Desafíos del feminismo: entre la cooptación liberal y los ataques conservadores

02/06/2022 |

Por Nalu Faria

Un gran desafío para el feminismo popular es posicionar con más fuerza el cuestionamiento global del modelo actual y la visión de una nueva sociedad

Isadora Mendes, 2019

Es innegable que hoy en día atravesamos un crecimiento del feminismo en varios sectores. Este crecimiento ha dado lugar a un conjunto de agendas que lograron ser adoptadas por la sociedad, trascendiendo a los movimientos feministas organizados.  En lo que se refiere a los movimientos feministas, existe una  multiplicidad de agendas y sectores, pero también hay significados  comunes y convergentes. Algunos de ellos son: el reconocimiento de la dimensión patriarcal y racista del capitalismo; la necesidad de enfrentar los rasgos androcéntricos del modelo actual; la importancia de defender la diversidad sexual y la disidencia; la necesidad de construir otros valores y formas más democráticas y horizontales de ejercer el poder; la lucha contra la violencia; la lucha por el derecho al aborto; reconocimiento de la agenda de cuidados; y la necesidad de autoorganización de las mujeres.  Creemos que este conjunto de significados son parte de los éxitos del  movimiento feminista y su capacidad de incidir e incidir en el conjunto  de la sociedad y de los espacios de elaboración como las universidades.  Por otro lado, esto también trae desafíos y contradicciones.

Parte de estos desafíos y contradicciones está en el campo de las  diferentes expresiones del movimiento feminista, es decir, la pluralidad  de posiciones que expresan diferentes formas de abordar la agenda  política y dar sentido al feminismo. En términos generales, podemos  decir que una primera división sería entre: los sectores que apuestan por la necesidad de una transformación general de la sociedad; y, por otro lado, un feminismo liberal que no está preocupado por estas transformaciones estructurales, centrando sus perspectivas en los derechos individuales.  Más allá de estos desafíos, tenemos la ofensiva de los sectores de  derecha, que se despliega en dos pilares: el de la cooptación y pseudo  incorporación del feminismo, que llamamos maquillaje lila; y, por otro lado, ataques neoconservadores de extrema derecha.

Es muy necesario que el debate entre nosotras y la definición de un proyecto político se base en un feminismo antisistémico. La referencia a lo antisistémico parte del entendimiento de que el modelo actual es capitalista, heteropatriarcal, racista y colonialista. Es, por tanto, una visión de la imbricación de las diversas formas de opresión.  Entendemos que solo será posible desmantelar este modelo si  simultáneamente logramos superar este conjunto de relaciones. Además, es  importante subrayar la lógica de acumulación que  organiza este modelo y se sostiene gracias a que este conjunto de  opresiones. Es fundamental mirar las bases materiales de la dinámica que  impone este modelo.

En nuestro proceso nos hemos definido como constructoras del feminismo popular. Pero hay que decir que estamos en un momento en que  varios sectores que se inscriben en esta definición también sienten la necesidad de afirmar sus singularidades.  Así, tenemos el feminismo campesino y popular, el feminismo  comunitario, el feminismo negro, entre otros, que se articulan en unidad  y también elaboran sus propias agendas y perspectivas.

La construcción de sujetos políticos como protagonistas de las transformaciones sociales es lo que garantiza que éstas sucedan.  Esto lleva a comprender y practicar la autoorganización como hilo  conductor de las luchas, determinante para la autoemancipación de todos  los pueblos oprimidos.

El lugar de las mujeres en la división social, sexual y racista del  trabajo es lo que explica su necesidad de protagonismo como sujetos  políticos. Las mujeres necesitan más que los hombres el acceso a los bienes  comunes y, por tanto, se comprometen más a defenderlos, tanto en el  campo como en la ciudad, como expone Silvia Federici en su artículo “El feminismo y las políticas de lo común en una era de acumulación primitiva”.

Una perspectiva feminista de análisis de este protagonismo parte  del reconocimiento de las mujeres como sujetos principales del trabajo  reproductivo, que sustenta la vida en común.

Las propuestas construidas desde el feminismo popular sintetizan varios aportes, tanto desde el debate y consolidación de agendas políticas,  como desde el proceso de organización y articulación en el conjunto de  las luchas. Estas síntesis y propuestas se basan en acciones  concretas que cambian la sociedad y la vida de las mujeres, mostrando  que es imposible separar los debates de la agenda y la constitución del  sujeto político. El hecho de que el feminismo popular integre a  la clase trabajadora en su diversidad contribuye a la definición del  proyecto político con una posición que busca un cambio integral desde un  paradigma libertario, emancipador, de autonomía e igualdad. En este  sentido, es importante retomar el análisis de Beth Lobo en su libro La clase obrera tiene dos sexos [A classe operária tem dois sexos, en portugués] sobre la  reformulación de las prácticas de mujeres negras y pobres como  estrategia de supervivencia y también de resistencia a la dominación y  la subordinación.

En relación a que el feminismo se convierta en una agenda presente en  la sociedad en su conjunto, un primer punto a considerar es que, en  este ámbito, se encuentra el crecimiento de visiones liberales del feminismo. Esto se materializa en varias iniciativas, como la creación de organizaciones sectoriales de profesionales de sectores medios y empresariales, así como en diversas iniciativas de consultoría, formación y marketing, blogs y canales virtuales de influencers liberales. En las iniciativas académicas, vemos rasgos menos críticos.  Hay diferentes tipos de iniciativas en esta composición. Hoy en día, la  participación de las mujeres en los espacios de gestión del capital suele ubicarse como parte de la “agenda feminista”.  La agenda que estos sectores llaman feminista está muy lejos de lo que,  históricamente, la mayor parte del movimiento feminista ha venido  definiendo en lo que llamamos el campo antisistémico del feminismo.  Este campo va más allá de la visión liberal de los derechos  individuales, el empoderamiento o la “equidad” con los hombres de clase  media o élite.

Las visiones liberal y reformistadisputan el feminismo y están más presentes de lo que en un principio imaginamos. Un ejemplo es la centralidad del tema “mujeres y poder”, sin cuestionar el modelo de poder, sino comprendiendo la representación en los espacios de poder como solución a los males. Las iniciativas mediáticas de estos sectores a menudo tienen atractivo incluso en los movimientos sociales.  Pero lo más grave es que esto ha sido parte de una disolución del papel  de los movimientos de mujeres. Al final, lo que se refuerza son los  protagonistas individuales y mediáticos. Lo que es más  problemático es que se invisibiliza la acción de los sectores populares  del movimiento de mujeres, así como su aporte en las resistencias  cotidianas al crecimiento del feminismo.

Como ya hemos señalado, parte de este proceso de disputa de  posiciones se debe a la capacidad de los sectores dominantes para  organizar su ofensiva de cooptación del feminismo a través de la  incorporación de partes del discurso feminista a la industria del  entretenimiento, con el apoyo de mujeres representantes de las élites. Las  ambigüedades de este proceso no pueden impedir que reconozcamos la  estrategia de banalizar el contenido crítico del feminismo.

Por otro lado, la ofensiva reaccionaria de la extrema derecha pone en jaque al feminismo así como a todas las luchas emancipadoras. Estas son dos caras de la misma moneda neoliberal. Observar esta situación en su totalidad complejiza las respuestas necesarias, que debe dar el feminismo popular, anticapitalista y antirracista. Además de organizar y ampliar una mirada crítica, formular y practicar respuestas feministas implica organización, es decir, la capacidad de posicionar una agenda que materialice luchas y logré señalar el caminos hacia otra economía.

Un nuevo “llegar a ser”

Un gran desafío para el feminismo popular es lograr posicionar con más fuerza el cuestionamiento global del modelo actual y la visión de una nueva sociedad: con nuevas relaciones, otras formas de organizar el trabajo, garantizando la sostenibilidad de la vida y creando nuevas subjetividades basadas en la autonomía, la reciprocidad e igualdad. Los cúmulos de la práctica cotidiana de las mujeres apuntan a varios elementos de este nuevo devenir: reconocimiento y valorización de las relaciones afectivas, bienestar, cuidado, trascendencia.

Para ello, es central reconocer y potenciar las experiencias populares, organizadas desde la lucha cotidiana por el sostenimiento de la vida. Estas acciones son experiencias dirigidas a lo colectivo, en una perspectiva de lo común. Juegan un papel central en la construcción de vínculos, la ocupación de territorios y la redefinición de los límites entre los espacios privados y públicos, ya que la satisfacción de necesidades y el bienestar son preocupaciones colectivas. Hay un gran protagonismo de las mujeres negras, indígenas, periféricas y campesinas en estas luchas y procesos de construcción de respuestas colectivas. El hecho de que la inserción de las mujeres en el trabajo remunerado se concentre en actividades relacionadas con el cuidado repercute en su papel en las luchas en defensa de los bienes comunes y la sostenibilidad de la vida en la sociedad en su conjunto.

Es necesario iluminar los procesos de resistencia con acciones que tensionen la lógica del mercado.

Estos están, en general, vinculados a  reivindicaciones al Estado, pero también a la recuperación de otras  formas de sociabilidad y cultura. Esto enfrenta el modelo actual, que  empuja a las personas a la competitividad, al individualismo, a  encerrarse frente a las pantallas de la televisión y del celular, formas  aisladas de ocio definidas por la industria del entretenimiento.

La construcción de estos procesos y espacios ocupa e involucra a la  comunidad, promoviendo experiencias de trabajo colectivo,  autogestionario, solidario y basado en la reciprocidad. Son  experiencias que cambian el presente y, al mismo tiempo, apuntan a la  posibilidad de una reorganización social sin explotación y sin  jerarquías.

Desde las resistencias, resiliencias y propuestas de las mujeres, esta visión del feminismo como parte de un proyecto antisistémico concreta una acción que pone la vida en el centro, a través de la comprensión de nuestra interdependencia como seres humanos y nuestra dependencia de la naturaleza.

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Nalu Faria forma parte del Comité Internacional de la Marcha Mundial de las Mujeres representando las Américas. Este texto se publicó originalmente en el website de la Agencia Latinoamericana de Información (ALAI).

Edición de Helena Zelic
Traducción por ALAI

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