El encuentro de la Escuela Internacional de Organización Feminista, que tuvo lugar entre el 12 y el 13 de abril, estuvo dedicado al debate sobre el sistema de opresiones y arrancó con la fuerza de las palabras de Berta Cáceres, grabadas en 2007. «Que concretamente desmontemos el capitalismo, el patriarcado, la discriminación y el racismo», nos llama Berta, y ese es el sentido de esta construcción política que realizamos en esta Escuela.
Entender el sistema de opresiones en la actualidad nos exige partir de diferentes trayectorias de colonizaciones, marcadas por la violencia contra las personas y sus cuerpos, contra los pueblos, sus saberes e idiomas, sus formas de vida y cosmovisiones, su relación con la naturaleza y los territorios.
La dominación capitalista se expresa en múltiples opresiones: económica, político-ideológica, sociocultural, ecológica, simbólico-mediática y de los saberes. Estas múltiples formas de opresiones se integran en un único y hegemónico sistema de dominación que acentúa la contradicción capital-vida.
El capitalismo trata de extraer todo lo que le pueda generar ganancias y lo hace a través de las corporaciones transnacionales de la moda, alimentos, farmacéuticas. Lo hace con apropiación y explotación del trabajo, la vida y el cuerpo de las mujeres, de las subjetividades, imponiendo formas binarias de ser que son funcionales a la acumulación.
Las opresiones tienen especificidades y a la vez están imbricadas. El endeudamiento nos cruza a todas. Vivimos en países muy industrializados y en otros muy pobres, eso nos afecta a todas y nos obliga a trasladarnos, nos vuelve migrantes permanentes y nos obliga a gestionar nuestros tiempos y espacios de otras formas.
Al vestirnos muchas veces no sabemos el proceso en que se produjo esa prenda, no hay una consciencia de la precariedad, de la explotación, de las situaciones que viven muchas mujeres en estos empleos, produciendo para transnacionales con la ayuda de los gobiernos, bajo el silencio de la creación de empleo en los países pobres, a costa de la salud y de la vida de las mujeres trabajadoras. Son trabajos enajenantes, repetitivos y esclavizadores en las maquilas, en el trabajo del hogar, en el trabajo agrícola contaminante. La tercerización del trabajo recae sobre las mujeres migrantes, pobres, indígenas, negras. Ellas pagan como trabajadoras precarizadas los costos que las empresas no asumen. Las mujeres son vendidas como esclavas de trabajo y sexo. Se identifica la falta de ética generalizada ante estas situaciones, que se permite bajo la mano del libre mercado.
El consumismo e individualismo corroen la sensibilización para frenar estos poderes mercantilistas. El sistema también nos lleva a la competencia entre mujeres en diversos espacios, lo que nos desune. Lo complejo sobre el sistema de opresiones es ubicarlo en lo cotidiano y ver como entra a nuestras vidas y se hace invisible. Por ello, las luchas están relacionadas con la vida personal. En nuestros países hay mucha enajenación y el sistema nos roba las ideas. Nos despojan de los conceptos, consignas y símbolos de nuestras luchas. El capitalismo expropia también nuestras alternativas. Por eso debemos compartir nuestras ideas entre nosotras, para fortalecernos.
Los Estados son sometidos a los intereses de las corporaciones transnacionales. Los gobiernos pierden su legitimidad y se asocian al narcotráfico y la carrera armamentista. Los Estados justifican los desplazamientos forzados y las y los líderes comunitarios que se oponen a los intentos de desplazar a los pueblos son criminalizados. La migración masiva se ve favorecida por una situación económica, social y política inestable, donde la gente no se va del país porque quiere sino porque no tiene más opción. No hay empleo, no hay condiciones de vida digna, se lucha por la tierra, por el derecho a autodeterminarse, al autogobierno y a participar en la toma de decisiones políticas, económicas y sociales.
La explotación de los recursos naturales en beneficio de las empresas es más brutal en territorios de pueblos indígenas y la explotación de la madre tierra lleva al desplazamiento de los territorios con sus consecuentes migraciones. Las mujeres indígenas tienen la cultura de producir su propia ropa, que es parte de su identidad y es una acción importante que les permite conservar la naturaleza.
Las transnacionales son instituciones de la dominación, se apropian de todo lo nuestro y nos usan, luego nos tratan como despojos. Queremos vivir sin ser colonizadas. Hay una renovada división Norte – Sur desde las plataformas tecnológicas y los sistemas digitales. Son formas renovadas de explotación y colonización. Igual que se acentúa por esta vía la lógica patriarcal que no respeta los tiempos del cuidado, imponiendo los tiempos lineares y acelerados de la productividad. Las fronteras del capital se expanden, pero también las de las resistencias, como las de la tecnología libres y creativas. Aprender el uso crítico y concreto de las tecnologías, enfrentar las contradicciones y crear alternativas que nos sirven para la organización, como esta Escuela, por ejemplo.
El sistema condiciona los gustos, los colores, impacta en nuestros cuerpos. El primer territorio a defender es nuestro propio cuerpo. El sistema de opresiones afecta la autoestima de las mujeres, es necesario llevarles fuerza y espiritualidad. Somos mujeres guerreras, de lucha, en nuestras luchas ancestrales territoriales, pero el sistema nos impone una clasificación racial y étnica.
A continuación compartimos un video en el cual Gina Alfonso, una de las facilitadoras de esta sesión, presenta la visión acumulada en la construcción de la Escuela sobre el sistema de opresiones. El video está narrado en español, y hay subtítulos disponibles en portugués, inglés y francés.
Como seguimiento a la construcción de una visión política común, las discusiones realizadas en los grupos y en la plenaria, ya sea por escrito en el chat o en la voz de cada participante, expresaron como la Escuela es un espacio intenso y único de reflexión e intercambio. Experiencias tan diversas como los procesos históricos y la lucha en cada lugar encuentran puntos comunes y sorprendentemente similares, incluso cuando están separados por océanos, continentes y muros. Se compartieron perspectivas sobre el lugar que ocupan las religiones de diferentes matices en la opresión de las mujeres, así como las diferentes lecturas históricas del patriarcado y su imbricación con el capitalismo colonialista.
En un panel compartido, se presentaron visiones y análisis sobre la supremacía blanca, el colonialismo y el racismo desde cuatro contextos.
Con la diversidad de los pueblos que hoy habitan los 54 países de África, y sus historias de lucha por la liberación contra el colonialismo, aprendemos que los fundamentos de la asimetría del libre comercio y el endeudamiento que caracteriza el actual período neoliberal se establecieron, en muchos países, en los acuerdos de independencia. Más tarde fueron legitimados por las organizaciones multilaterales, reforzados por las instituciones financieras internacionales. La militarización y el extractivismo siguen a pleno ritmo, controlando territorios y utilizando la violencia contra las mujeres como instrumento de dominación y control. La última colonia de África, el Sáhara Occidental, es un territorio que lucha por su independencia y autodeterminación.
Desde la experiencia de las mujeres de los pueblos originarios de Iximulew, hemos aprendido que existe un continuo de resistencia, que se expresa en la dinámica de seguir luchando por la vida de las personas y la naturaleza, incluyendo todas sus expresiones y relaciones entre sí. El colonialismo ataca a los pueblos, su memoria y su historia. La colonización del saber ancestral, la prohibición de las lenguas maternas son instrumentos de dominación, aún hoy, en diferentes partes del mundo. Hay un desplazamiento de los saberes, de la lengua, de la cultura e identidades.
La lucha anticolonialista tiene el potencial de cuestionar todas las estructuras de dominación, poniendo los cuerpos en el centro de la lucha. Aprendimos sobre las raíces coloniales de la transfobia en los Estados Unidos. La construcción social del género es una construcción profundamente violenta, especialmente para las personas negras, no binarias y sexualmente diversas, LGTB. Esta construcción binaria del género también cumple un papel funcional en la acumulación de capital. Comprender estas imbricaciones y enfrentarlas desde los sujetos colectivos es parte de los desafíos de esta Escuela.
Seguimos enfrentando los efectos del colonialismo en todo el mundo, y la realidad de la ocupación colonialista de Israel en Palestina. El sionismo se basa históricamente en una visión que borra y niega la existencia del pueblo palestino en su territorio hoy ocupado. No se trata de un conflicto religioso, sino de un proceso de colonización, despojo y expulsión, que se basa en el fundamentalismo religioso. Al menos el 66% de la población palestina está formada por personas que fueron expulsadas de sus hogares y tierras.
La autodeterminación de los pueblos sobre sus territorios y destinos está profundamente conectada con la autonomía y autodeterminación sobre nuestros cuerpos, sexualidades e identidades. Y todas son luchas que nos articulan en el movimiento y la solidaridad, en el feminismo internacionalista que enfrenta el sistema de opresiones y organiza nuestras alternativas de sociedad.
Vivimos en lucha, necesitamos unirnos y acompañarnos en solidaridad. La Escuela contribuirá a fortalecernos en alianza.