Yo vengo desde Marcha, un medio popular. Surgimos hace más de 11 años. Nuestro proceso va hilando un poco lo que fuimos construyendo y que llamamos «periodismo colectivo». Venimos no de un medio hegemónico, no de una empresa de comunicación, sino de los movimientos sociales.
Marcha surge del Frente Popular Darío Santillán, que se construye a partir del asesinato de dos líderes políticos –dos piqueteros, como decimos en Argentina– que en 2002 estaban cortando las rutas de los accesos a la ciudad. El movimiento de desocupados venía arrastrando más de 12 años de políticas neoliberales y llevando a cabo la práctica del piquete, de cortar la ruta, de prender las gomas, las ruedas, e imposibilitar el acceso a las grandes ciudades, que delinean y determinan el poder y las decisiones políticas. En tal contexto, la policía asesinó a dos militantes populares: Darío Santillán y Maximiliano Kosteki.
De ahí surge el movimiento que lleva su nombre, y de ahí surge un poco del medio Marcha, que en su momento era la prensa del Frente. En ese proceso, en diálogo con compañeras y conociendo otras experiencias, entendimos la importancia de que el medio fuera autónomo, sin dejar de tomar posición o de ser político.
Aprendizajes feministas
En aquel momento, el colectivo editorial de Marcha estaba constituido por las secciones nacional e internacional, en un intento de imitar a los grandes medios para poner una perspectiva popular a lo que los medios decían. Iniciamos con una sección llamada «policiales», por ejemplo, y después dijimos «no, nosotros no queremos eso». Queremos hablar de la criminalización de la protesta y de las juventudes, y percibimos que no podemos de ninguna manera usar la categoría que usan los medios hegemónicos y que señala lo que nos distancia.
Inicialmente, la sección de géneros era una mirada incorporada dentro de la sección sobre temas nacionales. Por la gran lucha de compañeras, decidimos en 2014 hacer una sección propia, que nosotras decimos «un cuarto propio». La sección de géneros nos permitió incluir la diversificación de las miradas, dialogar con referentes que pocas veces ocupaban ese lugar en la sección «nacionales» –porque siempre entrevistamos al líder, al dirigente, al referente hombre.
Al construir una sección propia en 2014, nos animamos como medio popular y feminista, y nos constituimos como tal. No era para quedarnos encerradas en la sección de géneros, sin dialogar. Quisimos compartir nuestras miradas, transversalizarlas a niveles internacionales, nacionales, de cultura etc. Pero necesitábamos el cuarto propio para poder hablar entre nosotras, ver qué violencias habitaban los espacios comunitarios y poder acompañar el proceso de compañeras que están en empresas de comunicación con relaciones mucho más hostiles. Tratamos de todo eso como un desafío que atraviesa todas las secciones.
Fuimos caminando hacía un periodismo feminista. No queríamos solamente hablar de «géneros», ni hacer «periodismo de mujeres», ni «para mujeres». Queremos que esta perspectiva feminista atraviese otras perspectivas –si no, hacemos un trabajo súper interesante y, en paralelo, en el portal salía, por ejemplo, «los trabajadores tomaron las calles». ¿No hay trabajadoras tomando las calles? ¿No hay compañeras y compañeros en los espacios populares? Tuvimos que empezar a invadir las otras secciones, donde nuestros compañeros aceptaban la creación de un espacio de géneros, pero también tensionaban con hasta dónde vamos a llegar las feministas.
Cómo narrar las historias de las mujeres
De ese proceso, empezamos a contar historias de violencias, de denuncias, a dialogar con sobrevivientes, y terminamos contando historias de liberaciones. Eso es una perspectiva pedagógica de nuestro feminismo: no queremos únicamente denunciar, quedándonos en ese lugar; también queremos acompañar los procesos de liberación de nuestras compañeras. Queremos seguir en marcha hasta que todas y todes seamos libres.
Queremos un periodismo feminista que interpele al periodismo popular, pero que también el periodismo popular interpele al periodismo feminista. Queremos que el periodismo feminista tenga concepción de clase, que entienda lo que pasan nuestros pueblos, que pueda mencionar las relaciones socioeconómicas, que no esté aislado, mirando las violencias y el aborto como cosas escindidas de nuestros procesos sociales, culturales y políticos.
Nos preguntábamos: ¿cómo narrar sin revictimizar? Algunas de las pistas que fuimos construyendo son: la importancia de citar leyes, de enumerar las violencias condensadas en nuestros cuerpos-territorios, hacer foco en la prevención, y señalar los responsables, bien como la política pública que debería haber actuado y no actuó. No queremos seguir partiendo de la historia de la sobreviviente para revictimizarla. Queremos acusar al violento. Queremos señalar quienes ejercen la violencia, bien como a los responsables de que esa violencia se comenta, comprendiendo que hay un gran entramado de relaciones.
Nosotras somos en los territorios, y es importante que desde ahí también podamos partir a la hora de narrar nuestras historias. Una propuesta más es generar narrativas visuales combativas. Si un agresor comete una violencia sobre alguna compañera, si se falta el derecho hacia alguna comunidad, no vamos a poner una foto que nos revictimiza, no vamos a poner un video donde nos mostremos como débiles. Por lo contrario, mostramos la fuerza del movimiento feminista, los procesos populares en las calles y en la defensa de los territorios. Hacemos una contranarrativa en relación a la que los medios hegemónicos intentan instalar. Visibilizamos las interseccionalidad de las historias de dónde partimos. Hablamos de historias locales y situadas para poder generalizarlas y pensarlas en clave regional.
Las fuentes son políticas
¿Quiénes son nuestras fuentes entonces, si nos planteamos desde tales miradas? Somos nosotras, las feministas, nuestras fuentes. Si tenemos una duda, si queremos hablar con alguien sobre algún tema, no vamos a escribir al jefe de redacción que monopoliza la comunicación. Vamos a generar una alianza con las compañeras. Esas son fuentes que construyen vínculos. Mantener los vínculos significa también consultar previamente a las compañeras sobre cómo quieren que las nombremos, si quieren que subamos o no tal información. Las redes y el algoritmo no pueden quitarnos la responsabilidad ética de cuidar a esa compañera que nos está ofreciendo información, que está en un territorio que hay que proteger, y que puede incluso estar bajo peligro.
Hay que desarmar la exclusividad que ha construido el periodismo de varones, de comunicólogos, de periodistas, que parece que tienen un contacto y lo guardan bajo llaves, y no quieren que nadie se comunique con esa persona. Nosotras hemos construido redes, estamos en un montón de grupos de periodistas feministas que nos vemos en todos lados, nos pasamos contactos, nos decimos cómo llegar a tal persona, hacemos recomendaciones.
En los últimos años, Marcha se fue constituyendo como un periodismo sin fronteras. Abortamos la neutralidad, abortamos nacionalidades, abortamos un montón de categorías impuestas, que no eran nuestras. Hacemos periodismo popular, feminista y sin fronteras. Esto marcó el 2019, con todas las rebeliones y procesos de luchas que hubo en nuestro continente. Nosotras decimos que creamos un «búnker feminista». Estuvimos en Chile cubriendo las elecciones, el proceso constituyente, los encuentros plurinacionales; estuvimos en Colombia, también para las elecciones; estuvimos en Bolivia denunciando el golpe de Estado con una delegación feminista.
Esa es la práctica que hoy estamos construyendo. No queremos seguir abonando la idea del analista que habla por los territorios y por nosotras. Hacemos periodismo internacional para poder opinar de todo lo que pasa en el mundo, generar redes, y que sean las compañeras las que nos digan cuándo es momento de salir con la noticia.
Camila Parodi es periodista feminista, integrante del portal Marcha. Este texto es una edición de su ponencia en el Festival Zarelia de 2022.