El Grupo de Acción sobre Erosión, Tecnología y Concentración (Grupo ETC) es una organización que lleva cerca de 40 años de existencia. La «E» se refiere a la erosión de la naturaleza, de los derechos, de las culturas. La «T» es porque seguimos el tema de las tecnologías, hacemos críticas de las tecnologías y denuncias de los abusos tecnológicos. Y la «C» se refiere a que seguimos a las corporaciones y al poder empresarial. Anteriormente hemos denunciado las nanotecnologías, que es la manipulación de la materia a nivel atómico, y desde hace tiempo igualmente que denunciamos las biotecnologías, que llevaban el nombre comercial amable de «ciencias de la vida», y los transgénicos.
A medida que se han desarrollado herramientas que pueden manipular la vida en niveles moleculares y atómicos, hay una tendencia a borrar la frontera de lo vivo y lo no vivo. A través de ciertas lentes, microscopios, herramientas de alta tecnología, las materias aparecen como si fueran todas lo mismo: una molécula con cierto número de átomos puede pertenecer a un objeto inerte o a un organismo vivo. Eso lo ha usado el desarrollo científico capitalista para cosificar aún más la vida, volverla objeto de manipulaciones con menos ética y menos consideración con las relaciones entre los seres vivos y sus entornos. El Grupo ETC ha seguido la pista a todo eso, buscando entender cómo funciona la digitalización en los procesos agrícolas y la manipulación de seres vivos. No se trata de que las técnicas facilitan la vida, actualmente somos testigos de que lo que hace la ciencia dominante es promover un nivel más profundo de desprecio por la vida.
La pandemia puso en el centro de la vida de todo el mundo los procesos de digitalización sobre los comportamientos, los consumos, la producción, las relaciones de trabajo. Eso hizo que las corporaciones digitales, que ya tenían mucha influencia, se pusieran al frente de todo el poder económico, técnico y de innovación. Así, llegamos a la situación en la cual actores que nunca habían tenido interés en los sistemas alimentarios ahora están totalmente investidos en influir, moldear y aprovecharlos.
La cadena alimentaria digital
La ilustración de arriba expone la cadena industrial de producción y consumo de alimentos. En la esquina de la izquierda, está el campo digitalizado. Luego vemos los invernaderos y los animales confinados, todos conectados a la internet de las cosas. En el siguiente punto, en la esquina derecha, están los contenedores que se desplazan por el mar. Todo es manejado desde los satélites, en redes de datos gigantescas, que se llaman cadenas de bloques, o blockchain, que, sin necesidad de pasar por aduanas, o burocracia nacional, autoejecutan los contratos de compra y venta de las commodities.
Luego pasamos al procesamiento de alimentos, donde los procesos de transformación de los cultivos en mercancía están automatizados. Es donde se les incorporan sabores y conservadores sintéticos creados en laboratorio con robots. Finalmente, tenemos la uberización del consumo. En la ilustración, el teléfono celular está colocando la orden al mercado directamente, sin necesitar cualquier relación directa entre quienes venden la comida y quienes van a comprar. Al final, tenemos el consumidor de alimentos, viendo su celular mientras come. Él recibe en su teléfono ideas sobre qué puede consumir, las pide y así se llega la comida. Parece una caricatura, pero esa es la cadena alimentaria digital.
Datos y digitalización
Los datos son informaciones que se pueden manejar desde una computadora porque están codificados. Un ejemplo: si alguien me canta una canción o me dice un poema, eso es información, y es un goce escuchar; si codifico eso en ceros y unos, y lo guardo como archivo de audio, imagen o texto, eso ya es dato.
La cadena alimentaria digital y los procesos de digitalización en general necesitan manejar muchísimos datos. Lo que maneja un usuario individual de datos es algo ínfimo comparado con la cantidad de datos que se necesita para llevar a cabo los procesos productivos. Eso es muy importante, porque hay muchas organizaciones, países y comunidades a quienes se le ofrece entrada en el mundo digital, pero nunca van a tener la capacidad de manejar lo que se llama big data, o datos masivos. Tal capacidad sólo la tienen los gigantes tecnológicos que se colocaron en primer lugar durante la pandemia: Google, Microsoft, Tesla, Facebook —este último que, ahora, vende cables subterráneos, por donde viajan los datos masivos de África a América, siguiendo las mismas rutas de los barcos esclavistas.
Una mega corporación es dueña de las infraestructuras de cables, otra es dueña de los satélites, otras es dueña de las nubes… Amazon es la principal proveedora de servicios de nube. Una nube es un edificio enorme, del tamaño de un hospital o un centro comercial, colocado en terrenos fríos para que mantener la temperatura baja de los motores que procesan los datos no cueste tanta energía. Dentro de las “nubes” están las miles de computadoras que manejan los datos masivos. Entonces, cuando escuchamos si podemos tener nuestro propio blockchain, o si podemos buscar alternativas a los servidores: podemos hasta cierto punto, porque todo está dominado por un puñado de corporaciones.
Mientras tenemos una producción automatizada de comida, nuevos datos se van generando a lo largo de toda la cadena, desde las semillas en el campo hasta la persona que recibe la comida en su casa. Eso es lo que interesa a los dueños de la telefonía celular, de las nubes, de Alexa, de las tablets: los datos individuales y colectivos que se reorganizan en las nubes y se van convirtiendo en una nueva mercancía, que se vende bajo la forma de “perfiles de consumo”, perfiles de preferencias políticas, económicas, sistemas de movilidad, de salud, económicos.
¿Quiénes promueven la agricultura digital?
El primer grupo es la vieja guardia del agronegocio: Bayer-Monsanto (ya muy conocida por las denuncias del movimiento campesino), John Deere (el principal de maquinaria agrícola), Yara (de fertilizantes), JBS (de carnes), Tyson y Cargill (que venden commodities), Nestlé y Pepsico (que procesan los alimentos), y luego Uber Eats y Deliveroo (que manejan las entregas). Estos son los principales actores. Hay otros, pero realmente son pocos en conjunto.
En segundo lugar, están los titanes de los datos: Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft, así como Baidu, Alibaba, Tencent y Xiaomi, de China. Y finalmente las empresas gestoras de inversiones, que son principalmente Blackrock, Vanguard, State Street. Esos dos grupos son nuevos actores que irrumpen en los sistemas alimentarios, a quienes no importa en absoluto la naturaleza, ni la agricultura, mucho menos el derecho a la alimentación. Para ellos, digitalizar la producción de alimentos es una nueva oportunidad de negocio.
Amenazas de la digitalización a la soberanía alimentaria
Con la digitalización, hay una imposición de técnicas y herramientas diseñadas diseñadas sin voz ni opinión de quienes serán directamente impactados, para someter más eficazmente a la naturaleza y a la fuerza de trabajo. Habrá mayor extracción de plusvalía, un sometimiento más profundo de la naturaleza y de la fuerza de trabajo. Un ejemplo cotidiano es que ahora, con el Zoom, trabajamos mucho más. Parece una gran ventaja, pero se están perdiendo todos los derechos laborales, la autonomía y nuestro manejo vital del tiempo. En el caso de las plantas, los bosques o el agua, que la agricultura digital busca plagar con sensores, se empieza a cuantificar, a medir cuánto vale cada brizna de hierba, cada proceso de los ciclos vitales,y a especular con su posible valor comercial en las bolsas del mundo.
La biología de los cultivos, la fertilidad de los suelos, los saberes locales de las muchas civilizaciones que somos se reducen a datos con estos planteamientos. Eso retomo de la Marcha Mundial de las Mujeres, y es una observación bastante feminista. En el momento en que entran al campo las herramientas digitales, las corporaciones acceden a toneladas de información que no tenían sobre los sistemas productivos campesinos. Y se pone en peligro la autonomía sobre las decisiones de lo que se cultiva, cómo se cultiva, procesa, distribuye.
Se ha encontrado que las plataformas digitales de agricultura están diseñadas, sobre todo, para incorporar a la agricultura en pequeña escala. Lo que interesa a Microsoft y a otras corporaciones digitales es romper la colectividad de la agricultura de pequeña escala, que se da en las zonas campesinas de Asia, África y América. Quieren romper las decisiones que todavía mantienen comunidades tejidas en derechos agrarios colectivos, y que a final de cuentas es la que mantiene el mundo vivo, porque es de dónde viene la mayoría de la comida.
En las zonas de agricultura campesina, la digitalización se enfoca en facilitar medios de pago para someter la economía informal y extraer información individual mediante teléfonos o tablets. Ese es el sueño de la gran digitalización, pero sólo ocurre donde ya haya conectividad, un montón de antenas, un puñadito de gente rica… Pero en las zonas mayoritarias de agricultura campesina y familiar, lo que va a pasar es que nos van a inundar con equipos, teléfonos, drones. Y como la información fluye digitalmente, están ocurriendo una cantidad de engaños legales, fraudes de moneda, fraudes en la distribución de los bienes, bajo una legalidad creada por las propias corporaciones tecnológicas y sus asociados en la agricultura y alimentación. Por ejemplo, en Brasil, Bolivia, Argentina, Colombia y Paraguay, se están adueñando de tierras mediante satélites que establecen nuevos “catastros” donde las comunidades ya no tienen voz de reclamar su derecho agrario y ancestral. ¿Cómo quieren hacer eso? Anulando la fuerza colectiva.
Verónica Villa vive en México y forma parte del Grupo ETC. Este artículo es una edición de su ponencia en el Foro Latinoamericano de Evaluación de Nuevas Tecnologías, organizado por la Red de Evaluación Social de Tecnologías en Latinoamérica (Red TECLA), en 10 de noviembre de 2022, en Santiago, Chile.