Las lecturas feministas de la economía sitúan la sostenibilidad de la vida como el punto de partida de su análisis. Eso permite cambiar las prioridades, plantear nuevas preguntas y crear propuestas de alternativas. Frente a las crecientes deudas de los Estados y de las personas, el feminismo ha tomado este camino en diferentes partes del mundo, y ahora está recogido en las páginas del libro Nos vies valent plus que leurs credits – Face aux dettes, des réponses féministes [Nuestras vidas valen más que los créditos – Frente a las deudas, respuestas feministas]. La deuda se presenta como uno de los mecanismos de acumulación capitalista y se pone en cuestión a partir de las experiencias – colectivas, íntimas y políticas– de las mujeres.
En una entrevista concedida a Capire, las autoras del libro Camille Bruneau y Christine Vanden Daelen hablan sobre el proceso colectivo de construcción de esos planteamientos desde las luchas contra las políticas de austeridad que se produjeron tras la crisis financiera de 2008-2009, pasando por las luchas ecofeministas y en torno a la reproducción social. La redacción se nutrió del diálogo, el desarrollo y la diversidad de las luchas feministas y el proceso de articulación del Comité para la Abolición de las Deudas Ilegítimas (CADTM). Este libro es un instrumento de lucha feminista e internacionalista que nos aporta la potencia de las acciones políticas para la anulación de las deudas y nos presenta posibles salidas que se oponen a la naturalización de las trampas de la deuda. Lee y/o escucha el diálogo de Capire con las autoras.
¿Por qué se consideran ilegítimas las deudas?
Christine: Este libro parte del principio de que estamos hablando de deudas ilegítimas y odiosas. En general, ¿qué son las deudas ilegítimas? Una deuda ilegítima es una deuda que no se utiliza para financiar o satisfacer las necesidades de las poblaciones. Por el contrario, alimenta directamente las ganancias y los intereses de los acreedores.
Desgraciadamente, las deudas ilegítimas son mayoritarias tanto en el Sur como en el Norte. Esas deudas se retroalimentan en el sentido de que, en nombre de la deuda, se imponen políticas de austeridad y de ajuste estructural que generan una recesión que obliga a los Estados a endeudarse cada vez más. Las deudas ilegítimas forman así un círculo vicioso que, si no se detiene, sólo va a producir devastación social, austeridad generalizada y la destrucción de todo el bienestar colectivo.
Camille: Además, está el concepto de deuda odiosa, es decir, que no ha servido a los intereses de la población y lo ha hecho con conocimiento de causa –tanto por parte de los acreedores como de los deudores. No se trata sólo de admitir que «nos equivocamos»; si eso ocurre repetidamente es porque se ha convertido en algo estructural y alimenta el capitalismo e intensifica las desigualdades. Por eso decimos que es un crimen. Hay varios argumentos y normas legales que explican por qué no se deben pagar estas deudas. Dichos argumentos ya fueron presentados en las auditorías de la deuda pública, como en el caso de Ecuador, por ejemplo. En el derecho internacional, existen otros argumentos, como el cambio fundamental de las circunstancias y la fuerza mayor, por ejemplo. Por lo tanto, es necesario demostrar que es posible no pagar estas deudas, y eso es lo que tratamos de destacar en el libro.
Es una invitación a superar el sentimiento casi «moral» de obligación en que nos decimos «estamos en deuda, debemos pagar», y a recordar que, incluso legalmente, podemos exigir la anulación de deudas ilegítimas.
¿Cómo se articulan en la lógica sistémica de la deuda los diferentes elementos del capitalismo heteropatriarcal colonialista, es decir, la extracción de recursos naturales, la explotación por el trabajo asalariado y por el trabajo gratuito?
Camille: La deuda realmente es una herramienta para reforzar el acaparamiento y la extracción que el capitalismo establece para crear su acumulación. Ya sea ahorrando a través del trabajo gratuito o de un trabajo cada vez más desvalorizado, o a través de una explotación cada vez más acelerada y devastadora de los recursos naturales, o de los trabajadores y trabajadoras, la deuda es el instrumento que permite acelerar el proceso necesario para la acumulación capitalista. Es el resultado de haber quitado todo el valor de estos procesos: de la capacidad regenerativa de la naturaleza, de la reproducción social que realizan principalmente las mujeres, pero también, en general, las y los campesinos, por todas las personas que cuidan del mundo y a los demás, y por todas las y los trabajadores de los sectores esenciales. La cultura dominante, es decir, capitalista y heteropatriarcal, desvaloriza esos procesos y actividades, lo que va a justificar que pueda explotarlos cada vez más, y la deuda va a justificar la necesidad de extraer, cada vez más rápido, la riqueza de todas esas cosas que se consideran infinitas, sin valor y extensibles, para finalmente crear el valor monetario necesario para su reembolso.
Vemos la deuda como una continuidad de la colonización, como una herramienta de colonización permanente, no sólo desde el Norte hacia el Sur, sino también de todos los cuerpos marginalizados, en todos esos procesos. Lo que proponemos es, en efecto, una lectura conjunta de todo ello.
Christine: La deuda coloniza la intimidad de las mujeres, como señalan Verónica Gago, Luci Cavallero y Silvia Federici en el prefacio del libro. Hay que comprender hasta qué punto la deuda está presente en los hogares, en las comunidades cuyo bienestar o muchas veces la supervivencia es una responsabilidad asignada a las mujeres por el patriarcado.
Puesto que, en nombre del pago de la deuda pública, se ha destruido el estado de bienestar y los servicios públicos, todo incremento de la deuda pública es sinónimo de un aumento del endeudamiento privado de las mujeres. Para compensar la falta de apoyo público a la reproducción social y seguir garantizando la supervivencia de sus seres queridos a cualquier precio, cada vez más mujeres caen en la espiral infernal del sobreendeudamiento.
De este modo, la deuda coloniza la vida íntima y cotidiana de las mujeres que, sobreendeudadas, se arruinan cada vez más y, por tanto, sufren una violencia específica: hablamos de esclavitud por deudas y de prostitución por deudas. Se puede ver hasta qué punto, más allá de los conceptos, en la intimidad de las mujeres, la deuda tiene consecuencias criminales, violentas y machistas.
El ejemplo de casos concretos en diferentes países es un aspecto muy interesante del libro. ¿Cómo ven el papel de las luchas contra la deuda en las diferentes estrategias anticapitalistas de los países del Norte y del Sur?
Camille: La deuda tiene consecuencias tan concretas en la vida de las personas que todas las luchas casi siempre tienen algo que decir sobre la deuda y la austeridad, de la forma que resulte más coherente en sus contextos y experiencias. Cuando estuve en Senegal para participar en el seminario sobre microcréditos, aunque cada testimonio se refería a casos individuales y muy localizados, casi siempre se podía establecer la conexión con el hecho de que la deuda pública había aumentado y eso había llevado a las mujeres a vivir algunas situaciones muy concretas.
En mi opinión, lo que realmente podemos aseverar es la relación con la deuda pública, que nos permite tener, internacionalmente, reivindicaciones comunes para su cancelación. Porque, al fin y al cabo, lo que viven las mujeres de Senegal con relación al microcrédito no sólo está vinculado a las instituciones de microfinanciación, sino también a lo que, como belgas o franceses, podríamos haber reclamado a nuestros propios gobiernos. Podemos y debemos exigir el fin de la austeridad en nuestros países, pero también exigir la cancelación de la deuda de Senegal, por ejemplo. Así que las demandas de cancelación en otros países también pueden traducirse en demandas de cancelación en nuestro país.
Christine: A lo largo de los últimos 20 años he tenido la suerte de estar en contacto con movimientos feministas a nivel internacional, europeo, pero también en la propia Bélgica. He podido comprobar hasta qué punto los movimientos feministas han asumido el tema de la deuda y cómo han conseguido personalizar las cuestiones relacionadas con el endeudamiento. Como eso afecta a las mujeres por todas las razones que explicamos en el libro, en la vida cotidiana de manera muy concreta, los feminismos han tenido en cuenta las experiencias de las personas más afectadas por la deuda y las experiencias que generalmente son invisibilizadas o no se escuchan, porque estamos en un sistema patriarcal. Con el tiempo, los movimientos feministas han aportado a veces respuestas mucho más innovadoras, sobre todo en términos de lucha, contra la deuda que los propios movimientos antideuda.
¿Podrían dar algunos ejemplos de respuestas feministas de ese tipo?
Christine: Por ejemplo, las huelgas feministas que pusieron de relieve todo el trabajo invisible. Si nos preguntamos por qué ese trabajo es invisible, nos preguntamos cuáles son los sistemas de dominación que hacen que sea invisible y llegamos al capitalismo alimentado por la deuda. Trabajar sobre el tema de los feminismos a la vez que reivindicaba la anulación de la deuda me permitió pasar de las preocupaciones relacionadas con la «macroeconomía» a ámbitos más relacionados con lo vivido, lo vivo, lo personal y las mujeres.
Camille: En cuanto a la deuda, los feminismos siguen haciendo lo que siempre han hecho, es decir, sacar al exterior, a la plaza pública, y hacer colectivo lo que se consideraba privado e íntimo. Desarrollan una lectura estructural, colectiva y política de la deuda, como también lo hace el CADTM. Los feminismos nos permiten afirmar que la deuda no es un problema individual que hay que resolver individualmente, que no es una vergüenza o una mala suerte, o un fracaso debido a una mala gestión presupuestaria o a un error de cálculo que debemos resolver por nosotras/os mismas/os. Los feminismos han conseguido demostrar que la deuda es el resultado de lógicas y decisiones políticas estructurales, surgidas de una cultura de dominación profundamente capitalista y heteropatriarcal.