En las redes sociales abundan fotos de paisajes palestinos que se comparten en un primer momento con la intención de despertar admiración por su belleza y luego lamentar su pérdida. Cuando el tema es la ciudad de Jerusalén, por ejemplo, mucha gente publica fotos del «bosque de Jerusalén» ubicado en tierras de aldeas despobladas al oeste de la ciudad. Los pinos y cipreses llenan el lugar y dominan el paisaje. Pero muchos no saben que estos árboles despiertan ira, ya que «Israel» plantó la mayoría de ellos después de la guerra de 1967, como parte de su guerra contra los palestinos y el intento de borrar su existencia.
A lo largo de los últimos cien años, el movimiento sionista y, posteriormente, las instituciones de la ocupación trabajaron para forestar amplias zonas de Palestina, especialmente las ocupadas en 1948, afirmando en muchos casos que así «florecería el árido desierto». Sin embargo, esta afirmación no se sostuvo por mucho tiempo, especialmente ante el impacto negativo de las campañas de forestación en el ecosistema y el bioma locales. Esto nos pone en alerta sobre otro propósito de «Israel»: cambiar las características de ese lugar para despojarlo y borrar su identidad.
Al principio era una alcancía
Mientras la migración judía a Palestina aumentaba a finales del siglo XIX, empezaron a surgir discursos que expresaban la decepción de los europeos con el paisaje de la Tierra Santa: un país estéril y desprovisto de árboles y bosques, lo que contradecía su idea de una tierra verde con numerosos manantiales, tal y como documentaban las descripciones antiguas históricas y los textos del Antiguo Testamento. A ello se sumaron las alegaciones europeas y sionistas sobre la “negligencia y destrucción del medio ambiente que sufrió Palestina durante el dominio otomano”, la mala gestión de los recursos naturales, la continua tala de bosques y el pastoreo intensivo por parte de la población palestina.
Así se abrió camino para que el movimiento sionista emprendiera el proyecto de forestar Palestina y «rehabilitarla» a su antigua gloria. En 1901 se convocó el V Congreso Sionista y una de sus consecuencias fue la creación del Fondo Nacional Judío (FNJ). El Fondo tenía por objetivo recaudar donaciones, comprar tierras en Palestina otomana y establecer asentamientos y proyectos agrícolas para asentar y emplear a los inmigrantes judíos. El Fondo lanzó una campaña para recaudar donaciones de judíos del mundo entero y distribuyó a cada familia y colegio una alcancía, conocida como «caja azul», para recoger donaciones. El Fondo Nacional Judío también declaró el 15 de febrero como fiesta de plantación de árboles para movilizar a los colonos en torno a esta idea.
El Fondo Nacional Judío inició las campañas de forestación y silvicultura en 1920 en cooperación con la Asociación de Colonización Judía de Palestina (AJCP), creada por el barón sionista Rothschild y algunas asociaciones privadas, bajo la supervisión de la administración del Mandato Británico. Algunos de los primeros bosques que se crearon fueron los de Ben Shemen y Kiryat Anavim, en el distrito de Ramla. Los encargados de las campañas de forestación afirmaron que tenían razones ambientales, para evitar deslaves, aumentar la fertilidad del suelo, los niveles de sedimentos y reducir la tasa de evaporación del agua.
Al mismo tiempo, los relatos de esa época no ocultaban la importancia de la forestación para que los sionistas hicieran el país más agradable a la «mirada europea» creando un campo palestino no muy diferente al paisaje rural europeo. Los proyectos de forestación ofrecieron oportunidades de trabajo a miles de nuevos migrantes judíos. Así, el Fondo Nacional concluyó el cultivo de ochenta mil dunum[1] en toda Palestina, incluso antes de que se declarara la creación de esa entidad sionista.
Tras el establecimiento del Estado de ocupación, el Fondo Nacional concluyó los trabajos de forestación, esta vez en cooperación con el Ministerio de Agricultura israelí. Se concentraron en la cordillera que se extiende desde Galilea hasta Jerusalén, y luego en el norte del desierto del Néguev. Entre los años 1950 y 1960, se implantó una superficie de 190.000 dunum, y entre los años 1960 y 1970, 210.000 dunum. En 2007, se añadieron otras 530.000 dunum. Hoy la superficie de bosques ha alcanzado aproximadamente 1.180.000 dunum, de los cuales sólo unos 242.000 dunum se consideran bosques nativos, sin intervención del movimiento sionista, mientras que el resto corresponde a zonas implantadas por «Israel». De ellos, el 40% son coníferas (pinos y cipreses), el 13,5% eucaliptos y sólo el 5,1% son árboles locales, como robles, algarrobos y olivos.
Estas operaciones de forestación se vinculan a los objetivos del Estado de Ocupación después de la Nakba, es decir, después de borrar las aldeas palestinas desalojadas. Estas tierras, cuyos habitantes fueron desalojados, fueron tomadas en cuenta como “propiedades de los ausentes», lo que permitió a «Israel» tomar el control y luego transferirlas al Fondo Nacional Judío, convirtiéndose en el mayor propietario de tierras en Palestina. De este modo, 71 aldeas desplazadas se convirtieron en lugares turísticos, y más de la mitad se cubrieron de densos bosques mediante las campañas de plantación de árboles, en un intento de cambiar sus características y así impedir que los refugiados volvieran a sus tierras.
Uno de los ejemplos más destacados de este borrado es el Bosque de Jerusalén, que se erigió en las aldeas de Al-Qabo, Allar, Soba y Ein Karem, entre otras. Se pueden ver casas palestinas derribadas entre los pinos, como en la aldea de Ajour, en el distrito de Jerusalén, donde se construyó el Jardín Británico, y en la aldea de Lubya, en el distrito de Tiberíades, donde se construyó el Jardín Sudafricano. También se han creado parques públicos y bosques en aldeas despobladas tras el proceso de desalojo, como las de Emwas y Yalo, en el distrito de Ramla.
Así se incendió el Monte Carmelo
Los árboles que se plantaron al principio de las campañas de forestación son variados: en la primera migración judía se plantaron olivos, por ejemplo, según la naturaleza agrícola de la región. También se introdujeron otras variedades, como el eucalipto o, como lo llaman los palestinos, «el árbol judío». Son árboles que crecen rápido y consumen una gran cantidad de agua, se cultivan alrededor de los pantanos y manantiales y los secan.
Los sionistas los utilizaron para drenar el lago Hula en la década de 1950. Tras hacer experimentos con distintas variedades, el Fondo Nacional Judío optó por el cultivo del pino carrasco por razones relativas a su capacidad de crecer rápidamente en zonas semiáridas y porque no requiere grandes cantidades de agua. Por ello, el Fondo se empeñó en utilizarlo, evitando el cultivo de variedades del entorno local, como el roble, el algarrobo y el madroño.
Sin embargo, los incendios en el Monte Carmelo en 2010 generaron un debate sobre la inadecuación del cultivo de pino carrasco en Palestina con tal intensidad, ya que las escasas lluvias en la región facilitarían en gran medida la propagación del fuego. Esto se debe a la composición química del pino: las hojas de las coníferas contienen terpenos, sustancias altamente inflamables, y las piñas facilitan la ignición, lo que lleva el fuego a expandirse, haciendo que las semillas del pino sean expedidas y renueven el fuego. Esto es lo contrario de los robles, por ejemplo, que son nativos del país y tienen más propiedades de resistencia al fuego.
En 2019, la Sociedad para la Protección de la Naturaleza en Israel publicó un informe detallado contra la FNJ en el que la instaba a detener sus campañas de forestación. En el informe se recogen estudios que reflejan los aspectos negativos de la forestación para la naturaleza de los países ocupados, empezando por las características del pino carrasco como especie invasora, es decir, que tiene la capacidad de propagarse y crecer en grandes áreas que no se limitan a la zona cultivada. Esto significa que, en los próximos años, esta especie puede alcanzar zonas más amplias y aún no cultivadas y que, según el informe, amenaza otros ecosistemas, el más importante entre ellos, los bosques abiertos, que caracterizan la naturaleza de Palestina.
La biodiversidad también está amenazada. Las grandes extensiones de tierra a la sombra de los pinos impiden el crecimiento de las plantas silvestres que se encuentran debajo, debido a la falta de luz solar y de agua. Además, las hojas de los pinos que caen al suelo impiden el crecimiento de otras plantas debido a su alta acidez. En cuanto a los animales, hay especies de reptiles y aves rapaces -cuya capacidad depredadora está relacionada con los espacios abiertos- amenazadas de extinción, porque no están adaptadas a este sistema exótico.
Las razones detrás de la desaparición de los lagartos
Quizás uno de los ejemplos más controvertidos sea el bosque de Yatir, cuyo cultivo comenzó en 1964, situado en la ladera de Hebrón y al norte del desierto del Néguev. Se trata del bosque más grande plantado por el Fondo Nacional Judío en el país, en las tierras beduinas de Khirbet Atir, con una superficie de 30.000 dunum y más de cuatro millones de árboles plantados, principalmente pinos y cipreses. Para expandir el bosque, se desalojó a los palestinos de sus aldeas y se los trasladó a la ciudad de Hura.
El FNJ afirma que el bosque de Yatir tiene por objetivo luchar contra la desertificación y el cambio climático, y se jacta de ser un modelo de prosperidad en el desierto y un modelo para los estudios en materia de plantación y cuidado de los bosques. Sin embargo, ocurre todo lo contrario.
El bosque amenaza un ecosistema desértico abundante en especies vegetales y animales que viven en esa región en particular, como el iris marrón oscuro o iris de Jordania, una clase de ajo silvestre, así como una especie de lagarto llamado lagartija de Beerseba, ahora clasificado oficialmente como en peligro de extinción. Se trata de una especie endémica, lo que significa que habita únicamente en esta zona, y que está sometida a una alteración de su hábitat natural debido a los cultivos forestales, que dan lugar a superficies que no le convienen, ya que necesita luz solar.
En 2010, se produjo un desastre ambiental en este bosque, en el que se incendiaron 24.000 árboles en un año, en su mayoría grandes árboles de más de 35 años. Ello se debió a la exposición de la zona a una grave sequía en 2008, resultado de la escasez de nutrientes naturales y de la composición del suelo.
El muro: un ejemplo de la hipocresía de “Israel”
«Israel» y, entre bastidores, el Fondo Nacional Judío se jactan del modelo ecológico que crearon hace casi cien años en el territorio de Palestina. Dicen que «mientras el porcentaje de bosques en el mundo disminuye, en Israel ha ocurrido lo contrario». Con «Israel», en realidad ocurre lo contrario. Miles de olivos son arrancados en Cisjordania, y sólo en los dos últimos años se han destruido más de 15.000 de estos árboles. Se destruye la tierra para construir asentamientos en Cisjordania y Jerusalén, amenazando con ello el hábitat natural y la biodiversidad de la zona. El muro se construye provocando el aislamiento de los organismos vivos a un lado, impidiendo su movimiento natural, reduciendo su cantidad y superficie y provocando desajustes en el equilibrio ecológico.
«Israel» es hipócrita desde el punto de vista ambiental, con sus dobles normas ecológicas para cada lado del muro. De este modo, Israel demuestra que miente. Los valores ambientales que promueve y los bosques que crea son sólo uno de los aspectos del control de la tierra y de la alteración de las particularidades del espacio para evitar que siga siendo palestino.
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[1] El dunum es una unidad de superficie que no forma parte del Sistema Internacional de Unidades. Originalmente, un dunum correspondía a la cantidad de tierra que una persona podía arar en un día, así que era una cantidad que variaba según el lugar. El concepto se sigue utilizando, siguiendo un patrón más uniforme, en diversos países que formaron parte del Imperio Otomano.
Dua’a Subhi nació en Jerusalén y actualmente es estudiante de un máster en Ciencias Forestales y Gestión de Recursos Naturales en la Universidad de Padua (Italia), interesándose por la naturaleza en Palestina. Este texto se publicó originalmente en árabe el 23 de julio de 2021 en el portal Metras una plataforma dedicada a la producción de conocimientos y contenidos periodísticos sobre Palestina.