El recorrido de los pueblos de las Américas hacia el socialismo

08/02/2024 |

Por Irene León

En su ponencia en la Conferencia Dilemas de la Humanidad, Irene León rescata procesos fundamentales para la integración regional en Latinoamerica y Caribe

La creación de condiciones para una transición hacia el socialismo es y ha sido incesante y desafiante. Aún así, esbozaré aquí una brevísima línea de tiempo, para dar cuenta de algunos de los hitos más relevantes de este inicio de siglo, en esta región que está en pleno movimiento. Pero antes de abordar esta fase, voy a evocar algunos hechos del siglo pasado, ineludibles, porque nada puede explicarse en la región sin mencionar que, hacia finales de los años 1950, Cuba encendió una luz que aún ilumina las perspectivas de cambio en el continente y en el mundo. Su propuesta está vigente y su experiencia es un testimonio de la posibilidad histórica de dejar atrás el capitalismo y sus crisis, así como de la viabilidad de construir un proyecto socialista a gran escala.

A inicios de los 70, el gobierno de la Unidad Popular en Chile permitió visualizar la probabilidad de llegar al poder de manera pacífica y postular por cambios estructurales. A la vez, evidenció que se trata de una disputa de amplio espectro, pues el revés que sufrió el proceso de construcción socialista de Salvador Allende no solo afectó a Chile sino al mundo entero. El golpe de 1973 inauguró el laboratorio del neoliberalismo, modelo excluyente que marcó las reglas de juego del mercado total como aspiración imprescindible para el reposicionamiento del capitalismo, que persiste en el escenario mundial hasta ahora.

Hacia finales de esa misma década en Nicaragua, tras la destitución del dictador Anastasio Somoza, el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) llegó al poder en 1979 con una agenda de cambios estructurales y de redistribución. Eran años en los que se libraron sendas de luchas por el socialismo en Centroamérica. En las décadas de los 1970, 1980 y hasta avanzados los 1990, en Guatemala y El Salvador se dieron batallas heroicas, no solo porque ocurrieron en condiciones desiguales, sino porque colocaron aspiraciones de victoria y encendieron un proceso que condujo, ya en este siglo XXI, a la llegada al poder del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional en El Salvador, que también constituye un aporte para las transformaciones de proceso que se siguen disputando en la región.

En los años 80 en Haití, la Revolución Lavalas (‘avalancha’ en creole)  desplazó del poder a Jean-Claude Duvalier y con ello derrotó a una dictadura que se instaló en ese país por más de 25 años, pasando de padre a hijo. El gobierno de Jean Bertrand Aristide planteó una gama significativa de cambios en un contexto muy complejo, entre ellos la pacificación del país y la soberanía. Asimismo, en esas tierras caribeñas de grandes proyectos de independencia, Granada levantó aspiraciones de socialismo, con la victoria en 1979 del Movimiento Nueva Alianza por Bien-estar, Educación y Liberación [New Joint Endeavor for Welfare, Education, and Liberation – New Jewel], liderado por Maurice Bishop. Despuntaron ahí cambios socioeconómicos que incluían la igualdad de las mujeres y una reorganización del Estado que fue frustrada por un golpe de Estado y el asesinato de Bishop en 1983.

En la década de los 1990, con la globalización entronizada, el movimiento campesino llevó al mundo una postura crítica sobre la descomunal mercantilización. La Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo (CLOC) y La Vía Campesina impulsaron una agenda de resistencias ante la pretensión de colocar los derechos comerciales por encima de los derechos de los pueblos, que se fraguaba en la Organización Mundial de Comercio (OMC).  Con el lema de “mantener la agricultura fuera de la OMC” concurrieron a Hong Kong, a Cancún y a todos los lugares donde se reunía la OMC. Expresaron su desavenencia ante la irrupción de las corporaciones transnacionales y del capital financiero en los procesos de producción y distribución alimentaria, que no sólo implicaba la desaparición del campo como entidad social y cultural, sino también la profundización de las desigualdades y del hambre. En contrapartida, propusieron el concepto de soberanía alimentaria, que es una solución endógena y de sostenibilidad.

Los movimientos populares y sociales tuvieron gran protagonismo en la producción de alternativas al neoliberalismo a finales de los 1990 e inicios de los 2000.  El nuevo siglo amaneció con una movilización feminista e internacionalista contra la pobreza y la violencia levantada por la Marcha Mundial de las Mujeres, que colocó además ideas para desmontar las estructuras patriarcales como parte de la concreción de los cambios societales.

En 2001, Brasil fue sede del Foro Social Mundial, inicialmente como una instancia alternativa al Foro Económico Mundial de Davos. Con su lema “otro mundo es posible”, concitó presencias multisectoriales y debates abiertos. Pronto se convirtió en un convocante laboratorio mundial de alternativas. Por su parte, el Foro Social Américas, con sede en Ecuador, acorde con el contexto de cambios que vivía la región, tuvo gran relevancia como espacio de debates, concertación e incluso iniciativas estratégicas.

En esos mismos años, se expresó una significativa cohesión popular y social en torno a la resistencia al neoliberalismo, especialmente frente al libre comercio y contra el proyecto hemisférico que Estados Unidos planteaba para la región: el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), que proyectaba una reestructuración económica bajo su liderazgo y control. Esas resistencias resultaron en una victoria histórica, que marcó un hito en la visibilidad de las alternativas y de las pautas para la construcción de procesos de transición al socialismo que se hicieron patentes en los tres primeros lustros del siglo XXI.

Pero antes de abordar los contenidos de esas propuestas de transición, es ineludible mencionar el Caracazo de 1989, que constituyó una movilización pionera contra el neoliberalismo. El pueblo venezolano en las calles expresó que la exclusión socioeconómica que acarreaba el neoliberalismo era inaceptable para los pueblos, y encendió una luz que a finales de los 1990 alumbró ideas para delinear el socialismo del siglo XXI.

La Revolución Bolivariana que se inició en 1998 colocó una propuesta de cambios pacíficos y produjo conceptos significativos: las revoluciones constitucionales, la democracia participativa y protagónica, la refundación del Estado, el socialismo feminista, la dialéctica entre lo local y la construcción de un mundo multicéntrico y pluripolar, entre otros. 

La metodología de una elaboración constitucional con participación del pueblo para refundar el Estado fue un aporte que inspiró los procesos de cambio de otros países. En el segundo quinquenio del siglo XXI, Bolivia, de la mano del Movimiento al Socialismo (MAS) y con el liderazgo de Evo Morales, emprendió su revolución democrática y cultural a partir del 2006, y se refundó constitucionalmente como Estado plurinacional. En 2007, emergió el proceso de la Revolución Ciudadana en Ecuador, que produjo la Constitución del Buen Vivir (2008) que contiene una propuesta de cambios de largo alcance.

En Brasil, el Partido de los Trabajadores llevó a Lula al poder en 2003: despuntó el progresismo, una alternativa redistributiva, de cambios para Brasil y una propuesta geopolítica de articulación del Sur con gran perspectiva histórica. También en 2003 en Argentina llegó al poder Nestor Kirchner, de Frente para la Victoria, que introdujo significativos cambios socioeconómicos y políticos en su país y realizó aportes históricos al proceso de integración regional. Similares procesos se inscribieron con el asenso al poder del Frente Amplio con Tabaré Vazquez (2005) y ulteriormente Pepe Mujica (2010) en Uruguay, mientras en 2008 Paraguay se inscribió en la línea de los países de cambio con Fernando Lugo, de Frente Guasú. En Honduras, Manuel Zelaya (2006), proveniente de un ala progresista del partido liberal, se sumó a las dinámicas de cambios.

En esta breve e incompleta reseña de un abigarrado proceso, es de rigor colocar la centralidad de las propuestas de integración regional, que salen a la luz luego de la inviabilidad del ALCA, en 2005. Cronológicamente, surge la Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestramérica (ALBA), que resultó de las resistencias de los pueblos y del encuentro entre dos grandes: Fidel y Chávez, que hicieron confluir la experiencia de internacionalismo y perspectiva de humanidad postulada por la Revolución Cubana con la visión geopolítica bolivariana de Patria grande, para levantar la aspiración de la integración latinoamericana y del Caribe como el gran proyecto histórico regional del siglo XXI.

La Alternativa, ahora Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestramérica – Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP) es la más relevante propuesta antisistémica que se ha concebido en esta parte de la historia. A más de la gran proyección de compartir una perspectiva económica, política, cultural y otros, refiere a la transformación conjunta de la región, que podría crear condiciones para una transición al socialismo. Su agenda estratégica comprende enfoques productivos e iniciativas de intercambio susceptibles de generar procesos de desconexión del capitalismo, interrelacionados a su vez con una perspectiva geopolítica del Sur y de un mundo multicéntrico y pluripolar.

Asimismo, la Unión de Naciones del Sur (UNASUR, 2004) se levanta como un proyecto de soberanía de América del Sur, de cuya perspectiva de articulación endógena, a más de la sostenibilidad regional, podría resultar la creación de un polo para la articulación geopolítica del Sur, con capacidad de interlocución en la construcción de un mundo multipolar. Por su parte, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) se crea como un mecanismo de interlocución política de los 33 países de la región, con capacidad para representar a la región en su relación con otros bloques y propiciar intercambios y proyectos de desarrollo.  Entre los primeros logros de la CELAC, figura la declaratoria de la región como zona de paz. Sostiene cumbres y planes interregionales con China, la Unión Europea y otros.

Estos son algunos componentes de una arquitectura de integración que se levanta como una posibilidad de futuro, en medio de la diversidad política y de distintos proyectos económicos. Es una propuesta que dialoga con la creación de instancias de coordinación o proyectos conjuntos del Sur global, como es el caso de los BRICS+ y otros.

La integración regional soberana planteada en el escenario regional tiene la singularidad de erigirse como un proyecto histórico, por eso es distinta de los bloques que se articulan solo en torno al libre comercio.

Irene León

La perspectiva de soberanía y diversidad incluye dinámicas que resultan de los procesos de cambio socialista y de desconexión del neoliberalismo y del capitalismo. En esta línea, en la segunda década del siglo XXI varios países se retiraron del CIADI (organización del Banco Mundial), contestaron las instancias de arbitraje internacional del poder corporativo, levantaron iniciativas para una arquitectura financiera regional, concibieron instancias soberanas de seguridad y defensa, de ciencia y tecnología e iniciativas culturales de gran proyección.

En la Latinoamérica y el Caribe del siglo XXI, se sembraron ideas para instituirnos como una potencia anticapitalista, con otras formas de producir y reproducir la vida, colocando la vida en el centro, desplazando el sesgo histórico de organizarlo todo en función de la reproducción del capital, que ha tergiversado la convivencia humana desde hace siglos.

Irene León

Colocar la vida en el centro es la respuesta más anticapitalista y de transición al socialismo que se ha propuesto en estos tiempos. Es una perspectiva de cambios sustantivos,  proveniente de una conjunción entre un enfoque feminista, con corrientes de la economía para la vida y otras perspectivas de sostenibilidad que a estas alturas son impostergables.

En este tercer decenio del siglo XXI, en un contexto también atañido por la

restauración conservadora, marcado por el surgimiento de redes de extrema derecha, interrelacionadas  conlos poderes fácticos del capitalismo global que bregan por una recomposición sistémica, la región latinoamericana y caribeña presenta una importante disputa por las orientaciones de las sociedad, gracias a un acumulado de perspectivas transformadoras y un acopio de experiencias con amplias posibilidades de proyectarse hacia un futuro de cambios.

Aún en un contexto de alta intensidad como el presente, la región tiene suficientes elementos para crear condiciones para disputar los sentidos de futuro. La estrategia para lograrlo la enunció Chávez: unidad, lucha, batalla y victoria.

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Irene León es socióloga ecuatoriana, integra la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad. Este texto es una edición de su ponencia en la etapa regional de la Conferencia Dilemas de la Humanidad, ocurrida en Santiago, Chile, en septiembre de 2023.

Edición por Helena Zelic

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