Rejane Medeiros vive en Rio Grande do Norte (RN), estado del nordeste de Brasil, y es militante de la Marcha Mundial de las Mujeres desde la década de 2000. Tuvo su primer contacto con el movimiento feminista a través del Centro Feminista 8 de Marzo (CF8), organización con sede en la ciudad de Mossoró que lleva a cabo procesos de formación, autoorganización y movilización de mujeres con base en el feminismo. A partir de 2003, Rejane se incorporó al equipo del Centro, donde continúa trabajando hasta el día de hoy.
En esta entrevista, Rejane Medeiros comparte experiencias de construcción de feminismo popular en las calles, redes y campos de cultivo de Rio Grande do Norte y Brasil. “La Marcha cambió nuestra visión del feminismo, articulando lo local con lo global”, dice Rejane. En esa articulación, las mujeres fortalecen plenamente su autonomía y establecen profundos vínculos de compañerismo basados en la autoorganización y la solidaridad. También comparten y desarrollan juntas una visión crítica del modelo económico capitalista, racista y patriarcal, identifican falsas soluciones de economía verde que amenazan a sus comunidades, barrios y patios, y crean un feminismo diverso, que apuesta por la agroecología, la construcción de movimientos y la sostenibilidad de la vida para cambiar el mundo y la vida de las mujeres.
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¿Cómo se retroalimentan el CF8 y la Marcha Mundial de las Mujeres de Rio Grande do Norte y de Brasil?
Desde CF8, tuvimos contacto con la Organización Feminista SOF Semperviva, desde Nalu Faria, a finales de los años 1990. A partir de ese contacto, comenzamos a realizar formaciones y debates feministas más allá de los límites de la ciudad de Mossoró. Fuimos parte desde el principio, cuando la Marcha inició el proceso de articulación de la campaña en el año 2000. Esta relación con SOF nos ha hecho construir cosas juntas desde entonces, y eso ha fortalecido el proceso de construcción de la Marcha en RN.
La Marcha cambió nuestra visión del feminismo, articulando lo local con lo global. Nosotras que trabajamos mucho con mujeres rurales solemos decir que cuando están construyendo la autoorganización en la comunidad, en el asentamiento, o cuando están produciendo agroecológicamente, todos esos momentos están relacionados con el feminismo. Ellas también están debatiendo sobre soberanía alimentaria, fortaleciendo este debate y la articulación con mujeres de otros lugares.
¿Cómo ha sido la construcción del feminismo y la autoorganización de las mujeres en áreas rurales? ¿Cuáles son las principales resistencias y alternativas?
La autoorganización es central para la lucha de las mujeres. Las mujeres que están en la comunidad y en el asentamiento y que se juntan para discutir casos de violencia se organizan y movilizan. Desde la autoorganización, las mujeres piensan alternativas de generación de ingresos, como la experiencia que tenemos en la producción apícola. A partir de las experiencias que las mujeres desarrollan, también se dan cuenta de que les es posible hacer lo que quieran. Las mujeres se juntan para discutir esas alternativas de ingresos, ya sean alternativas de crédito o pensar en la producción de alimentos, lo que a la vez fortalece la nutrición de sus familias y se convierte en una posibilidad de comercialización. De ahí surge el debate sobre la economía solidaria: las ventas deben tener un precio justo y queremos tener una relación directa con quienes consumen nuestros productos.
Muchas experiencias se construyen a partir de la autoorganización, también en la lucha contra los agrotóxicos, contra las empresas que están llegando, en la lucha en los territorios en relación con los impactos de la energía eólica. Las empresas anuncian energías sostenibles y renovables, pero afectan directamente la vida de las mujeres. Construir enfrentamiento a impactos, alternativas de vida, construir la propia Marcha Mundial de las Mujeres hace que las mujeres se sientan más fortalecidas. En 2012, se construyó a nivel internacional la campaña “Somos Todas Apodi”. Esto hizo que las mujeres presentes se sintieran más fortalecidas porque sabían que no estaban solas.
Las apicultoras dicen que las abejas son como nosotras las mujeres porque están muy unidas. Se metió con una, se metió con todas.
Rejane Medeiros
Hay varios enfrentamientos necesarios en el nordeste brasileño, como el agronegocio, las empresas transnacionales, las falsas soluciones para el clima, la desertificación. ¿Cómo han llevado las mujeres y los movimientos sociales estos enfrentamientos? ¿Y cómo podemos ampliar la conciencia y el debate sobre estos temas?
No construimos la revolución solas. La campaña “Somos Todas Apodi” es un ejemplo de la búsqueda de aliados para construir acciones conjuntas de manera articulada. Además de la Marcha, en la acción participaron la Articulación del Semiárido (ASA) y el movimiento sindical. Juntas, estas organizaciones debatieron con la población sobre los impactos del perímetro irrigado en la región en la vida de las personas.
Hoy estamos experimentando los impactos de las energías renovables. El Nordeste está lleno de energía eólica y solar, que se presentan como una solución al problema climático y para salvar el planeta. Éste es un debate difícil porque, en primer lugar, tenemos que decir que no estamos en contra de las energías renovables. Luego, explicar un poco para que las personas comprendan cuáles son los impactos en las comunidades donde se implementan estas tecnologías. La dificultad de llevar a cabo el diálogo también existe porque todos los gobiernos progresistas están motivados por esta agenda de desarrollo.
Si bien no podemos revertir la implementación de parques en comunidades donde ya están funcionando los equipamientos, el proceso de articulación de organizaciones ayuda a fortalecer la lucha para impedir su implementación en otros territorios. Porque hay una proyección de mucha expansión, incluso con la publicidad del gobierno de la producción de energía eólica en alta mar, con un alto impacto en la vida marina. Queremos incidir más en la legislación porque las empresas encuentran muchas lagunas para explotar la naturaleza, debido a que no existen leyes ni organismos de control que monitoreen las actividades.
Un proceso importante que realizó la Marcha fueron los intercambios con visitas a áreas de RN y también al Polo da Borborema, en Paraíba [estado de Brasil, vecino a Rio Grande del Norte], que hoy sufre la amenaza de la llegada de los parques. El proceso de intercambio que brindó la Marcha, con reflexión y experiencias, fortaleció los debates y acciones que han protagonizado las mujeres. La construcción de una alternativa es algo muy fuerte en la Marcha. Y es articulada: tanto fortalece el proceso local como fortalece otros procesos en otros territorios.
¿Cómo participan la agroecología y la economía solidaria en el día a día de la organización de ustedes? ¿Y a qué apuntan estas prácticas en relación con la agenda política del feminismo?
En CF8, cuando empezamos a hacer trabajo de autoorganización con grupos de mujeres, incluso antes de que existiera la Marcha, nuestro papel era discutir los derechos de las mujeres y fortalecer esta autoorganización. Las mujeres necesitaban tener libertad, igualdad y autonomía. Las mujeres rurales comenzaron a exigir que, para tener igualdad y libertad y superar la violencia, necesitaban tener ingresos. Esta fue una provocación que nos hizo empezar a pensar realmente en realizar actividades productivas colectivas. Comenzamos la agricultura orgánica, reflexionamos sobre la economía solidaria y este debate se transformó. A partir de experiencias y relaciones con otros grupos, con intercambios, llegó el debate sobre la agroecología. Hoy producimos de forma agroecológica y diversa. Estos fueron temas de los que nos apropiamos a partir de las exigencias que nos planteaban las mujeres.
La lucha feminista se está construyendo y también está alimentando las experiencias de producción de las mujeres. Esto nos hace construir la lucha juntas.
Rejane Medeiros
A veces hay cosas que parecen estar separadas. En el debate que hizo el Centro Feminista sobre la violencia hablamos del “ciclo de la violencia”, como si la violencia tuviera un ciclo, pero ella no es tan determinada. A partir de las experiencias, de la vida cotidiana de las mujeres, del debate sobre la producción, del feminismo articulado con la economía solidaria -que luego elaboramos más y también comenzamos a debatir la economía feminista-, vemos algunas conexiones. Por ejemplo, en un encuentro de agroecología, las mujeres redactaron una carta planteando el tema de la violencia y diciendo que una planta no puede estar limpia de veneno y sucia con la sangre de las mujeres.
Desde el fortalecimiento de las mujeres en la comunidad, cuando hay un caso de violencia, ellas llaman a la comunidad y aseguran que el tema sea discutido en la asociación. El proceso de movilización y autoorganización de las mujeres forja y articula debates, que no ocurren por separado. El debate sobre la autonomía económica se articula con la lucha por otro mundo, solidarizándose con las luchas de otros pueblos y los procesos de las mujeres de su localidad, ya sea en la economía solidaria o en la producción. Ese es un gran aprendizaje.