Ya hace algún tiempo, precisamente por la iniciativa de Capire y de la Marcha Mundial de las Mujeres de las Américas, me estaba acercando a la investigación de los temas relacionados con la comunicación popular y comunitaria con una visión feminista en Cuba. Creo que, si algo tenemos que lograr hacer, las personas que trabajamos con ese tipo de comunicación, es un alto de camino para saber cómo estamos y qué otras cosas podemos hacer en función de ello. Desde Cuba, nosotras tenemos un grupo de premisas ya creadas, relacionadas con la comunicación comunitaria.
Uno de los temas fundamentales que se tienen en cuenta, pensando en comunicación comunitaria en Cuba, es el hecho de que la información y la comunicación son articuladoras de derechos. De hecho, la información es el eje de la comunicación popular. Hay que tenerla en cuenta en todos los aspectos de la vida que propician la creación de códigos culturales para el desarrollo de la actividad común, de resistencias y de alternativas. Este es un camino que reconstruye tácticas y estrategias, pues afianza el trabajo de base para la interacción con el pueblo. Por eso, es tan importante tenerlo en cuenta, no solo desde la comunicación sino también desde la organización política.
Quiero rescatar un grupo de temas que tienen que ver con los antecedentes de la comunicación en Cuba. Muchas veces, los temas se van poniendo «de moda», pero hay que tener en cuenta que, en Cuba, se empezó a ampliar todo lo que está relacionado con los medios de comunicación desde las instituciones. Se garantizó la presencia de radios y televisiones comunitarias que han ayudado a mover ese tipo de comunicación. Por supuesto, tienen sus problemas: vienen con una mirada institucional, y tal vez sea tiempo de cambiar roles en función de eso. Pero lo cierto es que las radios y televisiones están ubicadas en las comunidades, las con acceso más difícil incluso, y eso nos ha permitido hacer un tipo de comunicación diferente. Esas iniciativas han jugado su rol en algunos lugares del país y definen, desde mi mirada investigativa, los paradigmas de la comunicación.
La comunicación comunitaria cubana es, ante todo, emancipadora. En principio, lo es por su esencia libertadora. No es solo una categoría de estudios, sino también un campo de lucha, un refugio de significados históricos, culturales, políticos, ideológicos, simbólicos, y debe ser, ante todo, un sentido común de las mayorías.
Honestamente, si pudiéramos pensar cómo un país bloqueado utiliza la comunicación comunitaria, yo diría que, si una ventaja tenemos como país bloqueado, es precisamente permitirnos hacer más con menos. Cuando estamos hablando de comunicación popular en Cuba, no estamos hablando sólo de comunicación. Los medios son populares y han incidido y llegado a la población llevando su información. Realmente, en Cuba hay una organización desde los territorios que ha permitido que esta comunicación sea diferente.
Me refiero, por ejemplo, a la comunicación que se realiza desde el punto de vista de la salud. En los tiempos de pandemia, si no hubiésemos tenido una manera de comunicarnos desde los consultorios médicos y de las familias, desde el boca a boca, desde las personas, desde el hecho de pegar un papel en los bajos de un edificio; si no hubiéramos tenido una organización, como también lo son los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), el «puerta a puerta» para saber quienes estaban enfermos y cuáles eran los síntomas que tenían, para apoyar a los servicios médicos, sería muy difícil lograr una comunicación comunitaria y popular en esos tiempos, que fuera funcional, que se articulara y que llegara a las personas.
Si alguna fortaleza también tenía ese tipo de comunicación en la isla, era la realidad de que, incluso en las comunidades más alejadas, existían radios y televisiones comunitarias. Una de las grandes ganancias lo tiene la televisión comunitaria de la Sierra Maestra, la Televisión Serrana. Sierra Maestra es una zona de difícil acceso que ha logrado llevar la realidad del pueblo y de sus comunidades a la televisión, al punto de que los productos de la Televisión Serrana se ubican en la televisión nacional. Lograr un minuto en televisión nacional no es de las cosas más fáciles, no en Cuba ni en otras partes del mundo. Mucho menos que vengan desde una televisión comunitaria muy pequeña, donde la propia comunidad forma los actores fundamentales que hacen ese sueño ser realidad. Creo que es un paso avanzadísimo que esa realidad se muestre en la televisión. Además, cuando se hacen concursos periodísticos en espacios como la Unión de Periodistas de Cuba, de alguna manera esas son las televisiones que ganan visibilidad en espacios culturales y hay un reconocimiento del trabajo que se hace en esas zonas.
Hay muchas maneras de llegar a las personas. Yo creo que nos falta mucho por hacer. Uno de los grandes retos que tenemos hoy es hacernos más cercanas a las personas, y que las personas también construyan la comunicación. Que ella no llegue como una orientación vertical, sino que se convierta en algo horizontal, donde todo el mundo pueda aportar.
Las personas en los barrios tienen que llenarse de esas herramientas para garantizar que las tareas de nuestros líderes realmente se efectúen de una manera coherente. Para que miremos la situación real de las mujeres y sepamos de dónde parten, hay que practicar la comunicación comunitaria desde una mirada feminista, incluso desde la mirada de la Federación de Mujeres Cubanas.
Nuevas experiencias puestas en acción
En Cuba, existen muchas experiencias de trabajo comunitario. Cuando se habla de comunicación comunitaria y con perspectiva feminista en Cuba, hay que mencionar el trabajo que ha realizado el Centro Martin Luther King (CMLK). El Centro ha avanzado en este tema en un gran número de comunidades del país, desde una teoría liberadora. Hay también alternativas que aparecieron durante la pandemia, y que me gustaría señalar porque fueron hechas de maneras diferentes. Tuvimos que alejarnos, dejar de vernos la cara. Y logramos crear o reforzar las redes que tenemos en el barrio desde las redes sociales.
Un ejemplo significativo es lo de Cimarronas, uno de los espacios más simbólicos en tiempos de pandemia. Las Cimarronas son un grupo de mujeres y de muchachas universitarias que se declara feminista y se creó hace dos años y medio, un poco antes de empezar la pandemia. Ellas se montaron en las redes y empezaron a llegar a las personas con mensajes feministas, sobre todo a las personas jóvenes y adolescentes que estaban dentro de las casas. Lo hicieron desde una mirada fresca, con una interesantísima diversidad. Además, fueron posicionando temas que eran de actualidad. La ganancia estuvo en que empezamos también a posicionar los temas de género desde un medio alternativo.
En segundo lugar, me gustaría señalar las acciones que se desarrollaron desde el Espacio Feminista Berta Cáceres. Ese fue un movimiento que, si bien ya llevaba mucho más tiempo estructurado, logró alcanzar dimensiones impensadas en cuanto a su trabajo. En él, logramos posicionar temas internacionales importantes.
Posicionar y hacer conocer la realidad es importante para nosotras. Yo dirijo una revista llamada Muchacha, de la Editorial de la Mujer de la Federación de Mujeres Cubanas. Es una revista que, cuando se fundó, estaba dedicada a un público muy joven. Es una revista de papel, de esas que circulan impresas, pero ha disminuido su tirada precisamente por la realidad del bloqueo a Cuba. En Cuba hoy, no tenemos suficiente papel, pero algo podemos hacer para que circulen los medios de comunicación dedicados a públicos diversos, y este es uno de ellos.
En tiempos de pandemia, cuando terminamos en nuestras casas, hicimos una movimentación bien interesante, cambiando nuestras maneras de pensar. Llegamos a la conclusión de que nuestra revista ya casi no era impresa, aunque la esperanza es que siga circulando. Decidimos llevarla a las redes. Es una revista que ya está acostumbrada a interactuar con sus actores en las escuelas, en las secundarias básicas, en los preuniversitarios. A estas alturas, podríamos encontrar nuestro público también en redes. Nuestra convocatoria se dedicó a trabajar ese tipo de comunicación popular desde las redes. Ahí estuvieron los talleres que ya hacemos con los jóvenes y adolescentes de manera presencial. Y seguimos posicionando, desde la red social, nuestros temas relacionados con desmontar los mitos de las masculinidades en Cuba, con la formación de nuevos tipos de masculinidades, con las visiones de los temas de violencia en perspectiva de género. Además de Muchacha, otros espacios han ido posicionando los temas comunitarios y con perspectiva de género. Uno de esos espacios que hay que destacar es la Columna Letras de Género, que llevan las periodistas Dixie Edith y Ania Terrero.
Todo eso fue un gran reto, precisamente por las limitaciones que tiene la Cuba de hoy en términos de conectividad. Para nadie es un secreto que conectarse en Cuba puede ser tremendamente costoso. Aunque sea garantizado que para los medios de comunicación exista algún tipo de conectividad, no siempre es suficiente para quienes trabajamos en eso. A pesar de eso, nosotras logramos tener ese tipo de comunicación desde las redes, y nuestros mensajes siguieron saliendo.
________
Marilys Zayas es periodista. Forma parte de la Federación de Mujeres Cubanas y de la Marcha Mundial de las Mujeres en Cuba. Este artículo es una edición de su ponencia en el webinario «Estrategias políticas de comunicación feminista y popular», organizado por Capire en 05 de julio de 2022.