Las guerras y el militarismo son engranajes del sistema de explotación y opresión en el que vivimos. Destruyen comunidades, desequilibran economías y modos de vida e impiden la soberanía y la libertad de los pueblos. El movimiento feminista lleva décadas denunciando el impacto de las guerras en la vida de las mujeres, y sus fuertes vínculos con el patriarcado, el capitalismo y el racismo. Las feministas están atentas a las maniobras imperialistas de la OTAN y a su búsqueda por el control de los pueblos y territorios en el mundo. Decimos «no» a la guerra en Ucrania, y también a las guerras, sanciones y ocupaciones en Palestina, Yemen, el Sahara Occidental y otros territorios.
Como preparación para la Cumbre por la Paz que se celebrará en junio en Madrid, en el sexto episodio de «Eat NATO for Breakfast» [“Cómete la OTAN en el desayuno”], un programa semanal de People’s Dispatch, se debatió la agenda feminista por la paz. La conversación tuvo lugar entre Kristine Karch, de Mujeres contra la OTAN [Women Against NATO], y Nora García y Franziska Kleiner, de la Asamblea Internacional de los Pueblos (AIP).
«Una mujer pulsando el botón nuclear no es feminismo»
Durante la conversación, Kristine explicó cómo la resolución 1325 del Consejo de Seguridad de la ONU, establecida en 2000, reconoció por primera vez a las mujeres como víctimas inmediatas de la guerra y la violencia, y también las reconoció como agentes de la sociedad. Su objetivo era otorgar a las mujeres la posibilidad de participar en todas las negociaciones en situaciones de conflicto. La OTAN luego aplicó esta resolución y la utilizó para consolidar la militarización de la sociedad. «Incluyeron a las mujeres en su trabajo sucio de matar gente. Tenemos que mantener esta resolución del Consejo de Seguridad de la ONU fuera de la OTAN», dijo.
«En el feminismo liberal existe la idea de que se puede dar visibilidad a las mujeres creando puestos de trabajo en los altos cargos, como si eso fuera a cambiar las cosas de alguna manera», añadió Franziska Kleiner. En este momento, la OTAN está buscando una mujer para sustituir a su actual secretario general, Jens Stoltenberg, con una estrategia de apropiación de los discursos feministas. Esto significa que una mujer podría ocupar el más alto cargo político en la principal alianza militar del mundo. Para Franziska, «algunos pueden ver esta propuesta como un avance, pero por supuesto no es más que maquillaje. Transmite una imagen moderna y progresista, pero mantiene la misma dinámica de control y destrucción. Las mujeres en la dirección de la OTAN no van a salvarnos».
Debido al consenso construido por los medios de comunicación corporativos en todo Occidente, una de las principales preocupaciones es que, a medida que se desarrolla la guerra en Ucrania, el poder de la OTAN se vea reforzado y apoyado. Para combatir el patriarcado y la guerra, Nora García argumentó que los movimientos deben «promover un proceso de paz internacional para desmantelar la OTAN y abolir las armas nucleares».
Una agenda feminista para la paz
Las mujeres están construyendo una respuesta colectiva, una agenda feminista común por la paz, para luchar contra el avance de la militarización sobre sus cuerpos y territorios en todo el mundo. Los procesos militarizados de resolución de conflictos suelen tratar los impactos en la vida de las mujeres como «daños colaterales» o «pérdidas aceptables». Las mujeres denuncian la violencia que sufren cuando se las trata como botines de guerra, cuando son violadas, secuestradas, asesinadas y cuando sufren las consecuencias de las sanciones de guerra.
En 2010, en el proceso de construcción de su 3ª Acción Internacional, la Marcha Mundial de las Mujeres propuso un punto de vista al respecto en su campo de acción sobre la paz y la desmilitarización: “La violación se utiliza para humillar, deshonrar y desmoralizar al enemigo, también como un medio de propaganda militar o bien como ha ocurrido más recientemente, como política de purificación y limpieza étnica (como en Bosnia-Herzegovina en el transcurso de la guerra en ex-Yugoslavia), o como acto de genocidio en Ruanda, o como instrumento de terror político en Haití, o como símbolo de victoria”.
Aumento del número de armas en circulación, violencia doméstica y estatal, rechazo de las libertades fundamentales y persecución de líderes, restricciones alimentarias, refugios y desplazamientos: esos son algunos resultados de las guerras en la vida concreta de las mujeres. Por ello, el feminismo pone sentido, estrategia y articulación política en una agenda activa que defiende a los pueblos marginalizados y propone una reorganización de la economía y las sociedades, basada en la libertad, la igualdad y la autodeterminación.
Durante las guerras, se interrumpe el acceso a la educación, se pone en riesgo la salud, los bienes comunes escasean y la industria bélica obtiene beneficios en una amplia gama de sectores. En la guerra de Ucrania, las últimas sanciones aplicadas por Estados Unidos y Suiza, aliados de la Unión Europea, se refieren al sector energético y a las transacciones financieras realizadas no sólo por las empresas, sino por la población. «Las sanciones son herramientas para mantener el poder imperialista durante la guerra», explicó Franziska. Estas sanciones económicas tienen un gran impacto en la vida de las mujeres que están en la primera línea del trabajo de cuidados, que es sumamente necesario en tiempos como estos.
Para Nora, en tiempos de guerra, las mujeres son “el chaleco salvavidas de la vida cotidiana. Cargamos en nuestras espaldas la reproducción de la vida”.
Debido al papel que desempeñan las mujeres para sostener la vida, las luchas feministas por la paz ponen en el centro las necesidades y el bienestar de las personas. Para Franziska, estas luchas feministas «pretenden garantizar una vida digna, en lugar de los beneficios del mercado y el ascenso del odio y la intolerancia de la extrema derecha». La perspectiva feminista de la resolución de conflictos debe «superar una sociedad basada en el capitalismo, el racismo y el militarismo, con valores como la rivalidad, la competencia y el individualismo extremo», sostuvo Kristine.
«Tenemos que crear nuestro propio marco, como feministas, para poder explicar elementos importantes que están en disputa ahora. La guerra no es la paz. El militarismo no puede evitar las guerras. La solidaridad militarizada es una contradicción en sí misma. La guerra y la destrucción no son inevitables», dijo Nora.
Según Kristine, «es importante no sólo hablar de igualdad, sino también de justicia. Sobre la base de la justicia, un enfoque feminista de la construcción de la paz y la seguridad pasa por la cooperación, no por la confrontación, y debe respetar la soberanía del pueblo. «La paz no es en absoluto una configuración predeterminada del capitalismo, y el pacifismo no es simplemente una cuestión de mantener la calma; en realidad es un trabajo duro», explicó Franziska. Sobre eso, una vez más vale la pena retomar el campo de acción de la Marcha Mundial de las Mujeres: “hacemos un llamamiento a la desmilitarización y creemos que la cultura de paz va más allá de la mera ausencia de guerra. Así, luchamos por los derechos de las mujeres en áreas de conflicto, por la eliminación de la violación y esclavitud como armas de guerra y protestamos contra la impunidad de los atacantes, Estados y grupos. Nuestras acciones contra la guerra y militarización demandan también la inclusión de las mujeres en los procesos de pacificación, defienden la desobediencia civil como reacción a la agresión”.
La lucha por la paz es en definitiva una lucha antiimperialista, una lucha por el feminismo y por la transformación social en todas partes. Para leer otros textos sobre Eat NATO For Breakfast, visita el portal Peoples Dispatch. Capire continuará el seguimiento y la difusión de contenidos sobre los procesos de preparación de la Cumbre para la Paz «No a la OTAN».