El Colectivo de Mujeres [Women’s Collective – WC] es una organización constituida por afiliadas, centrada en el empoderamiento de las mujeres. Se creó en 1994 en seis distritos de la India, dedicándose a la lucha por el fin de la violencia contra las mujeres. En la actualidad, la organización cuenta con 38 centros que atienden a unos 21 distritos, y está conformada por unas 100.000 mujeres. Para conocer mejor las experiencias de WC en la construcción de alternativas para el trabajo y la vida de las mujeres en la región y en cada territorio a lo largo de esos años, Capire dialogó con su fundadora, Sheelu Francis.
¿Podrías contarnos sobre el contexto en el que nació el Colectivo de Mujeres y los impactos de la organización a lo largo del tiempo?
Lo primero que hice fue formar un grupo llamado Asociación de Trabajadoras de Organizaciones Voluntarias de Mujeres [Voluntary Organizations Women’s Staff Association], una articulación para que las mujeres se reunieran y compartieran sus problemas. Esta fue la base del Colectivo de Mujeres. Al principio, tratábamos de entender qué pasaba con algunas ONG en las que las trabajadoras denunciaban casos de violación y abusos sexuales. Así que empezamos a construir una alternativa a eso, que se convirtió en nuestro código de conducta. Decidimos identificarnos como colectivo porque optamos por un enfoque participativo y un liderazgo colectivo. Al principio hablábamos mucho de nuestros propios problemas, así que decidimos fortalecernos primero a nosotras mismas para después salir al campo a apoyar a las demás mujeres.
Estudiamos, creamos nuestras propias capacidades y realizamos muchas formaciones y análisis social para empezar a abordar los problemas de la violencia contra las mujeres. Poco a poco, a partir de ahí, empezamos con el empoderamiento económico y político, y luego nos dirigimos a las mujeres agricultoras. Hoy trabajamos con agricultoras de todo el estado, centrándonos en una agricultura resiliente al clima para garantizar la seguridad alimentaria en el ámbito doméstico.
Tienen ustedes muchas iniciativas dirigidas al combate a la pobreza, empezando por la organización de las mujeres, por su autonomía económica. ¿Cómo se relaciona esta experiencia con la economía feminista?
Al principio, cuando visitamos las comunidades, observamos que la mayoría de las familias estaban muy endeudadas. Los acreedores cobraban altas tasas de interés y la gente tenía dificultades para pagar sus facturas. Adoptamos el método participativo para trabajar con las mujeres y la comunidad y concienciarlos de que el interés no se destinaba a la comunidad. Cuando se dieron cuenta, empezaron a trabajar en conjunto para crear soluciones económicas para sí mismas.
Cada comunidad tenía más de 600 familias. Intentamos organizar a las mujeres según el nivel económico. Al principio empezaron con pequeños ahorros. Algunos grupos empezaron con sólo dos rupias al mes. Hoy estas mujeres ahorran 500 rupias. Estas prácticas crearon ahorros entre los grupos y los intereses comenzaron a pagarse dentro de la comunidad. Después de algunos años, se repartieron los intereses entre ellas, lo que permitió a algunas crear un pequeño negocio, mientras que otras utilizaron los fondos para la agricultura.
Poco a poco, la economía de las comunidades pasó a ser sostenida por esas mujeres y su condición mejoró. Al mismo tiempo, el gobierno central aprobó un proyecto de ley relativo a los gobiernos locales, y tuvimos elecciones locales. Identificamos a personas con potencial de liderazgo, les proporcionamos formación y facilitamos su entrada en la carrera electoral para convertirse en presidentes de cada Panchayat. El Panchayat es el órgano de gobierno local de la India (cada Panchayat puede representar una o más aldeas, según la población).
El hecho de presidir el Panchayat dio a esas personas el espacio y el poder político para planificar las infraestructuras, el trabajo y los ingresos en la aldea. También abordamos los problemas de la violencia contra las mujeres y la violencia doméstica. Después de tres o cuatro años, las integrantes crearon una forma de trabajar de manera que, si había un problema en una de las familias, todo el grupo acudía para negociar, discutir, interrogar o llevarlas a la comisaría. Lo más importante es que, en todo lo que hicieron, nuestro trabajo fue sólo de orientación.
Las comunidades se fortalecieron y entonces nos dimos cuenta de que gran parte del dinero se gastaba en comida. Y la comida que compraban no era de buena calidad. La mayoría de las mujeres no tienen tierras. La mayoría es dalit (intocables). Intentamos organizarlas e identificar a los propietarios de tierras que emigraban a las grandes ciudades en busca de trabajo y negociar con ellos para que cedieran las tierras a mujeres solteras para que cultivaran alimentos para su propio consumo. Este es el modelo que intentamos utilizar a diferentes niveles en cada región. No diré que hemos tenido éxito en todas partes, pero la comunidad ha reconocido bien a esas mujeres. Cuando hay un problema en la comunidad, se llama a las mujeres líderes a las asambleas, se les da un asiento y también se consulta su opinión.
En 2001, empezamos a trabajar con cuestiones de género, casta y clase con niños y jóvenes. Estos niños crecieron y ahora se presentan a las elecciones, se convierten en líderes y discuten los problemas. Poco a poco intentamos incluir a todos los sectores de las comunidades, organizándolos en lo que llamamos Grama Sabha. El gobierno realiza consultas a través del Grama Sabha para definir el presupuesto de las aldeas, y la población puede participar. Así que nos preparamos para las consultas con nuestros representantes. Discutimos las resoluciones que queríamos que se aprobaran y las cosas que había que cuestionar, para que pudieran participar activamente. Este modelo puede reproducirse en otras aldeas, y eso es lo que intentamos hacer.
Una cuestión clave para la autonomía económica de las mujeres es el derecho a la tierra. Desde el año pasado, hemos visto una enorme movilización de las agricultoras y agricultores en la India. ¿Cuáles son los retos a los que se enfrentan las mujeres en este contexto, y qué importancia tiene la lucha por la soberanía alimentaria para la liberación de las mujeres?
En la India, el 80% del trabajo agrícola lo realizan las mujeres. Aun así, el gobierno no las reconoce como agricultoras. Por ello, no tenemos acceso al crédito y sólo el 12,8% de las mujeres tiene alguna parcela de tierra, que es muy pequeña. El derecho a la tierra y el reconocimiento de las mujeres agricultoras son nuestros dos ejes. Abogamos ante el gobierno por la concesión de tierras a grupos de mujeres para la producción de alimentos.
Lo que hemos hecho hasta ahora como parte de la resolución en nuestro Grama Sabha es intentar crear soluciones políticas y presentarlas al Ministro de Agricultura. Le invitamos a una reunión y tratamos de negociar con él. Por otro lado, en los últimos cinco o seis años, también hemos facilitado a las mujeres la compra de tierras con el dinero que pueden ahorrar. En ese periodo hemos ayudado a más de mil mujeres a comprar tierras.
Más recientemente, tuvimos elecciones y el nuevo gobierno celebró una sesión plenaria de la Comisión de Planificación, al que fuimos invitados. Presionamos al gobierno sobre la necesidad de proporcionar tierras a las mujeres, que realizan la mayor parte del trabajo agrícola en el país. También pedimos la creación de bancos de tierras, para que las personas que no cultivan proporciones sus tierras a otras personas, que pueden acceder a ellas arrendándolas para la producción de alimentos.
También participamos en las protestas de los agricultores y agricultoras, pero los retos a los que se enfrentan los hombres y las mujeres del campo son totalmente diferentes. El trabajo de la mayoría de las agricultoras está orientado a la subsistencia. Producen para su propio consumo, por lo que no dependen del mercado y no producen cultivos comerciales, sino sólo lo que pueden vender en los mercaditos. Las nuevas leyes agrícolas afectan a la agricultura orientada al mercado, por lo que, aunque participemos para expresar nuestra solidaridad y unirnos a las protestas, el impacto directo en la agricultura de subsistencia es muy limitado.
El Colectivo de Mujeres nació de las alianzas con otras organizaciones lideradas por mujeres. ¿Cuál es el papel de las alianzas con otros grupos y movimientos sociales hoy en día?
Formamos parte de muchos grupos, como la Red de Hermanas del Mijo [Millet Sisters Network Formamos parte de muchos grupos, como la Red de Hermanas del Mijo. El mijo es un grano pequeño muy nutritivo que no necesita mucha agua para crecer, y su cultivo no daña el medio ambiente. Nos centramos en el mijo porque es una planta resiliente al clima. La mayoría de nuestras mujeres no tienen una estructura de riego, todas están en regiones que dependen de las lluvias. También trabajamos para estimular el policultivo, de modo que, aunque pierdan una o dos cosechas, sigan teniendo una variedad garantizada para alimentarse.
La Red del Mijo presionó al gobierno central para que se aprobara la Ley de Seguridad Alimentaria, que incluyó el mijo en nuestro Sistema Público de Distribución [Public Distribution System – PDS]. La Red del Mijo presionó al gobierno central para que se aprobara la Ley de Seguridad Alimentaria, que incluyó el mijo en nuestro Sistema de Distribución Pública (PDS). Desde la independencia de la India, tenemos un sistema público de distribución por el que se pueden comprar artículos básicos y esenciales a precios controlados. El PDS en nuestro estado es universal, por lo que todo el mundo puede acceder a él. Y el arroz se proporciona gratuitamente. Todos reciben cinco kilos por persona, sin coste alguno, cada mes. Esto ha tenido un efecto en la nutrición de la población.
Es fácil cocinar el arroz y consumirlo sin añadir ninguna otra verdura. Las familias pobres sólo comían arroz, por lo que era necesario centrarse en otro cultivo que fuera más nutritivo, y por eso optamos por el mijo y el policultivo. El gobierno central aprobó la Ley de Seguridad Alimentaria y ahora las familias pueden decidir si quieren recibir arroz o mijo. Además, formamos parte de la Red de Seguridad Alimentaria [Food Sovereignty Network], la Red Nacional de Agricultores y Agricultoras [National Farmers Network]También formamos parte de distintas redes de derechos humanos y del Grupo Nacional de Mujeres [National Women’s Group – NAWO].
¿Cuál es el papel del Colectivo de Mujeres durante la pandemia de la COVID-19?
Durante la pandemia de coronavirus, la agricultura fue el único sector que permaneció activo. Durante los periodos de confinamiento, el gobierno cerró todo, excepto la agricultura, entonces muchos trabajadores y trabajadoras perdieron sus empleos, pero a nosotros en el campo se nos permitió trabajar. Nuestras mujeres ganaron más poder en las comunidades porque fueron capaces de producir y compartir alimentos. La gente no podía salir del pueblo e ir a las ciudades cercanas a comprar cosas, pero sí podía ir a las propiedades rurales cercanas a comprar comida. Fortalecimos nuestra organización promoviendo el reconocimiento del trabajo de las mujeres.