Las mujeres que participan en el movimiento agroecológico y agroforestal afirman sus formas de lucha y su relación con la naturaleza, que se expresan en el cuidado de la reproducción de la vida humana y no humana en la tierra. Con el objetivo de fortalecerse mutuamente, intercambiar experiencias y organizar una lucha conjunta, más de 100 mujeres del movimiento agroecológico, agroforestal y feminista brasileño organizaron un evento paralelo al 5º Congreso Mundial de Agroforestería.
Las mujeres del movimiento agroforestal brasileño se dedican a construir la Red de Apoyo a las Mujeres Agroforestales (RAMA). RAMA se creó en 2019 a partir de un gran encuentro que reunió a casi 90 mujeres indígenas, agricultoras familiares, extensionistas rurales y estudiantes. Representa la fuerza que está cobrando el feminismo en la actualidad, donde las mujeres son más conscientes del papel político central de los cuidados que practican hacia la naturaleza. Incluso durante la pandemia, las mujeres de RAMA se organizaron en mingas para apoyarse mutuamente en las mingas, en campañas solidarias de donación de alimentos del campo a la periferia de las grandes ciudades, en la difusión de experiencias y en la construcción de una amplia red de apoyo.
La creciente comprensión del feminismo dentro del movimiento agroforestal aproxima a las mujeres de ese movimiento al movimiento agroecológico en Brasil. Las mujeres son, así, las protagonistas de esta alianza. Esto tiene como consecuencia una politización del movimiento agroforestal, que a veces se limita demasiado a la elaboración y difusión de técnicas de cultivo, y pierde de vista banderas centrales como la reforma agraria y la soberanía alimentaria.
El fortalecimiento de la alianza entre las mujeres de ambos movimientos se está tejiendo también en este ámbito de congreso académico, lo que pone en la agenda el tema de la producción del conocimiento. Las mujeres del movimiento agroecológico afirman que, al criticar el agronegocio, no solo plantean la crítica a un modelo de producción y consumo, sino a una forma androcéntrica y patriarcal de ser y estar en el mundo que aniquila otras formas de conocimiento y de existencia.
La agroecología se presenta como una alternativa a este modelo desde distintos frentes de lucha: al tomar las calles en manifestaciones públicas, al difundir la producción de conocimientos de los pueblos y de las mujeres, al producir alimentos sanos y al construir mercados solidarios que promueven el acceso de las personas más pobres a estos alimentos. Hacer agroecología también significa estar en contra de la violencia militarizada y cada vez más tecnificada en el campo.
Mujeres agricultoras
Las mujeres referentes en sus territorios (como las presidentas de asociaciones y cooperativas) se enfrentan al arduo desafío de afirmar la agroecología como una forma de producción y, a la vez, afirmar su propia posición de liderazgo. Han desempeñado un importante papel político en los asentamientos de la reforma agraria de Brasil contra las iniciativas políticas que favorecen la titularidad individual de terrenos de asentamiento, una práctica que favorece la compra y venta de tierras públicas en el mercado en detrimento del uso colectivo de las zonas.
Hablan de que tener títulos de propiedad es un beneficio, pero lo que nos capacita no es tener un título, es tener la tierra. Es darle tierra a esas familias que están al costado de la ruta, en colas buscando un hueso para comer. Vemos bellas imágenes de la agroecología, de compañeras trabajando, que cantan mientras trabajan en sus patios, pero sabemos que esto ocurre en el mismo país donde la gente hace cola para conseguir comida en la basura.
Las agricultoras agroecológicas destacan cómo los conocimientos adquiridos en el movimiento han cambiado su forma de trabajar la tierra. A partir de los conocimientos que han adquirido sobre agroecología y agroforestería, han creado un saber específico que combina sus conocimientos tradicionales con lo que han aprendido del movimiento. También afirman que la agroforestería es una forma de trabajar a favor del flujo de la vida, porque cuando se cultiva a favor de la diversidad, las propias plantas se cuidan entre sí. La diversidad de cultivos también se traduce en una mayor variedad en la alimentación de las familias, que empiezan a comer de forma más diversa cuando amplían la diversidad de su propia producción.
Al apropiarse de la agroecología y la agroforestería, las mujeres resignifican estos ámbitos. Las campesinas mexicanas, por ejemplo, subrayan la importancia de la recolección de alimentos, hierbas medicinales y hongos en los agrobosques, demostrando que ni todo lo importante para las comunidades proviene necesariamente de la agricultura. Al reclamar su derecho a la recolección, cuestionan la propiedad privada y luchan por el libre acceso a los bosques para obtener de la naturaleza su sustento. Al afirmar su relación con la naturaleza, también construyen otra racionalidad económica, basada en los bienes comunes y en los intercambios, más allá de la propiedad privada y el mercado.
En el Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra de Brasil (MST), las mujeres están en la primera línea de la campaña “Plantar árboles y producir alimentos saludables”. La campaña incluye la implantación de la agroforestería como un eje estratégico del movimiento, que desde hace tiempo tiene la agroecología como uno de sus principios. Las mujeres del movimiento señalaron que fue a partir de la acción contra Aracruz Celulose, en 2006, cuando comenzaron a plantear la centralidad de las mujeres y del cuidado en el movimiento. Este proceso ha cambiado incluso su organización dentro del MST.
Desafíos feministas
La cuestión de la tecnología es central en la construcción de la agroecología y la agroforestería que emprenden las mujeres. Se oponen a la producción de tecnologías para el agronegocio, que se traducen en mecanismos de vigilancia sobre los territorios. Este es el caso del incremento en el uso de drones, georreferenciación y todo tipo de sensores en la llamada agricultura 4.0. Frente a este tipo de tecnología, muy similar a las tecnologías que dominaron el campo durante la revolución verde y que causaron innumerables daños en la vida de los pueblos y comunidades, sostienen la construcción de tecnologías sociales que puedan ser utilizadas a favor de las mujeres. Ello es especialmente importante en un momento en el que se están desmantelando las políticas de extensión rural en Brasil y se está difundiendo la idea de que la asistencia técnica a la agricultura familiar podría prestarse en línea, a través de aplicaciones.
A partir de este intenso intercambio de experiencias, las mujeres empezaron a cuestionar por qué se sigue considerando a los hombres como las autoridades para hablar de agricultura con sistemas agroforestales. Es muy común que las experiencias agroforestales consideradas «exitosas» se conozcan a través de figuras masculinas, que siempre se presentan al frente como sus creadores. Cuando miramos más detenidamente la historia, resulta que la mayoría de las experiencias de agroforestería colectiva comenzó gracias a la implicación y el trabajo de las mujeres, que apostaron por esta forma de trabajar. En general, fue a partir del éxito de la experiencia de las mujeres que los hombres pasaron a interesarse y, a veces, a boicotear la participación de las mujeres, a las que no se escuchan y no tienen su trabajo valorado en las mingas.
Esto nos señala la necesidad de subrayar el fortalecimiento y la difusión de las experiencias de agroforestería de las mujeres, que generalmente se ocupan de terrenos más pequeños, que son destinados al autoconsumo de las familias y las comunidades, y que son más diversas y productivas.
En la agroforestería de las mujeres no hay miedo. Son bosques valientes. No tenemos miedo a las malas hierbas, porque vamos allí y las arreglamos, sabemos lo que tenemos que hacer. No nos da miedo la biodiversidad, los animales que vendrán, la diversidad del suelo, somos más atrevidas. Ellos lo simplifican todo.
Ocupar los espacios
Las mujeres están dispuestas a hacer esta disputa en los más diversos ámbitos de la sociedad: en sus familias, comunidades, movimientos, en la política institucional, en el mundo académico. En el Congreso Brasileño de Agroecología de 2017, por ejemplo, hubo un espacio oficial con el tema «memoria de la agroecología», integrado sólo por hombres. Como respuesta, las mujeres no sólo ocuparon este espacio llevando los nombres de varias mujeres que construyeron la historia de la agroecología, sino que también construyeron, en un espacio autoorganizado, una línea de tiempo de la historia de las mujeres en la agroecología. Este tipo de acción debe realizarse más ampliamente, incluso dentro del movimiento agroforestal, en los colectivos de mujeres que trabajan en las mingas.
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Las informaciones de este texto provienen de una sistematización de la actividad «Agroforestería, feminismo y agroecología: entretejiendo conocimientos y el quehacer de las mujeres». Las citas directas corresponden a las intervenciones de algunas mujeres que participaron en el evento. La actividad tuvo lugar el 26 de abril de 2022, de forma virtual, y fue organizada por la Marcha Mundial de las Mujeres de Brasil, el Grupo de Trabajo de Mujeres de la Articulación Nacional de Agroecología (GT Mujeres de ANA), la Red de Apoyo a las Mujeres Agroforestales (RAMA) y Mutirão Agroflorestal.