2 de octubre de 2022. Esta fecha será decisiva para derrotar a Bolsonaro y poner fin al gobierno de extrema derecha que viene golpeando a Brasil desde 2019. Elegir a Lula como presidente del país en estas próximas elecciones es crucial para retomar los lazos de Brasil con América Latina y, de paso, contribuir con el debilitamiento del eje de la extrema derecha que se ha ido estrechando entre Brasil y Estados Unidos. Con la asunción de Lula, Brasil pasará a unirse a México, Argentina, Bolivia, Perú, Honduras, Chile y Colombia en la lucha por una América Latina fuerte y democrática.
Si la victoria de Lula es importante para la región, en Brasil estas elecciones son decisivas para las mujeres, para la población LGBTQIA+, para el pueblo negro y para toda la clase trabajadora del campo y de la ciudad. Las militantes de la Marcha Mundial de las Mujeres en todas partes de Brasil están construyendo la lucha por esta victoria de forma colectiva y organizada porque queremos cambiar radicalmente nuestro país.
En 2018 ya denunciábamos lo desastroso que sería la asunción de la extrema derecha, representada por Jair Bolsonaro, a la presidencia del país. Y desde ese momento, las mujeres no han dejado de movilizarse y organizarse. Realizamos movilizaciones callejeras en 2019, en 2020 en plena pandemia y seguimos movilizadas en las calles en 2021, organizando también diversas acciones de solidaridad. En 2022 se organizaron varias acciones por parte de las mujeres, desde la perspectiva de la denuncia del racismo, el machismo, la homofobia y la violencia política que las parlamentarias en Brasil sufren con mayor intensidad desde 2018.
Este año nuestra mayor respuesta se dará con el voto, con la elección de Lula como presidente y de parlamentarias y parlamentarios que ayuden a defender a la clase trabajadora y un proyecto popular, feminista y democrático para el país.
Las mujeres queremos y hemos demostrado con nuestra fuerza colectiva —ya sea en los barrios, en las comunidades, en el campo, con acciones de solidaridad, con acciones de denuncia en las calles— que somos capaces de construir un proyecto popular, feminista y democrático para el país. Por lo tanto, es necesario que este proyecto se construya en alianza con los movimientos sociales y el conjunto de la clase trabajadora. Que sea capaz de recuperarse del desmantelamiento que sufre el país desde 2016, tras el golpe de Estado contra la presidenta Dilma. Para transformar el país, será necesario construir un proyecto con las banderas y la lucha de las mujeres. Presentamos a continuación algunas de las banderas fundamentales para organizar los ejes de ese proyecto:
La vida por encima del lucro, la sostenibilidad de la vida en el centro
Este eje busca disputar a qué se destinan las inversiones de nuestro país y a quién se considera generador de riqueza. La economía feminista es fundamental para orientar el eje de la economía, basándose en relaciones de respeto, igualdad y reciprocidad. En este eje es importante llevar a cabo acciones que valoren y reconozcan el trabajo de las mujeres, que cuiden los bienes comunes y promuevan la agroecología y la soberanía alimentaria.
La economía feminista es la que garantiza la sostenibilidad de la vida en el centro. Por lo tanto, este proyecto tiene que estar conectado a otras formas de organización de la economía, que se oponen al lucro y se articulan con experiencias de la agroecología y la economía solidaria. Ello se hace necesario porque, para garantizar la sostenibilidad de la vida, también hay que reorganizar el trabajo reproductivo y de cuidados, que realizan las mujeres la mayor parte del tiempo.
Las mujeres trabajan casi 24 horas al día cuidando a varias personas en el hogar y fuera de él. La economía feminista ha ampliado la mirada acerca de la dicotomía entre trabajo productivo y reproductivo. Por ello, en este proyecto para reconstruir a Brasil, es necesario construir políticas públicas integradas que den visibilidad y valorizen el trabajo doméstico y de cuidados, para ampliar la responsabilidad del Estado en el cuidado y la reproducción. Estas políticas incluyen la educación, como guarderías y escuelas a tiempo completo, hospitales de media jornada [creados para ofrecer asistencia sanitaria y realizar procedimientos de no más de 12 horas], comedores populares con alimentos procedentes de la agricultura familiar y campesina, entre otras políticas.
Soberanía alimentaria para defender la naturaleza
Tras dejar el mapa del hambre en 2014, el hambre volvió a devastar Brasil en 2022. Según informes recientes de las Naciones Unidas, el número de brasileños que se enfrentan a la inseguridad alimentaria alcanza los 61,3 millones. Este grave problema es el resultado del desmantelamiento de las políticas sociales y del fomento a la agricultura familiar y campesina, de la pérdida de ingresos de las familias, del incremento de los precios de los alimentos y del apoyo al agronegocio. Y para que Brasil deje de estar en el mapa del hambre, es necesario que la reforma agraria y la agroecología sean los ejes de la construcción de la soberanía alimentaria de los pueblos en este proyecto para reconstruir el país.
Hay que garantizar el derecho a la comida, pero también el derecho a producir y tener alimentos para comer sin transgénicos y sin veneno. Para garantizarlo, será necesario retomar y ampliar los programas de incentivos a la agroecología y la agricultura familiar y campesina, como línea de crédito, asistencia técnica y garantía de acceso a los mercados institucionales. Sostener este proyecto implica valorar a los pueblos y respetar los territorios y la biodiversidad, contrarrestando las empresas transnacionales y su maquillaje verde.
Por una sexualidad libre, la autonomía de nuestros cuerpos y una vida sin violencia y sin racismo
La violencia contra las mujeres se acentuó mucho durante el gobierno genocida de Bolsonaro. Así que otro eje fundamental en la recuperación del país es el fortalecimiento de las políticas de combate a la violencia contra las mujeres, sobre nuestros cuerpos y territorios, especialmente contra las mujeres negras. Son necesarias políticas que frenen el racismo que mata y encarcela a la población negra en nuestro país, que criminaliza a quienes viven en las periferias de las ciudades y nuestras luchas. Se hace necesaria una política que ponga fin a los asesinatos de indígenas, líderes campesinos y a la invasión y desaparición de sus territorios.
La violencia contra lesbianas, bisexuales, travestis y transexuales también ha estado presente en los últimos cuatro años en Brasil. Por lo tanto, exigimos que este proyecto construya firmemente políticas de lucha contra la LGBTfobia y promueva acciones prácticas para la igualdad y la diversidad. Políticas que desalienten el uso de armas y desarticulen las milicias [paramilitares en Brasil] urbanas y rurales en todo el país.
La hipocresía ha cobrado muchas vidas, de mujeres y niñas, por impedir la interrumpción de embarazos no deseados, incluso en los casos deviolencia. En este tema, las mujeres negras son las más penalizadas y las que más se ven privadas del derecho al aborto legal. Por ello, este proyecto de recuperación debe incluir políticas para atender a las niñas y mujeres y evitar que recurran a la vía clandestina del aborto. En este nuevo proyecto de Brasil, el aborto no puede ser un crimen, tiene que ser un derecho.
Construir este proyecto desde las bases
La construcción de este proyecto ya está en marcha y se está dando desde nuestra organización colectiva en las calles, en las redes, en los bosques y el campo. Queremos y estamos construyendo este proyecto desde nuestras luchas y desde nuestras experiencias de resistencia y solidaridad en las calles y en nuestros territorios. Todos esos elementos son fundamentales para garantizar que se concrete este proyecto popular, feminista y democrático. Pasa, por tanto, por el seguimiento y el fortalecimiento de los comités populares, que construyen la agenda de las elecciones desde antes de la campaña electoral.
Los comités populares y también los debates durante la campaña electoral son un terreno fértil para ayudar a generar una conciencia popular. En estas elecciones, las mujeres representan el 33,27% del total de las candidaturas, la cifra más alta de las tres últimas elecciones presidenciales y parlamentarias. También se ha producido un incremento significativo en el número de candidatas afrodescendientes. Este crecimiento del número de mujeres en la política también da visibilidad a los casos de violencia política contra las mujeres en el país, ya que Brasil se sitúa entre los países con más casos de violencia contra mujeres parlamentarias en el ejercicio de su cargo. Por no hablar de los casos de violencia que se producen durante las campañas, que incluyen amenazas al derecho de financiamiento de sus campañas electorales.
La Marcha Mundial de las Mujeres tiene muchas militantes que son candidatas en varios estados de Brasil, lo que permitió cualificar las actividades de la campaña más allá de la planificación y la búsqueda de votos. Estas candidaturas han transformado sus campañas en verdaderas acciones de organización y formación militante que trascienden el contexto de las elecciones. Los encuentros que organizan son espacios para dialogar acerca de algunos textos, videos y organizar debates sobre el feminismo, el racismo, la LGBTfobia, los movimientos sociales y los elementos necesarios para construir una sociedad en la que quepamos todas las mujeres con nuestros sueños y nuestra diversidad.
Por lo tanto, a medida que avanza la contienda electoral y se fortalecen los Comités Populares, crece la organización popular y el debate sobre la conciencia de clase y la necesidad de un movimiento feminista fuerte y organizado. Y para las militantes se refuerza la necesidad de fortalecernos como movimiento e incrementar nuestra capacidad de autoorganización. Ello va a ser fundamental y mucho más necesario para que podamos hacer frente a las consecuencias de la administración genocida de Bolsonaro. Además, necesitamos fortalecer nuestra capacidad de proponer un proyecto feminista, capaz de alcanzar a toda la clase trabajadora de nuestro país, con sus diversidades y especificidades, indígenas, campesinas, periféricas, negras, lesbianas, con discapacidad.