En América Latina y el Caribe, las ofensivas del capital sobre la vida de las mujeres exigen, en respuesta, la organización colectiva y la reflexión feminista. La Red Latinoamericana de Mujeres Transformando la Economía (REMTE) es fruto de esta necesidad. Desde 1997, la organización ha desempeñado un papel fundamental para plantear y organizar una visión común de la economía feminista en la región, desde la confrontación con la economía dominante. Y es a partir de los enfrentamientos del presente, atravesado por una pandemia que ha transformado nuestras sociedades, que, en marzo de 2022, Remte y la Marcha Mundial de las Mujeres publicaron un nuevo libro, Economías transformadoras en clave feminista.
Economía feminista
La economía capitalista, racista y patriarcal se vale de las herramientas corporativas y de la guerra para mantenerse vigente. Lo que estamos viviendo hoy es el resultado de un largo proceso de colonización, imperialismo y militarización, basado en relaciones de poder y en la explotación del trabajo, los cuerpos y los territorios de las mujeres, la población afrodescendiente y el Sur global. La desigualdad, la pobreza, el hambre, la violencia y la crisis climática son algunos resultados de este modelo. La economía capitalista y su afán de acumulación no son compatibles con la vida. Son, más bien, instrumentos de destrucción.
En la lucha por un mundo más justo, las mujeres feministas proponen y practican una economía que pone la vida en el centro. La economía feminista es una apuesta política de las mujeres en movimiento, que comprenden que somos interdependientes entre nostros, ecodependientes respecto a la naturaleza, y que sostener la vida es una tarea que va mucho más allá de lo que se considera “trabajo productivo”. La economía feminista nace de prácticas y conceptos que priorizan la sostenibilidad de la vida, que visibilizan y proponen reorganizar el trabajo de cuidados, y está relacionada con agendas como la soberanía alimentaria, la desmilitarización y la justicia ambiental.
Un análisis central para las mujeres que ponen en práctica la economía feminista es el de la centralidad del conflicto capital-vida, es decir, la violenta disputa entre el modelo capitalista y la vida misma. Es imposible sostener la vida en una sociedad basada en la mercantilización y la privatización. Durante la pandemia de COVID-19, este debate se profundizó: por un lado estaba la emergencia sanitaria y de la vida, sostenida principalmente por las mujeres; por otro, las ganancias corporativas, las patentes, la sobrecarga de trabajo.
El libro
Economías transformadoras en clave feminista está disponible para leer en español. La publicación es el resultado de los debates celebrados en las reuniones virtuales de Remte durante 2020. Para las organizadoras, la pandemia “nos distanció pero al mismo tiempo nos estimuló a repensar nuestro mundo y reflexionar sobre nuestros aportes, propuestas y caminos hacia la emancipación”. La presentación del libro se realizó de forma virtual, con la participación de Cristina Carrasco Bengoa y Zaloa Pérez.
Actualmente, en la red se articulan mujeres de siete países de América Latina: Bolivia, Brasil, Chile, Venezuela, Ecuador, México y Perú. El libro recoge textos de Magdalena León, Nalu Faria, Alba Carosio, Rosa Guillén, Miriam Nobre, Ivonne Farah, Patricia Amat y Tamy Imai Cenamo. También participaron en los debates Graciela López, Tica Moreno, Maritza Alva Maycock, Sara Román Esquivel y Lídice Ramos Ruiz.
En la presentación, Magdalena León, economista feminista ecuatoriana y fundadora de Remte, explica que el propósito de la publicación es apoyar la construcción de un pensamiento propio a partir de la experiencia de las mujeres latinoamericanas, una construcción que no se puede desvincular de los procesos y dinámicas colectivas.
La idea de que una economía alternativa tiene como eje las necesidades esenciales, la generación de condiciones de vida en igualdad, la protección de los sistemas de vida de los que somos parte, la interdependencia, la cooperación y la solidaridad en el marco de relaciones equilibradas a todas las escalas, atañe por igual a la producción y a la reproducción. Similares conexiones entre producción y reproducción comportan las prácticas y realidades económicas protagonizadas por mujeres que, aunque subsumidas por el capitalismo dominante, se ubican en esa línea de alternativas, y que son el germen de la transformación que el mundo admite como necesaria e inaplazable. Es en este contexto de búsquedas y debates sustantivos que cobra especial importancia el acopio y difusión de experiencias y propuestas transformadoras de economía feminista en la región.
Los artículos aportan reflexiones sobre la economía feminista y su relación con la agenda del mercado, la soberanía alimentaria, la economía solidaria, los bienes comunes, la agroecología y la propia agenda e historia de Remte. Todos estos temas se entrelazan de acuerdo con las resistencias a la ofensiva capitalista en los territorios, como expone Patricia Amat en su artículo, donde afirma que “en nuestros países, esta emergencia y reivindicación de los bienes comunes no puede estar desligada del lugar histórico que ocupan nuestros países en la división internacional del trabajo, que ha reprimarizado las economías de la región luego del intento desarrollista de los sesenta”. Estas reflexiones son fruto de los espacios de discusión regionales de Remte, y también de las experiencias de organización y lucha local de la militancia feminista en las zonas rurales y urbanas. El cuestionamiento feminista sobre el poder del mercado en la vida común tiene una historia que, en las Américas, se mezcla con la historia de las luchas de la izquierda contra el libre comercio.
Como expresiones de la lucha de las mujeres en contra un sistema global, los feminismos latinoamericanos y caribeños siempre han cargado una importante dosis de internacionalismo. A lo largo de todo el siglo XX, distintas organizaciones de mujeres han desplegado luchas que, ancladas en las necesidades locales, fueron también capaces de tejer alianzas de solidaridad entre movimientos de países vecinos. En un primer momento, estas redes se ocuparon principalmente de temáticas como el aborto, el combate a la violencia patriarcal y la salud de las mujeres. El surgimiento de redes de militantes feministas conglomeradas alrededor de debates económicos, por otro lado, se produjo hasta la mitad de los años 90, cuando la aplicación de políticas de austeridad fiscal y la propuesta de creación del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) pusieron en evidencia la importancia de traer la economía para el orden del día de los movimientos de la región.
Tamy Imai Cenamo
En los tiempos actuales, marcados por el avance del mercado y las políticas neoliberales, la economía feminista se fortalece como herramienta de transformación antisistémica. La pandemia de coronavirus puso de manifiesto el trabajo de cuidados que realizan fundamentalmente las mujeres. Últimamente, los cuidados son objeto de debate en nuevos ámbitos de la sociedad. Pero la propuesta feminista de ampliar el significado de «trabajo» y reorganizar radicalmente los cuidados en la sociedad no se puede reemplazar por perspectivas vacías sobre el cuidado, capturadas por el mercado y marcadas por el individualismo y la explotación. Para Nalu Faria, de Brasil, “el cuidado debería ser un asunto de todos, no sólo de las mujeres. Pero la realidad concreta consiste en que son las mujeres las principales responsables de los cuidados, ya sea en el hogar o en los servicios ofrecidos en el mercado, el Estado o la comunidad. (…) La construcción respecto a la invisibilización y naturalización del trabajo doméstico y de cuidados, está anclada en el control y la alienación de los cuerpos de las mujeres. De sus cuerpos se extrae la energía para un trabajo sin fin, que requiere disponibilidad permanente”.
Frente a esta intensificación del conflicto entre el capital y la vida, el movimiento feminista encuentra caminos de reconstrucción afirmando la solidaridad, el antirracismo, la justicia ambiental y la agroecología. Así escribe Ivonne Farah, de Bolivia:
Este es el momento de la solidaridad, del feminismo y del ambientalismo; es el momento de convertir sus críticas e impugnaciones al sistema capitalista en argumentos y propuestas a favor de la sostenibilidad de la vida humana y natural, poniendo frenos a la incesante e irracional finalidad del lucro privado. Es también el momento del reavivamiento de la convivialidad, revalorización de los lazos de proximidad y comunitarios, y de su articulación a la lucha contra las desigualdades sociales multidimensionales, sobre todo las de género. Es bajo esos parámetros que hay que trazar rumbos para orientar los necesarios desplazamientos estratégicos hacia una economía transformativa, y construir un futuro diferente, ya que es el mismo capitalismo el que constituye el límite de esa posibilidad y finalidad.