Libertad a Teesta Setalvad, libertad al periodismo militante

22/08/2022 |

Por Capire

En solidaridad a la campaña por la libertad de Teesta Setalvad, publicamos un extracto de sus memorias sobre la cobertura periodística comprometida con los derechos humanos

Anil Shakya

La periodista y activista india Teesta Setalvad fue detenida en la madrugada del 25 de junio de 2022, en su casa en Mumbai. Fue detenida en base a un informe de primera información (FIR, por su sigla en inglés) en el que se alega que instó a los testigos y produjo materiales sobre la masacre contra musulmanes que tuvo lugar en Gujarat en 2002. Teesta Setalvad está detenida junto a dos exfuncionarios del gobierno que trabajaron con ella para recoger y difundir información sobre las masacres: RB Sreekumar y Sanjiv Bhatt. La orden de detención se ha dictado después de que el Tribunal Supremo indio pidiera que se investigara a Teesta Setalvad por su papel en la lucha por la justicia para los supervivientes y las víctimas de la violencia. 

Una defensora de los derechos humanos está en una celda en la prisión de Ahmedabad, India, mientras que los autores de la violencia ocupan puestos de poder.

Setalvad es secretaria de Ciudadanos por la Justicia y la Paz [Citizens for Justice and Peace], una organización creada para ayudar a defender a las víctimas y los supervivientes de la masacre de Gujarat de 2002. La respetada abogada Indira Jaising escribió en 2015: “El caso contra Teesta huele a un plan para disuadirla de ayudar a las víctimas de los disturbios de Gujarat de 2002. Los tratos financieros de Teesta y CJP pueden ser investigados, pero la desproporción del proceso legal, el momento y la insistencia de la fiscalía en el interrogatorio bajo custodia, huelen a vendetta”.

La persecución contra Setalvad no es aislada. Ella es sólo una de los muchos escritores y activistas que están en prisión en la India sólo porque quieren investigar las ilegalidades llevadas a cabo por las fuerzas cercanas al partido gobernante en el país.

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Este lunes, 22 de agosto de 2022, el Tribunal Supremo recibe la petición de libertad bajo fianza para Teesta Setalvad. En solidaridad a Setalvad y en apoyo a las que luchan por su justicia en India y alrededor del mundo, Capire publica a continuación un fragmento del libro de memorias de Teesta, Foot Soldier of the Constitution [Combatiente de la Constitución, en traducción libre], publicado en 2017 por LeftWord Books. En el extracto elegido, Teesta narra la experiencia de cobertura periodística durante los conflictos de Gujarat en 2002, exponiendo el dolor de testimoniar la violencia religiosa y patriarcal y, al mismo tiempo, la fuerza del periodismo militante, en defensa de la vida de las personas y de la justicia.

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El teléfono no dejó de sonar aquel miércoles. Desde las nueve de la mañana del 27 de febrero de 2002, más o menos, hasta meses después, el timbre sonó de forma continua e incesante. Gujarat tiene veinticinco distritos. Yo había visitado muchos de ellos antes de 2002, y muchas de las notas y denuncias publicadas en Communalism Combat [algo como Combate a la Violencia Intercomunitaria] y en otros sitios habían generado algún tipo de acción administrativa en favor de las víctimas y supervivientes de episodios anteriores de conflicto intercomunitario. Quizás justo por esta historia y la confianza que se generó en consecuencia que los habitantes de todo el estado se pusieron inmediatamente en contacto conmigo cuando las cosas se desmoronaron tan trágicamente en 2002.

Fue el día del incidente de Godhra[1].

[…]

El 4 de marzo visité un campamento de socorro –el de Shah Alam– en Amedabad. Recuerdo que allí conocí a mujeres de Naroda Patiya[2]. Ellas describieron cómo llegaron al dargah [santuario musulmán]. Estaban sin ropa cuando fueron rescatadas –una humillación fácil de narrar, pero difícil de entender. Eso significa que les arrancaron sus ropas y su dignidad, además de que sufrieron abusos físicos durante gran parte de un período de doce a trece horas. Permanecieron en ese estado en la comisaría de policía. Las llevaron al campamento ensangrentadas, lastimadas y desnudas.

La guerra santa promovida por el RSS, el VHP y el BJP[3] había estallado en los condominios de Gangotri y Gomti. Esos cuarteles residenciales llevaban el nombre de la Madre Ganga, el río sagrado del hinduismo sanatani. No se salvaron. El 28 de febrero, los agresores descargaron su violencia contra las mujeres que cobraban un sueldo por día, y también contra sus hijas y madres. Mujeres y hombres del barrio entero asistieron al “espectáculo” de las barras de hierro y otras cosas peores que se utilizaron para mutilar a niñas, jóvenes y mujeres musulmanas inocentes. Se estaba manifestando una expresión aterradora, cruel, militarizada y cobarde del dharma hindú, mil veces peor que la que presencié en las calles de Bombay en 1992-93[4]. A cada multiplicación del terror, de la humillación y de la criminalidad organizada, se perfilaba con mayor nitidez el proyecto Hindu Rashtra [nacionalismo hindú].

Llevaba mi cuaderno espiral con tapa naranja y una grabadora. Sin confiar nunca del todo en el diablo de la tecnología, siempre me apoyé en mis extensos apuntes y en la memoria colaborativa. Recuerdo que conocí a un comerciante que vio a su mujer ser violada. Fue una de las pocas supervivientes de la violencia de género. La mayoría de las otras fueron asesinadas después de ser violadas. Se mantuvo a su lado incluso durante su testimonio ante el tribunal. Conocí a una mujer que vio a las niñas siendo violadas. Fue horrible –las palabras, los relatos, la monotonía de los detalles. ¿Qué es lo que tiene que hacer una superviviente para volver a contar la historia tantas y tantas veces?

Nos reuníamos en grupos. En ese momento, muchas de las supervivientes se habían vuelto muy cercanas a mí. Conocí a las supervivientes de Gulberg[5] en el campamento de Dariyakan Ghumbat. Irónicamente, el hombre que dirigía este campamento siempre fue visto por las supervivientes como un musulmán simpatizante del BJP, pero que aun así gestionaba muy bien el espacio.

Es escalofriante que, durante siete u ocho horas, una localidad entera estuviera disfrutando de una masacre. Cuando las mujeres y los hombres celebran la persecución y la matanza persistentes, incluidas las violaciones a la luz del día contra niñas y mujeres, se refleja un espacio público con un antes y un después de la escabrosa violencia. Tal violencia también afecta cualitativamente al espacio en esa zona. Para Rupabehn Mody y Sairabehn, la pérdida de un hijo querido fue y es una herida tan grande como el hecho de que su precioso condominio –“Gulberg”– acogiera, durante horas del 28 de febrero, una matanza y violaciones a la luz del día. Me duele mucho hablar o escribir sobre ello. En Naroda Patiya, 126 personas fueron asesinadas el 28 de febrero, aunque en el informe oficial consten solo 96. Un pozo de un campamento cercano fue utilizado como sepultura de las víctimas durante meses.

La pura brutalidad de los ataques –al menos en Amedabad– choqueó incluso a los amigos activistas en la ciudad. En Vadodara, el obstinado esfuerzo ciudadano de Trupti Shah y Rohit Prajapati aguantó los extremos, pero ellos no lograron llegar a los distritos periféricos. Cada día, hablábamos e intercambiábamos apuntes diversas veces. La magnitud de la culpabilidad y el partidismo revelados por los medios hegemónicos de Guzerate fue documentada en el informe de 2002 de la Asociación de Editores, Errores y Aciertos [Editors Guild Report of 2002, Rights and Wrongs]. Los diarios Jansatta, Kutch Mitra y Gujarat Today, un periódico musulmán en lengua gujarati, fueron los únicos que ofrecieron una cobertura responsable en lengua vernácula. Sandesh y Gujarat Samachar se sumaron a la versión del gobierno, con la peor forma de propaganda. Fue muy espantoso ver cómo se reforzaron las percepciones sobre lo ocurrido en Godhra, ya que el 70% de la población de Gujarat se informa a través de esas publicaciones partidistas.

Decenas de jóvenes, hombres y mujeres, acudieron a mí en los campamentos, con amargura y enojo. Pensaba: ¿qué puedo hacer para que recuperen la fe en su país, en su pueblo, en sus barrios? Entregué una pequeña grabadora a un joven especialmente angustiado y le pedí que me contara lo que había pasado. Sería a partir de este tipo de documentación que se haría justicia.

Dos semanas después de que la Oficina Central de Investigación [Central Bureau of Investigation – CBI], instigada por el gobierno de Modi, allanara mi casa en 2015, volví al Dargah Shah-e-Alam. Hacía muchos años que no lo visitaba. La audiencia de ese día sobre el caso Zakia Jafri[6] en el Tribunal Superior de Gujarat habían concluido. Llegaba el crepúsculo. Mi chófer –Aiyyub– recordó que había pasado semanas en el Dargah como refugiado. Había algo mágico en el final de esa tarde de 2015 –la luz, las velas encendidas, el agua resplandeciente en el interior del dargah, la inmensidad del espacio. Recuerdo que miré a mi alrededor para asimilar todo con una profunda inspiración. Todo parecía tan vasto en ese momento. En 2002, con 12.500 personas apiñadas, el dargah había encogido. Estaba abarrotado y era sofocante, con el llanto de las mujeres y los niños y el silencio desolador de los hombres. No había nada mágico en aquella época. Los recuerdos de aquel momento interrumpieron mi ensoñación.


[1] Incendio atribuido a un ataque musulmán en un tren, que provocó la muerte de 59 hindúes. El episodio desencadenó una violencia masiva contra las comunidades musulmanas durante los días posteriores en todo el estado de Gujarat, incluyendo algunos relatados por Teesta en este texto. Al menos 1.044 personas murieron, 223 desaparecieron y 2.500 fueron heridas, según datos oficiales.

[2] Región donde se produjo una masacre al día siguiente del incendio de Godhra. Unas 5.000 personas organizadas en un grupo hindú de derechas pasaron más de diez horas saqueando, violentando, asesinando y violando a grupos y personas musulmanas.

[3] El RSS (Organización Nacional Voluntaria) y el VHP (Consejo Mundial Hindú) son organizaciones nacionalistas hindúes de extrema derecha. El BJP es el partido del primer ministro Narendra Modi, que está en el poder en la India desde 2014. Modi gobernaba el estado de Gujarat en la época de los episodios narrados por Teesta.

[4] Enfrentamientos violentos entre comunidades que ocurrieron entre diciembre de 1992 y enero de 1993. Se calcula que 275 hindúes, 575 musulmanes y 50 personas de otras confesiones fallecieron en ese periodo.

[5] Masacre en un condominio musulmán situado en una zona de mayoría hindú el 28 de febrero de 2002. Hubo apedreamientos y la mayoría de las casas fueron incendiadas. Al menos 35 personas fueron quemadas vivas, entre ellas el parlamentario Ehsan Jafri.

[6] Viuda del parlamentario Ehsan Jafri, una de las 68 víctimas fatales de la masacre del condominio de Gulberg.

Introducción con base a un informe de la Asamblea Internacional de los Pueblos (AIP)
Edición de Tica Moreno y Helena Zelic
Fragmento del libro traducido del portugués por Luiza Mançano

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