8 de marzo: rebeldía y fuerza de las mujeres para cambiar el mundo

03/03/2021 |

Por Nalu Faria

Lee y escucha los aportes de Nalu Faria, de la Marcha Mundial de las Mujeres, en el webinario "Desafíos del feminismo popular" en preparación para el 8 de marzo.

Foto/Photo: AFP

Ahora, en nuestro 8 de marzo de 2021, tenemos la misma tarea que tuvieron las mujeres rusas en 1917 cuando impulsaron la Revolución Rusa luchando contra el hambre y la guerra

Tenemos muchas expectativas sobre cómo podemos avanzar en la construcción del feminismo popular, en un proceso de alianza y construcción de un feminismo antiimperialista, anticapitalista, antipatriarcal y antirracista. Todos los años es muy interesante retomar el significado del 8 de marzo. Recordamos los orígenes de la fecha y su proceso, lo que nos conmueve y también nos fortalece, porque muestra precisamente una construcción que viene desde antes de la instauración de esa fecha como Día Internacional de Lucha de la Mujer Trabajadora y un proceso que siguió después.

El origen del 8 de marzo está vinculado a la lucha de las mujeres socialistas a principios del siglo XX. En esa época, las mujeres socialistas construyeron sus luchas en fuerte oposición al capitalismo, comprendiendo el capitalismo como un modelo que buscaba expandirse por todo el mundo, por todos los territorios, con su carácter colonialista, racista y también patriarcal de subordinación de las mujeres. Por lo tanto, la construcción del 8 de marzo vinculó, desde el principio y en todo momento, las luchas cotidianas de las mujeres de la clase trabajadora con una perspectiva de transformación.

El 8 de marzo está cargado de memoria de lucha, de organización, de transformación, de búsqueda de la igualdad, y también de esa dimensión internacional y de cuestionamiento del sistema. En el proceso que sucedió a la definición de la fecha, en la construcción de este movimiento, es importante reconocer que hubo conflictos y distintas miradas, como la relación entre la lucha por la igualdad de las mujeres y las transformaciones sociales, o más tarde las tensiones por una mayor incorporación de la dimensión racial y la sexualidad. Pero a partir de estas lecciones se formó una visión amplia de los retos de la construcción de la igualdad de las mujeres en un mundo marcado por la complejidad de las relaciones de explotación, opresión y dominación y por una gran variedad en la formación social de los distintos pueblos. La organización de las mujeres trabajadoras se impuso como parte del desafío histórico de la autoorganización y la autoemancipación de las mujeres, pero también afirmó que es fundamental formar parte de un movimiento global de la clase trabajadora en busca de transformación.

Esta es la fecha principal del movimiento de mujeres, y debemos reflexionar sobre su significado y su vocación de construir un feminismo popular y antisistémico. Si partimos de este proceso de organización de las mujeres desde principios del siglo XX hasta ahora, podemos ver que hemos recuperado gran parte de la historia de las mujeres, de lo que han sido nuestras luchas de resistencia al capitalismo y al colonialismo en nuestras regiones y territorios. Pero también vemos que el proceso de construcción feminista se ha vuelto más complejo, ampliando la perspectiva de transformación.

Esto está relacionado con el hecho de que el capitalismo, para mantenerse, ha incorporado el patriarcado, el racismo, el colonialismo, la destrucción de la naturaleza y la discriminación de la diversidad sexual y de género como elementos constitutivos de su dinámica. Y también es responsable de los mecanismos de actualización de sus formas de explotación y control. El capitalismo constituye desigualdades dentro de las desigualdades, por lo que nos plantea más retos en la construcción de la unidad de la clase trabajadora.

Dividirnos y fragmentarnos en base a las identidades es una estrategia del capitalismo, que ataca precisamente la principal dimensión que necesitamos mantener como pueblos de la clase trabajadora, que es la unidad en nuestra diversidad. Para poder garantizar la pluralidad sin perder la dimensión de clase. Cada vez que se pierde la dimensión de clase, nos volvemos más vulnerables a los ataques del capitalismo. En su trayectoria, el feminismo es uno de los movimientos que más avanza en el sentido de la transformación, aún con sus diferencias, con la pluralidad, con las fragmentaciones. El feminismo señala la contradicción irreconciliable entre la acumulación de capital y la sostenibilidad de la vida.

Con este acumulado, al rechazar la fragmentación de las identidades, presentamos nuestra constitución como sujetos políticos desde donde estamos: desde el movimiento de mujeres, el movimiento campesino, el movimiento negro, el movimiento ecologista, nuestros territorios, los partidos políticos de izquierda. Nuestra constitución como sujetos políticos y protagonistas de nuestra historia es lo que nos da el hilo conductor de un proyecto de transformación.

La afirmación del significado histórico del 8 de marzo requiere una mirada crítica a procesos como su reconocimiento por parte de la ONU, que ha ocultado estos orígenes revolucionarios. Esto se profundiza a medida que el 8 de marzo se consolida como fecha oficial bajo el paraguas del calendario de los gobiernos y, cada vez más, de las empresas. Estas empresas hacen lo que en la Marcha Mundial de las Mujeres llamamos maquillaje violeta, para que parezca que trabajan por la igualdad de las mujeres. El proceso de ocultamiento de la historia y del significado de la lucha ha sido incluso reiteradamente cuestionado por diversas académicas feministas.

Para nosotras, recuperar el sentido de las luchas del 8 de marzo es afirmar una posición muy crítica y antagónica hacia todo este sistema y sus estructuras. No sólo se trata de las estructuras de dominación más evidentes – las empresas transnacionales, el capital financiero, la reducción de las políticas estatales y la protección social- sino también de esos intentos de engañarnos con una idea de conciliación o de mitigación de conflictos.

También significa fortalecer la perspectiva de la organización permanente de las mujeres, que es lo que sostiene el movimiento y nos permite lograr transformaciones reales, profundas y radicales. El feminismo no es sólo una «narrativa» diferente. Es un movimiento popular, colectivo, en acción.

Hoy vivimos un momento muy singular en el mundo como mujeres, más allá de lo que ya reconocemos como militantes, como constructoras del movimiento de mujeres y de la lucha ampliada de las mujeres desde el feminismo popular. En el seno de los movimientos sociales y sectores que luchan contra el capitalismo, se está ampliando el reconocimiento de cómo, dentro de la clase trabajadora, las mujeres estamos cada vez más bajo el ataque de la explotación y el control capitalista. Por lo tanto, no hay manera de constituir una política antiimperialista y anticapitalista sin incorporar el feminismo y su lucha antipatriarcal, antirracista y anticolonial.

Este reconocimiento es sumamente importante para pensar en los procesos de lucha y organización, precisamente porque es por encima de nosotras que se producen la precariedad, la violencia y los ataques a nuestra autonomía, nuestro cuerpo y nuestra sexualidad. Hay un reconocimiento de la fuerza de nuestra organización en todos los niveles. A nivel local, de los pueblos, a nivel internacional, hemos logrado conectar nuestra memoria, nuestra historia, nuestra resistencia y resiliencia con la construcción de propuestas y la articulación de un nuevo mundo. Este nuevo mundo también requiere elementos de nuestra historia. Sí, hay un mundo antiguo que hay que destruir, pero en este mundo antiguo también hay prácticas, conocimientos y experiencias que hay que reconocer. Desde el feminismo, se ha hecho este movimiento.

Ahora, en nuestro 8 de marzo de 2021, tenemos la misma tarea que tuvieron las mujeres de Rusia en 1917 cuando impulsaron la Revolución Rusa luchando contra el hambre y la guerra. Hoy, en nuestro contexto, nuestras reivindicaciones pasan también por la lucha contra el hambre, contra el genocidio, contra todas las guerras, y estamos seguras de que seremos millones en la lucha por la defensa de la sostenibilidad de la vida. Cuando hablamos de la sostenibilidad de la vida, hablamos de la igualdad y la armonía entre los seres humanos y la naturaleza. Hablamos, pues, de transformación.

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Nalu Faria forma parte del Comité Internacional de la Marcha Mundial de las Mujeres y de la Red Latinoamericana de Mujeres Transformando la Economía (REMTE).

Este texto es una edición de los aportes de Nalu en el webinario de la Marcha Mundial de las Mujeres «Desafíos del feminismo popular», en preparación para el 8 de marzo.

Texto original en portugués

Traducido del portugués por Luiza Mançano

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