El equipo de Capire habló con Ruba Odeh, representante de Oriente Medio y Norte de África (MENA) en el Comité Internacional de la Marcha Mundial de las Mujeres e integrante de la Unión de Comités de Mujeres Palestinas (UPWC), sobre la ocupación colonialista de Israel en Palestina, con sus métodos de violencia permanente, como la destrucción de hogares y cultivos y el genocídio en curso. En esta entrevista, Ruba nos habló sobre la vida de las mujeres palestinas durante la pandemia de covid-19, la criminalización de las luchas sociales y los luchas y desafíos comunes de las mujeres en la región MENA, destacando retos para el feminismo popular internacional.
UPWC es una organización feminista, progresista y civil, establecida en el 1980, que lucha para asegurar la afirmación de las mujeres en las leyes vigentes en Palestina. Forma parte del movimiento nacional palestino, en lucha contra la ocupación israelí y por la independencia nacional. Lea abajo la entrevista con Ruba.
Nos gustaría empezar hablando sobre Palestina. ¿Cómo podemos caracterizar la política colonialista de Israel en Palestina en la actualidad?
Palestina, con Jerusalén como capital, sigue bajo una prolongada ocupación israelí. Esa es una violación de las reglas del Derecho Internacional. La ocupación impide la independencia, la soberanía y el desarrollo del pueblo palestino. Eso obstruye el acceso de hombres y mujeres a sus derechos naturales e inherentes, así como al derecho de regreso, autodeterminación y establecimiento de un Estado Palestino totalmente soberano. La ocupación israelí sigue implementando políticas sistemáticas para desplazar a los palestinos originarios de sus tierras. Israel ha mantenido la anexación de territorios palestinos, apropiación de recursos naturales, desplazamiento forzado, asesinatos deliberados, cerco, aislamiento y restricciones a la libertad de movimiento, bajo el uso de fuerzas militares y de seguridad brutales.
Las mujeres, especialmente las que viven en áreas totalmente controladas, enfrentan muchos problemas debido a la ocupación israelí y el consecuente encierro de esas áreas. Gran parte de esos territorios ha sido asignada en beneficio de los asentamientos israelíes, aumentando las violaciones y los ataques a los medios de subsistencia de las comunidades palestinas, con consecuencias significativas para toda la población de Cisjordania. La gente vive bajo la incertidumbre y la amenaza y se ve obligada a irse.
¿Qué han significado esas políticas en la vida de las mujeres durante la pandemia de covid-19?
En Palestina, el peligro no se limita al covid-19. Está también en la continuidad de la ocupación israelí y sus políticas opresoras que han sido profundizadas aunque durante la pandemia. La política de anexación, anunciada en mayo del 2020, incluye la decisión del gobierno de Israel de anexar algunos de los territorios de Cisjordania. Eso contradice el llamado internacional, desde las Naciones Unidas, para interrumpir los conflictos en todas las partes del mundo para enfrentar la pandemia. La Franja de Gaza, sitiada desde el 2006, ha sufrido un doble aislamiento, aislada de Cisjordania y del mundo por la política impuesta por la ocupación israelí. Las sucesivas operaciones militares israelíes provocan destrucción, pobreza, agravamiento de las condiciones de salud e incremento de la violencia, especialmente contra mujeres y niñas. La ocupación colonial, combinada al patriarcado, refuerza la opresión de las mujeres en Palestina.
Durante la pandemia, los centros gubernamentales de atención a salud han sido suspendidos, lo que generó gran impacto en la vida de las mujeres, principalmente por no haber alternativas de atención básica y también de salud reproductiva. Las mujeres y niñas palestinas corren el riesgo de sufrir diversas formas de violencia, desde la violencia doméstica, el acoso sexual, violación, los llamados “crímenes de honor”, la denegación de recursos y el matrimonio forzado. La ocupación es un factor que perpetúa la violencia contra las mujeres en la comunidad palestinas. Las mujeres trabajadoras constituyen una proporción significativa de las que enfrentan esa realidad, y son también las que impulsan la lucha de las mujeres por igualdad y dignidad. Con el aumento de la violencia doméstica durante la pandemia, muchos impactos pueden ser destacados, como los problemas de salud entre las mujeres embarazadas, las enfermedades sexuales y los abortos inseguros.
Las mujeres palestinas cargan el peso de la violencia combinada, tanto de la ocupación cuanto de las familias, bien como el desplazamiento de sus territorios, las políticas de apartheid y el cerco en la Franja de Gaza. Enfrentan el desafío de resistir y combatir dos virus: el de la ocupación sionista y el coronavirus. Eso empezó a mostrar la profundidad del desastre político y económico que golpea Palestina en todos los niveles.
Estamos sufriendo con la brutalidad de la ocupación, prisiones, incursiones diarias, demolición de residencias, desabastecimiento de los más básicos medios de protección a la salud contra la epidemia. Hay un silencio de los medios de comunicación sobre la situación de los palestinos que viven directamente bajo la autoridad de la ocupación sionista, especialmente sobre la situación de los presos políticos. Actualmente existen alrededor de cinco mil presos en las cárceles de la ocupación, incluyendo a 41 mujeres y más de 200 niños en condiciones de salud precarias, lo que aumenta la preocupación con la diseminación de covid-19 entre ellos.
¿Podrías contarnos sobre los mecanismos de criminalización usados por Israel en contra de los ciudadanos palestinos, especialmente las mujeres?
Las mujeres palestinas han sufrido, directa o indirectamente, los horrores de la ocupación, desde la Nakba en el 1948 hasta los días actuales. Los ataques continuos de la ocupación israelí han llevado a la deterioración de las condiciones humanitarias, sociales, económicas y de seguridad en los territorios palestinos ocupados y en la Franja de Gaza. Eso afecta directa y negativamente las condiciones de las mujeres palestinas respecto a seguridad y protección, participación económica y política, capacidad de acceder a servicios básicos como salud y educación. Las mujeres están expuestas a mecanismos criminosos utilizados por la ocupación, y a violaciones cotidianas, tales como la restricción de la libertad de movimiento y del derecho a la salud, prisiones y detenciones arbitrarias, torturas y otros malos tratos, muertes bajo custodia, los desalojos forzosos y violación de la libertad de expresión. Se incluye ahí el sufrimiento de las mujeres por las famílias palestinas, y las formas de tortura a las que están sometidas en las cárceles de la ocupación, en malas condiciones de detención, especialmente en el contexto de propagación del covid-19. El ejército de ocupación aplica métodos brutales durante las operaciones de detención y es responsable por el traslado ilegal de las prisioneras a cárceles dentro de Israel, como Hasharon, donde en la mayoría de los casos ellas son impedidas de comunicarse con sus familias y se las mantienen en prisiones inadecuadas. Las mujeres están expuestas a amenazas, provocación, acosos físicos, psicológicos y sexuales que tienen efectos negativos de largo plazo.
Colonos israelíes practican violencia contra residentes que viven en locales cercanos a las tierras ocupadas, lo que afecta todos los aspectos de la vida cotidiana, especialmente de las mujeres y niños, que sufren restricciones de movimiento, con repercusiones en el acceso a escuelas y universidades, a una vida normal y segura. Muchos casos de incursiones nocturnas han sido documentados por Centros de Investigación, destacando sus implicaciones psicológicas y sociales, desde la desestabilización de la seguridad de las familias palestinas, la intimidación de niños, la destrucción de propiedades, detención de familiares valiéndose de perros policía, bombas, armas de incursión y otros medios.
¿Cuál es el rol de los intereses económicos transnacionales y el imperialismo en la región?
En nuestros países, las políticas económicas y sociales están basadas en la sumisión y subordinación a los centros del capital internacional. Son tanto el producto como el alimiento para la feminización continuada de la pobreza y el hambre, la propagación del desempleo, el mantenimiento del anafalbetismo y la violencia contra las mujeres.
Los dueños del capital acumulan cada vez más riqueza y poder, mientras destruyen la naturaleza, violan y expulsan a las personas de los lugares donde han vivido toda su vida. Este poder posee muchas herramientas para poner los países y sus recursos al servicio de las ganancias y no de la vida de las personas. La privatización de los servicios públicos es instrumento de las políticas de austeridad dirigidas por el Banco Mundial en muchos países, responsables por el debilitamiento de los servicios públicos de salud, que se colapsan en esa pandemia. Nosotras resistimos al libre comercio y luchamos por la integración de los pueblos. Sabemos que el trabajo sólo puede ser menos costoso para los empresarios si quienes trabajan tengan largas jornadas, con bajos salarios y sin sus derechos asegurados.
Los conflictos armados, la colonización directa y las intervenciones neoliberales han resultado en un gran costo humano internacional, con números sin precedentes de inmigrantes y refugiados dentro y fuera de la zona. Más de la mitad de los refugiados de todo el mundo proceden de Oriente Medio y África del Norte. Ese violento proceso también ha resultado en la violación de tierras y en asentamientos de colonización en Palestina, donde las mujeres, niños y todos los residentes están siendo desarraigados a la vista de la comunidad internacional. Civilizaciones enteras, pueblos originarios y ciudades fueron destruidas por la maquinaria de guerra capitalista bajo muchos títulos.
Nos enfrentamos a la escalada de los complots sionistas e imperialistas contra el pueblo palestino, pero también a la intensificación de la violencia sectaria contral el pueblo iraquí, a las amenazas a los logros de la revolución en Túnez, a las violaciones explicitas de derechos y libertades en Marruecos, a detenciones y tortura contra el pueblo kurdo en Turquia, a la terrible tragedia que ha afectado el pueblo libanés como resultado de la explosión en el puerto de Beirut, y a las inundaciones que han asolado el Sudán y su pueblo, provocando destrucción masiva de viviendas, tierras y vidas.
¿Qué pueden hacer las mujeres y los movimientos sociales de todo el mundo para fortalecer sus luchas por la autodeterminación?
Los movimientos sociales de todo el mundo han tenido un rol importante ante la ausencia o declive del rol de las autoridades oficiales, de los Estados y los partidos políticos. Eso ha aumentado la responsabilidad en términos de solidaridad política y social, lo que incluye el enfrentamiento a la explotación, al monopolio, la mercantilización y el consumo impuesto por el sistema económico actual y las prácticas económicas. El movimiento de boicot BDS (Boicot, Desinversión y Sanciones) se ha convertido en un arma poderosa frente a los intentos y planes de normalización en los niveles palestino, árabe e internacional. Esa normalización es aún más peligrosa cuando se combina al “Acuerdo del Siglo”, cuyo reto es liquidar todos los componentes de la causa palestina, incluyendo el derecho de retorno de los refugiados a sus casas y tierras de las cuales han sido desplazados, y el derecho del pueblo palestino a la autodeterminación en libertad y dignidad, lo que incluye nuestro derecho de establecer nuestro Estado libre, independiente y totalmente soberano, con Jerusalén como su capital.
Necesitamos intensificar las actividades del movimiento BDS, y en esa lucha escalar la solidaridad con nuestro pueblo, para retirar las inversiones del Estado de ocupación, los asentamientos coloniales y el sistema de apartheid que la ocupación ha creado. Para eso, hay que oponerse a la normalización. Significa resistir y aislar al régimen colonial y racista israelí. Lo que se necesita ahora es abrazar la lucha palestina, solidarizarse a nuestra causa justa y estar al lado del pueblo palestino en nuestra lucha por la autodeterminación.
Qué hacen las mujeres de Oriente Medio y África del Norte para crear las condiciones y llevar hacia adelante la organización feminista y sus luchas por libertad y autodeterminación?
A pesar de las diferentes características políticas de cada país de la región, y de las diferencias históricas y geográficas de un país a otro, los retos que enfrentamos como mujeres en nuestra región siguen los mismos. Nos enfrentamos al sistema social patriarcal que impone jerarquías, lo que vuelve las mujeres vulnerables a la explotación y a la violencia debido a la división tradicional de roles que este sistema impone. La religión se utiliza a menudo con severidad para justificar la discriminación y legalización de la violencia.
Las mujeres están bajo la presión de regímenes reaccionarios y de sus políticas neoliberales, que las usan como combustibles para su continuidad. En Palestina las mujeres están sometidas a los crímenes de la ocupación de manera más severa, pero esta opresión es también enfrentada por todas las mujeres de la región, debido a las conexiones e intereses mutuos entre los regímenes vigentes, el imperialismo y la ocupación. La pandemia de Covid-19 también ha tenido muchos impactos directos y comunes para las mujeres de la región, como el aumento de la violencia, la pérdida de ingreso y generalización de la pobreza.
La unidad del sufrimiento y la unidad del destino, entre las mujeres de la región, exigen que nuestra coordinación como Marcha Mundial de las Mujeres se proponga grandes tareas. Nuestro marco es el que combina las luchas antipatriarcales, anticapitalistas, contra el racismo, la ocupación y toda forma de explotación y discriminación.
Estamos haciendo de la lucha feminista una fuente primordial de las luchas de los pueblos por la liberación, por el logro de la justicia social y la igualdad, bajo el lema de la Marcha Mundial de las Mujeres “Resistimos para vivir, marchamos para transformar”. Conscientes de todos los obstáculos y desafíos a superar, seguimos nuestra marcha, reafirmando nuestras luchas contra las definiciones políticas y económicas de este sistema que hace avanzar el salvaje capital transnacional, que devasta todos los ámbitos de la vida.
Estamos comprometidas con nuestro derecho de vivir en un ambiente sano, conscientes de los impactos de los cambios climáticos en las mujeres y sus medios de vida, de la falta de agua, de autonomía económica y de derecho a titularidad de la tierra. Es por eso que exigimos leyes que garanticen la igualdad en la herencia para asegurar el acceso de las mujeres a la tierra y los recursos públicos del Estado.
Nosotras defendemos nuestro derecho a la educación popular y a una cultura nacional que establezca una sociedad no discriminatoria y basada en una cultura de igualdad, así como nuestro derecho de proteger y mejorar la calidad de la salud pública, el derecho universal a la salud, incluyendo el derecho al aborto y los derechos sexuales y reproductivos.
Hemos trabajado por nuestra soberanía alimentaria, que integra la soberanía nacional, pues fortalece las economías locales y nacionales. Incluye la prioridad de la agricultura familiar y campesina, los métodos tradicionales de pesca y creación de ganado, además las formas de producción, distribución y consumo de alimentos basadas en el principio de la sostenibilidad ambiental, social y económica. Es ese el camino alternativo para establecer nuevas relaciones sociales, libre de todas las formas de persecución y discriminación en función del género o afiliación, etnia, clase social o edad.
En el mismo sentido, en la Marcha Mundial de las Mujeres estamos comprometidas con el apoyo absoluto e incondicional a las mujeres y al pueblo de Palestina en su lucha contra los últimos bastiones del colonialismo de asentamiento, oponiéndose al “Acuerdo del Siglo” y a la normalización árabe.
En nuestra región, las mujeres siguen luchando por vivir, y viven por el cambio para un futuro mejor, en que los pueblos vivan sin ocupación o tiranía, logren la igualdad de género, alcancen su autodeterminación en todos los ámbitos y disfruten sus derechos a la salud, educación y protección de su cultura local.