿Cómo no impresionarse con esta mujer de múltiples talentos y cualidades? Hay que destacar la sencillez, la rectitud infalible, el respeto indefectible por los demás y la increíble tenacidad con que participó en las reuniones hasta hace muy poco. También debemos hablar de su alegría de vivir, del placer que sentía al compartir el vino y la buena comida, de su amor por la poesía. Hablemos también de su energía física: ella, que dormía poco y que, a los 75 años, seguía acudiendo a varias citas en bicicleta.

Convencida de que sólo mediante el cuestionamiento avanzamos, puso en cuestión su postura intelectual: oponerse a las certezas que nos rodean, abrirse a los demás, acoger los cambios del mundo y plantar cara a sus posiciones. Lorraine se rehusó a adherirse a cualquier ideología o partido político, buscando mantener su capacidad integral para seguir adelante. Motivada por la indignación, fue una “sabia radical”.

Fue independentista hasta el final, y coorganizó el libro Un Québec-pays. Le OUI des femmes [Un Quebec-pais. El SÍ de las mujeres] (Editora Remue-ménage, 2018). También fue una aliada incansable de las naciones originarias y una luchadora contra toda discriminación. No tenía miedo de nombrar los problemas: la expresión racismo sistémico le parecía legítima. A través de la práctica del debate, buscó formas de avanzar, consensos deseados y la posibilidad de una acción conjunta.

Demócrata hasta los huesos, abogó por un sistema de voto proporcional, pero también para que a las mujeres se les dé el lugar y el reconocimiento que merecen en la política. Más allá de la democracia representativa, investigó y ensayó estrategias de democracia participativa. En los círculos comunitarios se la reconoce por su notable capacidad para aportar ideas, proyectos, para explicar y movilizar.

Pero, sobre todo, nos inspiraron su tenacidad y su valentía. En Qui sommes-nous pour être découragées ? [¿Quiénes somos nosotras para estar desanimadas?], un libro escrito en colaboración con Pascale Dufour (Editora Ecosociété, 2019), Lorraine habla con una franqueza desarmante sobre sus luchas, sus dudas y sus esperanzas. Tenía algo que recordaba a la gran Madeleine Parent, sindicalista y feminista que falleció en 2012: esta convicción absoluta de que no tenemos derecho a renunciar, sea cual sea la época en la que vivamos.

A Lorraine le gustaba la cita de Francis Scott Fitzgerald: “Admitir por ejemplo que las cosas no tienen remedio y mantenerse sin embargo decidido a cambiarlas”. La esperanza que infundía la hace preciosa a nuestros ojos, porque a veces, ante los reveses de la historia, se acaba por perder el aliento.

Su legado está en ello: perseverar incluso cuando las cosas van mal, a pesar de la guerra, a pesar de la negativa desesperada de los líderes económicos y políticos a abordar con determinación el cambio climático, a pesar de los derechos violados, frente a las crecientes desigualdades y la intolerancia, perseverar para que llegue el día en que podamos volver a avanzar.

Esto es lo que nos enseñan la vida y las acciones de Lorraine Guay. Esto es lo que atenúa nuestro dolor y nos da el coraje para seguir con nuestras luchas.


(1) Esta marcha tuvo lugar el 26 de mayo de 1995, por iniciativa de la Federación de Mujeres de Quebec, con el objetivo de luchar contra la pobreza, en un contexto económico muy delicado, y que, años después, sirvió de inspiración para la creación de la Marcha Mundial de las Mujeres.

Revisión por Tica Moreno
Traducido del portugués por Luiza Mançano
Idioma original: francés

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