Este mes de septiembre, Capire habló con Miriam Miranda, la coordinadora general de la Organización Fraternal Negra Hondureña (Ofraneh). Miriam denunció las persecuciones sufridas por el pueblo afroindígena garífuna, compartió la agenda y las apuestas políticas de su organización, bien como sus miradas sobre los vínculos entre el antirracismo, el feminismo y la defensa de la naturaleza y los bienes comunes.
Miriam también explicó el proceso de persecución política que está sufriendo actualmente, a mando del Ministerio Público de Honduras, y que ha sido denunciado por organizaciones de Honduras y del continente. Puedes escuchar la entrevista o leerla abajo:
¿Podemos empezar con una presentación de la trayectoria tuya y del pueblo garífuna?
Soy afroindígena. Nosotros somos el pueblo garífuna, o sea, una mezcla de indígena arahuaco con negro africano. Se hizo esta mezcla en la isla de San Vicente en el siglo XVI. Posteriormente, después de una guerra cruenta contra nuestros antepasados, llegamos a Honduras el 12 de abril de 1797, precisamente a la comunidad de Punta Gorda, en las islas de la Bahía, Roatán. Muy poca gente conoce esa historia porque las islas de la Bahía son vistas turísticamente. Somos un pueblo matrilineal en el cual las mujeres juegan un papel fundamental. Estamos ubicados en la costa atlántica de Honduras, pero también hay garífunas en Belice, Guatemala, Nicaragua, y hoy hay una gran población garífuna en Estados Unidos, de hecho la mayor concentración después de Honduras. Eso es producto de toda la presión que vivimos en la costa, y de un país que se convirtió en los últimos 12 años en una narcodictadura, dónde hay tanta disputa por los territorios del pueblo garífuna. La gente ha optado por irse. Nosotras creemos que existe una política de vaciamiento de los territorios para ser entregados a las corporaciones, y sobre todo para ser acaparados por los grupos de poder fáctico de este país.
Puedes contar cómo se organizó Ofraneh y cuales son, actualmente, sus frentes de trabajo?
El pueblo garífuna se organizó con el pueblo negro de habla inglesa en los años 1970, en el marco de la instalación de la producción de bananas en Honduras, para luchar contra el racismo y la discriminación. La práctica racista del Norte se instauró en los espacios de las bananeras de manera muy fuerte. A inicios de los años 1980, se logró hacer un encuentro del pueblo garífuna. La organización ha ido mutando hasta lo que es hoy Ofraneh: una organización de base comunitaria en la cual se trabaja con las diferentes comunidades y grupos, y que hoy constituye la representación política del pueblo garífuna por la defensa de los derechos colectivos y los derechos territoriales ancestrales del pueblo garífuna.
El propósito de estar organizando la comunidad garífuna, esté donde esté, es porque no queremos que se rompa el hilo familiar y la comunalidad del pueblo garífuna. Lo que pasa en Estados Unidos o en otros países afecta a la comunidad garífuna que vive aquí en Honduras. Ahora, estamos viendo los efectos tan fuertes de la cultura que se va adquiriendo en Estados Unidos, en el Norte, y que destruye el tejido social de las comunidades garífunas. No solamente se va perdiendo la identidad en la nueva juventud, sino que también se van incorporando antivalores que rompen esa armonía comunitaria.
¿Podrías hablar sobre la persecución que estás sufriendo actualmente? ¿Cuáles son las motivaciones de la apertura de una investigación por parte de la fiscalía general sobre ti?
Eso tiene sus antecedentes. En los últimos cinco años, han sido asesinados varios garífunas, como nunca en la vida. Estos 12 años de narcodictadura los hemos pagado caro, porque el pueblo garífuna no se quedó callado. Las desapariciones forzadas no solamente golpean las familias cercanas a los jóvenes, como pasó con el presidente del patronato Sneider Centeno, que fue sacado de su casa el 28 de julio del 2020.
A partir de la desaparición forzada de los jóvenes, creamos el Comité de Investigación y Búsqueda de los Jóvenes Garífuna de Triunfo de la Cruz – SUNLA, palabra garífuna que en español es «basta ya». La intencionalidad es exigir justicia e investigación, pero también buscar detener la persecución, la criminalización y sobre todo la violencia en las comunidades garífunas.
El año pasado, a un año de la desaparición forzada de nuestros muchachos, fuimos al Ministerio Público e hicimos un planteamiento, entre ellos el cumplimiento de las sentencias de la Corte Interamericana de los Derechos Humanos y el cese de la criminalización. Un año después, regresamos ante el Ministerio Público, solicitamos una audiencia con el fiscal general de la República, y fue un silencio absoluto. Este año, en vez de cumplir con lo que es su responsabilidad, procedieron a denunciarnos.
Creo que esa actuación del Ministerio Público es una muestra también de la fragilidad del gobierno de Xiomara Castro. El hecho de que puedan utilizar un poder como este para criminalizarnos, justo cuando se supone que el gobierno de Xiomara Castro está construyendo poder popular, muestra lo que hemos venido hablando: no basta tener la presidencia de la República cuando existe una crisis institucional que vulnerabiliza y golpea a las defensoras y defensores. Nos convertimos en objeto de las instituciones para atacar a otras instituciones sociales.
Honduras es un país donde impera la impunidad, donde las defensoras y defensores, aunque tengan medidas cautelares, son asesinados, como fue el caso de Berta Cáceres. Yo tengo también medidas cautelares. Me toca garantizarme, porque el Estado no te da ninguna garantía, ninguna protección a tu persona.
Honduras se ha convertido en un laboratorio político, con el golpe de Estado del 2009. Pero también hubo dos otros dos golpes de Estado que pasaron inadvertidos: el golpe del Congreso Nacional a la Corte Suprema de Justicia, el 12 de diciembre del 2012 (el «golpe del 12 12 12»), y el golpe electoral en el 2017. Honduras ha vivido una serie de golpes que ha destruido la institucionalidad. Por eso, no es casual que hayan iniciado un proceso penal en mi contra.
En 2021, dijiste en una entrevista que «hay un plan de genocidio contra el pueblo garífuna». Por qué el genocidio es una herramienta de los poderosos, no solo en Honduras sino que en el mundo?
Hay diversas crisis que estamos enfrentando como humanidad, a nivel planetario. La más fundamental es la crisis ambiental. El problema más grande para nosotros, como pueblos, es que los pocos recursos que quedan están en las zonas indígenas, las zonas negras, las áreas de nuestros pueblos. Estorbamos las empresas y los Estados, que responden a los intereses de las empresas privadas, las corporaciones internacionales. Esa es la intencionalidad de destruirnos a los pueblos: de esa manera, se van a apropiar de los pocos recursos que todavía existen en los territorios.
Tienen que destruir a los pueblos porque existe resistencia. Desde hace más de cinco siglos vivimos en esos territorios utilizando únicamente lo que se necesita, no para sobrevivir, sino para vivir. Me invitaron a dar una conferencia a estudiantes de la universidad y hablamos sobre la medición de la pobreza. Se dice que los pueblos indígenas son pobres. ¿Por qué, si han vivido utilizando únicamente lo que se requiere para vivir? Se les consideran pobres porque hay un concepto diferente sobre lo que es pobreza y desarrollo. Hoy, estamos enfrentando un modelo de desarrollo destructivo de la naturaleza y de todos los seres vivos que pueda haber sobre el planeta.
Fue lo que pasó con un hotel enorme que construyeron en la Bahía de Tela: destruyeron toda una área de alta biodiversidad para hacer un campo de golf de 18 hoyos, donde se necesitan millones de litros de agua para mantener verde un área para jugar golf. Destruyeron los desovadores, donde se desovaban las tortugas, y los cubrieron de asfalto. Eso para mí es un ecocidio. Sacaron públicamente una campaña terrible en contra de Ofraneh porque decían que estamos en contra del desarrollo. Me pregunto y me sigo preguntando: ¿cuál desarrollo?
Yo lo considero como un proceso de auto suicidio, aunque en contra nuestra, aunque nos hayan empujado a autosuicidarnos como seres humanos y humanas –porque el planeta Tierra se va a regenerar, y eso lo vemos todos los días. Por eso digo que, a nivel planetario, existe un proceso y una política de genocidio contra los pueblos que defendemos la naturaleza, que defendemos los recursos naturales y la vida.
En esa defensa de la vida, cuál crees que es el rol de las mujeres negras e indígenas?
En los últimos 20 o 30 años, las mujeres hemos venido posicionando la defensa de nuestros territorios. No solamente defendemos nuestro territorio-cuerpo, sino que también estamos defendiendo el territorio en general. Me viene a la mente un debate que participé sobre el tema del feminismo «puro», es decir, esa corriente feminista que defendía su cuerpo-cuerpo pero que no le interesaba defender los recursos naturales o los otros cuerpos. Celebro que en los últimos años ya se haya incorporado el tema de la defensa territorial en muchos movimientos feministas.
Las mujeres somos las primeras con las necesidades de la casa y de los recursos. ¿Cuántas mujeres tienen que caminar muchísimos kilómetros para tener un poquito de agua? ¿Cuántas mujeres tienen que defender las semillas? Hemos estado presentes por siglos, pero en las últimas décadas las mujeres hemos emergido para garantizar la perpetuidad de la humanidad, para defender la casa común que va a servir a nuestros hijos e hijas, para que esas nuevas generaciones puedan realmente gozar de lo que existe, tener una vida plena, comer bien, respirar aire puro, disfrutar la naturaleza.
En la actividad de ATALC este último mes, dijiste que «necesitamos correr no solamente en el análisis, sino que en la elaboración de la construcción de propuestas». ¿Cuáles propuestas hay que crear o avanzar para la región de Latinoamérica y Caribe?
Ya no podemos permitir que se ponga en las manos de otros la construcción de lo que nos corresponde. Estamos en una época de consolidación del fascismo. La concentración de poder de los que hoy controlan el sistema económico y político es tan grande que hace que las personas salgan de su país para ir a sufrir a otros países, en condiciones extremas de violación de derechos humanos. ¿Qué hacemos con el tema de la migración si no hacemos nada para que la gente se quede el país? Tenemos derecho a migrar, pero también tenemos derecho a quedarnos en nuestros países, a construir un país diferente. ¿Qué estamos construyendo de a poco, desde los movimientos sociales, que nos permite romper con eso y demostrar que sí podemos hacerlo, que si podemos cambiar las cosas?
Desde Ofraneh, estamos haciendo un proceso de autonomía y soberanía alimentaria en Vallecito, un territorio el cual hemos liberado poco a poco de la mano del narcotráfico. Estamos sembrando cocos en sustitución y contraposición a lo que es la plantación de la palma africana, no solamente para recuperar la dieta alimenticia del pueblo garífuna, sino también para ayudar con el tema de salud. Tenemos en funcionamiento siete casas de salud ancestral, con protección primaria de salud y una apuesta por la recuperación de la memoria histórica del uso de las plantas medicinales del pueblo garífuna. Tenemos que estar fuertes para enfrentar las enfermedades y epidemias: poner atención a la alimentación, a la forma como vivimos, a la sanidad mental, al tema del agua y del aire que respiramos. Tenemos que estar bien, y eso significa hacer una construcción, así como una deconstrucción.
Los movimientos de mujeres podemos hacer más desde nuestros espacios. Aunque estemos en las zonas urbanas, tenemos que construir territorios libres, autónomos, en los cuales podamos ser más humanas. La violencia está corroyendo la sociedad, destruyendo los tejidos sociales y las comunidades. Es fundamental enfrentar la violencia, y eso hacemos generando amor. Las colonias, los barrios y las ciudades deben encontrar formas para trabajar contra la violencia y contra la deshumanización.