En Túnez, la cuestión de la herencia, la distribución equitativa de la riqueza y el derecho de las mujeres a poseer y usufructuar la tierra se considera una de las más destacadas, debido a la realidad de la discriminación. Ese tema es una preocupación permanente del movimiento feminista porque es uno de los pilares de la autoridad patriarcal. La cuestión de la tierra representa la dimensión económica y social de la hegemonía de los hombres en la sociedad, que justifica y refuerza el ejercicio del poder sobre las mujeres. Así se forma la ecuación de un sistema que, por un lado, santifica la propiedad y, por otro, permite al género masculino marginalizar y excluir a las mujeres.
Las mujeres ocupan una posición importante en la sociedad, especialmente las que forman parte del sector agrícola, produciendo el alimento de la sociedad y trabajando la tierra, aunque no la posean. En Túnez, el porcentaje de tenencia de la tierra por parte de las mujeres no supera el 5%, una cifra similar al índice mundial. La falta de acceso a la tenencia de la tierra por parte de las mujeres no es algo exclusivo de las sociedades islámicas, sino una ilustración de cómo se manifiesta el sistema patriarcal, que se asemeja en su formato a la esclavitud.
Por otro lado, nos reservamos el derecho de cuestionar la forma impuesta a las mujeres para participar y relacionarse con la tierra. En el interior de Túnez, las mujeres del campo soportan el trabajo físico, a veces acompañado de innumerables tipos de violencia y condiciones precarias de desplazamiento, en que mueren decenas de personas cada temporada. El fenómeno del transporte inseguro de los trabajadores rurales está generalizado y, sin ninguna solución a la vista, se ganó el nombre de «camiones de la muerte». Por si fuera poco, las mujeres supervivientes ganan la mitad del salario de los hombres.
La Asociación Tunecina de Mujeres Demócratas [Association Tunisienne des Femmes Démocrates] inició un debate social sobre el tema y enseguida realizó algunos análisis, realizando una investigación en conjunto con la Liga Tunecina de Defensa de los Derechos Humanos [Ligue Tunisienne des Droits de l’Homme]. Ambas asociaciones constituyen la espina dorsal de la Marcha Mundial de las Mujeres.
Para las mujeres, la herencia igualitaria ya era considerada una cuestión de justicia y derechos humanos antes de la revolución. Esa fue una de las razones que justificaron las restricciones impuestas por Túnez a la Convención Internacional sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW, por sus siglas en inglés). También es una cuestión política, aunque quieran disfrazarla de cuestión religiosa o vincularla con la Sharía, la ley musulmana basada en el Corán.
Además, se trata de una cuestión social que exige reconsiderar la posición de las mujeres en el seno de las familias e incluso revisar las relaciones reguladas por el Código de Estatuto Personal[1]. A pesar de preservar el modelo patriarcal de la familia, ese código sigue siendo un texto judicial positivo; no puede ser santificado, aunque sea innegable que sus disposiciones relativas a la herencia familiar derivan, en cierta medida, de las normas del Corán, como la regla «un hombre es afortunado por una herencia equivalente a la de dos mujeres». El código también sitúa la herencia en la categoría de las transacciones, y su jurisprudencia difiere según la edad, el lugar y la tradición en respuesta a las exigencias de la época y las sociedades.
La revolución tunecina que ocurrió del 17 de diciembre de 2010 al 14 de enero de 2011 estuvo motivada principalmente por la crisis en la base de la economía, el fracaso de una tendencia como proyecto de desarrollo basada en la discriminación geográfica y de género, y el rechazo a la tiranía de una dictadura fascista que suprimía las libertades tanto en la esfera pública como en la privada. La adhesión de las mujeres tunecinas a ese movimiento revolucionario es una prueba concreta del anhelo de libertad e igualdad, alzando las consignas de la revolución: empleo, emancipación y dignidad nacional.
El feminismo viene implicándose en el movimiento revolucionario levantando la bandera de la igualdad para las mujeres y los partidos. Expresan así su crítica a la exclusión y marginalización tanto de los partidos rebeldes como de las mujeres en la sociedad.
Tras la revolución, surgieron conflictos entre las fuerzas progresistas y las fuerzas reaccionarias conservadoras que cambiaron el curso de la disputa, lo que ocultó gran parte de las controversias derivadas de los diferentes proyectos de sociedad y desarrollo. La cuestión de la igualdad de género se convirtió en el centro de la polarización y del enfrentamiento político. Fue un periodo importante en que el movimiento feminista obtuvo grandes victorias. Entre las principales se encuentran la anulación de las restricciones a la Convención Internacional sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer en 2011 y la lucha por la inclusión en la Constitución del principio de igualdad de género, los derechos humanos y la protección de las mujeres contra la violencia y la discriminación.
El asesinato de dos líderes de la izquierda en 2013 fue uno de los mayores conflictos registrados en la sociedad tunecina.
En 2017, logramos la formulación de una ley amplia para la eliminación de la violencia contra las mujeres. En 2018, un grupo de expertos y activistas fue designado por el jefe de Estado en la Comisión de Libertades Individuales e Igualdad para que concluyera un informe.
También se propuso un proyecto de ley para modificar el Código del Estatuto Personal en lo que respecta a la igualdad en la herencia. Tras la salida del expresidente Béji Caïd Essebsi y la elección de un nuevo presidente en 2019, se ha detenido el camino. El presidente electo no adoptó el principio de la herencia igualitaria, aun cuando expuso un enfoque de justicia e igualdad en materia de economía y derechos humanos. El movimiento feminista y de los derechos humanos reclaman la herencia igualitaria como requisito previo para lograr la justicia y la equidad.
La familia es un espacio privado que no está sujeto a la igualdad entre hombres y mujeres. Tanto en el ámbito público como en el privado, a las mujeres se les niega la ciudadanía. Las organizaciones de la sociedad civil han enviado un mensaje al nuevo presidente para que responda a las acusaciones.
La demanda de una herencia igualitaria todavía es objeto de disputa entre las fuerzas conservadoras y el movimiento progresista. Consideramos que está en el centro de las cuestiones relativas al desarrollo, porque establece, para las mujeres, un derecho al patrimonio que siempre ha sido violado.
En cuanto a las voces que afirman que esa reivindicación es menos importante en el contexto actual, sostenemos que no hay tiempo para reivindicar la libertad, dignidad, igualdad, justicia social y una distribución equitativa de la riqueza. Son demandas que pertenecen a todos los grupos oprimidos, ya sea en los países de nuestra región o en otras partes del mundo.
Llegó el momento de desafiar a los cobardes que no se avergüenzan de alimentarse a costa del trabajo de las mujeres ni de impedir sus derechos más elementales. Llegó el momento de disfrutar de plenos derechos, dignidad y justicia social.
Seguimos unidas: por el derecho a la libertad, igualdad, calidad de vida, repartiendo la riqueza y transformando nuestra relación con la tierra.
[1] Se promulgó el Código Tunecino de Estatuto Personal en 1956, menos de cinco meses después de la proclamación de independencia ante el poder colonial francés. Instituyó una serie de leyes progresistas para promover la igualdad entre mujeres y hombres en ámbitos como el matrimonio, divorcio, la custodia y herencia, y representó un cambio importante en el derecho de familia y la situación legal de las mujeres en Túnez.
Halima Jouini es militante feminista en Túnez. Forma parte de la Asociación Tunecina de Mujeres Demócratas. Se publicó este texto originalmente en Sairat Journal, el blog regional de la Marcha Mundial de las Mujeres en Oriente Medio y el Norte de África.