En Mozambique, no es posible hablar de las condiciones de vida de las mujeres sin hablar del acaparamiento de tierras. Aquí vienen grandes compañías de inversores y nuestro gobierno sigue cediendo tierras. La tierra en Mozambique, como en todo el mundo, es el principal medio de subsistencia de las mujeres. Más del 80% de las mujeres viven y sobreviven en la tierra. Estas inversiones externas nos generan mucha incertidumbre, inseguridad y miedo, porque no participamos de manera efectiva en los procesos de toma de decisiones.
Si miramos el contexto de covid-19, vemos que hubo un uso de ese momento para avanzar más en la búsqueda de ocupación de tierras y la expulsión de campesinos y productores de sus tierras de origen. Es un capitalismo que llega agresivamente y crea mucho temor. Es difícil mantenerse alerta porque muchos acuerdos se hacen en secreto. En la provincia de Cabo Delgado, por ejemplo, se sabe que el gobierno de Mozambique ha firmado contratos de explotación y cesión de tierras para empresas transnacionales. Por ello, buena parte de la población abandonó sus tierras huyendo de las balas, por lo que se alejó de su lugar de pertenencia. Las personas pierden la conexión con su lugar, su comunidad y consigo mismas, porque nuestra identidad también se construye a través de estos elementos.
El discurso detrás de la concesión de grandes extensiones de tierra a las corporaciones es que hay mucha tierra disponible. ¡Esto es una falacia, no hay tierra sin dueño! En cualquier lugar, aunque solo ve árboles o bosques «descuidados», alguna comunidad circundante usa de este territorio. Son sitios que conservan la tradición o espacios para la práctica del culto. Los bosques se utilizan para extraer hierbas medicinales para curar enfermedades u otras creencias locales.
Las oraciones y las prácticas de las mujeres hacen que muchas las llamen hechiceras. Se trata de prácticas tradicionales que las mujeres transmiten de generación en generación. El conocimiento es su fuerza. Los poseedores del capital y del poder machista lo saben y se sienten amenazados por este poder, invisible pero muy fuerte. Para la vida de las mujeres, específicamente, el riesgo es muy alto. Son asesinadas, violadas y secuestradas. Las mujeres, con sus conocimientos, tradiciones, oraciones y poderes, son vistas como una amenaza dentro de los territorios que están siendo usurpados.
Los acuerdos de concesión de grandes extensiones de tierra destruyen toda la sabiduría tradicional y la diversidad de los bosques, dejando a las comunidades sin nada. ¿Qué desarrollo es este? ¿Y para qué sirve si no respeta la voluntad de los pueblos?
Las mujeres han sido utilizadas como instrumento de guerra en el conflicto bélico que enfrenta el país, especialmente en las zonas centro y norte. Recientemente, en septiembre de 2020, una mujer fue brutalmente asesinada a tiros por las fuerzas armadas de Mozambique en la provincia de Cabo Delgado. El gobierno afirmó que había sido asesinada por los terroristas, pero la comunidad dice que la responsabilidad es de las fuerzas armadas. Ella fue acusada de ser una hechicera al servicio de los terroristas, pero ni siquiera se investigó de dónde venía.
El cuerpo de la mujer sufre mucho durante el conflicto, ya que es sistemáticamente utilizado, maltratado y violado de diversas formas. Son mujeres madres, esposas, hermanas e hijas que, en tanto dolor y humillación, pierden incluso las fuerzas para luchar y resistir al enemigo. El cuerpo de la mujer es violado como estrategia para convencer a los hombres que se niegan a vender sus machambas (tierras) o defender las tierras comunitarias. La gente se siente impotente cuando se enfrenta a brutalidades como esta. La violencia está directamente relacionada con el conflicto en relación con la explotación de los recursos naturales y la naturaleza.
Las mujeres son brutalmente violadas no solo en ese contexto de conflicto armado, sino también en las regiones y áreas donde han sido reasentadas. No se observancia de los derechos humanos ni se hace atención a las necesidades específicas de las mujeres. En los campamentos se denuncian muchos casos de violencia sexual contra niñas y mujeres. Lo que más nos preocupa son las situaciones que aún no conocemos. No se dice mucho porque tienen miedo de hablar, hay mucha desconfianza y mucho miedo. Solo hablan cuando encuentran a una persona en la que confían o se sienten seguras. El silencio que ellas llevan consigo dice mucho.
Fuerza y esperanza para realizar alternativas
Celebramos la existencia de una ley de prevención, pero la violencia continúa. Las mujeres no reciben la atención adecuada. Las mujeres no confían en la Esquadra, la policía para hacer frente a la violencia contra la mujer. A las mujeres todavía se les cuestiona qué hicieron para sufrir la violencia, y hay casos en los que los agresores corrompen a la policía para que el proceso no prosiga, lo que desalienta a las mujeres a denunciar.
También logramos la despenalización del aborto. Hicimos una campaña fuerte y ahora tenemos una ley, pero todavía tenemos mucho por lo que luchar, ya que vivimos en un país donde el documento no refleja la realidad. Seguimos monitoreando los servicios para que respondan a las necesidades de las mujeres, pero lo que tenemos que hacer para ser escuchadas es un gran esfuerzo. Es decir, para que el papel que se está desempeñando vuélvase en práctica.
Tenemos una Ley de Tierras, que se considera una de las más progresistas de África, ya que defiende los derechos de las personas y las comunidades. La ley permite que el registro de tierras sea a nombre de hombres y mujeres, pero el patriarcado es fuerte: los documentos siempre están a nombre de hombres y no hay asistencia legal. Muchas mujeres no saben cómo acceder a las leyes y garantizar sus derechos. Cuando llega una gran inversión, el gobierno le quita la tierra al ciudadano y a las comunidades, dejándolos sin nada. La implementación de la ley en el día a día es bastante deficiente. En este momento, esta misma ley se encuentra en revisión, sin garantizar que las mujeres productoras rurales tengan en claro los aspectos que se están modificando.
Es importante mencionar que en este país se hablan muchos idiomas. Hay 17 idiomas diferentes y ninguno se comunica con el otro. Todos los países que bordean Mozambique hablan inglés. El idioma es un desafío para la difusión de información. Para luchar contra el patriarcado, también debemos abordar qué limita la participación de las mujeres, su voz y su capacidad de estar sujetas a sus derechos. El silencio de las mujeres es resultado del patriarcado y del colonialismo.
En los espacios comunitarios para decidir, por ejemplo, si una empresa externa puede realizar inversiones locales, solo se habla portugués. Muchas mujeres de las comunidades no comprenden lo que se dice; o, cuando entienden, no hablan, porque se sienten cohibidas para usar su propio idioma. Si las sesiones fueran en sus idiomas, ellas tendrían mucho que decir. Hablarían de sus inquietudes: casi todas, como sabemos, vinculadas a la reproducción, al agua, a la tierra, a todos los dispositivos en el lugar del cuidado que a nadie le importa.
Nadie dice que sea necesario reducir la distancia para ir a buscar el agua. Qué maternidades y hospitales se necesitan cerca. Necesitamos encontrar energía para construir un proceso revolucionario de conciencia y discurso político.
Por ello, tratamos de construir fuerza y esperanza, proponer alternativas. En los últimos tiempos nos ha sobrevenido una cierta consternación, porque estamos luchando y, aun así, no hemos logrado salir de este escenario. A medida que los compañeros sufren más, crece un sentimiento de impotencia. ¿Cómo logramos superar estos problemas?
En este momento de pandemia, es aún más difícil presentar nuestras perspectivas y demandas, porque el lugar donde mejor se nos escuchó fue en las calles. Además, existe una creciente represión y una prohibición de nuestras actividades políticas públicas. Buscamos la cooperación entre nosotros para fortalecer la lucha y la conciencia política.
Resistencia, movimiento y experiencias feministas
¿Cómo ajustar el ritmo de las que ya están caminando y las que están llegando? Si no hacemos este diálogo, nos callamos, nos retraemos, y esto fragmenta el movimiento, individualiza la lucha.
¿Cómo mantenemos nuestro movimiento feminista fuerte y vibrante? ¿Cómo construir nuevas formas de articulación? Las jóvenes que están en el movimiento quieren hacer algo nuevo, hacer algo diferente. Quieren reflexionar, proponer y actuar, pero se han enfrentado desafíos económicos y sociales. Cada una tiene su propio tiempo. ¿Cómo ajustar el ritmo de las que ya están caminando y las que están llegando? Si no hacemos este diálogo, nos callamos, nos retraemos, y esto fragmenta el movimiento, individualiza la lucha. ¿Cómo unir a todas, aunque seamos diferentes? ¿Qué es hacer diferente? ¿Cómo ejercer la escucha?
La experiencia del feminismo en Mozambique llega a través de movimientos y asociaciones de mujeres, relacionando lo local, lo regional y lo internacional. La Marcha Mundial de las Mujeres da un sentido más profundo a la lucha, denuncia el sistema, desmantela lo establecido, nos une. Es un espacio para quienes quieren luchar por sus derechos y no quieren hacerlo solo en teoría, en oficinas, en internet. Es la posibilidad de que tengas un espacio de solidaridad, de encuentro y de compartir.
Construyendo el feminismo en Mozambique, creamos nuevas formas de acción política. En junio de 2015, ante la noticia de un caso de violación, protestamos tumbadas en el suelo de una avenida muy transitada. Esta protesta no fue permitida, lo que podría llevarnos a la cárcel. Fuimos muy valientes y logramos mantener la acción durante cuarenta minutos, dando visibilidad al caso.
Otras hermosas experiencias son las caravanas nacionales y regionales, los campamentos solidarios con mujeres en el contexto del conflicto militar y las hogueras feministas. En caravanas, viajamos siete mil kilómetros. A pesar de que los viajes fueran largos y agotadores, poder ver a mujeres de las comunidades por las que pasamos acercándose para conocer, escuchar y compartir sus vidas, hizo que valiera la pena.
La hoguera feminista es una conversación realizada alrededor de una hoguera, que nosotras, mujeres jóvenes feministas, hemos creado para compartir nuestros desafíos diarios, exponer nuestras indignaciones, fortalecer nuestro activismo en defensa de nuestros derechos. Las tradiciones aquí son muy fuertes, así que mantuvimos y transformamos este nuestro aspecto cultural, la hoguera que organizamos al final del día. Es un momento de transmisión de testimonios de las mayores a las más jóvenes, compartiendo historias, enseñanzas y consejos para la vida. Usamos esta práctica para estar cerca unas de otras.
Hay mucha responsabilidad sobre los hombros de las mujeres. El fuego nos calienta, nos reconforta y nos hace sentir que no estamos solas. El fuego también nos da el coraje para hacer frente al machismo de la vida cotidiana. La hoguera tiene un símbolo muy fuerte para nosotras y ha fortalecido el movimiento feminista en Mozambique, porque es un espacio liberador para las mujeres. Lo que se dice en ese espacio no sale de ahí. Al final, quemamos el patriarcado en la hoguera y nos fortalecemos.
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Nzira Deus es feminista, activista de la Marcha Mundial de las Mujeres en Mozambique, directora ejecutiva de Fórum Mulher, activista por los derechos de las mujeres y personas LGBT en África.