Acciones creativas que desafían el poder en el corazón de Estados Unidos y delegaciones de paz en los países agredidos por el imperialismo estadounidense. Así se articula, entre otras formas, CODEPINK, una organización feminista que actúa contra la política de guerra de Estados Unidos. En 2002, cuando el gobierno del entonces presidente George W. Bush preparaba el terreno para la invasión de Iraq, basándose en argumentos evidentemente falsos, un grupo de casi cien mujeres organizó durante meses una vigilia contra la guerra frente a la Casa Blanca. De ese proceso surgió CODEPINK. Desde entonces, está más claro para todo el mundo que al imperialismo estadounidense no le faltan medios para hacer la guerra, incluidas las invasiones, los golpes de Estado y las sanciones.
En Estados Unidos, las mujeres de CODEPINK pusieron el cuerpo para defender la soberanía popular de Venezuela, confrontaron en las calles y en los espacios del poder político a los responsables de las guerras, organizaron delegaciones a países como Cuba y Palestina para conocer de cerca y denunciar los impactos del imperialismo en la vida de los pueblos, entre otras campañas y actividades que realizaron contra las guerras. Por eso, los ataques que reciben desde varios frentes de la maquinaria hegemónica, que usa y abusa de la desinformación, la persecución y la criminalización, no son una novedad. Capire dialogó con Jodie Evans, cofundadora de CODEPINK. Haciéndose eco de las voces feministas que luchan para cambiar el mundo, Capire expresa su solidaridad ante los recientes ataques —cargados de misoginia— contra CODEPINK y otras organizaciones que llevan a cabo la lucha antiimperialista desde Estados Unidos. A continuación, se puede leer la entrevista a Jodie o escucharla (en inglés).
¿Podrías empezar hablándonos del proceso de creación de CODEPINK como una organización en defensa de la paz en Estados Unidos?
Empezamos nuestras acciones en noviembre de 2002, mientras George W. Bush se valía de un código de colores de advertencia contra el terrorismo para convencer al pueblo estadounidense, a través del miedo, a apoyar una guerra contra Irak. Esos códigos de colores eran naranja, rojo y amarillo, así que decidimos llamar al nuestro Código Rosa (CODEPINK), en favor de la paz. Éramos unas pocas mujeres haciendo una vigilia frente a la Casa Blanca todos los días, y la gente empezó a venir de todos las latitudes del país para unirse a nosotras y decir no a la guerra. Muy pronto empezaron a organizar vigilias en sus propias ciudades y, a partir de esa primera vigilia, surgieron otras 250 en todo Estados Unidos y en el mundo.
En algún momento, decidimos que teníamos que ir a Irak, porque nadie en el poder nos escuchaba. Así que volamos a Jordania y atravesamos el desierto en auto, llegamos a la frontera iraquí y dijimos: “Nos gustaría entrar”, y nos dejaron pasar. Estuvimos allí una semana y en ese periodo conocimos al pueblo iraquí, que es un pueblo precioso; vimos la pobreza en la que viven como consecuencia de las sanciones y lo que las sanciones les habían hecho. Nos dimos cuenta de lo vergonzoso que era que alguien pudiera pensar que tenían los medios para hacer la guerra, un país inocente con un pueblo hermoso que no tenía forma de contraatacar en una guerra. No tenían fuerzas armadas, ni armas. Nos reunimos con los inspectores militares y nos dijeron que no había armas de destrucción masiva. Organizamos una protesta frente al centro de información la noche en que el Secretario de Estado, Colin Powel, mintió al mundo diciendo que había armas de destrucción masiva en Iraq.
Luego volvimos y le contamos a la gente lo que habíamos visto.
A lo largo de estas dos décadas, ¿cómo las agendas de CODEPINK hicieron frente al militarismo estadounidense?
Seguimos siendo las mujeres que claman por la paz. Cuestionamos el hecho de que el 65% del dinero de los contribuyentes en Estados Unidos se destine a la guerra y no a la educación, la salud, la vivienda y las necesidades del pueblo. Otro hecho es que somos la nación que más contribuye al cambio climático, así que si no ponemos fin a la guerra, nada de lo que hagamos importará. Por eso seguimos presionando. Entonces empezaron a utilizarse las sanciones como arma de guerra, así que nos opusimos a ellas. Habíamos visto los efectos de esa práctica en Irak, vimos cómo arruinaban a la clase media iraní. Sabemos lo que le hacen a Cuba. Hemos llevado a miles de personas a Cuba. Fuimos a Pakistán y Yemen y hablamos con las familias víctimas de los drones de guerra. Los drones se estaban utilizando localmente como herramienta política con el único propósito de asesinar a personas, e inclusive asesinaron a dos ciudadanos estadounidenses en Yemen.
Así que en los últimos 12 años, desde el primer minuto en que sentimos el horror de ir a la guerra contra Irak, cuando 12 millones de personas de todo el mundo salieron a la calle para decir no a la guerra, desde entonces hemos sido testigos del crecimiento de la guerra, el militarismo y la violencia, y hemos visto cómo Estados Unidos, nuestro país, salió impune de muchas formas.
Estados Unidos es un imperio que se impone por medio de la violencia. Estamos muy avergonzados de nuestro gobierno, pero como en todos los países, el pueblo es hermoso. Sin embargo, en los últimos 20 años, hemos asistido a una verdadera erosión del tejido social en Estados Unidos de América.
Los líderes del Congreso y del Senado son gobernantes autoritarios. No dan lugar al debate. Es como si dijeran todo el tiempo: «esto hay que hacerlo a mi manera», «eso no se puede hacer». Si el debate no se produce en las esferas de poder, se producirá en las calles.
La cultura está cambiando y las realidades del mundo también. En Estados Unidos, como en el resto del mundo, los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres. El poder se concentra cada vez más en manos de unos pocos, y la violencia para mantener el statu quo no hace más que aumentar. Un ejemplo de ello es el hecho de que mantengan a Julian Assange en la cárcel para enseñar a la gente que esto es lo que pasa si dices la verdad. Así que el número de personas que salen a la calle contra la guerra está disminuyendo, y esto tiene que ver con el hecho de que las autoridades no dan respuesta a nada de lo que hacemos. Y las cosas siguen empeorando: se incrementa la financiación de las guerras, se incrementa la violencia, hay más armas, más presión sobre la OTAN para que presione a Putin, que ahora está presionando a Taiwán. Cuando empezaron a presionar a China hace cuatro años, pensé: “¿De verdad creen que van a ganar una guerra nuclear?”. Porque si no, no estarían haciendo esto.
Y ahora, ¿cómo reacciona la población de Estados Unidos ante las guerras y la implicación del país en ellas?
Cuando Putin avanzó sobre Ucrania, vimos cómo una niebla de guerra se instalaba sobre la cabeza de todas las personas en Estados Unidos. De repente, todos querían ir a la guerra, querían enviar armamento. ¿Acaso no hemos pasado por esto suficientes veces? ¿No se dan cuenta de que el poder va a la guerra solo para conseguir más poder? Así que nos atacan con violencia hasta por decir «diplomacia». La gente dice: «Oh, eres una apologista de Putin».
El cerebro de la gente está en modo de guerra. Dicen: “Tenemos que cuidar del pueblo ucraniano, tenemos que enviarle nuestro armamento”. Pero las armas matarán al pueblo ucraniano. ¿A quién crees que van a matar si la guerra tiene lugar en Ucrania? Otra cosa horrible que ocurrió al principio de la guerra fue el racismo total, que estaba bien visible para todo el mundo. Yo les decía a las personas: “¿Dónde estabas cuando Estados Unidos bombardeó Yemen? 350.000 personas, entre ellas mujeres y niños, murieron a causa de vuestras armas. ¿Y qué pasó con Somalia, Irak, Afganistán y Palestina?”.
Desde que Rusia avanzó sobre Ucrania, intenté mostrar a la gente los costes de la guerra. Porque están mostrando edificios bombardeados, pero no están mostrando que la gente está siendo bombardeada; no están mostrando el trauma que ya se ha instalado en los cuerpos de las personas ucranianas y rusas. No están mostrando a las mujeres refugiadas secuestradas para ser esclavas sexuales. No están mostrando la violencia que ya se producía antes de la guerra, cuando se ahorcaba a rusos en la región de Donbass. No están mostrando nada que realmente muestre el coste de la guerra, el coste para el planeta o la hambruna en África o la caída del PIB en los países europeos. Lo que muestran no es más que fantasía, esa idea de que no hay derramamiento de sangre. Intentamos contar esas historias y la gente se escandaliza. Y se enfada con nosotras.
CODEPINK ya ha sido objeto de varios ataques por sus acciones en Estados Unidos. De dónde proceden estos ataques y cuáles son las estrategias para afrontarlos?
Soy blanco principalmente de personas que trabajan para el gobierno de EE.UU.. Buscan de todo, dicen muchas mentiras. No me meto con ellos. Llevo 50 años en esto, la gente sabe quién soy.
Soy blanco principalmente de personas que trabajan para el gobierno de EE.UU. Me investigan, dicen muchas mentiras. No me meto con ellos. Llevo 50 años en esto, la gente sabe quién soy.
En CODEPINK hablamos abiertamente de lo que puede parecer seguro para la mayoría de la gente. Y siempre tenemos razón. Cuando fuimos a proteger la embajada de Venezuela, nadie quería acercarse a nosotras. Pensaban que iban a detenerlas.
Muchas veces me fijo en los principales medios de comunicación para intentar comprender cómo funciona la propaganda política. Algunas investigaciones realizadas en los años 1980 demostraron que el 95% de la información de Estados Unidos sobre Rusia era negativa y que el 95% de la información de Rusia sobre Estados Unidos era negativa. Todo era propaganda de ambos gobiernos, pero los rusos sabían que era propaganda, mientras que los estadounidenses no. Eso se asemeja a las disparatadas ideas que la gente tiene sobre China.
Asistimos a un cambio en el orden mundial y a una creciente tensión contra China por parte de Estados Unidos. ¿Qué estrategias se están llevando a cabo en EE.UU., teniendo en cuenta la perspectiva que acabas de exponer sobre Irán, de que hay que detener las guerras antes de que empiecen?
Detener las guerras antes de que empiecen es también una filosofía china. Hemos visto lo que ocurrió en Irak, Afganistán y ahora en Ucrania. Detuvimos los bombardeos en Irán, pero no hemos detenido la guerra en Irán. La guerra sigue allí, y la gente está sufriendo mucho. A veces pienso que las sanciones como herramientas de guerra pueden ser, de una forma muy extraña, peores que la propia guerra, porque son silenciosas. Es como el acoso, que a veces puede ser mucho más dañino que la violencia física, porque en el caso de la violencia física, al menos uno sabe que le han golpeado. El acoso te desordena el cerebro. Las sanciones se suceden, pero a nadie le importa, nadie va a hacer nada por ti. Pero te están violentando.
Las sanciones matan.
Las sanciones son armas violentas, y el hecho de que Estados Unidos se desentienda de su responsabilidad es un crimen contra la humanidad. El mundo ha cambiado en los últimos 20 años. Cada vez menos personas luchan para poner fin a las guerras y para defender realmente la paz. A escala mundial, cada vez más personas reconocen la existencia del imperio estadounidense, su violencia y su hegemonía. Lo ven, lo señalan y no quieren hacer nada al respecto.
Me di cuenta de que las guerras no van a terminar porque las guerras sirven a la economía de guerra.
La economía de guerra es la economía extractivista, destructora y opresora que está matando a nuestras comunidades y al planeta. Todos dan su vida por esta economía de guerra. Pero hay una economía de paz que siempre ha existido. Es la economía del compartir, del cuidado, de las relaciones y de la resiliencia; sin ella, no estaríamos vivos. Pero cada año esos aspectos de la vida se ven asfixiados, son privatizados y menospreciados.
Como activista por la paz, tengo que trabajar donde estoy. La gente dice que es mucho más fácil ver las cosas desde fuera. Si te das cuenta de que algo va mal, abandona la economía de guerra y empieza a cultivar una economía de paz.
Una de las formas de hacerlo es construir un movimiento global. Unirte realmente con la gente de tu comunidad y de todo el mundo, pensar localmente y actuar globalmente. Lo que hace mi gobierno afecta a todo el mundo, así que soy responsable de ello y por eso pongo mi cuerpo en esta lucha.
Seguiremos desmantelando las estructuras de la guerra. Cada día pegamos carteles que dicen algo nuevo. “China no es nuestro enemigo”, “Dinero para los pobres, no para la guerra”. Presentamos otras alternativas. No pretendemos detener a quienes fomentan la guerra porque sabemos que ganan mucho dinero con ello. Lo que les va a detener es la unión de los pueblos del mundo para decir “¡Basta! Estamos hartos”. No son los activistas en las calles de Estados Unidos los que van a detener las guerras, pero tenemos que actuar allí y desempeñar nuestro papel, sacarnos a nosotros mismos de la economía de guerra, para que podamos ser herramientas útiles para el futuro.
Eres una de las organizadoras de la campaña «China no es nuestro enemigo». ¿Cómo se está desarrollando esta campaña en Estados Unidos?
Lo primero que pensé fue: «Esto es como Irak, una vez más». Estados Unidos quiere entrar en guerra con China. Está impulsando una guerra, y ya hay víctimas. Son personas estadounidenses de origen asiático, y esa violencia es el resultado del aumento de la xenofobia y el odio hacia los asiáticos en Estados Unidos. Se han registrado asesinatos y también casos de ancianos golpeados. Digo odio a los asiáticos, no odio a China, porque nadie en Estados Unidos nadie sabe distinguir entre países asiáticos.
Al comienzo, en todas partes me decían: «Eres miembro del partido, te financia el gobierno chino». Todo ese tipo de propaganda. Me limito a escuchar todo esto y dejo que la gente se calme, porque esas frases no tienen ningún fundamento, y entonces se sienten más seguras. Les enseño el mapa de las 250 bases alrededor de China y los abusos que Estados Unidos está cometiendo ahora mismo en todas las islas alrededor de China, donde están construyendo bases de misiles y destruyendo el ecosistema. Hay un nueva comisión de “Competencia con China”. Interrumpimos la primera reunión del comité y dijimos: «China no es nuestro enemigo». Fue muy bien recibido y mi objetivo era que The Washington Post y The New York Times publicaran QUE “China no es nuestro enemigo”, y lo hicieron. Ahora utilizan la frase en sus editoriales y la gente se atreve más para hablar del tema. Hay más personas relacionadas con China que son lo suficientemente inteligentes como para darse cuenta de que no quieren que Taiwán se convierta en Ucrania. Hay que crear espacio, hay que llegar a los bordes del conflicto y hacer que retrocedan antes de que empiece la guerra, aunque obviamente la guerra ya ha empezado.