En Kenia, la agricultura es la espina dorsal de la economía, y las mujeres rurales son mayoría en la producción de alimentos y en el trabajo agrícola. El sector agrícola representa de forma directa un 26% del Producto Interno Bruto (PIB) anual de Kenia, y también un 27% a través de la manufactura. Por su parte, los sectores de distribución y servicios representan el 65% del total de ingresos por exportación. El sector emplea a más del 80% de la mano de obra rural del país y representa más del 18% del empleo formal. Los subsectores de cultivos, ganadería y pesca son los principales componentes del sector agrícola. Entre las especies cultivadas en África están el maíz, los frijoles, el mijo africano y el sorgo. Entre las semillas criollas africanas se encuentran el teff de Etiopía, el mijo africano, el sorgo y la mandioca.
Las mujeres sufren la sobrecarga de trabajo, asumiendo funciones de cuidado en el hogar y tareas productivas en el campo y en la mano de obra agrícola. No tienen acceso al crédito. Cuando quieren ampliar la producción, no tienen nada que ofrecer como garantía para obtener un préstamo del banco. Esto sucede porque los títulos de propiedad de la tierra suelen estar en manos de los hombres, ya sea el marido o los hijos adultos. Las mujeres se ven afectadas por el patriarcado y no tienen voz cuando se trata de recursos productivos como la tierra y la ganadería. En los hogares, incluso los cultivos se dividen en masculinos y femeninos. Los cultivos masculinos son los que generan ingresos comerciales para la familia, incluida la cría de animales como el ganado, mientras que los femeninos son los de subsistencia, como el maíz, los frijoles y pollos.
Las mujeres están expuestas a los agrotóxicos, ya que muchas migran para trabajar en las fincas. Ello provoca una serie de consecuencias para la salud, como enfermedades respiratorias y problemas de espalda. También sufren debido a la estacionalidad de esa actividad. Algunas sólo pueden encontrar trabajo durante la temporada de cultivo o de cosecha, enfrentándose a la falta de empleo y de ingresos estables durante el resto del año. Las mujeres se encargan de preparar la comida en casa y, en épocas de escasez, sufren de hambre. También les afecta la falta de información sobre las tendencias del mercado, la explotación por parte de los intermediarios y la falta de capacitación para añadir valor a lo que producen. También enfrentan la escasez de instalaciones de almacenamiento para conservar la producción agrícola, lo que provoca podredumbre y pérdidas en caso de excedentes de cosecha.
Nuestro proyecto existe para brindar mejores condiciones de trabajo a las mujeres. En cuanto a las cuestiones alimentarias y la justicia climática, realizamos formación política y técnica acerca de todo el proceso de producción de alimentos, de la preparación del suelo a la poscosecha. Celebramos encuentros en las fincas, reuniendo a las trabajadoras rurales, y discutimos por qué nuestro suelo pierde fertilidad y desde cuándo lo utiliza la agricultora. Antes de empezar a utilizar agrotóxicos, solían adoptar métodos buenos para cuidar el suelo, sin envenenarlo ni gastar dinero en él. Hoy, si quieren aumentar la producción de alimentos, tendrán gastos elevados. También realizamos pruebas para comprobar la cantidad de nutrientes de cada suelo y qué tipo de cultivo se puede cultivar en él, además de capacitar a las agricultoras en técnicas de compostaje.
Combatiendo el poder corporativo por la soberanía de semillas
Hablamos de las semillas criollas con las agricultoras. Entendemos que las semillas criollas son más resistentes al cambio climático. Hablamos del cuidado del cultivo y de los peligros de los pesticidas para el medio ambiente y el ser humano. Suscitamos debates sobre Monsanto y los casos que vemos en los Estados Unidos, discutiendo los impactos negativos del uso de agrotóxicos en la salud. Estamos buscando alternativas como, por ejemplo, el uso de biofertilizantes, como los extractos de nim.
La justicia y la soberanía de semillas tienen que ver con acudir a las comunidades para sensibilizarlas acerca de la importancia del uso de las semillas criollas. Lo que está ocurriendo en el contexto africano es que las empresas internacionales se instalan y comercializan productos incluso en las aldeas más remotas. Las corporaciones transnacionales se han infiltrado en el continente y eso es un problema porque la agricultura es una fuente de ingresos y de subsistencia para muchas personas.
En Burkina Faso, Nigeria y Kenia se aprobó hace poco una yuca modificada genéticamente. La yuca es un alimento muy importante para nuestra cultura y nuestra base alimentaria, pero con esta nueva versión genéticamente modificada, miles de personas en Kenia serán afectadas. Sabemos que empezaron con la yuca y que más tarde pasarán a otro producto. Necesitamos políticas públicas y leyes que apoyen los sistemas de semillas gestionados por los agricultores. Lo que tenemos hoy son políticas que criminalizan a los trabajadores y trabajadoras rurales que mantienen cultivos criollos.
En Burkina Faso, Nigeria y Kenia se aprobó hace poco una yuca modificada genéticamente. La yuca es un alimento muy importante para nuestra cultura y nuestra base alimentaria, pero con esta nueva versión, miles de personas en Kenia serán afectadas. Sabemos que empezaron con la yuca y que más tarde pasarán a otro producto. Necesitamos políticas públicas y leyes que apoyen los Sistemas de Semillas Manejadas por los Agricultores. Lo que tenemos hoy son políticas que criminalizan a los trabajadores y las trabajadoras rurales que mantienen cultivos criollos.
En Kenia, tenemos normativas alimentarias como la de la patata, que establece que para cultivar ese alimento hay que tener un registro ante el gobierno. Si una persona es descubierta produciendo ese alimento sin un registro, puede ser detenida. Y, por supuesto, el registro conlleva una tasa que hay que pagar cada año, y muchos trabajadores y trabajadores rurales no pueden costearla.
Una de las legislaciones de cultivo es la Ley de Variedades de Plantas y Semillas, que también se basa en el registro de los productores. Los agricultores y las agricultores que no están registrados no pueden entrar en los sistemas gubernamentales. Todo ello tiene que ver con la creación de un entorno favorable para las corporaciones internacionales, ya que con esos sistemas pueden saber cuántos trabajadores y trabajadoras rurales hay en cada comunidad. Lo que supone también un incentivo para la agricultura que se hace sin personas, a través de la tecnología. Así se facilita a las empresas transnacionales la comercialización de sus productos.
La agricultura de precisión es un ejemplo de agricultura sin agricultores, debido a la interacción que la tecnología mantiene con las fincas para recolectar datos como la humedad del suelo y los datos por satélite, y evaluar las deficiencias de los cultivos. Los trabajadores y las trabajadoras rurales tienen una relación física con la tierra, y sustituirlos por una agricultura realizada con maquinaria significa que esas personas tendrían que destinar más recursos a la producción de alimentos, pues de lo contrario sólo respondería a los intereses de los grandes productores. Con esta tecnología, habrá más acaparamiento de tierras, o los trabajadores rurales se verán obligados a consolidar mayores extensiones de tierra para permitir la mecanización. Algunos terminarán por vender sus tierras.
Actualmente, se está impulsando una armonización legislativa en materia de semillas a nivel de la Unión Africana y del Mercado Común de África Oriental y Austral [Common Market for Eastern and Southern Africa – Comesa] a través del Plan COMSHIP[1]. Su principal objetivo es elaborar directrices a nivel continental para la armonización de las políticas de semillas y marcos legales, incluyendo el examen y la liberación de variedades, la certificación y el control de calidad de las semillas, la digitalización de documentos, las medidas fitosanitarias y los derechos de propiedad intelectual/protección de las variedades vegetales.
En esos debates no se tienen en cuenta las voces de los trabajadores y trabajadoras rurales, que son los que efectivamente alimentan al planeta. Además, promover la armonización significa que sólo serán reconocidas las semillas convencionales, que pertenecen a corporaciones transnacionales. No cabe duda de que, con el incentivo del registro para agricultores y agricultoras, eso significa también que las empresas quieren acceder a la lista de mercados potenciales. Todo ello encarece la agricultura y los alimentos.
Un tratado de libre comercio es un pacto entre dos o más naciones para reducir las barreras arancelarias entre ellas. Algunos ejemplos son el Acuerdo de Libre Comercio entre Kenia y Estados Unidos, que utiliza el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá – T-MEC [United States–Mexico–Canada Agreement – USMCA] como marco organizativo. Sus consecuencias para los trabajadores y trabajadoras rurales son terribles. En Ghana, antes del dumping de pollo promovido por Europa, los agricultores y las agricultoras locales se dedicaban a la cría de aves de corral y el país era sostenible en esa producción. Con la apertura del mercado, se abrió paso para que esos productos entraran en Ghana, lo que cambió las preferencias de la población y destruyó la economía local.
En Kenia, había un sector algodonero fuerte, que constituía una fuente de ingresos no sólo para productores y agricultores rurales, sino también para costureras y costureros. Con la liberalización del mercado y el control industrial, llegaron al país prendas de segunda mano procedentes de distintas partes del mundo. En lugar de comprar ropa fabricada en Kenia, la gente puede ir al mercado de Gikomba y encontrar artículos mucho más baratos. Ahora, la industria algodonera nacional perdió su fuerza y las personas que trabajaban en el sector fueron despedidas.
Combatiendo el neocolonialismo
Entre los que cultivan alimentos, las mujeres son mayoría, y también son las guardianas de las semillas. Bajo el nombre de Jornada Semilla es Poder [Seed Is Power Rally], se ha creado una campaña en Internet que conecta África y la diáspora, organizada por la Alianza para la Soberanía Alimentaria en África [Alliance for Food Sovereignty in Africa – AFSA]. Su objetivo es rendir homenaje a las semillas africanas, celebrar el trabajo de los agricultores y agricultoras y unir a las personas a favor de la soberanía de semillas. Las semillas son un tema que se puede relacionar con la esclavitud. Cuando fueron secuestrados, nuestros ancestros escondieron semillas en su pelo. ¡Las semillas son poder y resistencia! Hay que compartirlas y protegerlas. Nuestra lucha tiene todo que ver con la lucha contra la corporativización de las semillas africanas. También en lo que respecta a los agrotóxicos, África ha sido utilizada como depósito. Los productos químicos que no están permitidos en otras partes del mundo se venden y utilizan en los campos de África.
En 2016, se celebró una conferencia de la Marcha Mundial de las Mujeres (MMM) a la que acudieron representantes de varios países. En esa conferencia, hablamos de las semillas modificadas genéticamente y las participantes nos dijeron que eso también sucedía en sus países. Cuando los trabajadores y trabajadoras rurales utilizan semillas modificadas genéticamente, se quedan asociados a la empresa que crea tales variantes cada nueva temporada. Toda la cuestión está en el consumo cooperativo. Las corporaciones saben que si los agricultores y agricultoras tienen sus propias semillas, no necesitan recurrir a lo que ofrece el mercado.
Las empresas transnacionales que producen esas semillas son las que fabrican los agrotóxicos que se utilizarán en los cultivos. Su objetivo es ganar dinero, no importa cómo. El peligro es aún mayor con elementos de geoingeniería, con la edición genética. Esto acabará afectando a la biodiversidad y, sin duda, hay una conexión directa entre esas actividades y enfermedades como la COVID-19. Además, se produce la emergencia de cuestiones de mutación. Las personas se están medicando y ya no pueden trabajar. En el continente africano, tenemos el reto de la desertificación y otros problemas relacionados con el cambio climático.
Las empresas transnacionales llegan a las comunidades, recogen las semillas, las transforman en otra cosa, supuestamente mejor, y vuelven a las comunidades para venderlas. Cobran más por esas semillas y el valor añadido recae sobre los consumidores y compradores, que pagarán más por los alimentos que ya tenían. Los agricultores y las agricultoras de África no cuentan con un seguro. Si compran semillas y no crecen, nadie les compensará, a diferencia de lo que ocurre en Europa y otras naciones desarrolladas, donde hay subsidios agrícolas.
Construyendo alternativas
En Kenia, tenemos una Constitución que aborda la igualdad de género en términos de acceso a los recursos, pero eso no se refleja en la realidad. Sólo el 5% de la tierra en Kenia es de propiedad conjunta. Sólo el 1% es propiedad de mujeres. Esta es la magnitud de la opresión de las mujeres.
Las mujeres representan la mayoría entre las guardianas de las semillas. Hay una presión para que utilicen semillas híbridas, por lo que capacitamos a las comunidades para que utilicen semillas criollas. Así es como trabajamos para construir alternativas. En un sitio llamado Machakos, estamos promoviendo un diálogo sobre semillas y cultivos llamado tafakari, una palabra suajili que significa reflexión. En ese lugar, la gente nos cuenta que va a la tienda agrícola local a comprar semillas y le dicen que, si no germinan en tres semanas, tiene que llamar a un número. Funciona así en una comunidad entera. Una de las mujeres del grupo dijo que sus cultivos no germinaban y que cuando llamaba, la respuesta que recibía era que no se podía contactar con el operador de telefonía móvil.
En África, el trabajo de la tierra lo realiza la familia. Pueden recibir ayuda local para cultivar la tierra, pero eso no se ofrece gratuitamente. En algunas regiones, esta ayuda adicional puede resultar muy cara. Lo que ocurre en este escenario es que las pérdidas de cosechas significan más trabajo. Y, por supuesto, está el problema del riego, que no es abundante. La mayoría de la gente depende del régimen de lluvias. Así que si tu semilla no crece, no habrá cosecha que recoger. Su familia pasará hambre, porque la gente depende totalmente de esa actividad agrícola cotidiana.
Hay una gran demonización de las semillas criollas. Se dice a la gente que no prosperan. Se consideran los alimentos desde una perspectiva económica. Los alimentos y las semillas criollas son culturales, generan beneficios ambientales y son más nutritivas. Si hablas con personas mayores, te dirán cómo puedes mejorar tu salud comiendo sólo algún tipo de alimento producido con semillas criollas. Pero hoy en día esa actividad agrícola está catalogada como trabajo informal, sin contar con ningún tipo de reconocimiento.
Hay una gran demonización de las semillas criollas. Se dice a la gente que no prosperan. Se consideran los alimentos desde una perspectiva económica. Los alimentos y las semillas criollas son culturales, generan beneficios ambientales y son más nutritivas. Si hablas con personas mayores, te dirán cómo puedes mejorar tu salud comiendo sólo algún tipo de alimento producido con semillas criollas. Pero hoy en día esa actividad agrícola está catalogada como trabajo informal, sin contar con ningún tipo de reconocimiento.
Si nos fijamos en la agricultura, es una actividad de personas mayores en África. Los jóvenes no quieren dedicarse a la producción de alimentos, a pesar de que representan la mayoría de los consumidores. Lo que hacemos a nivel de la organización es educar a esos jóvenes sobre la producción de alimentos y la agricultura. Les enseñamos sobre los alimentos que consumen y les explicamos de dónde proceden, además de organizar visitas a zonas rurales para que entiendan las luchas de las comunidades rurales. Lo que la soberanía de semillas ha logrado con la Marcha Mundial de las Mujeres es la organización de diálogos sobre el tema, para discutir alternativas.
[1] Plan de Comesa para la Implementación de la Armonización Legislativa en materia de Semillas (COMESA Seed Harmonization Implementation Plan).
Leonida Odongo es militante por la justicia social y trabaja con temas relativos a la alimentación y la justicia climática en Nairobi (Kenia). Es integrante de la Marcha Mundial de las Mujeres y del proyecto Espacios Reducidos de Ciudadanía [Shrinking Civic Spaces].