El día 25 de noviembre tuvo lugar en Brasilia, capital brasileña, la 2ª Marcha Nacional de las Mujeres Negras por Reparación y Buen Vivir. Diez años después de la primera marcha, mujeres negras de diversos territorios del país y también internacionales ocuparon las calles llevando toda su potencia de lucha. Llevaron denuncias y reivindicaciones, pero también dieron visibilidad a las resistencias y alternativas construidas desde sus territorios en las ciudades, en las periferias, en el campo, en los sembradíos y en los bosques.
Esta movilización de masas dejó en evidencia que las mujeres negras son quienes están en la base de la sustentación del modelo capitalista, racista y patriarcal. Puso al descubierto la división sexual y racial del trabajo, que organiza el trabajo en la sociedad brasileña y destina a las mujeres negras los trabajos más precarios y peor remunerados. No fue solo una manifestación: fue la expresión de una fuerza telúrica, la prueba de que las mujeres son como aguas que, al encontrarse, irrumpen en ríos. Miles de cuerpos negros pintaron la Explanada con los colores de una cultura ancestral que sigue viva y pulsante.
Ocupar el corazón del poder político es más que un acto simbólico. Es afirmar que ningún proyecto de país será construido sin ellas, y mucho menos contra ellas. Las mujeres negras, cuyos cuerpos han sido históricamente violados, explotados y objetificados, se pusieron en marcha para demarcar la calle como su territorio de poder y ancestralidad. Cada paso sobre el asfalto de Brasilia fue un desafío a la herencia de la casa-grande, un rescate de la memoria de Dandara, Aqualtune, Maria Felipa y Negra Zeferina, una afirmación de la potencia de la vida frente a la necropolítica.
El proceso de movilización de la Marcha de las Mujeres Negras también nos permitió dejar en claro que existen proyectos en disputa cuando hablamos de reparación y buen vivir. Nosotras, mujeres negras organizadas en movimientos populares, materializamos la reparación y el buen vivir como un proyecto popular para el país. Las consignas levantadas –contra el racismo y la violencia, por el fin del genocidio negro, por empleo, renta y por la demarcación de tierras– son la columna vertebral de un proyecto alternativo al neoliberalismo, un proyecto que coloca la vida, la dignidad y la justicia social en el centro. Es la afirmación de que la solución a la crisis no vendrá de quienes la crearon, sino de la organización popular y de la sabiduría ancestral de los pueblos que siempre resistieron.
La presencia masiva de mujeres negras en la calle es un recordatorio contundente de que Brasil tiene una deuda impagable con la población negra. El pago de esa deuda no es una cuestión de favor, sino de justicia.
La lucha por el buen vivir traduce el proyecto político que las mujeres negras engendran. Este proyecto se funda en la construcción de otras formas de existencia, condiciones de vida y dignidad.
La lucha feminista y antirracista contemporánea exige que la bandera de la reparación histórica sea levantada como pilar central. No se trata de una simple disculpa ni de acciones simbólicas, sino de la exigencia de una transformación radical de las estructuras económicas, políticas y sociales del país. La reparación se manifiesta en tres frentes indisociables, que dialogan directamente con las consignas llevadas por las mujeres negras que ocuparon las calles de Brasilia en marcha, y que presentamos a continuación.
Reparación económica e institucional
La esclavitud fue el cimiento de la acumulación de capital en Brasil. Instituciones como el Banco do Brasil, según reveló una investigación del Ministerio Público Federal, se beneficiaron directamente del tráfico y la explotación de personas esclavizadas. La abolición de la esclavitud, en 1888, fue una transición de un modelo de explotación que dejó a la población negra liberada sin tierra, sin vivienda, sin educación y sin ningún tipo de compensación. La deuda es, por lo tanto, material y cuantificable.
Propuestas como la Propuesta de Enmienda Constitucional 27/24, la “PEC de la Reparación”, son hitos fundamentales al trasladar la discusión del plano ético al de la responsabilidad legal y financiera. Como afirma la científica social Tássia Mendonça, no bastan acciones en el campo de la representación: “queremos acceso al crédito. Es saber cuánto lucró el Banco do Brasil con la población negra y cuánto dejó de invertir en esa población”. La reparación económica exige resarcimiento e inversión masiva para revertir el ciclo de empobrecimiento y vulnerabilización impuesto históricamente a la población negra.
Reparación agraria: la tierra como raíz de la dignidad
La cuestión agraria en Brasil es inseparable de la cuestión racial. La Ley de Tierras de 1850, promulgada estratégicamente antes de la abolición, garantizó la concentración de la propiedad en manos de la élite blanca y transformó el latifundio en un proyecto racista de exclusión. La población negra, mayoritaria en el campo, es la que menos posee tierras. La Reforma Agraria Popular emerge como un acto fundamental de reparación. Luchar por la tierra es luchar por la autonomía económica, por la soberanía alimentaria y por la dignidad del pueblo negro.
La reparación agraria exige la expropiación de latifundios improductivos, la titulación inmediata de todas las tierras quilombolas y el acceso a crédito y tecnología para que las comunidades puedan prosperar. Es romper la columna vertebral del proyecto de exclusión que nos fue impuesto desde la invasión colonial.
Reparación interseccional: las mujeres negras en el centro de la decisión
La lucha por la reparación debe, obligatoriamente, ser conducida bajo la lente de la interseccionalidad, reconociendo que las mujeres negras cargan el peso combinado del racismo y del patriarcado, eslabones fundamentales en la estructuración del capitalismo. La investigación “ADN de Brasil”, de la Universidad de São Paulo, revela la ancestralidad paterna mayoritariamente europea y una materna africana e indígena. Así, deja al descubierto el histórico de violencia sexual que marca la formación de nuestro país.
La reparación, por lo tanto, debe tener un foco especial en políticas de educación, salud, vivienda, tierra, socialización del trabajo doméstico y de cuidados, y generación de renta para las mujeres negras. Más que eso, es imperativo que las mujeres negras estén en la mesa de decisiones. Son ellas quienes pueden garantizar que políticas como las cuotas y el Bolsa Família sean defendidas frente a los ataques conservadores y que nuevas políticas sean creadas a partir de sus vivencias y necesidades. La reparación es también la valorización de la memoria y del liderazgo de luchadoras históricas, rescatando sus saberes y su centralidad en la construcción de la resistencia.
El futuro es ancestral y la resistencia es negra, indígena y popular
El desafío que enfrentamos es la resistencia ideológica que intenta deslegitimar la reparación, tratándola como “privilegio” o “racismo inverso”. Nuestra respuesta debe ser firme: la reparación es la posibilidad de corregir una injusticia histórica que impide que Brasil sea una verdadera democracia.
Las mujeres negras en marcha, con su potencia simbólica y material, muestran el camino para la construcción del buen vivir como parte de este proyecto político de transformación. Y enseñan que, frente a la crisis del capitalismo y al avance del neoliberalismo misógino y racista, la única salida es profundizar la organización popular, fortalecer la resistencia en las calles y luchar incansablemente por un proyecto de país basado en la reparación histórica y en el buen vivir. La transformación de Brasil será liderada por las mujeres negras, o no será. El futuro que anhelamos depende de nuestra capacidad de transformar la deuda histórica en acción reparadora radical, construyendo un país donde el buen vivir sea, finalmente, un derecho de todas y todos, y no un privilegio de pocos. Por eso, organizamos el feminismo antirracista y popular y estamos en marcha hasta que todas seamos libres.

Bernadete Esperança Monteiro integra la coordinación nacional de la Marcha Mundial de las Mujeres de Brasil. Maria Rosineide Pereira integra la coordinación del Colectivo Tierra, Raza y Clase del Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) de Brasil.
