El 16 de octubre se celebra el Día Internacional de Acción por la Soberanía Alimentaria de los Pueblos y Contra las Transnacionales. El principio de la Soberanía Alimentaria, propuesto por la Vía Campesina (LVC) en 1996, defiende el derecho de los pueblos a definir y realizar la producción y el consumo de alimentos saludables. Este principio es feminista, ya que en todo el mundo las mujeres son las principales responsables de la producción y preparación de alimentos, ya sea para la subsistencia o para la comercialización. La experiencia acumulada ha proporcionado a las mujeres saberes y conocimientos responsables por la protección, el cultivo y el almacenamiento de las semillas y de la biodiversidad.
Proteger, extender e intercambiar entre las comunidades estes saberes ancestrales, agroecológicos y forjados en la lucha diaria es una de las principales estrategias para construir soberanía alimentaria. La educación popular campesina trae nuevas perspectivas de trabajo con la tierra y crea metodologías alternativas de formación. A partir de una articulación internacional de la Vía Campesina durante el Foro Social Mundial de 2005, en Porto Alegre, Brasil, se creó un proyecto de escuelas de agroecología. Inicialmente previstas para su implantación en Brasil y en Venezuela, estas escuelas se han multiplicado en otros países donde LVC está articulada, en los cinco continentes, y son experiencias de transformación en territorios campesinos. Este año 2022 se cumplen 30 años de lucha y resistencia de La Vía Campesina por los derechos de los pueblos del campo de todo el mundo.
Experiencias de formación en agroecología
Uno de los procesos de educación en agroecología más antiguos de América Latina es la Escuela Latinoamericana de Agroecología (ELAA), ubicada en un importante territorio en disputa por la reforma agraria popular en Brasil, el asentamiento Contestado, en Lapa, Paraná. Inaugurada en agosto de 2005, es el resultado de la construcción colectiva y permanente de la Vía Campesina y de las organizaciones brasileñas que la integran, como el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST).
Amandha Silva, militante del MST y residente en el asentamiento Contestado, fue estudiante del curso de licenciatura en Educación en el Campo -Ciencias de la Naturaleza con énfasis en Agroecología, ofrecido por la ELAA. Actualmente, Amandha contribuye en la dirección política de la escuela. Conversando con Capire, informó sobre la trayectoria de la ELAA, que se ha convertido en un importante espacio para la promoción de la agroecología, incluso a nivel internacional. Más de 30.000 personas oriundas de movimientos sociales, universidades, organizaciones mundiales, escuelas, sindicatos, movimientos políticos han visitado la Escuela durante intercambios, seminarios, cursos, talleres etc. Las practicas pedagógicas se basan en el materialismo histórico dialéctico y la educación popular, y se nutren de una perspectiva de humanización y formación humana. Uno de los objetivos de la escuela es fortalecer la agroecología como ciencia, práctica y movimiento. “Entendiendo la agroecología en sus dimensiones humanas, sociales, económicas y políticas, la ELAA tiene como una de sus principales tareas formar, organizar, producir, socializar y construir, desde la educación y de la agroecología, procesos que apunten a la transformación del actual modelo de sociedad”, explica Amandha.
Hay muchas experiencias de transformación a través de la educación en todo el mundo. La Red de Grupos de Pequeños Agricultores de Tanzania [MtandaowaVikundivyaWakulima Tanzania – MVIWATA] es la organización de pequeños agricultores más grande del país, con miembros tanto en Tanzania continental como en Zanzíbar. Antes de la oleada de la “Revolución Verde”, los agricultores de muchas zonas rurales de Tanzania adoptaban métodos agrícolas que estaban en armonía con sus culturas, condiciones socioeconómicas y con el medio ambiente. Con estas prácticas, fueron capaces de alimentar a sus sociedades y a la nación de modo amplio. Tras el despertar de la agricultura industrial, la MVIWATA se embarcó en una estrategia basada en la educación para potenciar las prácticas agroecológicas entre agricultores de áreas donde esas prácticas estaban intactas, promover la transición para prácticas productivas más equitativas y saludables en áreas que habían sido atacadas por la oleada de la revolución verde, y para redefinir políticamente y dialogar con los sistemas alimentarios y la cuestión agraria.
Theodora Emillian, militante de la MVIWATA, es una de las coordinadoras de la formación de la organización. Para ella, comprender el contexto del trabajo en el campo local y globalmente es un paso necesario para “avanzar en la lucha por las semillas gestionadas por los agricultores, por la protección de la biodiversidad y por el medio ambiente”. Las experiencias en formación han permitido a los grupos y redes de agricultores producir y almacenar sus propias semillas. “Tenemos grupos y redes de agricultores que han reservado áreas en las comunidades como modelo para el aprendizaje e el intercambio de técnicas y conocimientos. Es el poder de muchas personas en los grupos y redes actuando para transformar la narrativa actual promovida por el capital”, comparte Theodora. La participación y la reflexión colectiva son fundamentales para los procesos de formación: “Entendemos que todos tienen que contribuir al aprendizaje, haciendo análisis, exponiendo situaciones y construyendo soluciones. Es así que se produce el aprendizaje entre agricultores”.
En el Reino Unido, las organizaciones juveniles del campo desarrollan formaciones para debatir temas relevantes para la nueva militancia. Una de las organizaciones es Juventud, Comida, Tierra, Agricultura: Movimiento por Igualdad [Youth, Food, Land, Agriculture: a MovementforEquality – Youth FLAME], agrupación juvenil de la Alianza de los Trabajadores Rurales [Landworkers Alliance], un sindicato de agricultores, productores, silvicultores y trabajadores rurales en el Reino Unido. Conversamos con Hattie Hammans, que integra la Youth FLAME y la agrupación de la juventud de la Coordinadora Europea Vía Campesina (ECVC). Hattie contó que, al igual que muchas y muchos otros jóvenes, acudió a la organización por estar preocupada con el futuro del medio ambiente y la naturaleza.
“Somos conscientes de que muchos de nosotros nos enfrentamos a condiciones muy duras, como un salario bajo o nulo y un acceso inadecuado a la vivienda, a la alimentación y al apoyo. Es evidente que, sin apoyo a la próxima generación de trabajadoras y trabajadores rurales agroecológicos, las posibilidades de transformar el sistema alimentario para que sea social y ecológicamente justo son limitadas. Por eso la agroecología es una idea interesante para la juventud, ya que une la justicia social y ambiental y parece ser la solución para muchas de las crisis que se están produciendo y que amenazan nuestro futuro”, explica Hattie.
Agroecología y feminismo
Las luchas por agroecología, soberanía alimentaria y feminismo son inseparables. El feminismo campesino y popular, además de actuar en defensa de la tierra, de los pueblos y de la naturaleza, es un espacio fértil para que las mujeres discutan, dialoguen y analicen sus condiciones de vida, así como para que desarrollen críticas y enfrentamientos contra las violencias a las que son sometidas y contra el conservadurismo en el campo. En estos espacios, mujeres aprenden unas de otras y se fortalecen en la lucha por la emancipación.
Theodora Emilian cuenta que en una de las formaciones de MVIWATA, se preguntó a las participantes por el significado que tenía para ellas el feminismo. Juntas, llegaron a la conclusión de que el feminismo también lucha por la agroecología. “Es la lucha para que las mujeres posean y cultiven la tierra con lo que quieran, utilizando sus propias semillas y habilidades sin dirección externa”, explica. Para ella, las experiencias de las organizaciones demuestran que la agroecología ha probado ser capaz de alimentar a la población con alimentos seguros y promover la autonomía de los agricultores y agricultoras y la seguridad de sus tierras, semillas, prácticas y derechos. Que, en el caso de las mujeres, es la garantía de una vida digna para ellas y sus familias y comunidades. Es la garantía de una vida y un trabajo basados en la autonomía y el compañerismo, reduciendo las jerarquías con los maridos y otros hombres de las comunidades.
Es también desde la educación popular en el campo y sus perspectivas críticas que las mujeres perciben que el personal es político. En esta reflexión se destaca la centralidad del feminismo y de la lucha de las mujeres en los procesos de lucha de los movimientos sociales mixtos. “Creemos en la educación emancipadora que construye procesos de formación de conciencia a través del fortalecimiento y de la humanización de las sujetas”, dice Amandha Silva. Para ella, “el feminismo campesino y popular surge de los territorios donde el debate se une a la lucha, donde la opresión se hace eco por la liberación. Es un instrumento político de confrontación, de lucha cotidiana, de resistencia, que busca la emancipación de las mujeres campesinas, no restringida a la liberación de las mujeres campesinas en el sentido de reivindicaciones individuales, sino colectivas”.