Para las niñas, niños y adolescentes, para abuelos y abuelas, para personas discapacitadas y en situación de vulnerabilidad, para quienes han sido discriminados, para hombres y mujeres por igual, para grupos poblaciones invisibilizados históricamente… Este es un código que no excluye. Un código de derechos y de amor.
El próximo 25 de septiembre Cuba ratificará, a través del voto, un nuevo Código de las Familias basado en la pluralidad, los afectos y la justicia social.
Ya en la Constitución de la República de 2019 se introdujeron una serie de principios acorde con la evolución, el desarrollo y la transformación de la familia cubana. Dicha estructura, establecida como órgano fundamental de la sociedad, dejó de ser concebida en el modelo tradicional y patriarcal.
La carta magna cubana no solo instituyó los preceptos de la diversidad familiar sino la igualdad de todas las personas independientemente de su raza, género, orientación sexual o identidad de género. Por ende, esta declaración conlleva el reconocimiento legal de los mismos derechos y libertades.
Durante los meses de febrero y abril del presente año se realizó en toda la nación el proceso de consulta popular del anteproyecto del Código de las Familias. Estos espacios de debate constituyeron una fuente de modificación y readecuación del texto en correspondencia con el sentir y la necesidad de la población cubana. Según el Consejo Electoral Nacional, más del 61 % de los participantes se manifestaron a favor del Código.
Esta nueva legislación que sustituirá el actual Código de Familia, vigente desde 1975, instaura una concepción de familias alejada de los moldes eclesiásticos y machistas impuestos en épocas de antaño. Asimismo, establece el paradigma de entornos libres de violencia, una crianza respetuosa y afectiva y un país donde primen todos los derechos para todas las personas.
Un código para todas las familias
11 títulos, 474 artículos, 5 disposiciones transitorias y 44 disposiciones finales es la estructura del proyecto que se someterá a referéndum popular este domingo, día 25 de septiembre de 2022.
Para activistas, feministas, miembros de la comunidad LGBTIQ+ y otras colectividades, este Código es un sueño consagrado en muchos años de lucha. Un sueño que se superpone con una voluntad política de crear una sociedad más inclusiva, con todos los matices y la diversidad de los seres humanos.
En un Estado con un fuerte cimiento de las iglesias católicas y protestantes y un patriarcado arraigado, uno de los temas más revolucionarios y ampliamente debatidos es el reconocimiento de la unión legal entre personas del mismo género y su derecho a la adopción.
La protección de sectores desfavorecidos de la sociedad, dígase adultos mayores, personas discapacitadas y en situación de vulnerabilidad, ha sido una constante en el texto sustantivo familiar. Se reconocen sus derechos y la garantía de que sean cumplidos. Se establece, además, la defensa de la tercera edad y su papel en el hogar como sujetos activos y de relevancia, así como su contribución en la guarda y amparo de los infantes. Como resultado, se les otorgan derechos a las abuelas y abuelos que ejerzan la crianza de sus nietos por abandono de los padres o cualquier otra razón. También se instituye la potestad a su autodeterminación y la igualdad de oportunidades en el ámbito familiar.
El cuidado y protección de las infancias ha sido eje central del debate. Primeramente, se sustituye el término de patria potestad por el sistema de responsabilidad parental, enfocando la crianza no como un ejercicio de posesión y violencia, sino como un proceso basado en el respeto, el diálogo y el cariño. Al mismo tiempo, las niñas, niños y adolescentes son considerados sujetos de derechos, respetando sus ideas y pensamientos en consonancia con su autonomía progresiva.
Con respecto a la filiación, se crean nuevas regulaciones. A la existente por consanguinidad y adopción, se incluye la posibilidad a parejas del mismo género, y se introducen el parentesco socioafectivo y el reconocimiento de técnicas de reproducción asistida.
El nuevo Código de las Familias en Cuba es una necesidad. Tenemos, como país, una deuda histórica con determinados grupos poblaciones y precisamos de regulaciones, estrategias y mecanismos legales en consonancia con los tiempos actuales.
Los retos para las familias cubanas
En esta era de desinformación, ha sido todo un reto introducir nuevos términos jurídicos, debido a la manipulación mediática y una cultura eminentemente machista que se resiste a la multiplicidad de estructuras familiares.
En ese sentido, los fundamentalismos religiosos han creado campañas en apoyo a “la familia original” y otras tantas para distorsionar el significado de la responsabilidad parental y la enseñanza con enfoque de género.
Una de las líneas de comunicación seguida por los líderes religiosos ha sido implantar el miedo con respecto a una supuesta “homosexualización” y sexualización a través de la educación, bien como la supuesta separación de padres e hijos a conveniencia del gobierno.
Los sectores ultra conservadores de la Cuba actual apuestan por una educación eminentemente sexista y plagada de estereotipos de género, así como una crianza ejercida a través de la imposición.
Pero el debate no ha estado supeditado de forma exclusiva al control y manipulación de niñas y niños. También se han cuestionado derechos ya consagrados por las mujeres cubanas hace décadas, como el acceso al trabajo y el aborto. De igual modo, se ha reiterado el discurso de las esposas sumisas, cuya misión social y divina consiste exclusivamente en el cuidado familiar y la reproducción.
Más allá de la homotransfobia y la misoginia que caracteriza a ese sector, las comunidades progresistas del archipiélago se enfrentan a una serie de prejuicios y estereotipos en el imaginario colectivo, bien como a la derecha radical que utiliza el voto popular como un arma política y a las extensas campañas de manipulación en redes que buscan negar derechos.
Las estructuras patriarcales cimentadas en la sociedad parecieran ser inamovibles. Y aunque la concientización por erradicar prácticas que hemos naturalizado durante décadas es a largo plazo, es un paso realmente revolucionario la existencia de una legislación que reconozca la violencia de género, la doble jornada de trabajo de las mujeres, el papel primordial de personas cuidadoras y condene la violencia intrafamiliar en todas sus manifestaciones.
Y es que el proyecto de Código de las Familias en Cuba explicita la necesidad de una distribución equitativa del trabajo doméstico, carga que ha estado sobre los hombros de las mujeres históricamente. Se reconoce el derecho de las cubanas a desarrollarse sin sobrecargas en el hogar. Por otra parte, se establece por vez primera la protección de cuidadores y la búsqueda de la felicidad.
Ante este panorama, la lucha por la diversidad, el respeto de los derechos sexuales y reproductivos de la mujer, la eliminación de la discriminación en cualquiera de sus manifestaciones, la condena a todo tipo de violencia familiar, hoy, más que nunca, son una misma batalla, la cual debemos ganar.
Beatriz Ramírez López nació en La Habana, Cuba, en 1998. Es graduada en periodismo en la Universidad de La Habana, periodista en Editorial de la Mujer. Dirigió la webserie documental La palabra maldita, sobre mujeres y colectivas feministas, para la Revista Muchacha.