El movimiento sindical ha creado vínculos y luchas por una transición energética justa como eje central para situar los derechos en el centro de la política climática. Capire entrevistó a Irene Hong Ping Shen, de la organización Sindicatos por la Democracia Energética [Trade Unions for Energy Democracy – TUED]. TUED es una red internacional de sindicatos que cuenta con 93 sindicatos afiliados en 27 países, creada hace diez años en torno a la necesidad de una narrativa alternativa contra el modelo de crecimiento verde en la lucha contra el cambio climático. Reclamando una verdadera transición energética y poniendo en cuestión el neoliberalismo, la propuesta estratégica de TUED es la de la propiedad pública y el control democrático del sector energético. En esta entrevista, Irene nos presentó el análisis y las propuestas de TUED, así como los retos para conseguir que más mujeres participen en este debate.
La lucha por una transición justa en materia de energía debe incluir a los trabajadores y trabajadoras, a las personas que participan en su realización. ¿Podrías hablarnos del planteamiento de los trabajadores y trabajadoras para una transición justa y de cómo se dan las luchas contra el poder corporativo en este ámbito?
La política climática en general es, en el fondo, política energética. Las políticas energéticas actuales se basan en mecanismos neoliberales que, en esencia, priorizan la acumulación de ganancias e intentan utilizar la crisis del cambio climático para seguir ganando dinero. Así que la idea de la propiedad pública de la energía es que estamos tratando de sacar el sector energético del modelo de explotación mediante la privatización. No es una cuestión ideológica. De hecho, se basa en los hechos, los datos, la investigación y la verificación de cómo las políticas energéticas neoliberales han sido absolutamente ineficaces en las últimas décadas para alcanzar los objetivos climáticos. No hay transición energética. El tema goza de gran popularidad, pero no estamos haciendo la transición a ninguna parte —estamos retrocediendo con una expansión energética. Hay una absoluta necesidad de tener una forma alternativa de pensarlo, que dé centralidad a las necesidades ecológicas y humanas.
Uno de los problemas de las políticas energéticas neoliberales y de la priorización del beneficio es que todo se planifica y organiza en torno a la necesidad de ganar más dinero. Hay una enorme escasez de inversiones en diferentes modelos, porque no es posible ganar dinero con las energías renovables en un sistema de mercado competitivo. Si existe un sistema público, es posible crear un conjunto de planes para llevar a cabo de la mejor manera posible una transición que también se centre en las necesidades de los trabajadores y trabajadoras y de otros colectivos. En cuanto a los derechos laborales, sin un plan de transición, no es posible dar centralidad a los temas que queremos hacer avanzar la justicia.
Del modo en que estoy hablando, parece sencillo, pero hacer una transición es muy complicado. En cada región hay un conjunto de condiciones diferentes, ya sea el clima, las condiciones del terreno geológico, infraestructuras antiguas o especificidades sociopolíticas. Todo ello debe ser considerado y justificado. Gran parte de la disputa será contra las corporaciones privadas, pero también está la disputa por dar centralidad a los derechos de los trabajadores y trabajadoras, una plataforma de mujeres y pueblos indígenas. La lucha por la justicia continuará, pero creo que el marco de la propiedad pública define efectivamente un conjunto particular de condiciones en que la lucha puede realmente ganarse, en que potencialmente podemos ver avances reales. Está claro que no todos los sindicatos están de acuerdo con una vía desde lo público. Sin embargo, los sindicatos de nuestra red reconocen al menos la necesidad de plantear este debate.
Uno de los lemas de esta lucha es que la energía no es limpia si el trabajo no es adecuado y con todos los derechos garantizados. ¿Cuál es el rol de las trabajadoras y de la lucha de las mujeres en esta contienda?
Hay algunas tensiones fundamentales entre una perspectiva feminista sobre el mundo hacia el que queremos avanzar y el modo en que se ha utilizado el sector energético para explotar y promover la expansión de la explotación. El sector energético está completamente dominado por los hombres. Así que las decisiones y los debates en materia de energía están arraigados en ese espacio, y la voz de las mujeres ha estado muy ausente. Nos encontramos en esta encrucijada tan compleja que expone las diferencias entre una perspectiva políticamente feminista y la realidad a la que nos enfrentamos en cuanto a la crisis climática. De ahí la necesidad de avanzar hacia una fuente de energía distinta, pero también potencialmente hacia un uso energético distinto, integrando un enfoque feminista en los debates.
Cuando hablamos de energía, hay muchas capas de cuestiones técnicas y elementos políticos que hay que analizar y comprender. En general, en los movimientos no hay suficiente comprensión de los aspectos técnicos, y hace falta que más mujeres se dediquen a ello. A menudo asisto a espacios en los que hay un ímpetu y un deseo evidentes de un pensamiento y una perspectiva más feministas, pero hay una falta de habilidad para comprometerse más profundamente con lo que se necesita. Yo diría que no es sólo la falta de mujeres en ese ámbito. Independientemente del género, hay una falta de comprensión técnica entre la gente.
En el movimiento feminista se discute la necesidad de transformar el sistema de producción y, a la vez, repensar el consumo. Una parte del problema del poder corporativo es el modo de producir energía y de consumirla. ¿Cómo se está desarrollando el debate en los sindicatos sobre el consumo de energía y la pobreza energética?
Las personas que no tienen ningún acceso efectivo a la electricidad se concentran sobre todo en el África subsahariana, y la siguiente población más numerosa está probablemente en Asia-Pacífico. Además, miles de personas que tenían acceso a la electricidad lo perdieron debido a los costes de la energía. La cuestión de la pobreza energética y la voluntad de dar a la gente acceso a la energía plantea un problema muy importante y complicado, que es el siguiente: si se va a dar acceso a cientos y millones de personas, habrá un aumento espectacular de la demanda de energía. Entonces, ¿cómo se podría facilitar el proceso de suministro de electricidad y, al mismo tiempo, hacer frente a la realidad de la necesidad de contar con una fuente de energía que no genere más emisiones? No tenemos una respuesta para eso.
Como sindicatos, queremos debatir cómo enfrentarnos a este problema.
Sin ello, no es posible ni siquiera empezar a analizar o desenredar esos problemas. En el conjunto de políticas energéticas neoliberales, no hay un intento real de lograr el objetivo de aumentar el acceso a la electricidad —lo que sí hay es una agenda mucho más amplia de enriquecimiento del sector privado y de los inversores. Esta es una contradicción que no se puede resolver del todo, por lo que el marco público debe ser el primer paso.
Además, la explotación de nuestros cuerpos, nuestro trabajo y nuestra capacidad reproductiva como trabajadoras existe desde el inicio de las sociedades de clase. Para hacer frente a esta opresión fundamental de las mujeres y a la explotación de nuestros recursos, nuestro trabajo y nuestra capacidad humana, tenemos que enfrentarnos al sistema económico que nos sigue poniendo en esta situación. El análisis de TUED se basa en un análisis de clase. Se entiende la necesidad de una transformación económica para una transición energética justa, porque el sector energético es la espina dorsal del sistema económico global. Y si vamos a dar centralidad de hecho a una plataforma feminista y a pensar en la economía de los cuidados, donde se valore el trabajo de las mujeres y no se explote la extracción, habrá que hacer frente a los modelos de la política energética neoliberal. Y creo que la propiedad pública de la energía forma parte de los fundamentos de esa plataforma feminista.
A lo largo de la historia, los sindicatos han desempeñado un importante rol en la garantía de derechos para los trabajadores y trabajadoras de la industria energética. ¿Cuál es el rol de los sindicatos en la transición energética y esos derechos en un ámbito actualizado?
Nuestro papel en TUED es aportar investigación, datos y un posible análisis para que sea debatido entre los sindicatos. En muchos lugares, el rol del movimiento sindical se ha debilitado en las últimas décadas con el aumento de las privatizaciones y las políticas neoliberales en muchos sectores. En el ámbito del clima, la posición estándar es que, como trabajadores y trabajadoras, queremos sentarnos en la mesa, pero no sólo eso. Es necesario que haya una respuesta sindical real. No una en la que estemos en la mesa sólo para negociar, porque una vez que llegas allí, ya estás negociando bajo un marco que no va a funcionar en ningún frente.
Por ejemplo, en Francia, a finales de 2020 y entrando en 2021, el gobierno de [Emmanuel] Macron intentaba privatizar la empresa pública de energía eléctrica. Los trabajadores y trabajadoras reconocieron que si esto seguía adelante no estarían en una buena posición. Los sueldos se reducirían, los beneficios desaparecerían y las horas de trabajo aumentarían. Así que los sindicatos emprendieron una gran huelga que duró meses, y ganaron. Vieron una amenaza en la privatización de esa compañía eléctrica. En Sudáfrica, los sindicatos hace tiempo que intentan articularse para construir un frente unido, más allá de las diferencias políticas, para luchar contra la privatización del sector eléctrico. La historia de la privatización en el país los ha llevado a este punto, en el que están teniendo constantes relevos de carga [interrupción del suministro eléctrico en algunos lugares para preservar el funcionamiento del sistema eléctrico]. Esto hace imposible cualquier tipo de negocio. Los sindicatos tienen que darse cuenta de que deben hablar más de este tema, y que unirse puede ser un movimiento estratégico para hacer frente al camino de la privatización.
La crisis climática está sucediendo, y tenemos que hacer algo al respecto. Es necesario que haya mucha organización interna y debates en los sindicatos y movimientos sociales para reflexionar sobre lo que esto significa para sus trabajadores y trabajadoras. Cómo luchar para que los derechos y beneficios que hoy tenemos y los salarios no desaparezcan en una transición, que es incuestionable. Consideramos que un marco público es un primer paso fundamental para poder mantener esos debates y reclamar el sector de la energía, de modo que se lo reclame plenamente al público.