Formación feminista y organización de las juventudes en República Dominicana

05/07/2023 |

Daniela Javier

Daniela Javier, de la organización de mujeres campesinas Conamuca, relata las experiencias creativas para organizar políticamente las comunidades

Desde la Confederación Nacional de Mujeres Campesinas (Conamuca), trabajamos para que las mujeres tengan tierra donde vivir y producir. Somos mujeres capaces de defender nuestros derechos, cuerpos, autonomía y los territorios. Desde el feminismo, enfrentamos el cambio climático, la violencia de género, y luchamos por derechos sexuales y reproductivos, agroecología y soberanía alimentaria. Participamos de la Marcha Mundial de las Mujeres como una de sus organizaciones miembro. Comprendemos la Marcha como un espacio de articulación internacional, creando espacio para la participación política de las mujeres en las luchas por igualdad y mejores condiciones de vida para todas.

En nuestro trabajo cotidiano, la formación es un eje fundamental. La educación feminista y popular que desarrollamos es lo que permite el fortalecimiento de vínculos entre las mujeres y las comunidades, y que nos permite ver con otra mirada a los condicionamientos patriarcales de nuestra sociedad. Nuestras formaciones son dirigidas a la transformación de los pensamientos normativos sobre el rol de los hombres y las mujeres en la sociedad.

Una trayectoria de educación feminista y popular

Inicié en la lucha feminista en el 2011. Me integré a la Confederación Nacional de Mujeres Campesinas (Conamuca) en una escuela de formación política. Allí, me surgió una inquietud. En mi familia, fui la única y la primera que inicié a integrarme en los movimientos de mujeres que luchaban contra el patriarcado.

En la escuela, tuvimos un primer módulo sobre autoestima y superación personal. Debatimos también los derechos sexuales y reproductivos, reflexionamos sobre cómo el patriarcado impacta en la vida de las mujeres, hablamos de los sistemas de opresión y las luchas feministas. Los módulos de la escuela cambiaron nuestras vidas como mujeres.

Una tarea de las participantes de la formación era que teníamos que replicarla en la comunidad. Luego que tomé esta formación, una compañera que ya tenía algún tiempo en la organización me sugirió que formáramos un grupo de mujeres en la comunidad, ubicada en una zona rural de la provincia de San Cristóbal.

Teníamos el objetivo de que esas mujeres también pudieran aprender de lo que nosotras aprendimos, para darse cuenta, así como nosotras, que estaban ignorantes de lo que pasaba en la sociedad. Buscábamos apoyarlas en comprender cómo nos hacían normalizar muchas cosas –por ejemplo, percibir cómo las mujeres hemos sido violentadas desde hace mucho tiempo, y cómo eso no es natural.

Después de todo ese proceso de formación y réplica, hubo mujeres que se negaron a formar parte de nuestra organización por impedimentos religiosos, trayendo discursos conservadores de sumisión a los hombres. Otras entendieron, se dieron cuenta y pasaron a ser parte de nosotras. Así formamos lo que fue la Asociación de Mujeres de Base de la comunidad, agrupación integrante de Conamuca.

Nosotras impulsamos a esas mujeres tal cual se había hecho con nosotras en el proceso de la escuela de formación en la organización, de la cual muchas de ellas participaron después. Esas mujeres siguieron involucrándose, pasaron a formar parte de la organización y aún persisten.

La juventud organizada

En 2018, empezamos a formar parte de la campaña Activismos Juveniles por la Igualdad de Género, que ya se daba en ocho países de América Latina y el Caribe. La campaña buscaba romper imaginarios sociales que fortalecen las violencias contra las mujeres –como las ideas de que las mujeres son de la casa y los hombres de la calle, que «quien se casa, casa quiere», que «entre marido y mujer, nadie se meta».

Formamos el grupo de jóvenes Renovación Juvenil Por Un Mundo Sin Prejuicio. Decidimos que no solo íbamos a trabajar con las jóvenes, sino también con los varones, porque ellos, de una u otra forma, reforzaban los imaginarios de violencia. Hicimos un mapeo en la comunidad para conocer cómo vivían esas y esos jóvenes, qué les gustaba o no gustaba, y planificar cómo integrarlos. Vimos que, aquí en la comunidad, les gustaba la música. Por eso, decidimos crear un grupo de canto y un grupo de baile, para que, a través de ellos, deconstruir los imaginarios de violencia.

Muchos jóvenes seguían pensando que el hombre debía mandar. En la formación, salían comentarios sobre situaciones como la de tener una novia, verla hablando con otro varón y ya entender eso como un coqueteo. Partiendo de eso que ellas y ellos llevaban a la formación, comenzamos a escribir canciones hablando de esos imaginarios de violencia que afectaban a las mujeres.

Luego que hicimos eso en nuestra comunidad, vimos la necesidad de que las actividades se extendieran en otras comunidades. Hicimos también los mapeos y realizamos un torneo deportivo, en el cual cada pelotazo tenía un significado: «un jonrón por la desigualdad», «un batazo para que pare la violencia», etc.

También hicimos los rallies educativos. Entregábamos un material para que las y los participantes lo estudiaran para el día de rally, de acuerdo al tema elegido, y se le hacía preguntas para que ellas y ellos respondieran y mostraran cuánto sabían del tema. También hicimos podcasts y muchas estrategias más para que las y los jóvenes pudieran integrarse.

Hasta ahora, son 11 grupos de jóvenes en las diferentes comunidades. Todo esto tiene un mismo fin: seguir transmitiendo el feminismo, desmontando todo eso que hemos aprendido y acabando con todos esos imaginarios de violencia que afectan a las niñas y a los niños en las comunidades. Conociendo mejor y acercándose de la organización política, muchas de las jóvenes que forman parte de los grupos han llevado propuestas incluso al Congreso Nacional, demandando el trabajo respecto a temas como la violencia y el matrimonio infantil.

Tenemos también los clubes comunitarios de niñas, en los cuales se habla del tema del matrimonio infantil y embarazo en adolescentes, y los clubes de madres y amigos de la comunidade, para trabajar el tema de la violencia hacia la niñez, las mujeres y la juventud. Tenemos grupos seguros de escucha en las comunidades, formados por jóvenes y mujeres que tienen la capacidad de escuchar a las víctimas que todavía no han logrado salir del círculo de violencia. Las acompañamos junto con las autoridades competentes y organizaciones de las comunidades para, con la discreción necesaria, crear salidas para las mujeres en relación a la violencia.

Con toda esta formación y organización, nosotras, mujeres y jóvenes, siempre estamos dispuestas a cualquier manifestación que se presente, siempre estamos luchando para enfrentar este sistema patriarcal y opresor. Eso es lo más importante.

Daniela Javier forma parte de la Confederación Nacional de Mujeres Campesinas (Conamuca) y de la Marcha Mundial de las Mujeres en República Dominicana.

Edición por Helena Zelic

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