En Quebec, la militante feminista Marielle Bouchard se propuso como reto recorrer 1.000 kilómetros en bicicleta para protestar contra el feminicidio. El aspecto ambicioso de esta carrera era el plazo: completarla lo antes posible. Para Marielle, eso correspondía a tres días.
Si el proyecto nació del deseo de superar un reto personal en el ciclismo de ultradistancia, fue la fuerza de sus convicciones lo que la motivó a pedalear hasta el final.“Tenía mucha motivación, no sería por falta de ella que me rendiría”.
La idea se le ocurrió el pasado diciembre, siete meses antes de la carrera. El verano anterior ya había completado 500 km en la modalidad de ciclismo de ultradistancia y había sufrido dolores durante un largo periodo. Como tenía planeado duplicar esa distancia, no podía hacerlo sin una razón: «tendría que servir para algo».
La elección de pedalear contra el feminicidio
Para contextualizar, Marielle es una ciclista que tiene el hábito de pedalear regularmente, pero también trabaja y milita en la defensa de los derechos de las mujeres desempleadas, es decir, en la lucha contra la pobreza de las mujeres. Durante la crisis sanitaria, observó un fenómeno nuevo e inquietante. En más de una ocasión, cuando no estaba el tema de la pandemia, las mujeres le comentaban que temían por su vida. Le decían: “Realmente pensé que sería la próxima”.
Ser la próxima víctima de un feminicidio, de eso se trataba. En los últimos años se ha producido un aumento significativo del número de feminicidios, tanto en Quebec como en otras partes del mundo. Una de cada seis parejas vive en un contexto violento en Quebec. Para cada feminicidio, hay más de 16.000 mujeres que viven en un ambiente nocivo en el hogar.
Era necesario hablar de la violencia, del feminicidio, ahí estaba el punto de partida. Marielle quería ampliar los debates más allá del marco conyugal, con el fin de abordar las facetas que suelen permanecer ocultas. Así que optó por recaudar fondos para la Casa de Marthe [Maison de Marthe]. Esta organización comunitaria ayuda a las mujeres que quieren superar una situación de explotación sexual relacionada con la prostitución. En palabras de una mujer que frecuenta el espacio:
La Maison de Marthe es una luz en mi vida. Me enseña que estará a mi lado en mis momentos de locura y desesperación y que no soy la única que había perdido el rumbo. Otras mujeres como yo han sido pisoteadas y todas juntas estamos aprendiendo a levantarnos.
Cynthia Dionne, superviviente
La campaña de recaudación sirvió de estímulo para alcanzar el doble objetivo de los mil kilómetros en bicicleta: el objetivo personal de superarse a sí misma y el objetivo colectivo de promover un debate sobre el feminicidio.
¿Qué tan lejos?
Desde la ciudad de Quebec, Marielle tenía previsto recorrer mil kilómetros hacia la costa norte de Canadá para llegar a Natashquan. Esa ruta despierta la imaginación debido a los grandes desniveles que caracterizan la carretera, pero tiene especial relevancia porque la Costa Norte tiene una tasa de violencia doméstica significativamente más alta que otras regiones de Quebec. Además, la ruta atraviesa varias comunidades originarias.
Las mujeres indígenas están sobrerrepresentadas entre las víctimas de feminicidio y, sin embargo, se habla poco de ellas. En Canadá, representan una cuarta parte de las mujeres asesinadas, cuando constituyen el 4% de la población. Quebec no escapa a otros lugares del mundo donde el colonialismo y el racismo mantienen relaciones sociales desiguales. Las comunidades siguen experimentando las consecuencias intergeneracionales de las escuelas residenciales indígenas[1], mientras que las autoridades se resisten a utilizar las palabras “genocidio cultural” para describir la violencia y los abusos que sufren esas comunidades. Marielle quería escuchar lo que la gente en su camino tenía que decir sobre la violencia.
Día de la salida
Después de meses de preparación, el miércoles 27 de julio de 2022, a las 5:15 de la mañana, amigos y amigas, compañeras y grupos de mujeres estuvieron presentes para dar su apoyo a Marielle, pero también para debatir sobre la situación de los feminicidios en Quebec. Se hicieron declaraciones que provocaron conmociones e ira. Estas emociones se mezclaron con la gratitud y la admiración por Marielle, a quien desearon un buen viaje entonando la consigna “Ni una menos” [Pas une de plus!].
Ya sentíamos cierta preocupación, pero sobre todo confianza en sus capacidades y en sus convicciones. No le faltaba convicción. Se organizaron reuniones a lo largo de la ruta para motivarla a dos niveles: con ánimos y con indignación. Los encuentros suscitados por su viaje permitieron intercambios sobre el feminicidio, una cobertura mediática increíble, encuentros con personas en duelo, testimonios de historias injustas, relatos conmovedores. Las razones colectivas se multiplicaron en su camino para motivarla a seguir adelante.
Un pedaleo a su vez, un kilómetro a su vez
Marielle se había preparado bien, pero los desniveles, el calor, las rodillas doloridas y la deshidratación también se hicieron presentes en su camino. Al comienzo de la segunda noche, junto con el equipo técnico, tuvo que tomar la decisión de esperar más de diez horas a que se calmaran los vientos y las rachas de 50 km/h, porque en plena noche, bajo una intensa lluvia, lo que estaba en juego era su seguridad. Esa decisión suponía que el desafío se completara en el cuarto día y no antes del final del tercero, como estaba previsto. Fue el momento más difícil al que se enfrentó, pero nunca dudó de que llegaría hasta el final.
Marielle dosificó las pedaladas para mantener la intensidad adecuada y alcanzar la meta con seguridad, sin lesionarse. También estuvo atenta a responder a sus necesidades de hidratarse, alimentarse, protegerse del sol y repetirlo todo constantemente. Sus equipos técnicos estaban presentes para que no se olvidara de esos elementos esenciales y para garantizar su seguridad. Al fin y al cabo, nunca hacemos nada completamente solas.
De hecho, las personas que conocían su desafío y su lucha la apoyaron a lo largo de su recorrido. Grupos feministas e integrantes de la coordinación nacional de la Marcha Mundial de las Mujeres de Quebec hicieron un llamado a la movilización. Entre las reuniones que resultaron de la movilización, están las celebradas en la comunidad de Pessamit, donde Marielle disfrutó de inspiradores intercambios con Kathy Picard, del Consejo del Pueblo Innu de la Reserva de Pessamit [Conseil des Innus de Pessamit]. Picard expresó su deseo de que “las futuras generaciones [de mujeres indígenas] sean vistas por todos como seres humanos”. Le regaló a Marielle un vestido rojo, símbolo de las luchas de las mujeres indígenas y sus aliados para exigir una investigación sobre las mujeres y niñas desaparecidas. Así, le encargó la tarea de transportar el vestido rojo hasta el punto de llegada.
Objetivos alcanzados
Marielle consiguió completar los mil kilómetros en 66 horas y 22 minutos. ¡Una verdadera hazaña! El otro éxito es que, a nivel social, la gente habló de ella en las tres regiones por las que pasó y llegó a los medios a nivel nacional. La admiración por la hazaña de Marielle hizo que los medios trataran el tema que la motivó.
Más de un medio de comunicación mencionó los interesantes paralelismos que se pueden establecer con las mujeres atrapadas en situaciones de violencia. Vemos, por ejemplo, la conexión con ese camino lleno de trampas que se asemeja a lo que las mujeres tienen que afrontar. Así lo dijeron en la reunión inicial: «Las mujeres tienen que enfrentarse a las pruebas olímpicas para escapar de la violencia y, por desgracia, algunas no lo consiguen. Las situaciones de violencia requieren una vigilancia constante para garantizar la propia seguridad.
La entrevista para redactar este artículo tuvo lugar diez días después de que Marielle completara los 1.000 kilómetros, y su recuperación aún no es total. Está cansada y tuvo una gran necesidad de hidratarse y alimentarse durante 24 a 48 horas después de alcanzar su objetivo. El cuerpo puede aguantar mucho, pero también necesita tiempo para recuperarse. Una vez que se sale de una situación incómoda, las cosas no se quedan ahí, hay que adaptarse y encontrar el equilibrio.
¡Ni una menos!
Gracias a este desafío, se ha iniciado el debate, pero es necesario que continúe. Uno de los mensajes que Marielle reforzó durante su viaje es que un feminicidio nunca es realmente una sorpresa, sino la culminación de un proceso en el que deberíamos haber intervenido socialmente. Hay que intervenir de forma preventiva para evitar que haya una nueva víctima. Cada vez que se produce un feminicidio, es necesario cuestionar las estructuras.
Sin embargo, la experiencia existe, basta con escuchar a los grupos de mujeres que llevan más de 50 años arraigados en las comunidades. Esas organizaciones, que reciben el apoyo de las mujeres, a pesar de las dificultades, tienen propuestas concretas. Hay que ofrecerles los recursos y escuchar sus críticas para recuperar realmente la confianza.
Durante el recorrido, nos enteramos de la muerte de una nueva víctima de feminicidio, Audrey-Sabrina Gratton. No es un número más, es una persona con gustos, intereses, hábitos, amigos, familia… Un vacío provocado por un sistema que aún no ha conseguido frenar la violencia contra las mujeres. Contra todas las mujeres.
¡Seguiremos en marcha hasta que todas las mujeres sean libres!
[1] Una red de internados para niños indígenas que funcionó como sistema de asimilación y genocidio en Canadá. Hasta 1947 la asistencia era obligatoria, pero el Estado canadiense siguió arrancando a los niños indígenas de sus familias hasta gran parte de la década de 1970. Solo en 2008 el gobierno canadiense se disculpó oficialmente por esta política estatal que afectó a más de 150.000 niños indígenas en más de cien años.
____
Marie-Hélène Fortier forma parte de la Coordinación de la Marcha Mundial de las Mujeres de Quebec. Con información del sitio web de Le Soleil.