Cleone Santos: una vida de lucha por un mundo libre de patriarcado

15/06/2023 |

Capire

Lee y mira testimonios de una militante feminista brasileña que luchó contra la prostitución

Carta Capital

Cleone Santos (1957-2023) fue una militante feminista imparable. Su trayectoria personal y política están entrelazadas, pasó por el movimiento por vivienda y el movimiento de trabajadores desocupados en la región metropolitana de São Paulo (conocida como región del ABC), y finalmente permaneció en el movimiento feminista. Cleone formó parte de la Marcha Mundial de las Mujeres en Brasil y colaboró intensamente en el planteamiento de una visión crítica de la prostitución, desde el punto de vista de la resistencia de las mujeres negras y pobres.

Cleone vivió 18 años en situación de prostitución y logró liberarse de ella. Pero permaneció en el Parque da Luz, en la región central de São Paulo, trabajando con las cerca de 500 mujeres que siguen en situación de prostitución en ese lugar. Su proyecto comenzó con una «bibliobici” de préstamo de libros a las mujeres del parque, que en su mayoría son negras, mayores de 40 años y residentes en la periferia de São Paulo. Fundó la organización Mulheres da Luz, que articula diferentes formas de acogida, apoyo y organización, y que busca que las mujeres en situación de prostitución puedan tener acceso a políticas públicas. En 2021, Cleone fue nombrada Coordinadora de Políticas Públicas para Mujeres en la ciudad de Diadema, a 20 km de São Paulo.

De lectoras a autoras. Cleone siempre se propuso dar a conocer las historias de la mayoría de las mujeres en situación de prostitución, como una estrategia para contrarrestar la glamorización que hegemoniza los debates sobre la regulación de la prostitución en Brasil. En los últimos años, organizó y publicó colectivamente el libro Trajetórias de vida: Mulheres da Luz (Trayectorias de vida: Mujeres del Parque da Luz), que reúne nueve relatos, entre ellos el suyo. Publicamos a continuación algunos fragmentos de su relato presentado en el libro, recogido inicialmente por la investigadora feminista Mariana Afonso.

Su mirada, su voz y su forma de entender y abordar cuestiones muchas veces contradictorias que atraviesan la vida de las mujeres en situación de prostitución han marcado a varias generaciones de militantes de la Marcha Mundial de las Mujeres en Brasil. En el video que sigue, presentamos un poco de la historia y las reflexiones de Cleone, contadas por ella misma. Así, invitamos a todas y todos a conocer y mantener viva la trayectoria de esta compañera que fue una fortaleza: rebelde, insumisa, solidaria, revolucionaria.

Cuando llegué aquí a la calle junté eso de la militancia, ¿no? Yo veía que una mujer tenía algún problema e intentaba, junto con ella, encontrar la solución, armar algo. Y yo estaba en eso, en la prostitución. Estuve en eso durante años. Cuando una de las mujeres tenía un problema y necesitaba un abogado, yo le decía “pues vamos ahora a ver a tal abogado”. ¿Necesitas un médico? «¡Vamos!”.

Yo pensaba “cuando me vaya de aquí, no quiero saber nada de esto, ¡de ninguna manera!”. Pero sucedió justo lo contrario. En el momento en que dejé de hacerlo, me metí más en la historia. Todos los días me pregunto por qué no me retiré definitivamente.

Pero sí sé por qué. Porque son personas a las que casi nadie se acerca. Se les considera la escoria del inframundo. Ni en el inframundo se les respeta… Y alguien tiene que hacer algo. Alguien tiene que estar allí, junto a ellas. Y no puede ser una persona que viene de fuera diciendo “ay, pobrecitas”. Sabemos que no hay ninguna pobrecita. Pero también sabemos que están en eso porque la sociedad no ha trabajado a su favor. Por lo tanto, ¡tenemos que estar allí!

Creo que siempre seremos un grupo muy tímido, ¿sabes? Porque la gente que lo compone no quiere aparecer. Así que siempre va a ser un grupo muy tímido, pero tiene que existir. Si este grupo no existe, las cosas pueden empeorar mucho, ¿no? Por eso me quedé.

¿Qué vemos ahí fuera? Gente que piensa que la prostitución es glamur. Pero no hay nadie luchando para conquistar políticas públicas para que las mujeres no acaben en la prostitución. O buscando que las mujeres puedan ser incluidas en las políticas públicas, nadie. Sólo hay gente mirando la parte fácil, a la gente que gana mucha plata, y creen que todo es glamur… pero en realidad no es así.

Hay gente que dice que el lado malo de la prostitución es eso de la culpa, de los valores morales, y que si no fuera por eso, todo estaría bien. No creo que sea todo. Se trata de una serie de cosas. Además de la culpa, de las cuestiones morales, también está el tema de nuestra salud, que es muy grave. El estrés psicológico es tremendo.

Yo sé el daño psicológico que me hizo la prostitución. Incluso hoy, en algunos lugares donde voy, me da miedo que la gente venga y diga que me conoce, ¿sabes? Hoy no tengo ninguna razón para tener miedo. Es un daño gigantesco.

Nunca vi la prostitución como un trabajo. Siempre vi la prostitución como una situación en la que te metes y quieres salir mañana. Pero no es así. Uno piensa “voy a hacerlo hoy, pero mañana ya no lo haré”. Pero, en realidad, parece que nos adentramos una red que nos traga, que nos deja atadas. Cuando estamos en eso, empezamos a endeudarnos. Vemos que el dinero llega. Tanto es así que acabé de pagar mi terreno, construí mi casa, pagué a personas para que cuidaran de mis hijos, transporte escolar para recogerlos. Nos permitió llevar una vida de clase media. Pero también era un dinero que gastábamos todos los días, ¿sabes? Cuando llegaba el día de pagar las deudas, era una desesperación.

Siempre hay un intento de proxenetismo, siempre hay un estafador, ¿verdad? Ni bien llegué allí, por ejemplo, apareció un tipo así. Un tipo con el que empecé a salir, para mí éramos novios. Nos volvemos tan frágiles que cuando aparece una persona que es cariñosa y todo, ya se vuelve novio, ¿no? De repente empecé a darme cuenta: «Cariño, préstame diez, préstame cinco, préstame…», y él nunca me lo iba a devolver, ¿verdad?  (…) Entonces un día le dije que no. Me miró y me dijo “¡me lo das o te rompo la cara!”. Le miré y le dije «¡No tengo!», pero si tenía. Él sabía que tenía y me dijo que me iba a romper la cara. Fui caminando hacia la escalera mecánica. Cuando llegué a la escalera mecánica y él se acercó a mí, le empujé. No pensé dos veces, ¡le empujé por las escaleras! Hasta hoy, ¡este hombre no ha vuelto a aparecer delante de mí! (…) Pero este problema de la gente que nos quiere extorsionar siempre aparece. Éste es el lugar de la extorsión. Son esas formas sutiles, y cuando ves, estás manteniendo a la persona y ni te diste cuenta.

Es como si la prostitución nos volviera tontas. Empiezas a pensar solamente que necesitas ganar plata. No piensas en nada más. Y entonces, empiezan a pasar esas cosas. Empezamos a no cuidarnos, o a cuidarnos por los demás, pensando en ganar dinero. No tienes tiempo para nada, ni para tu familia, ni para leer un poco. Nos encerramos, y seguimos, seguimos, seguimos así…hasta que el cerebro no hace más que pensar en eso. Por eso digo, te empiezas a volver tonta porque no puedes pensar en otra cosa. Está de moda el discurso del “empoderamiento”, de la autonomía… Yo no lo veo así. Cómo vamos a ser nosotras las que decidimos, si es el tipo el que viene, paga, nos ve como un objeto, ¿sabes? Y nos consume. Entonces, no es nuestra decisión. Nos convertimos en un objeto para él. Cuando esta gente dice eso, no creo que realmente piensen así.

(…) Realmente creo que muchas dicen «lo pasamos bien» porque así lo querían, ¿sabes? Nunca dije que me gustara. Siempre dije “Estoy aquí, pero un día encontraré la forma de salir de esto. ¡No nací en esta mierda!”. Y siempre estaba luchando conmigo misma, ¿sabes?

¿Cómo podía ser feliz si nunca podía hablar de ello? Siempre lo escondí, lo oculté por vergüenza. Quizá incluso hoy siento un poco de vergüenza. Porque si no la sintiera, no me resultaría tan difícil cuando alguien me invita a un debate abierto, en el que estará la prensa. Sólo participo en ese tipo de evento si realmente tengo que ir. Participo cuando sé que habrá personas que me van a apoyar. Pero si se tratara de un evento a puerta cerrada, no sé si me atrevería. Porque sentimos vergüenza sí. ¿Tenemos que vender nuestros cuerpos para sobrevivir? Sentimos mucha vergüenza. ¡Uy! Tenía tanto miedo de que mi familia lo supiera… tanto que se enteraron, y no fue porque les dije “siéntense aquí que les voy a contar algo”. ¡No! Se enteraron porque yo estaba trabajando para la Pastoral de la Mujer Marginalizada y escribí un texto. Este texto era yo.

Para mí nunca fue un trabajo. Fue una locura en la que me metí y de la que no pude salir en los primeros momentos. Me fui hundiendo cada vez más. Pero, como te dije, la prostitución te vuelve tonta. El dinero seguía entrando… Pero hoy en día, no, ese tipo de cosa no pasa. (…) Muy bien, fue con ese dinero que terminé de pagar mi terreno y de construir mi casa. Ayudé a muchas personas de mi familia. Pero sigo diciendo que, para mí… ¿Fue una experiencia? Sí, pero no fue la mejor, no. Y tampoco una de las mejores, ¡no! Fue la peor experiencia que tuve. Me dejó muchas cicatrices.

La prostitución estigmatiza. Además de que desde fuera nos estigmatizan, también nos estigmatizamos nosotras mismas, ¿sabes? La mala experiencia en un trabajo se supera. Pero la experiencia de la prostitución la llevamos encima toda la vida, y como algo malo. Por ejemplo, de las malas experiencias que tuve trabajando en las empresas, ¡algunas cosas fueron horribles en su momento!, pero hoy en día puedo hacer chistes. Ahora, de las malas que viví en la prostitución, jamás podré reírme. Porque siempre me afectan ¡Duele! Duele, ¿sabes? Entonces, creo que la prostitución es… Yo ni siquiera sé lo que es la prostitución. Sé que la prostitución es algo que, si pudiera, impediría que la gente la viviera. Eso es todo.

Ser mujer, para mí, hoy, es llevar dos pianos y un buey. Y no tener dónde poner ese piano. Estás ahí, mira, equilibrando las cosas. Cada día que pasa hay más cosas, más cosas… Ser mujer es estar en la sociedad en una pelea constante. Si fuera solo aquí en la calle, pero cuando volvemos a casa la cosa es igual, ¿sabes? Es una lucha. Ser mujer es estar ocho horas en la calle y luego aguantar ocho horas más para resolver los problemas en casa. Ser mujer es ser madre y no poder vivir con tu hijo día a día, porque tienes que buscarte la vida para sobrevivir. Creo que ser mujer hoy es tener encima cargas y más cargas. Y ser mujer, negra y trabajadora lo duplica todo.

Lo que me da fuerzas para no rendirme es soñar, soñar y soñar. A veces nos toman por locas, pero gracias a esos sueños se logran grandes cosas. O pequeñas cosas, que se van sumando y se convierten en un puñado de cosas, hasta llegar a ser un mundo mejor.

Redacción y edición por Tica Moreno y Helena Zelic
Traducido del portugués por Luiza Mançano

Artículos relacionados