¿Quiénes ganan la guerra? El imperialismo y la industria bélica

15/08/2025 |

Capire

Descubre qué plantean las mujeres asiáticas sobre la paz y la desmilitarización desde sus experiencias, análisis y propuestas

En la coyuntura actual, el imperio estadounidense, en reacción a su propia decadencia, impulsa las guerras y los conflictos bélicos actuales mientras prepara el terreno para nuevos enfrentamientos. Las guerras, los conflictos y la militarización adoptan nuevas formas: guerras por los recursos naturales, guerras híbridas y guerras asimétricas, marcadas por la violencia extrema y por la intensificación de las desigualdades. El genocidio en Palestina, los conflictos que involucran a países vecinos como Irán y Líbano, los desplazamientos forzados en Sudán, las crisis provocadas por las sanciones contra Cuba y Venezuela y el fortalecimiento de entidades bélicas como la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) son ejemplos de ello.

Como lo define la Marcha Mundial de las Mujeres (MMM), estas son “expresiones de violencia naturalizada dentro de los sistemas patriarcal y capitalista, y los medios empleados por estos sistemas para mantener su dominación”. Esta visión no solo abarca las múltiples formas de ocupación y explotación militarizada de los territorios, los cuerpos y el trabajo de las mujeres, sino que forma parte del análisis feminista de la Marcha Mundial de las Mujeres en su lucha contra las guerras. Esta postura se expresa incluso en el lema de su VI Acción Internacional, celebrada a lo largo de 2025: “Marchamos contra las guerras y el capitalismo, defendemos la soberanía de los pueblos y el buen vivir”.

La actividad virtual “Visión feminista para la paz en la región Asia-Pacífico”, organizada por la Marcha Mundial de las Mujeres y Mujeres en Lucha por el Empoderamiento [Women in Struggle for Empowerment – WISE] se celebró en el marco de la VI Acción Internacional de la MMM. Durante el evento, Ana María Nemenzo, militante de la MMM en Filipinas, expuso cómo Estados Unidos sigue siendo el principal enemigo en la región, al vulnerar la soberanía del país y promover escenarios de tensión con China: “Filipinas se ha visto envuelta en esa continua rivalidad político-económica entre Estados Unidos y el poder emergente de China. Pero no solo en nuestra región: Estados Unidos mantiene una política muy agresiva, de injerencia en los asuntos internos de países en todas las regiones del mundo, ya sea en Europa, Oriente Medio, Asia, etc”.

La presencia de bases militares estadounidenses en territorio asiático expone a muchas mujeres de la región a sufrir abusos y violencia sexual. Para responder a esta problemática, han formado coaliciones internacionales, como la Red Internacional de Mujeres contra el Militarismo [International Women’s Network Against Militarism] y la Coalición Stop the War, con el fin de denunciar este tipo de violencia y presentar demandas ante la justicia.

Gayani Gomes, militante de la MMM en Sri Lanka, afirmó que, para ella, el feminismo constituye principal herramienta de que disponen las mujeres para construir la paz. Sin embargo, también señaló que la ausencia de guerras no necesariamente significa paz para las mujeres: “Para muchas mujeres en Sri Lanka, el fin de la guerra en 2009 no supuso una paz real. Marcó el inicio de un nuevo capítulo de lucha para las sobrevivientes. Especialmente en las regiones del norte y el este, miles de mujeres enviudaron, asumieron el rol de cabezas de familia y se vieron obligadas a desplazarse. Muchas sufrieron violencia, particularmente violencia sexual, sin embargo, sus historias fueron marginalizadas: estas mujeres no estuvieron representadas en las discusiones de paz”.  Ni siquiera durante las negociaciones de paz se consideraron las reivindicaciones de las mujeres, que buscaban no solo un alto el fuego, sino también reparación, justicia y dignidad.

Bangladesh también ha sido escenario de una militarización continua desde la guerra de independencia de 1971. Salima Sultana, integrante de la MMM en este país, explica que, durante la guerra, cerca de 200.000 mujeres fueron víctimas de violencia sexual. Aunque en ese momento se las consideró birangona, es decir, “heroínas”, tras el conflicto quedaron marginadas. “La guerra cambió temporalmente los roles de género tradicionales, ya que muchas mujeres asumieron las responsabilidades tradicionalmente masculinas, como cuidar a sus familias, participar en la resistencia y gestionar los recursos domésticos en medio de la crisis. Sin embargo, después de la guerra, su poder en los procesos decisorios fue restringido por la estructura patriarcal del posguerra, y las mujeres se vieron obligadas a volver a sus roles tradicionales de cuidadoras”, explica.

El posguerra en Bangladesh estuvo marcado por una crisis en la gestión de los recursos que culminó en la Gran Hambruna de 1974, en la que murieron 1,5 millones de personas. La militarización y la ocupación de tierras también forman parte de la realidad de este país, al igual que en otros países de la región de Asia-Pacífico. Especialmente en las colinas de Chittagong, las mujeres indígenas perdieron sus tierras, lo que a su vez afectó la producción de alimentos en esa región.

La paz para las mujeres

Algunos de los desafíos a los que se enfrentan las mujeres en los procesos de paz son la exclusión sistemática, el patriarcado institucionalizado y el temor a represalias y la represión. Desde la organización colectiva y los procesos de movilización social, las mujeres defienden la construcción de una paz basada en la justicia social, el acceso a la tierra y la soberanía alimentaria. Para lograr una paz duradera, es fundamental que las mujeres y sus demandas de justicia y reparación ocupen un lugar central en las negociaciones.

Ante el reciente conflicto entre India y Pakistán, el movimiento feminista de ambos países —así como de otras regiones— ha sido fundamental para expresar una solidaridad concreta mediante la organización de campañas por el alto el fuego. Bushra Khalik, de la MMM en Pakistán, señaló que las feministas rechazan el conflicto en Pahalgam y todas las formas de extremismo a nivel global. “Nuestro rol como organizaciones de la sociedad civil y el movimiento feminista es difundir estos mensajes. Nosotras, las mujeres, como ciudadanas de Pakistán, no queremos una guerra ni en nuestra región ni en las fronteras. Defendemos la apertura de diálogos entre ambos países a nivel diplomático, estatal y también popular. Salimos a la calle, nos manifestamos y participamos en una marcha pacífica bajo la bandera de WISE y otras organizaciones, reclamando la paz, una paz duradera para nuestros pueblos”, declara.

Las organizaciones feministas también desempeñaron un papel crucial en Sri Lanka tras la guerra de 2009, especialmente en la labor de documentar lo ocurrido y las violaciones sufridas por las mujeres. Salima relata cómo esas organizaciones fueron claves en los procesos de memoria y verdad. Detalla que “grupos de mujeres como la Federación para el Desarrollo de las Mujeres [Women’s Development Federation], la Red de Acción de Mujeres [Women’s Action Network], el grupo Madres e Hijas de Lanka [Mothers and Daughters of Lanka] —esta última una red coordinada por el Centro de Mujeres [Women’s Center] y también una red de madres de personas desaparecidas— han documentado violaciones sexuales, expropiaciones de tierras, desapariciones forzadas y otras tácticas de violencia. Estos esfuerzos han visibilizado las experiencias de comunidades particularmente marginadas en Sri Lanka, como las comunidades tamil, musulmán y cingalés. Estas mujeres no han sido borradas; por el contrario, han sentado las bases para un proceso de reconciliación centrado en las personas. Sin verdad, no podemos alcanzar una paz genuina”.

También en Sri Lanka la lucha por la paz requiere una mayor representación de las mujeres en los espacios políticos y decisorios, así como la denuncia de la persistente militarización de la sociedad. En las zonas de mayoría tamil, hay una fuerte presencia militar y las mujeres se enfrentan a una vigilancia diaria, intimidación y restricciones a su movilidad. Salima cuenta que “los grupos feministas hacen frente a esta realidad con valentía, al defender que la desmilitarización no es una cuestión secundaria, sino una condición fundamental para la paz. Por lo tanto, la paz significa liberarse de la violencia, ya sea la que practican los grupos armados o las fuerzas estatales”. Las mujeres consideran que una paz sostenible exige justicia económica, especialmente para las mujeres de las regiones del norte y el este del país, quienes siguen trabajando en sectores precarios. Ante esto, organizaciones como el Women’s Centre y la MMM brindan apoyo legal y luchan por salarios justos, pues entienden que la paz depende del acceso a medios de subsistencia, vivienda, educación y seguridad alimentaria.

En el caso de Filipinas, Ana María enfatizó la importancia de la movilización popular, las redes feministas y las denuncias públicas para hacer frente a la militarización. Relató la iniciativa innovadora de organizar flotillas civiles de barcos pesqueros para defender la soberanía territorial y las condiciones de vida y trabajo de las comunidades pesqueras en las islas del Mar del Sur de China, donde se intensifica la presencia naval china. “Este ha sido un trabajo enorme, pues se han involucrado movimientos y artistas de Corea, Taiwán, además de artistas locales para realizar un concierto en el Mar de China Meridional, muy cerca de las islas, en apoyo a las comunidades pesqueras cuyos medios de vida dependen de estas aguas”, cuenta.

La solidaridad internacional entre las mujeres constituye una herramienta clave para hacer frente a la normalización de la guerra. Desde sus alianzas locales e internacionales, las mujeres denuncian el carácter capitalista, racista y patriarcal que subyace en los orígenes de los conflictos, al tiempo que integran las voces feministas a los procesos de paz. Yildiz Temürtürkan, coordinadora del Secretariado Internacional de la MMM, subraya la importancia de articular los movimientos feministas a nivel internacional. En este sentido, considera que la Marcha Mundial de las Mujeres es un espacio muy potente para construir convergencias y luchas comunes.

Desde sus inicios, la Marcha Mundial de las Mujeres ha trabajado en este ámbito [la paz y la desmilitarización]. En 2000, poco después de presentar nuestras demandas a las Naciones Unidas en una gran campaña y acción global, se adoptó la Resolución 1325 de la ONU, que garantiza un estatus especial de participación de las mujeres en los procesos de paz. Realizamos una demostración muy importante durante la cumbre de la OTAN en Quebec contra la invasión y ocupación de Afganistán. En 2005, organizamos marchas en varios países donde había conflictos fronterizos. En 2010, llevamos a cabo una importante acción en la República Democrática del Congo. En 2015, realizamos la caravana feminista en la frontera de Siria. Fue un momento muy importante en aquella época, pues los yihadistas estaban atacando a las mujeres y amenazando sus derechos. Y ahora estamos llevando a cabo nuestra acción global en Nepal.

Yildiz Temürtürkan

En un contexto global en que la lucha por la paz se ha vuelto urgente, la MMM celebrará la clausura de su VI Acción Internacional en Nepal. La elección de esta región se debe a su potencial para reunir a mujeres de movimientos internacionales por la paz y facilitar el intercambio de experiencias de lucha. Como señala Yildiz, “este encuentro constituye un paso concreto en el marco de nuestra VI Acción Internacional, coincidiendo con el Día Internacional de la Paz, el 21 de septiembre, para construir una alianza más amplia por la paz en la región y también a nivel internacional”.

Por Bianca Pessoa y Tica Moreno
Edición por Helena Zelic
Traducido del portugués por Luiza Mançano
Idiomas originales: inglés y portugués

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