La Cumbre de las Américas que se llevó a cabo entre el 6 y el 10 de junio de 2022 fue un intento fallido del imperialismo por recomponer su agenda neoliberal. El presidente estadounidense, Joe Biden, anfitrión de la Cumbre celebrada en Los Ángeles, excluyó de las invitaciones al evento a los gobernantes de Cuba, Nicaragua y Venezuela, por tratarse de Estados que no se ajustan a la política exterior estadounidense. En rechazo a esta exclusión, los gobernantes de México, Honduras, Bolivia y Guatemala se negaron a participar en ese espacio.
La Cumbre de las Américas ha sido, a lo largo de sus ediciones, un espacio de promoción de los intereses de las grandes corporaciones y del mercado financiero. En contraposición a ella, en algunas ediciones, los movimientos populares del continente organizan las Cumbres de los Pueblos, espacios autogestionados y militantes de resistencia, denuncia y fortalecimiento y difusión de las alternativas sociales, ambientales y económicas propuestas y puestas en práctica por los pueblos. Así fue en 2005, año en que la movilización popular continental se congregó masivamente en las calles de Mar del Plata, y la propuesta del ALCA fue derrotada en la Cumbre de las Américas.
En 2022, frente a esta edición aún más vaciada de voces disonantes al proyecto neoliberal, los movimientos sociales de Estados Unidos y otros países de las Américas organizaron una Cumbre de los Pueblos diversa, posicionada y movilizada. Reunidos en el Colegio Técnico de Comercio de Los Ángeles, los y las militantes de diferentes partes del continente construyeron una intensa agenda de debates, talleres, actos públicos, intercambios sectoriales y culturales, integrando luchas sindicales, feministas, negras e indígenas, LGBT, ambientales, campesinas, comunitarias y antiimperialistas.
Contra el intervencionismo, las guerras, los bloqueos, las cárceles, las deudas, las privatizaciones, los desalojos y la violencia, los movimientos populares presentes en la Cumbre de los Pueblos señalaron los caminos de la democracia, del internacionalismo, de la solidaridad y de la soberanía.
¿Democracia para quién?
La sesión inaugural de la Cumbre de los Pueblos, denominada “Democracia para quién: las consecuencias de las intervenciones estadounidenses en las Américas”, reunió voces de mujeres de cuatro países de las Américas: Costa Rica, Cuba, Estados Unidos y México. Desde sus realidades marcadas por el imperialismo y por la violencia estadounidense, las invitadas denunciaron los mecanismos neoliberales que impiden la democracia real.
El panel comenzó denunciando la Organización de Estados Americanos (OEA), que articula las acciones e intervenciones de Estados Unidos en América Latina y el Caribe, por eso Fidel Castro la llamó “Ministerio de Colonias de Estados Unidos”. “En nombre de una supuesta democracia, la OEA hace el trabajo de la CIA, derrocando gobiernos que osan contradecir los intereses de Estados Unidos. Esto significa inmiscuirse en los movimientos populares, de masas, de base, de obreros, de campesinos. Eso significa tramar golpes contra líderes elegidos democráticamente y promover sanciones que estrangulan los medios de subsistencia de la población común. ¿Qué clase de democracia es esta?”, pregunta Sheila Xiao, moderadora del debate, durante la apertura de la mesa.
Más que denunciar la intervención de Estados Unidos en la soberanía popular, la Cumbre de los Pueblos es un espacio de organización y lucha. “A pesar de lo perversa que es la OEA, esto solo aumenta la voluntad del pueblo para luchar con más fuerza”, dijo Sheila. Alina Duarte, periodista mexicana de Telesur, también manifestó esta voluntad de lucha: “no es el tiempo para organizaciones como la Cumbre de las Américas. Es el tiempo de la Cumbre de los Pueblos, es el tiempo de los pueblos y las comunidades. Es el tiempo de los pueblos originarios y de la clase trabajadora, de las feministas, de militantes que están comprometidos con sus comunidades”.
“La frontera atravesó a nosotros”
Las participantes enfatizaron la centralidad del tema de las fronteras. Al mismo tiempo que se criminalizan, las migraciones de países de Latinoamérica y el Caribe a Estados Unidos sirven para la superexplotación en trabajos precarios y sin derechos. “Las fronteras nosotros nunca las atravesamos; la frontera atravesó a nosotros”, dijo Alina, categórica. “Estados Unidos es un Estado que se ha construido sobre el genocidio de sus pueblos originarios, sobre la esclavitud, y también con esa fuerza migrante, que hoy criminalizan, que a mitad de la pandemia les llaman ‘trabajadores esenciales’, pero después les criminalizan, persiguen, deportan. Eso es el sueño americano: un bello guion de Hollywood pero, en realidad, es una pesadilla para millones, dentro y fuera de Estados Unidos”.
La activista por los derechos de las personas trabajadoras migrantes y refugiadas Fidelina Mena Corrales, de Costa Rica, también criticó el “sueño americano”, y planteó el tema de la migración entre países de América Latina y el Caribe. Estos países, a pesar de que no tienen el aparato militar de los Estados Unidos, tienen fronteras vigiladas, lo que produce violencia y violaciones de derechos. Según ella, estos son temas que se solucionan apenas con cambios estructurales en la política y en la sociedad. “Nuestros gobiernos nos atacan. No atacan los verdaderos problemas estructurales. Simplemente lo que les interesa es legislar y hacer una democracia para pocos, una democracia para la economía”.
Para Xochitl Sánchez del Centro de Recursos Centroamericanos en Los Ángeles [Central American Resource Center in Los Angeles – CARECEN-LA], la militarización de las fronteras está directamente relacionada con la cultura de las guerras. Para ella, si bien el conflicto entre Rusia y Ucrania hace recordar la Guerra Fría y el peligro inminente de un conflicto global, en Centroamérica también hay una guerra “caliente”, armada y militarizada de control de fronteras y genocidio de poblaciones tradicionales. Es un ataque intenso, diario y racista, pero no televisado.
Estas acciones violentas impulsan la migración y abren el camino a la ocupación de territorios por parte de grandes empresas transnacionales, que expulsan a las personas de sus hogares y destruyen comunidades. “Había intención de permitir que las corporaciones se apropiaran y ocuparan estas tierras para sacar provecho de lo que saben ser una región muy rica. Centroamérica es de una belleza tremenda y tiene muchos recursos que permitirían a la población vivir una vida digna y abundante”, dice. Xóchitl señala cómo la pandemia fue una oportunidad para que las fronteras de Estados Unidos se militarizaran aún más.
Esta falsa democracia neoliberal que gobierna para pocos también detiene, bloquea y sanciona aquellos que ponen en riesgo sus intereses. Por ello, a la invitada Cristina Escobar, de la Unión de Periodistas de Cuba, se le negó la visa para ingresar al país y no pudo hablar personalmente en la Cumbre.
Para mantener su aporte a la discusión, Cristina envió un video en el que compartió cómo el imperialismo y las sanciones aplicadas a su país afectaron su vida y la de muchas otras personas, y la hicieron luchar por la libertad de Cuba desde su adolescencia. “Mi vida, como la de la mayoría de la población cubana, ha estado enmarcada por la austeridad y la resiliencia, debido a los múltiples obstáculos impuestos por las sanciones estadounidenses. Este país enfrenta el sistema de sanciones más profundo y completo jamás impuesto por el país más poderoso del mundo”, compartió, y agregó que la resistencia del pueblo cubano debe ser investigada por su excepcionalidad.
Un solo pueblo
Gail Walker, directora ejecutiva de Pastores por la Paz [Pastors for Peace], preguntó qué quiere decir el pueblo cuando habla de democracia. Para responder a ello, recordó la idea de Martí de Nuestra América, es decir, de una América diversa perteneciente a sus pueblos. Para ella, esta idea es capaz de destruir los esfuerzos de Estados Unidos por invisibilizar y homogeneizar esta diversidad.
Como pueblo latinoamericano y del Caribe, que también es parte de las Américas aunque algunos países no hablen español, estamos conscientes y presentes de que queremos hacer un solo pueblo.
Fidelina Mena Corrales
A pesar de toda una historia de opresiones, Gail Walker señala que estamos viviendo un punto de inflexión y esperanza: “las muchas poblaciones oprimidas en esta región del mundo están despertando a la valentía y a la rebeldía presentes en nuestro ADN ancestral”. Para ella, el ejemplo de Cuba muestra el real camino hacia la democracia basada en valores colectivos. “En medio de la pandemia, esta pequeña pero poderosa nación desarrolló vacunas para combatir el COVID y las puso a disposición del sur global. Cuba es un ejemplo de generosidad, representando una amenaza para lo que Estados Unidos es en esencia.
Por todo ello, es necesario reposicionar la idea de democracia y radicalizarla, insertando en ella la urgencia de la participación popular, la soberanía, la autodeterminación y la integración. Una democracia hecha por y para las personas, no por y para el mercado. Como dice Alina Duarte, “me gusta más hablar en poder popular que en ciertas democracias que se confunden con ir a las urnas cada ciertos años. Ese poder popular se está creando en varias latitudes de América Latina”.