Iraida Vargas, una antropóloga feminista venezolana, una vez dijo en una entrevista: “lo primero que el capitalismo nos expropia es la historia, es la memoria”. Con esto, el capitalismo nos expropia un poco el alma, agrego cada vez que la cito.
La expropiación de la memoria es un mecanismo que funciona y hace parte de la opresión simbólica y cultural que son bases del sistema de opresión múltiple: capitalista, colonialista, patriarcal, racista.
Con la expropiación de nuestra memoria e historia, atacan nuestra identidad y nuestra autonomía para crear subjetividades y, por tanto, crear formas de ordenar el mundo y la vida. La usurpación de la memoria nos despoja de referentes propios, que encarnan nuestros valores, luchas y principios.
La supuesta ausencia de historia propia, de memoria, nos impide de nombrarnos como pueblos que creamos y aportamos a nuestro destino. Eso legitima el racismo, el colonialismo, el capitalismo, el machismo. Legitima nuestra propia opresión.
La historia que se cuenta amplia y oficialmente es una historia plagada de hombres blancos, heterosexuales, con fortuna económica, que actúan desde el individualismo, que a su vez se sustenta en un dios blanco, heterosexual y varón. Esta historia está constantemente legitimando el derecho de quienes nos oprimen y el deber de nuestra sumisión.
Recuerdo el cantor argentino Juan Carlos Baglietto, quien en la canción “Quien quiera oír, que oiga”, dice: “Si la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia, la verdadera historia, quien quiera oír que oiga”. La nuestra no es una historia de vencidas y vencidos, sino una historia de resistencia.
Resistimos a que se nos roben nuestras victorias, nuestras heroínas y héroes, nuestras rebeldía. Para esto, nos valemos del relato oral y escrito, poemas, canciones, expresiones espirituales, textiles, comidas. Todo eso forma parte de lo que se constituye para los movimientos populares como la mística.
Buscar y valorar las historias de las mujeres luchadoras
Un ejemplo de expropiación y resistencia es la participación de las mujeres en la gesta de independencia de Venezuela. Esto se ocultó hasta la revisión a la que llamó la Revolución Bolivariana. Los primeros indicios de esa participación estuvieron en las leyendas del pueblo, que conservaban a una Juana “La Avanzadora” en frases, dichos, poemas populares e incluso en mitos. Uno de los mitos es el de la tumba oculta, así puesta para que no fuera profanada.
Desde estos indicios, se emprende una búsqueda. Hoy sabemos que existieron unidades militares compuestas por mujeres. Una de ellas fue la Batería de Mujeres de Oriente, compuesta por 40 combatientes y lideradas por Juana Ramírez, “La Avanzadora”, llamada así por ser de las primeras en avanzar ante el toque de carga.
Memoria, un asunto de futuro
Conservar la memoria es un acto de rebeldía. Es construir colectivamente nuestra subjetividad, reflejo de nuestros principios, valores, emociones, orgullos, que nos hace revindicarnos como personas dignas y merecedoras. Es una fortaleza para nuestro movimiento saber de dónde venimos, quienes somos y cual ha sido nuestro accionar histórico como pueblos y como mujeres trabajadoras.
Construimos memoria sistematizando nuestros andares, propuestas y luchas. Y no lo hacemos sólo a través de la palabra escrita, sino también en fotos, murales, poemas, cuentos, leyendas, expresiones culturales diversas y lenguajes de la comunicación popular. Construimos memoria revalorizando mecanismos como la oralidad y las creaciones populares como fuentes legítimas.
Mantenemos nuestra memoria e historia viva en la cotidianidad mediante la referencia constante de las que estuvieron antes, reconociendo y difundiendo sus luchas, principios, aportes, enseñanzas. Haciéndolas parte de nuestra reflexión política.
Comparto una consigna que es un ejercicio de memoria, y que se oye constantemente en nuestras salidas de calle: “Somos las nietas de las brujas que no pudieron quemar”. Pues somos también las nietas de las mujeres negras que no pudieron matar. Somos las nietas de las indias que no pudieron violar.
Mística
La mística es un espacio que nos ayuda a centrarnos en el aquí y el ahora al iniciar una actividad política colectiva. Ella nos sintoniza con las emociones y la fuerza que da el estar juntas.
Es una práctica política que reivindica lo lúdico, estético, espiritual, cultural y subjetivo como parte fundamental de nuestro hacer como movimiento, desafiando la falsa división patriarcal y capitalista entre razón y emoción. Es un espacio de coherencia, donde conjugamos lo personal y político, es decir, nuestras emociones, sensaciones, sentimientos con nuestros haceres políticos. Es un espacio de búsqueda y construcción de identidad, subjetividades y sentidos comunes de nuestros colectivos y movimientos. Son espacios de reflexión.
No hay una sola forma de hacer mística. Pero es fundamental que la mística se adapte a los territorios, a las necesidades culturales y políticas de las organizaciones, a los objetivos de cada encuentro.
Alejandra Laprea vive en Caracas, Venezuela, y es suplente en el Comité Internacional de la Marcha Mundial de las Mujeres, representando las Américas. Formó parte del grupo de trabajo pedagógico de la Escuela de Organización Feminista “Berta Cáceres” de la MMM Américas. Este artículo es resultado de sus aportes en este proceso.