“Solo conectar”. Esta frase sintetiza la apuesta política del ecofeminismo, afirma Ariel Salleh en el prefacio del libro Ecofeminismo, de Maria Mies y Vandana Shiva. El presente texto rinde homenaje a Maria Mies, fallecida el pasado 16 de mayo, que durante muchos años fue, como intelectual y militante, una fuente de inspiración para las feministas populares que estamos comprometidas con las luchas ecologistas.
Maria Mies fue una socióloga alemana que aportó mucho al feminismo y especialmente al ecofeminismo con sus planteamientos sobre el desarrollo, las dinámicas de acumulación, la globalización y la crisis ecológica. Se ocupó especialmente del análisis de la opresión patriarcal y colonial de las mujeres en el Sur Global, y fue una importante interlocutora de pensadoras como Vandana Shiva y Silvia Federici. Para Salleh, “las feministas ecologistas no solo pelean en la calle; hacen también filosofía”. Mies fue una de ellas, como muchas de nosotras.
«Solo conectar». Ninguna otra perspectiva política —liberalismo, socialismo, feminismo, ecologismo— puede integrar lo que hace el ecofeminismo: por qué los gitanos aún son tratados como animales; por qué las mujeres realizan en el mundo el 65 por ciento del trabajo por el 10 por ciento del salario; por qué en internet las imágenes de niños víctimas de abusos sexuales generan millones de dólares; por qué se crían pollos solo por su hígado y sus alitas; o por qué la propia Tierra está siendo manipulada como arma de guerra. La pérdida de especies es endémica, se acerca el pico del agua, el suelo está perdiendo integridad orgánica, la atmósfera es azotada por furiosas tormentas.
Ariel Salleh
“Solo conectar” es una apuesta política que Maria Mies llevó hasta sus últimas consecuencias. Al hacerlo, expuso las profundas conexiones entre patriarcado, capitalismo y colonialismo y construyó una teoría radical por la liberación de las mujeres y los pueblos.
En consonancia con otras feministas ecologistas, en su libro Patriarcado y acumulación primitiva a escala mundial —traducido y publicado por la editorial Traficante de Sueños— nos recuerda que el paradigma del crecimiento y el progreso ilimitado es un mito patriarcal. Un paradigma que no puede concretarse en la realidad, ya sea porque vivimos en un mundo materialmente finito, ya sea porque el progreso de ciertas sociedades, en el capitalismo, está condicionado a la explotación de otras.
En este sentido, Mies también cuestiona lo que hoy llamaríamos “tecnosoluciones”, al cuestionar la idea de que, en una sociedad socialista, la ampliación del tiempo libre de las trabajadoras y los trabajadores se garantizaría a través del desarrollo tecnológico. Su argumento central es que, históricamente, el desarrollo de la tecnología se ha apoyado en la explotación de los territorios y pueblos del Sur Global, a través de megaproyectos de energía y minería, por ejemplo.
Desde su perspectiva, la ampliación del tiempo libre de las mujeres es una cuestión central y tiene que ser planteada en el marco de una propuesta de cambio de la división sexual del trabajo. Así, no sería la tecnología la que garantizaría esos dos cambios, sino una postura política que valorice los trabajos que reproducen la vida, oponiéndose a la división entre ocio y trabajo socialmente necesario. Esto sería especialmente importante para la liberación del tiempo y el trabajo de las mujeres, porque la mayor parte del trabajo femenino no es trabajo alienado: son trabajos que producen vida y valor de uso, como los cuidados y la agricultura para el autoconsumo. Por tanto, no se trata de reducir al máximo esos trabajos, sustituyéndolos por tecnología, sino de valorizarlos, situándolos en el centro de la economía y de construir relaciones laborales en las que estén intercalados el descanso y el placer.
Marias Mies también abrió nuevos caminos con sus reflexiones sobre la división entre trabajo productivo y reproductivo. Rechazó el modo en que suele entenderse esta división, en la que los trabajos que generan plusvalía –y, en general, la explotación de la naturaleza combinada con la explotación del trabajo– se sitúan como productivos, y los trabajos que generan la reproducción de la vida como “reproductivos”. De forma provocadora, Mies planteaba que los empleos productivos son aquellos que generan vida y valor de uso, que son importantes para la mayoría de las personas, como la educación, los cuidados y la alimentación; y los empleos que solo generan plusvalía y destrucción, como las industrias de la muerte (armas, agrotóxicos, explotación ilimitada de minerales) serían empleos «destructivos», que deberían dejar de existir.
Maria Mies advirtió que, para que esto pudiera concretarse, los países del Sur Global tenían necesariamente que construir su soberanía con economías más autosuficientes. Puso en cuestión la división internacional del trabajo y propuso un modelo de producción y consumo más descentralizado, que permitiera reducir la alienación laboral y generar un impacto ecológico positivo.
Así, con sus críticas duras y elaboradas y sus propuestas hacia un horizonte emancipador, Maria Mies nutrió nuestra imaginación feminista. Esta imaginación es cada vez más necesaria para no adoptar una postura cínica y derrotista ante las numerosas crisis interconectadas a las que nos enfrentamos. «Solo conectar» es un imperativo para que podamos encontrar formas de destruir los sistemas de dominación, todos a la vez.
Natália Lobo es agroecóloga, militante de la Marcha Mundial de las Mujeres e integrante del equipo de SOF Sempreviva Organização Feminista.