Norma Cacho es militante de la Marcha Mundial de las Mujeres (MMM) de México. Desde octubre de 2023, pasó a integrar el Comité Internacional del movimiento, como una de las representantes de la región de las Américas, junto a Alejandra Laprea, de Venezuela, y Cony Oviedo, de Paraguay, en la suplencia. Norma empezó su militancia desde el lesbianismo feminista, en colectivas que reivindicaban el lesbianismo feminista como una apuesta política antisistémica. «Desde ahí, miraba la complejidad de las opresiones de las mujeres, no solamente la heterosexualidad obligatoria o el régimen heterosexual, sino el colonialismo, el patriarcado, el racismo y el capitalismo, esa trenza de opresiones y de dominación que vulnera los cuerpos y los territorios de las mujeres en el Sur global».
Norma participó de procesos de formación regionales e internacionales, y estuvo en el grupo de trabajo metodológico de la Escuela Feminista Berta Cáceres de la MMM Américas en 2022. «Soy una convencida de que la formación política con la perspectiva de la educación popular feminista es una estrategia vital para el fortalecimiento de los movimientos feministas y mixtos, con el enfoque en la apuesta que se construye desde las mujeres», dice ella.
En esta entrevista, que puede ser leída o escuchada más abajo, Norma comparte su visión sobre los desafíos que se imponen global y regionalmente para el movimiento feminista, y los aportes del feminismo popular, de la economía feminista y de las alternativas propuestas por las mujeres desde los territorios, vinculando lo local y lo global.
¿Cómo fue entrar a la Marcha Mundial de las Mujeres desde el lugar de resistencia que es la militancia feminista lesbiana?
Reivindicar la práctica lésbica feminista no como una orientación sexual o solamente una identidad, sino como una práctica y una reivindicación antisistémica frente al régimen heterosexual imbricado con el colonialismo, el patriarcado y el racismo: este ha sido uno de los aportes que hemos empujado en las reflexiones y conceptualizaciones de la MMM. A nivel regional, me recuerdo del Encuentro Internacional que tuvimos en Brasil en 2013, en que empujamos un grupo fuerte de lesbianas con esas múltiples camisetas sobre las múltiples opresiones. Nos reivindicamos lesbianas feministas, pero también estamos implicadas en procesos de defensa al territorio y de construcción de alternativas económicas populares. No nos vemos separadas de la lucha por la defensa del territorio o contra las empresas extractivas y transnacionales, sino que estamos puenteando también nuestras reflexiones desde el lesbianismo feminista para mirar toda esta implicación sistémica de las violencias contra las mujeres.
Creo que es importante recuperar la memoria y la historia de que la Marcha es un movimiento donde las lesbianas feministas hemos aportado epistemes, práctica, movilización. Ahí estamos y seguiremos aportando.
Recién has entrado en el Comité Internacional de la Marcha Mundial de las Mujeres. ¿Cuáles crees que son las tareas de las Américas en el fortalecimiento de la MMM a nivel internacional?
Sin duda, tenemos desafíos, retos pendientes, pero políticamente y epistémicamente somos una región con mucho acumulado político articulado —no solamente entre nosotras como región, sino vinculadas con otros movimientos globales. Esa es una visión que podremos poner como sello en el Comité Internacional. También podemos hacer un aporte importante con la profundización teórico-conceptual y formativa que hemos hecho en los últimos años. La historia de los procesos de formación en la Marcha Mundial de las Mujeres es un sello importante. Hacemos formación política todo el tiempo, no solamente con la Escuela Internacional de Organización Feminista Berta Cáceres, sino a nivel local. Las coordinaciones nacionales tienen la formación política popular y feminista como una de sus principales banderas y caminos fortalecimiento.
El Comité Internacional no es solamente una instancia consultiva, es deliberativa. Nuestras compañeras de las regiones nos dan un mandato de confianza para que se vayan guiando los caminos políticos de la Marcha Mundial, por lo menos para el siguiente periodo de dos años. Es una tarea sustancial, sobre todo porque estamos viviendo un contexto de embates muy fuertes de las ultraderechas, fascismos neoliberales, las transnacionales arrebatando territorios, guerras de ocupación contra el pueblo palestino y el pueblo saharaui, entre muchos otros. Esas luchas siempre han estado presentes en la MMM, porque tenemos compañeras en esos territorios ocupados.
Ante ese contexto, necesitamos fortalecer el movimiento internacional en términos de alianza, de capacidad de movilización, y de posicionar no sólo las demandas frente a estos escenarios de ocupación, de guerra y de disputa, sino también nuestras apuestas de transformación, que ya están en los territorios. La economía feminista ha sido una de nuestras apuestas políticas más contundentes en los últimos años, así como nuestras miradas de integración regional, de feminismos populares, de poder popular. Eso es tarea de todas, pero el Comité Internacional tiene una tarea de conducción política muy importante.
En el 13.º Encuentro Internacional de la MMM, ustedes hablaron sobre la próxima Acción Internacional del movimiento, que será en el 2025. ¿Cómo se puede mezclar memoria y acción para construir una movilización fuerte?
La 6.ª Acción Internacional tendrá que mostrar la potencia del acumulado político de 25 años del movimiento. El lema que definimos para la 6.ª Acción, «Marchamos contra las guerras y el capitalismo, por la soberanías populares y el buen vivir», sintetiza de una manera muy acertada nuestras apuestas políticas en este momento crucial del contexto. La acción tendrá que recuperar la memoria y construcción histórica que hemos acumulado, pero también tendrá que ser profundamente movilizadora, mostrando fuerza en las calles. Las acciones internacionales de la Marcha han sido una muestra de la potencia movilizadora del movimiento.
Después también de un momento tan crucial como la pandemia que vivimos —y que, si bien no nos mediatizó como movimiento, replanteó nuestras condiciones de movilización—, la 6.ª Acción tendrá que tener esa capacidad aglutinadora, articuladora y de mucha potencia. Si bien hay contextos diferenciados, con demandas que tienen más sentido en unos territorios que en otros, tenemos muchas sinergias, coincidencias políticas y también de mirada de futuro y de visión de movimiento. También tenemos que fortalecer el carácter de jornada. La Acción es cerrada en un territorio que, por lo general, está en disputa, pero es también una jornada profundamente política, que implica movilización, formación y acción.
Hablaste sobre los desafíos internacionales del feminismo. Volviendo a las Américas, ¿cuales son los desafíos particulares para la región? ¿Cuáles son los enfrentamientos comunes a los territorios del continente? Y cómo la MMM puede aportar a ellos?
La reconversión de Abya Yala hacia gobiernos de ultraderecha es una tendencia en la que tenemos que ser muy críticas —las últimas elecciones en Argentina, otras en que han ganado gobiernos progresistas pero por muy poco margen, como la de Brasil, y en México estamos previas a una elección federal, con una disputa fuerte. Las derechas ya no son solamente ultraderechas partidistas, sino que también cambiaron un montón sus discursos, son ultraderechas populistas y están llegando a tener impactos de masa. Los fundamentalismos, de la mano con las ultraderechas, van a hacer un escenario que se puede recrudecer en los siguientes años.
Por otro lado, veo que la profundización de la economía extractiva y colonial también es un escenario que va a profundizarse. Hay políticas extractivas y de megaproyectos que disputan los territorios ancestrales, sobre todo los territorios indígenas y afrodescendientes, donde las mujeres están poniendo el cuerpo y la vida y construyendo alternativa y práctica antisistémica. La Marcha Mundial de las Mujeres lleva muchos años construyendo práctica concreta para hacer frente a esos escenarios. Vale la pena hablar de las próximas agendas en la región, como la Jornada Latinoamericana y Caribeña de Integración de los Pueblos. Creo que la articulación regional nutrida por lo local, por lo territorial y por las apuestas de los feminismos populares, del sindicalismo progresista, de los movimientos por la justicia ambiental y climática crea sinergias que son vitales e imprescindibles para hacer frente a esos escenarios de ultraderecha fascista.
El aporte que la Marcha Mundial de las Mujeres puede tener ante esos escenarios en las Américas es enfatizar la importancia de la vida de las mujeres y de los pueblos, poniéndola en el centro. Eso es parte de la economía feminista de ruptura, que construimos como MMM. Eso tiene mucho que ver con la denuncia a las instituciones financieras internacionales que vulneran la vida de los pueblos, a las transnacionales y los poderes corporativos que están uniéndose con las ultraderechas para lacerar la vida de los pueblos. Nuestro conocimiento acumulado no solamente es conceptualización, no solamente es episteme: es práctica.
__