Periodismo, economía feminista y digitalización: la experiencia de Pikara Magazine

02/06/2023 |

Capire

En entrevista, María Ángeles Fernández habla sobre la publicación monográfica de Pikara sobre economía digital feminista

J. Marcos | Desplazados.org

Pikara Magazine es una revista feminista sediada en Bilbao, en el Estado español, que está en actividad desde noviembre de 2010. «Es un medio feminista que nació con la idea de ser una página web para publicar artículos que, hace 12 años, no tenían cabida en otros medios», explica María Ángeles Fernández, una de las coordinadoras de la revista.

Para María Ángeles, Pikara surge en un momento de necesidad de nuevos espacios para reflexionar e informar desde el feminismo. «Hablar que éramos feministas y que hacíamos periodismo feminista era una osadía grande. Siempre digo que esa necesidad de escribir cosas diferentes, en temas y miradas diferentes, también había de leerlo. Por eso, rápido tuvimos muy buena acogida por parte de las lectoras», explica. Pikara cruzó sus fronteras nacionales y regionales, y es actualmente leída por feministas de diversas partes del mundo, con énfasis en Latinoamérica.

María Ángeles participa de Pikara desde su principio: en el primer mes del proyecto, se incorporó como colaboradora externa, publicando sus textos y apoyando en la edición general como forma de activismo. En la entrevista concdida a Capire, María Ángeles habla sobre las estrategias actuales de comunicación de Pikara, especialmente sobre su reciente edición sobre economía digital feminista, publicada en inicios de 2023. La edición fue parte del proceso de reflexiones y aportes para el 8.º Congreso de Economía Feminista, que se celebró en Barcelona, Estado español entre 16 y 18 de marzo de 2023.

¿Cuál era la evaluación inicial y el propósito del grupo editorial en proponer una edición enteramente enfocada en el tema de la economía digital feminista? ¿Nos puedes contar un poco sobre los entrelazamientos con el Congreso de Economía Feminista?

La revista es online, pero sacamos productos en papel. Hacemos anuarios en papel de cualquier tema, como literatura o economía, pero también hacemos cuatro monográficos al año, en papel, de un tema concreto. Hace dos años, se celebró el 7.º Congreso de Economía Feminista en Bilbao. Nos hicimos un contacto para hacer un monográfico, para acompañarlas en ese Congreso, que se celebraba en la ciudad en la que vivimos. A raíz de esa experiencia, que fue muy positiva, este año nos contactaron para lanzarmos otra propuesta y hacer un monográfico acompañando al 8.º Congreso.

El monográfico se ha enfocado en el digital porque ya hicimos uno sobre economía feminista en general –y es verdad que, este año, la organización tenía una mirada un poco más en lo digital. En el primer monográfico, los textos eran más centrados en el concepto de cuidados, entonces ahora quisimos abordar la economía digital feminista, que también es un tema que nos preocupa y nos ocupa.

Tenemos absoluta libertad para trabajar los temas. Hicimos una reunión con la organización del Congreso para ver qué compañeras iban a participar y qué temas iban a abordar, pero también para que nosotras pudiéramos abordar cuestiones que queríamos hacer la crítica.

¿Cuáles aportes de la economía feminista a las luchas por nuevos paradigmas digitales destacarías? ¿Cómo ves que el feminismo está profundizando el debate sobre lo digital?

En los últimos años, el feminismo ha tenido muy clara la importancia de lo digital. Se ha hablado hace mucho tiempo de ciberfeminismo, y ha habido una teorización con muchos aportes también del tecnofeminismo sobre cómo la tecnología complejiza a los feminismos. Pikara nació en un momento de auge de las redes sociales, y eso sin duda ha ayudado a que sea más visible, llegue a otros territorios y tenga mayor proyección. No podemos ignorar eso, pero también tenemos que cuestionar. Por un lado, está el activismo feminista en redes sociales, pero también está luego la internet como mecanismo de control.

Hay una entrevista muy interesante de Thais Ruiz de Alda de DigitalFems, proyecto de análisis de datos con enfoque feminista. Ella habla sobre lo que nos roban en Internet, y explica para qué sirven esos datos. Hace un recorrido de todo este proceso de la industria de internet, cómo nació como un espacio de más igualdad y ha sido cooptado y controlado por determinados ejes de poder. Ella habla sobre qué herramientas existen y qué se está haciendo para quitar a internet esa hegemonía de las empresas. Hace dos o tres décadas, lo que la internet parecía poder aportar cada vez está siendo más arrinconado.

Estamos caminando hacia una economía digitalizada. Eso está impactando los cuerpos de las personas más vulnerables –que coinciden con las mujeres migrantes y racializadas– tanto en la hora del trabajo, si pensamos en aplicaciones para contratar a trabajadoras del hogar, como si pensamos sobre de dónde vienen los recursos extractivos para generar electricidad.

¿Puedes hablar más sobre cómo estos ejes –el trabajo y el extractivismo– se actualizan en términos de digitalización?

Hace dos años, en una conversación con colegas, vimos como las plataformas estaban sirviendo como una nueva fuente de empleo. Uber es un ejemplo, con explotación laboral, falta de derechos, pero que estaba generando a la vez muchos nuevos empleos muy precarios, sin espacio para la lucha sindical o para la unión de trabajadores.

Vemos cómo eso se dio con las trabajadoras del hogar. En el Estado español, las que se encargan del trabajo del hogar y de cuidado son mujeres migrantes, muchas veces sin papeles, lo que hace que estén en una situación bastante vulnerable y precaria. Se crearon plataformas en las que no había ninguna responsabilidad, y que unían a estas mujeres que necesitan un empleo para vivir y a gente que necesita alguien que le limpie su casa o que cuide a sus personas dependientes. Esas plataformas estaban degradando esos trabajos, porque no había un empleador o una empresa que te contratara, a los que se puede reclamar derechos. Es una plataforma que opera no sabemos dónde. Por otro lado, se generaban alternativas: así como se generan esas plataformas de precarización y pérdida de derechos, también se generan otras con la lógica del cooperativismo, en que las propias trabajadoras se unen para hacerlo ellas mismas, teniendo el control de la aplicación o tecnología de enlace.

De hecho, recientemente sacamos un reportaje en la web de Pikara sobre una cooperativa brasileña llamada Señoritas Courier, de trabajadoras de reparto, que expone cómo tratan la lógica de la horizontalidad y del cuidado de los derechos laborales, y cómo hay que observar las exclusiones desde el ámbito de personas racializadas y personas trans.

Y luego está la parte del extractivismo. Tenemos la imagen de que leer una revista o libro online no tiene impacto, pero tiene mucho. El online necesita electricidad: para encender un ordenador, para mandar un mail, para hacer una videollamada, para descargar un archivo. Ese flujo de información y de movimiento cada vez mayor es físico.

Querer estar online tiene un impacto físico, es material. Lo que pasa es que está lejos de nuestros ojos y no lo vemos, pero hay centros de datos que necesitan mucha electricidad para que estén fríos y funcionando.

Son máquinas enormes en centros de ordenadores funcionando 24 horas todos los días y manejando millones de informaciones. ¿De dónde proviene esa energía? ¿En qué condiciones? ¿De qué territorios? ¿Y quién controla nuestros datos? Dependemos de la tecnología para cualquier cosa de la vida, desde hacer una entrevista hasta comprar una entrada de cine, un libro, o hacer un trámite bancario administrativo.

Hemos creado nuestro propio medio para no depender de las grandes empresas periodísticas del Estado español, de los señores que te dicen si tal titular tiene que ser así o si tal tema importa o no. Pero estamos, al final, en manos de unos señores estadounidenses ricos y racistas. Les estamos alimentando nosotras, usando sus herramientas, y estamos en sus manos, con sus decisiones sobre el algoritmo, por ejemplo.

¿Crees que mirar a esta materialidad del digital es estratégico para repensar las estructuras sociales en general?

Yo creo que sí. El momento en que estamos es de transición económica y energética mundial –a diferentes velocidades en algunos territorios. En el Estado español, estamos en la transición a las energías renovables. Pero, si la transición se hace sin cuestionar el consumo, de dónde viene la energía y si hace falta tal nivel de consumo, no estamos haciendo una transición. Estamos haciendo un cambio de tecnología, pero no estamos cuestionando la estructura que nos ha llevado a un sistema de colapso. Estamos usando nuevas formas de comunicarnos, pero sin cuestionar qué hay detrás.

Hablar de estos impactos es hablar de geopolítica. Lo que ha pasado en Perú y otros territorios no es casualidad, señala muy bien donde está el triángulo del litio y los conflictos por el control de esos recursos. En el Estado español está habiendo un auge minero en los últimos cinco años, es brutal. Estamos en un nuevo proceso de ampliación de las fronteras extractivas. Eso tiene que hacernos cuestionar nuestro modo de vida. Ya no podemos mirar por otro lado. Como feministas y como periodismo feminista que cuestiona los ejes de poder, hay que cuestionar toda la lógica que está detrás de estos impactos. Son puras empresas capitalistas, conglomerados cada vez más grandes y en pocas manos que van a decidir toda nuestra vida, nuestra información, nuestros datos, nuestras conversaciones, nuestros gustos, nuestros consumos.

La comunicación feminista camina junto al tema de lo digital, pero también está relacionada a la economía feminista y su propuesta de transformación. ¿Cómo podemos producir una comunicación que acompañe y fortalezca ese horizonte de superación del capitalismo digital?

Creo mucho en el periodismo como una herramienta de contrapoder, cuestionando todos los ejes de poder económicos, patriarcales, racistas. Por eso, creo que hacer periodismo feminista es hacer mejor periodismo: porque amplia la mirada y las críticas que hacen al sistema, amplía las preguntas y los horizontes. Creo que el tema de la economía digital es un poco eso: tener claro todos estos ejes de poder económicos que están detrás para replantearnos, y ver que nada es neutro, nada tiene impacto cero. De hecho, la inteligencia artificial es un tema que no se controla absolutamente, pero las personas de todo el mundo dicen «vamos a parar esto, que se está haciendo muy rápido y hay que pensar las implicaciones».

¿Cuáles son los retos actuales y los próximos caminos de Pikara?

Hubo un auge de visitas y lecturas de la revista en el momento más duro de la pandemia, que aquí fue en la primavera de 2020, en que estuvimos encerradas en casa. Eso luego ha traído como rebufo una saturación de consumo de lectura. Hemos estado el año pasado en una baja de lecturas. Al principio teníamos temor por nosotras, pero luego, hablando con colegas de otros medios, vimos que es algo generalizado: la gente lee mucho menos. Pero, por otro lado, tenemos más socias que nunca manteniendo nuestro trabajo.

Facebook era la red en la que la gente más leía, y las otras redes como Instagram no son redes de lectura, son de ver fotos. Aunque tengamos más seguidoras ahí, o se dén más likes o se compartan las imágenes e historias, al final no se generan lecturas en la web. Esa es una de mis hipótesis. Lo que estamos tratando de hacer es un contacto más directo con las lectoras a través de los mailings de boletines, el canal de Telegram. Hacer los monográficos en papel también es una forma de hacerlo. Es buscar otras formas de llegar.

A la gente, digo que lean, porque es fundamental. No hay que leer todo, pero siempre hay temas que te pueden gustar. En un mundo veloz en el que estamos, tener espacio para leer siempre es un placer y una necesidad.

Es un momento de intimidad de una con el texto, sea una novela, un ensayo o el periodismo. Yo creo que hay que reclamar esos espacios de soberanía propia, de «soy yo la que decido lo que voy a leer, no lo que me aparezca por delante». Creo que también es una pequeña ruptura con el sistema. A veces la vorágine de la vida nos lleva a otros caminos.

Entrevista por Helena Zelic

Artículos relacionados