Andaiye: Lo importante es transformar el mundo

23/02/2023 |

Por Andaiye

Conoce el pensamento y la práctica política de una luchadora radical de Guyana

Andaiye (1942-2019) fue una pensadora y activista política guyanesa que dedicó su vida a transformar el mundo desde la organización de las mujeres en las bases de la sociedad. La recopilación de textos “Lo importante es transformar el mundo”, publicada en Brasil por la editorial Funilaria (2022), recoge su trayectoria.

Los textos que abren la recopilación nos permiten comprender el alcance y la profundidad del pensamiento y la militancia de Andaiye, así como su práctica personal-política de cuidado mutuo y su cuestionamiento sobre todas las relaciones de poder que estructuran la sociedad. Son ejemplos de ello sus reflexiones críticas sobre el poder médico y sus escritos sobre las redes de afecto y cuidado imprescindibles en su propia batalla contra el cáncer desde que le diagnosticaron la enfermedad en 1989.

Andaiye fue el nombre que adoptó de adulta, influenciada por el movimiento negro. La palabra suajili significa “la hija que vuelve a casa” y es una afirmación orgullosa de su ascendencia africana, como afirma Cleem Seecharam. Desde 1978 hasta mediados de 1990, formó parte de la Alianza del Pueblo Trabajador (WorkingPeople’s Alliance – WPA), donde actuó como militante contra el autoritarismo y para la construcción de una fuerza revolucionaria y de masas en Guyana. Al hacer un balance de esa organización, Andaiye plantea una reflexión crítica sobre lo que significó la disolución de las organizaciones afroguyanesas e indoguyanesas en la construcción unitaria nacional de la WPA, lo que debilitó la dimensión antirracista de la lucha socialista en el país.

 Hay una coherencia entre ese balance histórico y un texto que escribió en 2009, donde aborda cuestiones de género, raza y clase desde la perspectiva de la lucha caribeña contemporánea. Destaca la continuidad de la crítica a las experiencias de izquierda que ignoran o soslayan las luchas «antirracistas, antisexistas, antihomófobas, antitransfóbicas y contra toda forma de explotación, subordinación y discriminación» en nombre de una visión estrecha de clase como contradicción principal, y su énfasis en la necesidad de autoorganizarse para que esas reivindicaciones tengan voz y peso. Para Andaiye, esto no significa fragmentar las luchas, sino construir la unidad en la acción política a partir de la organización de los sujetos colectivos. Asimismo, insiste que hay un criterio para que esta unidad sea posible: que sean luchas antiimperialistas y anticapitalistas. Dice: «No pretendo saber cómo vamos a reconstruir el movimiento para cambiar el mundo (caribeño), y cambiarlo para mejor que nunca, pero estoy segura de que la división en la acción no nos está llevando por este camino«.

En 1986, Andaiye participó en la fundación de Red Thread, una organización de mujeres de Guyana. Actuó en diferentes ámbitos regionales e internacionales en los cuales insistió en el trabajo de reproducción social -el trabajo doméstico y de cuidados no remunerado y mal pagado- como punto de partida para la organización de las mujeres en la base de la sociedad y como elemento fundamental para una revolución anticapitalista. Con estas gafas feministas y antirracistas analizó y cuestionó los efectos del neoliberalismo y de los programas de ajuste estructural del Fondo Monetario Internacional (FMI) en la región. Al defender la centralidad del liderazgo y la movilización colectiva de las mujeres pobres, cuestionó la «onguización» del feminismo que se hizo presente durante la implantación del neoliberalismo.

Son muchos los textos inspiradores que se pueden encontrar en la recopilación organizada por Alissa Trotz, en este libro que debería ser imprescindible para la imaginación política radical de las luchas antiimperialistas, negras y de las mujeres en el Caribe. A continuación, Capire publica el artículo “Las mujeres de base aprenden a contabilizar su trabajo no remunerado”. Se trata de un relato de 2009 sobre una experiencia colectiva que comenzó como un proceso inédito de investigación sobre los usos del tiempo en Guyana, y que se desplegó en la capacidad de acción y cuidado de las mujeres que se organizaron para sostener la vida frente a las inundaciones que afectaron el país en 2005.

Mujeres de base que aprenden a contabilizar su trabajo no remunerado: Informe resumido de un experimento realizado en 2001-2002

En un proceso preparatorio de dos años para la Conferencia sobre la Mujer de Beijing de 1995, investigadores y activistas del Caribe anglófono intentaron explicar en términos materiales por qué las mujeres siguen tan concentradas en la base de la pirámide económica, a pesar de los avances en educación: las niñas y las mujeres “superan” a los niños y hombres en la educación secundaria y terciaria, lo que ha alimentado la tesis de una marginalización masculina. Desde 1995, el análisis sigue siendo el mismo, sobre todo en lo que se refiere al extraordinario y creciente peso de la responsabilidad de las mujeres en el trabajo de cuidados no remunerado en el Caribe. Entre los factores que lo explican está el nivel de pobreza y subdesarrollo en algunos países y zonas de países, que aumenta la carga de trabajo para garantizar la supervivencia.

Los resultados de una encuesta sobre los usos del tiempo realizada en Guyana por Red Thread en 2001-2002, la primera de este tipo que conocemos, confirmaron el peso de la carga de trabajo no remunerado realizado por las mujeres, mostrando que en todos los grupos raciales/étnicos, una jornada laboral típica para la mayoría de las mujeres oscilaba entre 14 y 18 horas, con poca ayuda de terceros, a menudo con  tecnología mínima o poco fiable, poca estructura y muy poco ocio o tiempo libre para ellas. Varias mujeres tenían jornadas más largas, de hasta 21 horas. La mayoría de las mujeres se ponían a trabajar a las 6 de la mañana, pero un número significativo de mujeres de todos los grupos étnicos lo hacían antes, a las 3 o a las 3.30 de la madrugada. Por ejemplo, una mujer indoguyanesa se despertaba a las 3.30 de la madrugada para preparar el desayuno y el almuerzo para su marido antes de que él se vaya a trabajar como cortador de caña a las 5.30, mientras dormían sus tres hijos pequeños, menores de 3 años1. Muchas mujeres, de todos los sectores, no tomaban ningún descanso al día. Entre las mujeres indígenas, el porcentaje llegó al 50%, –¡una de ellas lamentó que fuera su día libre!

La falta de tecnología tenía un gran impacto en su día a día. En algunas comunidades indígenas, la ausencia de electricidad obligaba a las mujeres a adaptar su trabajo a las horas diurnas, mientras que por falta de agua corriente en las cercanías tenían que buscar agua en el arroyo varias veces al día para lavar la ropa, bañarse y bañar a sus hijos o para beber y cocinar. Para muchas mujeres, en cualquier sector, especialmente las que tenían niños pequeños a su lado todo el día, una “pausa” no representaba una interrupción del trabajo, sino una reducción de su intensidad; es decir, dejaban de ocuparse de más de un trabajo a la vez. Para muchas mujeres de todos los sectores, el único tiempo que podían dedicarse a sí mismas eran unos minutos de oración o devoción al principio y al final del día. Las enfermedades y los embarazos a veces lentificaban su ritmo de trabajo, pero evidentemente no les impedían realizar una jornada completa, incluidos trabajos pesados como cortar leña. Y cualquier jornada laboral podía alargarse inesperadamente hasta las 24 horas, por ejemplo, cuando un niño estaba enfermo y necesitaba atención durante toda la noche, como relató una madre, algo que les pasa a todas las madres de niños pequeños.

En el proceso de recopilación de los usos diarios del tiempo, tanto si escribían ellas mismas como si dictaban a una mujer de Red Thread, las mujeres dieron a conocer a sí mismas su trabajo y, en algunos casos, desarrollaron la confianza de que ese trabajo les daba derecho a los recursos que necesitaban para reducir su carga. Esta toma de conciencia fue la base para que Red Thread se organizara, junto a cientos de mujeres de base, para exigir ayuda tras la peor inundación de la historia de Guyana en enero/febrero de 2005. En aquel momento, de una población total de poco más de tres cuartos de millón de habitantes, trescientas mil personas de 110 pueblos, casi el 40% de la población, fueron afectadas:

Comunidades enteras vivían bajo aguas estancadas y contaminadas (más de un metro de profundidad en algunos sitios), a las que sólo se podía acceder en barco o embarcaciones -frigoríficos tirados, tablas atadas a bidones de aceite- improvisadas por los residentes. Los albergues abiertos por el gobierno ofrecieron ayuda temporal a menos de seis mil personas, lo que llevó a muchos a desplazarse a la carretera principal de la costa en busca de tierra firme, alimentos y agua potable. Las familias sufrieron grandes pérdidas entre las que se incluyen muebles y artículos personales, huertos, granjas, aves de corral, ganado y equipos para actividades al aire libre. De las 34 muertes, siete se produjeron por ahogamiento; las demás fueron consecuencia de enfermedades relacionadas con las inundaciones, con cientos de personas ingresadas en hospitales. (Trotz, 2010, p.112-124)

Wintress White, militante de Red Thread, explicó cómo el grupo respondió a esta situación:

Fuimos a las comunidades costeras más afectadas por las inundaciones. Fuimos a ver cómo lo estaba pasando la gente y a ver si había niños y personas con enfermedades crónicas enfermas y, en caso afirmativo, a quién podíamos dirigirnos para conseguir ayuda para ellos (más concretamente, nuestra participación en la entrega de ayuda humanitaria dirigida a ‘ancianos, embarazadas y madres lactantes, personas con discapacidad y mujeres con niños pequeños’). Pronto se corrió la voz de que Red Thread era el lugar al que acudir en busca de ayuda, y mujeres indoguayanesas y afroguayanesas -incluso hombres- acudieron para ver qué ayuda podían obtener. Les dijimos que aunque estuviéramos en condiciones de darles comida, y no lo estábamos, cuando la comida se acabara, ¿qué pasaría? Les dijimos que debían organizarse y presentar algunas reivindicaciones al gobierno, porque ellos no eran responsables de la inundación. Empezamos a organizar reuniones para que pudieran prepararse […]. En una de las reuniones en nuestro pequeño centro, había unas 220 mujeres de catorce comunidades – indoguayanesas y afroguayanesas.

Las mujeres estuvieron en la vanguardia de todas las actividades de sus comunidades tras las inundaciones. La Ministra de Trabajo, Servicios Humanos y Seguridad Social lo reconoció cuando dijo en una reunión celebrada el 9 de marzo de 2005, organizada por la Oficina de Asuntos de la Mujer y grupos de mujeres para conmemorar el Día Internacional de la Mujer: «Fueron las mujeres de Guyana las que defendieron a sus hijos de la enfermedad y la muerte durante la inundación.»

Pero las activistas de Red Thread querían algo más que este reconocimiento. Estaban decididas a hacer que la defensa de las mujeres respecto a sus familias y comunidades se contabilizara como trabajo y a hacer visible todo su espectro de habilidades, creatividad y dedicación a la vida.

Así que el lenguaje que utilizaron fue el de “las mujeres de todas las razas que desafiaron las aguas de las inundaciones hasta la cintura e incluso hasta el pecho […] para inventar formas de alimentar, vestir, acoger, enseñar, cuidar, preocuparse y brindar seguridad y una sensación de protección a sus hijos ante todo” (Red Thread, 2005).

A su vez, contabilizar el trabajo abrió el camino para reivindicar que las mujeres tuvieran derecho a recursos para llevar a cabo la gran cantidad de trabajo necesaria para restaurar vidas y medios de subsistencia. Ello hizo que Red Thread decidiera dar un discurso en el cual las mujeres pudieran hablar acerca de sus experiencias, necesidades y reclamos ante representantes de los medios, el Parlamento, los sindicatos, las unidades gubernamentales, las ONG locales y las agencias donantes internacionales. Las mujeres redactaron un listado de bienes domésticos, existencias, animales y huertos que habían perdido, la carga de trabajo extra que llevaban y cuáles eran sus reivindicaciones al gobierno y a otros organismos (Red Thread, 2005). 

“Las mujeres comunes hablan: contabilizar nuestro trabajo para la sobrevivencia de Guyana ante las inundaciones” se celebró en Georgetown el 13 de marzo de 2005, con la presencia de representantes de todas las instituciones y agencias, que escucharon los testimonios y las reivindicaciones de más de doscientes indoguayanesas y afroguayanesas, mestizas e indígenas que se habían reunido. En una declaración redactada posteriormente y difundida en los medios de comunicación, las mujeres presentaron tales reivindicaciones, describiéndolas como las que habitualmente realizaban sin remuneración, como subsistencia o mal pagadas, además de relatar cómo los productos y herramientas de su trabajo habían sido dañados o destruidos:

“Somos madres, abuelas, tías, hijas y hermanas que cuidamos de nuestras familias en una jornada integral sin sueldo, o que cuidamos de nuestras familias y además trabajamos fuera del hogar por un salario bajo. Somos mujeres con discapacidad y mujeres que cuidande niños con discapacidad.

“Somos productoras de caña de azúcar que perdimos la cosecha y no hemos podido volver a sembrar ni pagar los arrendamientos de tierras agrícolas. Somos trabajadoras textiles, guardias de seguridad, empleadas del hogar, vendedoras de diarios/periódicos y otras más con ocupaciones fuera del hogar que no logramos percibir ni siquiera nuestros sueldos habitualmente mal pagados durante las inundaciones.

“Somos vendedoras de mercadillos, vendedoras de pescado, de bocadillos y otros productos que perdimos nuestras existencias en las inundaciones y que no hemos podido reponerlas porque no tenemos plata y nadie está dispuesto a confiarnos dinero. Somos agricultoras, comerciantes y otras pequeñas empresariascon cuotas por pagar. Somos amas de casa y cuidadoras que sufrimos duras pérdidas de bienes domésticos, huertos, aves de corral y pequeños animales.

“No pedimos lismona a nadie, pero queremos lo que nos corresponde por derecho las acciones que ustedes tienen que hacerse cargo para que podamos seguir garantizando la supervivencia de nuestros niños, familias y comunidades sin el peso que estamos cargando desde el comienzo de las inundaciones.” (Red Thread, 2005)

En términos materiales, la organización de las mujeres las ayudó a percibir una indemnización mínima, a reemplazar los pequeños animales y plantas que habían perdido y la asistencia del Ministerio de Agricultura a los pueblos a los que todavía no había visitado. Pero conquistaron mucho más que ello: conquistaron la experiencia inestimable de movilizarse y organizarse para ganar, y ganar.

Referencias:

Red Thread. “Organizing for Survival: Grassroots Women and The Flood”. Georgetown, 2005

Trotz, Alissa. “Shifting the Ground Beneath Us: Social Reproduction, Grassroots Women and the 2005 Floods in Guyana”. Interventions: Journal in Postcolonial Studies, v. 12, n. 1, p. 112-124, 2010.

 

  1.  Muchas mujeres realizan actividades con las que pueden ganar algo de dinero desde casa en una larga jornada laboral; por ejemplo, una mujer afroguyanesa se levantaba sobre las 3 de la madrugada para preparar una variedad de bocadillos antes de que el resto de la familia se levantara y le pidiera algo, y para empezar a venderlos a las 8 de la mañana. []

Introducción por Tica Moreno
Traducido del portugués por Luiza Mançano

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