Somos sobrevivientes de Estados genocidas. Somos Palestina. Somos Colombia. La mística que dio inicio a la sesión sobre Estado y Democracia en la Escuela Internacional de Organización Feminista Berta Cáceres trajo la fuerza de la lucha de los pueblos por su autodeterminación y soberanía y afirmó la solidaridad internacional como práctica permanente del feminismo popular.
Las palabras de Berta Cáceres subrayan la importancia de reconocer la legitimidad de los pueblos en sus luchas, que a menudo se oponen a la legalidad del Estado. Ello desvela la característica de dominación de los Estados, cuya legalidad autoriza los golpes de Estado y abre el camino para el avance del capital transnacional sobre los territorios de los pueblos.
La experiencia del pueblo hondureño, recapitulada en el siguiente video, ilustra que, para el feminismo popular, el debate sobre el Estado y la democracia implica una discusión política sobre las estrategias de los movimientos sociales en cada coyuntura.
El Estado y la democracia son terrenos de lucha. El primer día de formación estuvo dedicado a comprender el desarrollo del Estado moderno en el capitalismo, exportado durante la colonización; el rol del Estado en nuestras vidas (vía regulación, políticas públicas y/o coerción); y también las perspectivas y estrategias políticas de los pueblos en esos ámbitos.
Las compañeras del MST (Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra de Brasil) presentaron estrategias para enfrentar la dinámica del agronegocio imbricada en las políticas del Estado, así como su lucha por transformaciones estructurales hacia la reforma agraria popular.
Se compartieron experiencias de mujeres que se han autoorganizado en Umoja, una comunidad autónoma, como estrategia para vivir libres de violencia en Kenia. Las participantes también escucharon sobre la lucha por la autodeterminación de las mujeres y el pueblo kurdo.
En grupos, reflexionamos sobre las estrategias políticas en contra, dentro o fuera del Estado, así como su combinación en diferentes contextos. Se identificaron las formas en que se combinan las estrategias, y la necesidad permanente de construir movilización y organización popular para confrontar y oponerse a los gobiernos y Estados opresores, y para resistir contra los retrocesos y la disputa por políticas públicas y leyes.
La disputa no termina en el Estado, sino que está permeada en la sociedad. Por ello, la organización para cambiar la correlación de fuerzas es un reto permanente. Para el feminismo, se ha planteado el reto de mantener la autonomía y la movilización popular frente a la institucionalización y despolitización vinculadas a la financiación y las agendas internacionales de las Naciones Unidas. En muchos contextos, los movimientos están en confrontación directa con las políticas estatales que criminalizan la lucha social y con los Estados colonialistas, como en el caso de Israel contra la autodeterminación palestina.
La disputa política va más allá de las fronteras del Estado nacional. Se relaciona con el enfrentamiento al poder corporativo y los tratados de libre comercio.
Como señaló la facilitadora Cindy Wiesner, de Grassroots Global Justice (GGJ), todas esas estrategias plantean una cuestión central sobre la democracia. ¿De qué democracia estamos hablando en cada contexto? ¿Por cuál democracia luchamos? Está claro que las aspiraciones emancipadoras no caben en los moldes de la democracia representativa liberal adaptada a la dominación del Estado burgués. La ampliación de la participación, en el sentido de una democracia socialista, es una de las estrategias para la construcción del poder popular.
El segundo día de formación se centró en la construcción de alternativas. La creatividad del feminismo popular marcó ese encuentro. Isabel Vinent (Chabe) fue la presentadora de «Berta TV» y entrevistó a las militantes de la Marcha Mundial de las Mujeres Alejandra Laprea, de Venezuela, y Graciela López, de Bolivia.
Graciela compartió la teoría y práctica articuladas en la propuesta del buen vivir, concebida en las luchas populares contra el neoliberalismo, de las cuales la Guerra del agua en Cochabamba es un ejemplo. Esas luchas exigieron un cambio político que fuera más allá de las elecciones presidenciales: se consolidó en una nueva Constitución para el Estado boliviano. En ella se reconocen a los pueblos indígenas en un Estado Plurinacional.
El sentido político del buen vivir proviene del Sumak Kawsay en quechua y del Suma Qamaã en aymara. En estas dos lenguas hay una perspectiva de vida buena y digna, de cuidado de los demás y de convivencia, un sentido de plenitud que no se puede encontrar en el español. Graciela destacó la importancia del proceso constituyente elaborado por el pueblo y las mujeres, la legitimidad y los saberes de esos sujetos que han superado el marco legal occidental. Incorporaron la justicia comunitaria y la Pachamama y establecieron un nuevo nivel para las luchas feministas.
«Un gobierno revolucionario no es lo mismo que un Estado revolucionario». Una nueva Constitución también marcó el proceso venezolano, comentado en la entrevista de Alejandra Laprea para Berta TV. La militante repasó la trayectoria de las movilizaciones que llevaron a la asunción de Hugo Chávez. El carácter socialista bolivariano es parte de ese camino. El cambio constitucional definió nuevas divisiones políticas y territoriales, nuevas formas de gestión y organización de la vida.
Más que la creación del poder popular, lo que el socialismo bolivariano inauguró fueron formas de ejercer el poder popular.
En ese proceso, se visibilizó a las mujeres como sujetos políticos. A la vez, el feminismo vio una rearticulación del sentido común patriarcal, que maternaliza la acción política de las mujeres. Esto forma parte de la disputa política.
No hay manuales para la transformación que se forja en cada territorio a partir de la historia y organización de los pueblos. Hay que reconocer que los aciertos y errores forman parte de estos procesos y que la democracia popular requiere debatir y aprender sobre los errores que nos permiten salir adelante.No se trata sólo de disputas sobre valores o voluntad política. Hay que recuperar el control popular sobre los bienes naturales y la economía para que sea posible ampliar y avanzar en materia de políticas públicas.
Árbol de la democracia y transformación
Impulsados por la fuerza de esas transformaciones populares y conscientes de la ofensiva imperialista a la que se enfrentan los procesos revolucionarios, los grupos se reunieron nuevamente para construir propuestas alternativas al Estado. El instrumento que se eligió para tal actividad fue un árbol, dividido en partes visibles, invisibles u ocultas, entre lo político, lo económico y lo sociocultural. La síntesis de la actividad mostró que tales dimensiones son inseparables en las estrategias y propuestas alternativas, precisamente porque están imbricadas en la dinámica del capitalismo racista y heteropatriarcal.
Las propuestas de alternativas integran la diversidad de prácticas económicas, feministas, afrodescendientes y solidarias, con el reconocimiento, politización y socialización del trabajo doméstico y de cuidados. Ponen de relieve las formas colectivas y democráticas de la política feminista y popular, ampliando la noción de lo político hacia todas las dimensiones de la vida común. Las alternativas construyen propuestas de integración regional y de los pueblos basadas en la reciprocidad y complementariedad, y así se contraponen a la lógica del libre comercio y del poder corporativo.
La desmercantilización de la vida es una estrategia fundamental, al igual que la defensa y construcción de políticas públicas universales y solidarias. Las transformaciones emancipatorias pasan por la educación, recuperación de los saberes ancestrales y revitalización de las lenguas y culturas indígenas.
La diversidad, el cuidado, la alegría y la rebeldía transforman la sociedad y las subjetividades en un proceso común. La autonomía sobre los cuerpos y la autodeterminación de los pueblos y sus prácticas de cultivo convergen con la agroecología como estrategia de soberanía alimentaria. Forma parte de esos retos transformar las relaciones urbano-rurales y norte-sur desde la perspectiva de la justicia e igualdad.
Esas son algunas de las prácticas y compañeres participantes en la Escuela compartieron desde sus realidades. Enfrentan contradicciones y desafíos, pero están en movimiento junto al pueblo, construyendo las condiciones para la transformación, con organización, movilización y fuerza popular.
Con esta formación sobre Estado y Democracia, la Escuela completó su primera etapa, que buscó construir una lectura común de la realidad, abordando también los temas del sistema de opresiones, la defensa de la Madre Tierra, los cuerpos y la sexualidad. En el próximo encuentro, la Escuela iniciará su segunda parte, dedicada a la economía feminista como proyecto emancipatorio y a la construcción de movimientos feministas y populares. En Capire seguiremos recogiendo todos esos encuentros.