Los problemas a los que se enfrentan las mujeres migrantes comienzan mucho antes de llegar al país donde solicitan asilo. Muchas mujeres pierden la vida en el camino, y a las que alcanzan las fronteras se les impide la entrada y a menudo se las criminaliza. La Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas, conocida como Frontex, es el organismo encargado de vigilar las fronteras de todos los países de la Unión Europea (UE) y del Acuerdo de Schengen1. Frontex es un cuerpo armado que se ha dedicado a impedir la entrada de personas migrantes, y no a garantizar la «seguridad» y gestionar las solicitudes de asilo, como se señala en sus objetivos.
El próximo 15 de mayo, en Suiza se celebrará una votación popular para decidir su participación y acción como país miembro de Frontex. La agencia pretende aumentar su contingente de personal, exigiendo más presupuesto a los países miembros. Para entender la posición de los movimientos populares y feministas en esta votación, Capire habló con Sophie Malka, coordinadora de L’association Vivre Ensemble, y Aude Martenot, militante de la asociación SolidaritéTattes. Durante la entrevista, cuestionaron las políticas migratorias de la Unión Europea, denunciaron las acciones violentas de Frontex y las diferencias entre las políticas de asilo para las personas de países de la UE y las del Sur Global.
En Europa, los movimientos populares y feministas denuncian las políticas migratorias violentas que irrespetan el derecho de las personas a solicitar y recibir asilo. Bajo un modelo racista y patriarcal, basado en la división entre el Norte y el Sur global, las fronteras sostienen la precarización laboral y la violencia contra las personas migrantes, especialmente las mujeres, sometidas a la explotación en trabajos de cuidados y servicios mal pagados y a la violencia sexual.
En su página web, Frontex afirma que su misión es «salvaguardar la libertad, seguridad y justicia» en el espacio europeo. ¿Cuáles son las herramientas de esta supuesta «salvaguardia»? ¿Cómo las feministas europeas crearon una visión crítica al respecto?
Aude: actualmente Frontex es un ejército, con unas cien personas en acción que protegen las fronteras exteriores europeas y utilizan diferentes herramientas para controlar estas fronteras. Observamos que no se hace nada para proteger a las personas o denunciar cuando se producen abusos; Por el contrario, se ignoran los abusos. Todo ello forma parte de la política europea de asilo que pretende frenar la migración ilegal de personas que llegan hasta aquí. Salvo que –al menos en lo que se refiere a Suiza– la migración legal no es una posibilidad. Por lo tanto, está claro que el trabajo de la agencia sólo puede consistir en impedir que la gente llegue a Europa.
Se ha denunciado a Frontex con frecuencia, especialmente en los últimos tiempos, hasta el punto de que hay reacciones en el Parlamento Europeo y, hace unos días, el director ejecutivo de la agencia dimitió. Esto demuestra claramente que Frontex no está funcionando. Además, desde un punto de vista personal, creo que es un tipo de agencia que no puede funcionar, porque en el marco de una fortaleza que sólo pretende protegerse de la gente que llega, es imposible fingir que se organiza o protege a la gente que llega. Cualquier formato que utilice un ejército para bloquear el espacio sólo conducirá a la violencia y la muerte.
Sophie: Según los principios del derecho internacional, toda persona tiene derecho a solicitar asilo fuera de su país. Este principio, ampliamente reconocido, es violado por Frontex, que impide a las personas cruzar las fronteras.
Realmente hay un problema con la misión de esta agencia. No habría necesidad de seguridad si la misión de Frontex fuera, de hecho, combatir el narcotráfico y la trata de personas. Pero tenemos la sensación de que la principal acción de Frontex es librar una guerra contra las personas migrantes.
¿Cómo podemos pensar las relaciones y la responsabilidad de Frontex con respecto a esta política migratoria y la precariedad laboral en Europa? Por ejemplo, los migrantes indocumentados que actualmente están en Europa, trabajando en los sectores de limpieza. ¿Cuál es el papel de Frontex respecto a esta política de precariedad laboral?
Aude: Cuando hablamos de personas sin documentos, nos referimos a las que llegan y no solicitan asilo. Se incorporan al mercado laboral por su cuenta y sin documentos, gracias a sus redes de contacto y a través de sus propios medios. Tal vez no sean las mismas personas. Lo que sí es cierto es que todo esto forma parte del modo general en que Europa gestiona la migración.
Suiza tiene una práctica muy clara de mantener al máximo la precariedad de las personas que llegan al país. Esto se puede ver en Frontex para las solicitudes de asilo en Suiza, que que pasó a trabajar con los centros federales tras una reforma reciente en el país, concentrando a las personas durante las primeras semanas de llegada para tenerlas lo más a mano posible y determinar quiénes pueden ser devueltos rápidamente y quiénes pueden permanecer en el sistema y obtener gradualmente un estatus migratorio.
Esto es posible porque las personas no tienen los medios para acceder a la justicia o buscar apoyo, o al menos para conocer sus derechos y hacer que sean respetados. Y todo esto forma parte de una reflexión más amplia sobre la precariedad de las personas migrantes, que permite el mantenimiento de este sistema y su amplia explotación, según las circunstancias.
Hemos visto, con todos los flujos migratorios procedentes de Ucrania, que quizá sea posible una política migratoria más solidaria y más humana. ¿Cuál sería el cambio en la actual política migratoria ante la acogida y la solidaridad hacia los refugiados ucranianos?
Sophie: Aude habló anteriormente de los centros federales. La gente está, por así decirlo, prácticamente en semidetención en estos centros. Con horarios de entrada y salida extremadamente estrictos, con sanciones si no regresan a tiempo, con registros corporales en todas las entradas y salidas de estos centros. Todas estas medidas, las prohibiciones de trabajo desde el momento de la entrada en Suiza, todo esto lo vivieron los ucranianos. Esta nueva realidad arroja luz sobre la brutalidad e inhumanidad de la práctica hacia los refugiados hoy. Apoyándonos en esta nueva accion de denuncia por parte de la sociedad civil, deberíamos intentar imaginar una nueva política de acogida de las personas que huyen de las guerras, y sin discriminación.
Aude: Esta apertura a la solidaridad se impuso también porque la población suiza estaba muy movilizada por esta acogida. El Consejo Federal no tuvo más remedio que adaptarse. Así que, de hecho, si algún día, a cambio de una política más dura, sucede lo que tememos, tendremos que mantener en lo posible esta solidaridad de la población. No hay diferencia entre las personas que huyen de la guerra, de la miseria. Todo esto es impactante y revela un profundo racismo, ya que las personas que vienen de Ucrania son blancas, a menudo cristianas, y por ello mucho más cercanas a la población suiza en cuanto a su origen.
Al controlar las fronteras exteriores de los países miembros, Frontex también se encarga de controlar los flujos migratorios de personas hacia esos países. Tras la crisis migratoria de 2015, la agencia reeditó sus planes para poder aumentar su cuerpo operativo de guardias de fronteras y costas de aquí a 2027. ¿Qué significa este refuerzo de los controles fronterizos en la vida de las mujeres migrantes?
Sophie: El refuerzo en las fronteras se encargará de impedir que la gente las cruce, incluso para registrar una solicitud de asilo. Al mismo tiempo, se refuerzan todas las redes de contrabando y estas mujeres quedan a merced de los traficantes de personas, en situaciones extremadamente violentas. Existe un vínculo entre el control de las fronteras y la violencia que sufren las mujeres en estas jornadas. Sería bueno que pudieran venir legalmente, que pudieran presentar una solicitud de asilo en las embajadas, como debería hacerse, y que se analizaran estas solicitudes con benevolencia.
Aude: En la petición Feminist Asylum [Asilo Feminista], este punto se colocó como prioritario, porque los gobiernos de los diferentes países deben tener en cuenta el motivo del asilo y toda la violencia que conlleva, todo lo que se ha construido alrededor de la ruta migratoria, pero también las razones de la partida de las mujeres en particular.
Detrás del lema «por un mundo sin fronteras», ¿cuáles son las propuestas políticas de transformación? ¿Cómo alcanzar el mundo que queremos?
Aude: Se inscribe más ampliamente en el mundo en el que vivimos, que es capitalista, que tiene como objetivo principal las ganancias, y que no tiene ningún interés en abrir las fronteras. Además, este es el caso del capital, las mercancías y otros objetos y formas de circulación transfronteriza que nunca se ven afectados, más bien al contrario, se ven favorecidos. Se ve claramente que no se trata de la problemática, sino de quién se beneficia y cuál es el beneficio, quién controla y quién elige cómo se produce. Si tomamos la situación actual, sin soñar con una revolución para los próximos días, ¿qué podríamos hacer primero?
A nivel de Suiza, hay una observación bastante obvia: es que todas estas políticas en torno al asilo son tan complejas, con tantas formas y tantas personas implicadas, que hay que remunerar a las personas, darles empleo a diferentes niveles. Hay mucha gente también en la defensa del asilo, muchas asociaciones que necesitan encontrar fondos para financiar proyectos, abogados. Realmente hay muchos recursos que se utilizan en torno a esta política de asilo y, a la inversa, creo que incluso antes de la crisis relacionada con la guerra en Ucrania –con sus particularidades– teníamos quizá entre 20 y 25.000 solicitudes de asilo al año, con fluctuaciones.
Expedir sistemáticamente una licencia que permita trabajar y tener derechos es, en efecto, mucho más barato para Suiza y sería una forma sencilla de garantizar los derechos de todos, simplemente. Sería más rápido y exigiría menos esfuerzo que hoy. Sería una forma de no permitir que se mantenga esa forma de precariedad que mencionaba antes y de no permitir que se limiten los derechos y se controle a las personas. Se trata de un juego político que, en mi opinión, hay que cambiar más rápidamente.
- El Acuerdo de Schengen comprende 26 paises europeus que flexibilizan su control de frontera para viajes internacionales bajo una política de visa común. [↩]