Separar la línea que une la pobreza a las mujeres en Irak

08/04/2021 |

Por Marcha Mundial de las Mujeres de Irak

La Marcha Mundial de las Mujeres de Irak propone una reflexión sobre el neoliberalismo, la opresión contra las mujeres y la pobreza.

Photo/Foto: Taybah Saad

 La pobreza es esa línea que se traza con minuciosidad según las especificaciones y comparaciones internacionales. A través de ella podemos, mediante analogías, medir el sufrimiento y la escasez que, reflejados en nuestra vida cotidiana, reducen el nivel de vida de las personas. La pobreza es la incapacidad de satisfacer el mínimo necesario para un nivel de vida digno. Es lo que proyecta la sombra y alumbra la frontera de la privación o del mínimo sostenimiento diario, asemejándose a un gotero.

Las mujeres no se salvan de esta pobreza, por el contrario, son las más vulnerables. La pobreza no afecta sólo a un género, ya que son muchas las mujeres que atraviesan la línea de la pobreza, sus sucesivas curvas, van y vienen en largas travesías o superan gráficos con líneas tortuosas para mantener el pulso de la respiración.  

El dilema de las mujeres acecha la línea de los dilemas de la sociedad. En las sociedades neoliberales, la maquinaria mediática imperialista y las autoridades locales legitiman reiteradamente la discriminación sexista. Cada vez hay más crisis sociales y económicas, que se mantienen fuera de la vista o distorsionadas para mantener a las mujeres al margen de las cuestiones sociales, especialmente las que tienen raíces de clase. Las mujeres existen en lo social y sus problemas no se alejan de los problemas de la sociedad «hipotecaria», con vínculos dependientes de las relaciones de producción, del modo de producción imperante y de las culturas dominantes.

En cada ocasión, el régimen presenta diversos argumentos y medios para crear un terreno adecuado para la continuación de las leyes reaccionarias. La pobreza impone a las personas restricciones de percepción y una perspectiva miserable de lo que el individuo puede ser, especialmente si se utiliza la religión para justificar el fenómeno de la pobreza, como si fuera la voluntad divina. La confianza religiosa pertenece a quienes tienen el poder, con el objetivo de mantener la pobreza, mantener a los pobres satisfechos con la realidad al servicio del capital. Se trata de un crimen, un atentado contra el ser humano, ya que algunos de estos aspectos pasan a ser aceptables para las propias mujeres. El fenómeno de la opresión de las mujeres no surgió como una emergencia y no puede mantenerse sin el interés de las clases autoritarias. Esto se refleja en la forma en que se organiza el sistema económico social.

La opresión de las mujeres comienza con la división del trabajo entre mujeres y hombres y entre familias. A lo largo de la historia, se define la condición de la mujer poniéndola en un segundo plano. De ahí derivan los conflictos de clase y la desigual división de responsabilidades entre hombres y mujeres, lo que pone de manifiesto la opresión y el lugar que ocupan las mujeres en la sociedad. La pobreza, concretada en la realidad de la vida, pasa a ser propiedad de las mujeres, que siguen sufriendo la barbarie del capitalismo. Es un modelo que construye una economía aislada de la humanidad, y ve el sufrimiento de la gente como una cuestión abstracta. Lo más importante para él es la acumulación de capital.

El neoliberalismo sigue dispuesto para servir a los ricos en detrimento de los pobres y a transformar al pueblo en un objeto. Su esencia es el intercambio de mercancía con mercancía y no la relación entre personas. Hoy en día, las mujeres sufren la falta de acceso a los espacios de producción en nuestros países árabes y magrebíes, donde la producción es casi inexistente y se limita a la industria liviana y complementaria. Las mujeres viven una intensa competencia por las oportunidades en el proceso de producción, y ven afectados sus vínculos y comportamientos, según su posición en la relación de producción. Se convierten en prisioneras de la realidad, girando en una espiral de subempleo. La discriminación se hace explícita en el mercado laboral del capitalismo, lo que se verifica en los salarios y en el tipo de trabajo formal que se ofrece a las mujeres.

La brecha entre hombres y mujeres a la hora de competir por un puesto de trabajo en el sector privado se manifiestan en la necesidad de tener ya un vínculo con los empleadores, que generalmente son hombres. Es imposible competir por los puestos de trabajo en las pequeñas empresas, porque están a merced de los grandes empresarios que tienen más capital. Debido a la falta de conocimiento, muchas trabajadoras no están organizadas en sindicatos que podrían proteger sus derechos. Por ello, el número de mujeres en los sindicatos aún es reducido.

No hay una solución aislada para los problemas de las mujeres, que se presentan en tantos niveles, sin instituir un sistema social alternativo para alcanzar sus demandas, sus derechos y conquistar la libertad. Esto requiere que los movimientos sociales de la clase trabajadora sean fuertes y, desde las fuerzas progresistas y socialistas con la participación de las mujeres, organicen los esfuerzos, energías y la resistencia para construir una sociedad humana sin clases, basada en la igualdad y la justicia social.

____________________________________________________________________________

El artículo es de la Marcha Mundial de las Mujeres de Irak y se publicó originalmente en Sairat Journal, el blog de la MMM en la región MENA (Medio Oriente y Norte de África)

Traducido del portugués por Capire.

Texto original en árabe.

 

Artículos relacionados